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Perspectiva

La orden de regreso al trabajo de Trump amenaza las vidas de los docentes

El miércoles, el presidente estadounidense Donald Trump exigió que las escuelas estadounidenses reabran en el otoño, en medio de una pandemia fuera de control, poniendo en riesgo las vidas de miles de docentes.

El giro a reabrir las escuelas aprisa, un fenómeno global, es una necesidad estratégica para la clase gobernante en su campaña homicida para obligar a los trabajadores a regresar al trabajo según se agrava la pandemia del COVID-19. Si los estudiantes no regresan a clases, sus padres no podrán volver a generar ganancias para la clase gobernante.

La campaña de Trump para reabrir las escuelas se intensificó el lunes cuando tuiteó “¡¡¡LAS ESCUELAS TIENEN QUE ABRIR EN EL OTOÑO!!!”. Ese día, el Departamento de Educación de Florida publicó una orden de emergencia exigiendo que todas las escuelas reabran en agosto para facilitar “un regreso a Florida que alcance su ritmo económico pleno”. El día siguiente, el tema de reabrir las escuelas dominó varias reuniones en la Casa Blanca, incluyendo una llamada en línea con los gobernadores de cada estado.

El miércoles, horas antes de una de las infrecuentes ruedas de prensa de la Grupo de Trabajo Sobre el Coronavirus de la Casa Blanca, Trump tuiteó, “En Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia y muchos otros países, LAS ESCUELAS ESTÁN ABIERTAS SIN PROBLEMAS”, añadió, “¡Podría recortar el financiamiento si no abren!”. En otro tuit, denunció a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, sigla en inglés) por sus supuestas “guías tan severas y caras para abrir las escuelas”.

Bajo la presión de Trump, los CDC anunciaron que sus guías de reapertura de escuelas serían desechadas y reemplazadas la próxima semana con recomendaciones menos restrictivas. El director de los CDC, Robert Redfield, dio una justificación pseudocientífica para reabrir las escuelas, afirmando, “Realmente no tenemos ninguna evidencia de que los niños estén impulsando el ciclo de transmisión de esto”.

Tal declaración no puede ser tomada con ninguna credibilidad, al ser pronunciada bajo la presión pública y abierta de la Casa Blanca. En un estudio reciente de los investigadores de los hospitales de la Universidad de Ginebra y la propia universidad, la gran mayoría de los niños que salieron positivo al COVID-19 llevan la misma cantidad del virus que los adultos, indicando que sirven como transmisores. Las afirmaciones de Trump y Pence son solo lo último de una serie de mentiras para justificar el levantamiento de todas las restricciones a la propagación del coronavirus.

En marzo, Trump aseveró que “los jóvenes, las personas con buena salud y ciertos grupos de personas, simplemente no se ven fuertemente afectados” por el virus. Esto lo contradijo inmediatamente el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Muchos adolescentes habían muerto desde abril y los casos del Síndrome Inflamatorio Multisistémico en los Niños (MIS-C, sigla en inglés) se habían vuelto más prevalentes.

Los datos disponibles del Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York muestran que, en una ciudad con una transmisión comunitaria generalizada, la tasa de mortandad para los niños de edades 10-19 es del 0,2 por ciento, lo que significa que podrían morir decenas de miles de niños en edad escolar.

Los peligros potenciales que enfrentan millones de maestros y otros educadores –cerca del 30 por ciento de los cuales tiene 50 años o más y, por lo tanto, corren un riesgo mucho mayor de morir a causa del COVID-19— fueron desestimados por la secretaria de Educación, Betsy DeVos, quien acusó el martes a los maestros de “inventar excusas” en una entrevista en Fox News.

Como con cada sección de la clase trabajadora, no ha habido un seguimiento oficial del número de muertes de educadores, pero una lista compilada por Ed Week documenta más de 200 que han muerto por el virus.

La prisa por reabrir las escuelas está ligada al asalto a la educación pública de las últimas décadas. La clase dirigente ve la pandemia del COVID-19 como una oportunidad para deshacerse de los maestros más viejos y mejor pagados, poniéndolos en una situación en la que deben elegir entre jubilarse anticipadamente o arriesgarse a morir. Si los educadores mueren, esto es visto por la clase gobernante como un bien, ya que significa una pensión menos que pagar.

El impulso para reabrir las escuelas no está guiado por la ciencia, sino por los intereses de lucro de la élite financiera. Al igual que con la población en general, no habrá pruebas universales de educadores y estudiantes, ni se acercará al nivel de rastreo de contactos requerido para contener la propagación del virus.

