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Perspectiva

Se acelera la campaña de guerra de EE.UU. contra China

La presencia de dos grupos de ataque estadounidenses con portaaviones en el mar de China Meridional para conducir ensayos de guerra de “alto grado” a partir del sábado, involucrando despegues de aviones continuos todo el día, solo es la muestra más gráfica hasta la fecha de los preparativos acelerados del Gobierno de Trump para una guerra contra China. El hecho de que las operaciones con ambos portaaviones se planearan para coincidir con ejercicios navales chinos en las mismas aguas estratégicas los vuelve mucho más provocadores y peligrosos.

La pandemia global del COVID-19 ha exacerbado dramáticamente la crisis del capitalismo global, centrada en Estados Unidos, junto a todas sus contradicciones fundamentales. Esto ha recrudecido rápidamente las tensiones geopolíticas aún más. Enfrentándose a una crisis en casa según crece la oposición de los trabajadores a la temeraria campaña de regreso al trabajo, Trump está buscando desviar estas inmensas tensiones sociales hacia el exterior contra un enemigo externo.

Con el respaldo de los demócratas y la prensa, Trump está buscando crear un clima de fiebre de guerra por medio de una campaña intransigente de propaganda anti-China basada en mentiras y desinformación. Sin presentar ni una pieza de evidencia, los más altos oficiales culpan a China constantemente por la pandemia del coronavirus y la enorme cifra de muertes en EE.UU., por la cual la Casa Blanca es directamente responsable a través de su negligencia e indiferencia criminal.

Fragata de la Armada Real australiana con misiles guiados, HMAS Parramatta (FFH 154), izquierda, navega junto al buque de asalto anfibio de la Armada de EE.UU. (LHA 6), el crucero USS Bunker Hill de clase Ticonderoga con misiles guiados (CG 52) y el destructor USS Barry de clase Arleigh-Burke con misiles guiados (DDG 52). (Fotografía del especialista en comunicaciones masivas de tercera clase, Nicolás Huynh)

La campaña contra China cubre todos los frentes. EE.UU. ha intensificado sus denuncias contra Beijing por abusos a los “derechos humanos” en Hong Kong y contra la minoría musulmana uigur en la provincia china de Xinjiang.

EE.UU. ya impuso sanciones punitivas por estas cuestiones. La hipocresía total del Gobierno de Trump es subrayada por su impulso para desplegar al ejército y la Guardia Nacional, violando la Constitución estadounidense, para suprimir violentamente las protestas contra los asesinatos policiales en EE.UU. Nuevamente, como ocurrió con sus guerras criminales en Oriente Próximo, Washington está buscando explotar los “derechos humanos” para perseguir guerras económicas y una acumulación militar masiva contra China.

La pandemia del COVID-19 no es la causa de raíz de la campaña de guerra estadounidense. En cambio, es un catalizador de procesos más antiguos. El Gobierno de Obama anunció su “giro hacia Asia” en 2011 dirigido contra China, involucrando una ofensiva diplomática agresiva para socavar la influencia china en toda la región Indo-Pacífica y el resto del mundo, para aislar a China por medio de la Alianza Transpacífica (TPP, sigla en inglés) y reestructurando la presencia del ejército estadounidense en la región. Obama aumentó imprudentemente los peligrosos focos de conflicto regionales, incluyendo en el mar de China Meridional y la península coreana.

El Gobierno de Trump ha intensificado la marcha de guerra contra China. Si bien abandonó el TPP, Trump emprendió una guerra económica de plena escala contra China, imponiendo una avalancha de aranceles punitivos a casi todos los bienes chinos, cuya mayoría permanece en su lugar. No solo exigió mayores exportaciones estadounidenses e inversiones en China, sino también la subordinación del país a las industrias de alta tecnología en EE.UU. El nacionalismo económico de Trump y su insistencia de que las cadenas de suministro, especialmente aquellas cruciales para el ejército, se basen en EE.UU. no son nada menos que preparativos económicos para una guerra.

