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Perspectiva

EE.UU. ordena el cierre del Consulado chino en Houston, agravando el peligro de guerra

La orden el martes de la Administración de Trump para que China cierre su Consulado en Houston dentro de tres días, sin dar ningún detalle que justifique su decisión, es una escalada peligrosa y sin precedentes en el conflicto de EE.UU. con China.

En medio de un tenso enfrentamiento entre los buques de guerra de EE.UU. y de China en el mar de China Meridional, es difícil ver el movimiento como algo más que un paso hacia la guerra.

La Casa Blanca y la élite política de los EE.UU. en su conjunto, enfrentando una crisis interna masiva por su fracaso en contener la pandemia COVID-19, que ya ha costado casi 150.000 vidas estadounidenses, está tratando de desviar las tensiones internas hacia el exterior a un “enemigo” externo.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de China condenó el cierre de su Consulado más antiguo en los EE.UU., que existe desde que los dos países normalizaron sus relaciones diplomáticas en 1979. Un portavoz lo calificó como “una medida indignante e injustificada que saboteará las relaciones entre ambos países”.

El Gobierno de EE.UU. no hizo ningún intento de explicar sus afirmaciones totalmente infundadas contra Beijing. El Departamento de Estado acusó vagamente a China de llevar a cabo “masivas operaciones ilegales de espionaje e influencia en todo Estados Unidos”. El portavoz Morgan Ortagus se hizo eco de la letanía de acusaciones descabelladas emitidas por Donald Trump esta semana, acusando a China de “violar” la soberanía de los EE.UU., “intimidar” al pueblo estadounidense, robar “empleos estadounidenses” a través de “prácticas comerciales injustas” y “otros comportamientos atroces”.

Al preguntársele por qué se cerraba el Consulado, el secretario de Estado, Mike Pompeo, respondió solo con afirmaciones contundentes de que China estaba robando la propiedad intelectual de los EE.UU., lo que “estaba costando cientos de miles de puestos de trabajo”. Pompeo les dijo a los periodistas en Copenhague, Dinamarca: “El presidente Trump ha dicho: 'Basta, no vamos a permitir que esto siga sucediendo'”.

En Twitter, el senador republicano Marco Rubio, un agitador de larga data contra China, fue aún más impreciso y provocativo. “El Consulado de China en #Houston no es una instalación diplomática. Es el nódulo central de la vasta red de espías y operaciones de influencia del Partido Comunista en los Estados Unidos. Ahora ese edificio debe cerrarse y los espías tienen 72 horas para salir o ser arrestados. Esto tenía que suceder”.

Al igual que sus anteriores acusaciones de que China “utilizó como un arma” el COVID-19, supuestamente desatando el virus contra el mundo desde un laboratorio de Wuhan, no hay ni una pizca de evidencia que apoye estas acusaciones incendiarias. Además, son emitidas por el país que lleva a cabo las mayores operaciones de espionaje e interferencia política del mundo, desde Irán hasta Venezuela y China.

Los cargos de Houston son parte de un cúmulo de demandas y acciones contra China en las últimas semanas. El mismo día, EE.UU. emprendió otra muestra de fuerza en el mar de China Meridional, llevando a cabo ejercicios conjuntos del grupo de ataque del portaaviones USS Ronald Reagan y los buques de guerra japoneses y australianos cerca de los islotes reclamados y ocupados por China. Esta fue la segunda muestra militar de este tipo esta semana, después de que Pompeo, por primera vez, calificara formalmente como “ilegales” prácticamente todos los reclamos de China en el mar de China Meridional.

Los funcionarios de EE.UU. también presentaron una acusación contra dos antiguos estudiantes de ingeniería en China, acusándolos de piratería informática para tratar de robar datos sobre la investigación de la vacuna para el COVID-19, supuestamente bajo la dirección del Gobierno chino, así como para su “propio beneficio”.

El martes, Pompeo y el secretario de Defensa, Mark Esper, también advirtieron en Londres que EE.UU. está preparando sus fuerzas militares en toda la región indo-pacífica para una posible confrontación con China y aumentando la presión sobre otros Gobiernos para que se unan a una coalición para contrarrestar la creciente influencia global de Beijing. “Esperamos poder construir una coalición que entienda esta amenaza”, declaró Pompeo. “Incluye a todos los países”, dijo, junto con el canciller británico Dominic Raab.