A pesar de las afirmaciones de Pence y otros funcionarios, existe una amplia hostilidad entre los educadores hacia la reapertura de las escuelas, con una reciente encuesta que revela que el 65 por ciento se opone al impulso de reapertura. Sin embargo, esta oposición no encuentra expresión en la política oficial, ya que los demócratas en todos los niveles han colaborado con Trump en la campaña de regreso al trabajo.

De manera comparable al papel desempeñado por el sindicato United Auto Workers (UAW) para ayudar a reiniciar la producción de automóviles, los sindicatos magisteriales American Federation of Teachers (AFT) y National Education Association (NEA), y sus filiales estatales y locales, están trabajando ahora en estrecha colaboración con la élite política para hacer cumplir la reapertura de las escuelas.

Antes de la pandemia, los docentes y los trabajadores de la educación encabezaron el resurgimiento de la lucha de clases en los Estados Unidos, comenzando con la huelga salvaje de 2018 de los docentes de West Virginia. Desde entonces, más de 700.000 educadores en más de una docena de estados han hecho huelga, mientras que cientos de miles más en todo el mundo también han hecho huelga para oponerse a ataques similares a la educación pública. El cierre masivo de escuelas a mediados de marzo solo tuvo lugar debido a la oposición de los educadores, que se estaban organizando cada vez más independientemente de los sindicatos, los cuales intentaron de imponer la continuación de las clases presenciales.

Los ataques a los maestros por parte de la Administración de Trump constituyen un ataque a toda la clase obrera. Para llevar a cabo una verdadera lucha, los educadores, padres y estudiantes deben tomar el asunto en sus propias manos formando una red de comités de base de seguridad independientes en cada escuela y barrio.

Estos comités deben vincularse con los trabajadores de la industria automotriz que han formado comités de seguridad en las plantas y luchar por unificar a toda la clase trabajadora para detener la producción no esencial, prevenir la reapertura insegura de las escuelas e implementar políticas para contener y derrotar la pandemia.

Las siguientes demandas deben ser discutidas y popularizadas por los maestros y padres:

  • No reabrir las escuelas hasta que las condiciones sean seguras, según lo determinado por los comités de base locales en conjunto con los científicos y los trabajadores de la salud pública. En los casos en que los distritos abran a la fuerza las escuelas, se debe proporcionar a todos los educadores y estudiantes pruebas universales y localización de contactos, así como equipo de protección personal. Cualquier educador que elija no regresar por razones de seguridad y salud debe recibir las prestaciones y el pago completos, y se le debe permitir enseñar a distancia.
  • Una vasta expansión de los fondos para la educación. Todos los recortes que se hayan aplicado deben ser revertidos, y los cientos de miles de millones de dólares en apoyos a Wall Street deben ser reasignados para financiar plenamente la educación pública. Cada hogar debe contar con computadoras de alta calidad y acceso a Internet de alta velocidad para facilitar el aprendizaje en línea. El apoyo académico, físico y emocional para los estudiantes debe ser proporcionado a través de un aumento dramático de consejeros escolares, enfermeras, programas de arte, personal de educación especial, programas vocacionales y aprendizaje del idioma inglés disponibles tanto en línea como en persona de manera segura.
  • La modernización de todas las escuelas. Los edificios escolares deteriorados deben ser rehabilitados o reconstruidos para el aprendizaje, la salud y la seguridad del siglo XXI. Es necesario un programa masivo de construcción y desarrollo de infraestructura, de acuerdo con las recomendaciones de los expertos en salud.

Las luchas de los educadores deben estar conectadas con la lucha de toda la clase obrera contra la campaña homicida de vuelta al trabajo, que está impulsada por la demanda de la oligarquía financiera de que los trabajadores sacrifiquen sus vidas para pagar los billones de dólares entregados a Wall Street.

Como el Partido Socialista de la Igualdad escribió en su declaración del 21 de mayo, “¡Construyan comités de base en las fábricas y lugares de trabajo para prevenir la transmisión del COVID-19 y salvar vidas!”: “El PSI insiste en que la lucha contra la pandemia es inseparable de la lucha de los trabajadores contra la clase gobernante —la oligarquía corporativa y financiera— y su dictadura sobre la vida económica y política. Consecuentemente, es una lucha contra el capitalismo y por el socialismo, la reestructuración de la sociedad con base en satisfacer las necesidades sociales, no el lucro privado”.

El PSI y el WSWS proveerán toda la asistencia que puedan a los maestros que quieran establecer comités de base de seguridad. Urgimos a todos los trabajadores a estudiar nuestro programa y a tomar la decisión de unirse al PSI y asumir la lucha por el socialismo.

(Publicado originalmente el 9 de julio de 2020)

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