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Perspectiva

Crece la oposición obrera mientras el coronavirus se sale de control

Hoy se llega a seis meses desde que las autoridades sanitarias globales fueron informadas de un brote infeccioso en Wuhan, China, que luego se llamaría el COVID-19.

En este breve periodo de tiempo, los casos saltaron a 10 millones y medio millón ha muerto. Pero “lo peor aún está por venir”, advirtió el lunes el director-general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus. “A nivel global, la pandemia de hecho se está acelerando”.

Los expertos de salud pública han visto desesperadamente como los Gobiernos de todo el mundo permiten que el virus se propague, abandonando las precauciones básicas de salud pública y sacrificando las vidas de los adultos mayores y personas enfermas en pro de aumentar las ganancias corporativas.

El tono ha sido establecido por EE.UU., donde el Gobierno de Trump ha abandonado cualquier esfuerzo para contener la pandemia, acogiendo efectivamente la política de “inmunidad de rebaño”.

Esto ha producido un resurgimiento catastrófico de la pandemia en todo el país. El lunes, Estados Unidos registró más de 44.000 casos nuevos, comparado a 19.000 el 8 de junio. El promedio semanal de casos diarios ha aumentado a 39.000, comparado a un mínimo de 21.000. Los casos están aumentado en 32 estados, y los hospitales en Arizona, Florida y Texas están cerca de su capacidad.

El repunte de la pandemia a nivel global es el resultado predecible e inevitable de la campaña de regreso al trabajo, derivada de la demanda de la clase gobernante de proteger sus ganancias, no las vidas, alegando que “la cura no puede ser peor que la enfermedad”.

No obstante, tal campaña está topándose con una resistencia cada vez mayor por parte de los trabajadores en todo el mundo.

El lunes, dos mil trabajadores hicieron huelga en seis instalaciones de Amazon en Alemania después de que 40 trabajadores dieran positivo en dos de ellas.

Como los otros grandes empleadores en todo el mundo, Amazon no está comunicándoles a sus empleados cuando los trabajadores se enferman, lo que vuelve imposible cualquier rastreo de contactos. En la medida en que los trabajadores y las autoridades sanitarias sepan algo sobre la propagación de la pandemia, lo hacen por encima de la obstrucción de la empresa. En Minnesota, los oficiales de salud descubrieron al menos 187 casos en dos instalaciones.

En Michigan, los trabajadores detuvieron la producción en dos fábricas automotrices de Fiat Chrysler. El fin de semana, los trabajadores de las plantas de ensamble Jefferson North y Sterling Heights de Fiat Chrysler del área metropolitana de Detroit se rehusaron a seguir trabajando después de que aparecieran reportes de que los trabajadores se enfermaron.

El paro laboral fue realizado independientemente de los sindicatos y los trabajadores de ambas plantas crearon comités de base de seguridad para exigir que se les notifique cualquier contagio y el cierre de las plantas para sanitizarlas profundamente cada vez que se descubre un caso.

En respuesta a la pandemia y sus consecuencias económicas, la última semana evidenció una serie de otras acciones laborales:

• El viernes, quinientos enfermeros de HCA Healthcare en Riverside, California, hicieron huelga para exigir niveles adecuados de personal médico y de limpieza, y equipos de protección para combatir la pandemia.

• Más de 700 enfermeros en Joliet, Illinois tienen planeado iniciar una huelga el 4 de julio contra los esfuerzos para reducir los niveles de personal e imponer aceleraciones de trabajo, que los enfermeros dicen que vuelve imposible garantizar su seguridad.

• El lunes, miles de enfermeros en Zimbabue hicieron huelga por salarios.

• Más de 4.000 constructores de barcos permanecen en huelga contra la empresa Bath Iron Works en Maine desde la semana pasada en oposición a la subcontratación de personal.

• El lunes, trabajadores de toda Turquía participaron en manifestaciones contra los recortes planificados por el Gobierno a las indemnizaciones por cesantía.

Hasta este punto, la respuesta global a la pandemia ha estado dictada por los intereses sociales de la clase capitalista. Sacando partido de la crisis creada por la pandemia, los Gobiernos de EE.UU. y Europa han transferido varios miles de millones de dólares a la oligarquía financiera por medio de rescates corporativos e intervenciones de los bancos centrales, lo que ha empujado a las bolsas de valores a máximos en medio de la peor crisis económica en un siglo.

Tras asegurar estos rescates, las élites gobernantes se enfocaron en una campaña concentrada totalmente en regresar a los trabajadores a las fábricas, almacenes y otros centros laborales para generar ganancias para las corporaciones, independientemente de las consecuencias para la salud pública.

Esto ha estado acompañado por una campaña de chantaje económico. El Gobierno de Trump está exigiendo un fin a los pagos suplementarios de emergencia por desempleo para los trabajadores despedidos, argumentando que dicha asistencia es un “desincentivo” en cuanto a volver al trabajo.

Pero ahora la clase obrera está comenzando a responder a la crisis. Las demandas de los trabajadores de garantizar que los lugares de trabajo sean seguros y se informe plenamente cuáles individuos salieron positivo corresponden a las mismas demandas de los científicos y expertos de salud pública, quienes insisten en un accionar vigoroso para contener la enfermedad por medio de medidas de salud pública.

Hay medidas que pueden ser tomadas para detener la propagación del virus. Como lo reiteró la OMS el lunes, “el virus puede ser suprimido con las herramientas a mano”. Si el COVID-19 no está siendo contenido, frente a los cientos de años acumulados de conocimiento científico sobre cómo manejar enfermedades infecciosas, se debe a que la supresión del virus se contrapone a ciertos intereses sociales.

El sucio secreto de la sociedad capitalista es que, si la muerte de millones de personas genera mayores ganancias y aumenta la riqueza de la clase capitalista, entonces millones de personas morirán. La pandemia del COVID-19 no será contenida sin la intervención de la clase obrera.

Los trabajadores de todo el mundo deberían seguir el liderazgo de los trabajadores de FCA en Detroit y formar comités de base de seguridad en cada lugar de trabajo. Los sindicatos, controlados por las empresas y el Estado, no harán nada. Los trabajadores necesitan sus propias organizaciones para coordinar acciones a través de las distintas industrias e internacionalmente, para garantizar condiciones laborales seguras y frenar la producción cuando no es seguro.

El desarrollo de una red de organizaciones obreras debe ir de la mano de la construcción de una dirección política en la clase obrera para dirigir el auge de luchas sociales explosivas contra el sistema de lucro.

Como escribió el Comité Internacional de la Cuarta Internacional el 23 de junio:

Cuando los apologistas de la clase gobernante insisten, “No dejen que el remedio sea peor que la enfermedad”, los trabajadores deben responder que la enfermedad social subyacente es el capitalismo, la pandemia es un síntoma de esa enfermedad y la cura es el socialismo.

El COVID-19 necesita ser combatido en dos frentes: el frente médico, involucrando el impulso más vigoroso para suprimir y contener la enfermedad, y el frente político, contra el sistema capitalista y los Gobiernos que lo representan. Esto es inseparable de la lucha por construir el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones, los Partidos Socialistas por la Igualdad, por todo el mundo.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de junio de 2020)

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