Esper dijo al Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, que el ejército estadounidense estaba modernizando su “fuerza de disuasión” en toda Asia y dando prioridad al despliegue de fuerzas y tecnologías para contrarrestar los esfuerzos de China por establecer “un orden regional completamente diferente que ponga a China en la cima”.

Pompeo y Esper están de gira por Europa para exigirles a sus Gobiernos que se alineen con los EE.UU. contra China, tras haber logrado presionar al Gobierno británico para que revierta su anterior decisión de permitir que Huawei, el mayor fabricante de equipos de telecomunicaciones del mundo, proporcione la tecnología 5G a Reino Unido.

A principios de este mes, Trump firmó un proyecto de ley autorizando sanciones a China por sus políticas en Hong Kong. El Tesoro de los Estados Unidos también sancionó a varios altos funcionarios chinos por el trato de Beijing hacia las minorías étnicas en el Tíbet y en la región noroccidental de China, Xinjiang.

La Casa Blanca no tiene la más mínima preocupación por los derechos democráticos de la población de China ni de ningún otro lugar, como lo demuestra la movilización de tropas paramilitares contra los manifestantes en Portland, Oregón y las amenazas de Trump de hacer lo mismo en otras grandes ciudades. En cambio, Washington trata hipócritamente de explotar las cuestiones de los “derechos humanos” y el “espionaje” para arremeter contra China, que ahora considera la principal amenaza a su hegemonía mundial.

La reacción del régimen capitalista de Beijing al cierre de Houston ha sido una vez más una mezcla de apelaciones a Washington para que acepte compartir el poder y sus propias afirmaciones nacionalistas y militaristas. El miércoles, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Wang Wenbin, apeló a los EE.UU. para revocar el cierre. Al mismo tiempo, amenazó con tomar medidas contra la “escandalosa e injustificada” violación del derecho internacional y la “escalada sin precedentes” de las recientes acciones de EE.UU. contra China.

En el mar de China Meridional, la fuerza aérea china realizó ejercicios empleando fuego vivo y envió más aviones de combate a su base en las disputadas islas Woody. Dichas acciones no hacen más que acentuar el peligro de un conflicto militar que podría desembocar en una confrontación nuclear. Sentado en la cima de su propio polvorín social, Beijing está inmerso en una carrera armamentista que solo puede terminar en un desastre para la humanidad.

Estos peligros no están siendo impulsados únicamente por la crisis de la Administración de Trump y la próxima elección presidencial. La pandemia de COVID-19 ha acelerado el impulso de los Estados Unidos, que la Administración de Obama ya había llevado a otro nivel, para enfrentar a China en todos los frentes, incluso militarmente. El objetivo es subordinarla y evitar que se convierta en una amenaza para el ascenso mundial alcanzado por el imperialismo estadounidense en la Segunda Guerra Mundial.

Detrás de las acusaciones de robo de las investigaciones sobre la vacuna, está en marcha una disputa mundial reaccionaria entre las empresas y naciones competidoras para ser los primeros en patentar una vacuna para el coronavirus. Hay miles de millones de dólares en juego para los directores generales de las empresas, inversores y banqueros, y una inmensa ventaja geopolítica para el país que gane el sorteo de la vacuna.

Estados Unidos está siguiendo muy abiertamente un curso nacionalista, dirigido a enriquecer a los oligarcas estadounidenses y a sacar partido de la vacuna —no como un medio para salvar vidas— sino como un arma contra los países en la mira del imperialismo estadounidense. Washington negará la vacuna a los países considerados como impedimentos a su impulso de hegemonía mundial y recompensará a los que se alineen con sus planes de guerra y conquista con el acceso al vital medicamento.

Todos los sectores de la élite política de los Estados Unidos se han alineado detrás de la campaña antichina de la Administración de Trump. Su presunto contrincante demócrata, Joe Biden ataca a Trump por no ser lo suficientemente agresivo.

Estos acontecimientos ponen de relieve el enorme peligro de una guerra y la necesidad de movilizar a la clase obrera internacional, incluidos los trabajadores chinos y estadounidenses, contra esta amenaza y los regímenes políticos responsables de ella, así como de un esfuerzo mundial unificado para combatir la pandemia. Esto solo es posible sobre la base de un programa socialista, dirigido a derribar el sistema capitalista y abolir su anticuada división del mundo en Estados nación rivales.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de julio de 2020.)

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