Con el pretexto de proteger la propiedad intelectual estadounidense y prevenir el espionaje chino, Washington ha arremetido contra el gigante de telecomunicaciones chino Huawei. Ha presionado a sus aliados como Reino Unido a que no utilicen los equipos de Huawei y ha amenazado con imponer sanciones a las firmas que le suministren a Huawei componentes clave. Mientras EE.UU. acusa infundadamente sobre espionaje y hacking chinos, sus propias agencias de inteligencia como la NSA, como lo reveló el denunciante Edward Snowden, espían a la población mundial, incluyendo a sus propios ciudadanos, a una escala industrial.

El Gobierno de Trump también ha puesto en la mira a los estudiantes e investigadores chinos en Estados Unidos, imponiendo severas restricciones a su entrada. Ahora está amenazando con deportar a miles de estudiantes si se inscriben en cursos universitarios solo en línea por las medidas del COVID-19. La Casa Blanca está ampliando sus restricciones contra la prensa china en EE.UU., designando a cuatro otras organizaciones como “misiones extranjeras”.

Los preparativos militares para una guerra proceden aprisa. Obama declaró el objetivo de desplegar el 60 por ciento de los buques y aviones de guerra estadounidenses a la región Indo-pacífica. Bajo Trump, el Pentágono anunció en 2018 que la competición entre las grandes potencias, no la “guerra contra el terrorismo, era su máxima prioridad, identificando a Rusia y China como sus principales rivales. El foco contra China refleja el punto de vista en los círculos estratégicos estadounidenses de que la extraordinaria expansión económica de China representa la mayor amenaza al continuo dominio global del imperialismo estadounidense.

En preparación para un conflicto militar, EE.UU. ha fortalecido sus alianzas militares y cooperación estratégica en la región Indo-Pacífica, particularmente el llamado “Quad” con Japón, Australia e India.

El carácter temerario de la campaña de EE.UU. contra China se proyecta de la manera más clara en los recientes conflictos militares de India con China por su frontera en disputa. En este enfrentamiento peligroso entre dos potencias nucleares, el jefe de personal de Trump, Mark Meadows, se pronunció inequívocamente a favor de India en comentarios el lunes, declarando, “No vamos a quedarnos al margen y dejar que ni China ni nadie más tomen las riendas en términos de ser la fuerza más poderosa y dominante, sea en esa región o aquí”.

Todos los preparativos para una guerra estadounidense contra China, que podría convertirse rápido en un conflicto catastrófico que se expanda a todo el mundo, están muy avanzados. Sea en el mar de China Meridional o en las fronteras de India con China, cualquier cantidad de focos de conflicto podría resultar en un incidente accidental o deliberado que ofrezca la causa de guerra para un presidente estadounidense asediado en casa.

La única fuerza social capaz de detener un salto al precipicio de una guerra mundial es la clase obrera mundial. En 2016, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional publicó una declaración intitulada “Socialismo y la lucha contra la guerra”, llamando a construir un movimiento unificado contra la guerra de los trabajadores y jóvenes en todo el mundo. Los peligros identificados en esa declaración tan solo se han vuelto más agudos en los últimos cuatro años y, consecuentemente, también lo ha hecho la urgencia de construir dicho movimiento.

* La declaración resumió los principios fundamentales que deben ser la base política para unir a la clase obrera contra la guerra:

* La lucha contra la guerra necesita basarse en la clase obrera, la gran fuerza revolucionaria en la sociedad, uniendo tras ella a todos los elementos progresistas en la población.

* El nuevo movimiento contra la guerra necesita ser anticapitalista y socialista, dado que no puede haber ninguna lucha seria contra la guerra excepto en la lucha para poner fin a la dictadura del capital financiero y acabar con el sistema económico que es la causa fundamental del militarismo y la guerra.

* El nuevo movimiento contra la guerra consecuentemente necesita ser, por necesidad, completa e inequívocamente independiente de y hostil hacia todos los partidos políticos y organizaciones de la clase capitalista.

* El nuevo movimiento contra la guerra debe, ante todo, ser internacional, movilizando el vasto poder de la clase obrera en una lucha global unida contra el imperialismo.

Esta es la tarea hacia la cual los trabajadores y jóvenes necesitan orientarse para garantizar el futuro de la humanidad.

(Publicado originalmente el 8 de julio de 2020)

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