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24 líderes mundiales hacen un llamado fraudulento a acordar a un tratado sobre las pandemias

En un acto de hipocresía impresionante, el primer ministro británico Boris Johnson, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron han encabezado un llamado de 24 líderes mundiales para que las naciones “trabajen juntas hacia un nuevo tratado internacional de preparación para las pandemias”.

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, también es signatario.

La carta comienza invocando el período posterior a la Segunda Guerra Mundial: “En ese momento, tras la devastación de dos guerras mundiales, los líderes políticos se unieron para forjar el sistema multilateral. Los objetivos eran claros: unir a los países, disipar las tentaciones del aislacionismo y el nacionalismo y abordar los desafíos que solo podían lograrse juntos, en el espíritu de la solidaridad y la cooperación, a saber, la paz, la prosperidad, la salud y la seguridad”.

Titular del Daily Telegraph anunciando la declaración de 24 líderes mundiales

Advierte: “Habrá otras pandemias y otras emergencias sanitarias importantes”, continúa la carta, “Por lo tanto, estamos comprometidos a garantizar el acceso universal y equitativo a las vacunas, medicamentos y pruebas seguros, eficaces y asequibles para esta y futuras pandemias”.

La carta concluye con la necesidad de que los Gobiernos del mundo “se guíen por la solidaridad, la justicia, la transparencia, la inclusión y la equidad”.

Si este no fuera un ejemplo tan descarado de teatralidad política, sería necesario preguntarse en qué planeta han estado viviendo estos líderes gubernamentales todo el último año. La respuesta global a la pandemia se ha definido por la influencia absolutamente destructiva de las tensiones geoestratégicas y el avance egoísta de los intereses nacionales. ¡Todo esto ha encontrado su expresión más grotesca en los Gobiernos de Johnson, Merkel y Macron!

Desde diciembre, Reino Unido y la Unión Europea (UE) han estado intercambiando golpes en un feroz conflicto sobre el suministro de vacunas.

Después de que el Reino Unido se adelantara a la UE en la obtención de contratos de vacunas, la UE declaró brevemente la prohibición de la exportación de vacunas a Irlanda del Norte, poniendo en peligro el Protocolo de Irlanda del Norte recientemente acordado tras la salida británica de la UE. La prohibición se retiró apresuradamente debido a las consecuencias internacionales, pero han continuado los esfuerzos para bloquear las exportaciones desde Europa.

En las últimas semanas, la Comisión Europea modificó sus poderes de exportación para prohibir las exportaciones de vacunas a países con altas tasas de cobertura de vacunas, o que restrinjan las exportaciones mediante leyes o contratos con proveedores. Aunque muchos líderes europeos titubearon antes de respaldar los nuevos poderes en una cumbre el jueves pasado, Macron declaró posteriormente: “Apoyo que debemos bloquear todas las exportaciones mientras algunas compañías farmacéuticas no respeten sus compromisos con los europeos”.

El domingo, Thierry Breton, el comisionado de mercados internos de la UE, amenazó: “Mientras AstraZeneca no cumpla con sus obligaciones, todo lo que se produzca en suelo europeo se distribuirá a los europeos”. Merkel resumió el marco nacionalista y proteccionista para la distribución de vacunas en un comunicado al Parlamento o Bundestag: “El problema en este momento con el suministro de vacunas no se debe tanto a la cuestión de cuánto se pidió, sino más bien cuánto podrá fabricarse en suelo europeo”.

“Porque podemos verlo claramente: las plantas británicas fabrican para Reino Unido, EE.UU. no están exportando nada y, por lo tanto, dependemos de lo que se pueda producir en Europa”.

Un día antes de que se publicara la carta, Johnson anunció planes para que GlaxoSmithKline “envase y termine” 60 millones de dosis de la vacuna Novavax en el Reino Unido, un trabajo realizado anteriormente en Alemania. The Telegraph informa, “Una fuente de Downing Street dijo que la medida fue motivada en parte por el deseo de invertir en la capacidad nacional de fabricación de vacunas del Reino Unido, al mismo tiempo en que hace que los suministros de vacunas del país sean ‘más fiables’”.

El conflicto con Reino Unido no implica de ninguna manera que exista unidad dentro de la propia UE. Otros signatarios del llamado al tratado incluyen a António Luís Santos da Costa, primer ministro de Portugal; Klaus Iohannis, presidente de Rumanía; Kyriakos Mitsotakis, primer ministro de Grecia; Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos; y Pedro Sánchez, primer ministro de España.

Cuando la pandemia azotó por primera vez el continente y abrumó el sistema de salud de Italia, el Gobierno italiano envió un mensaje urgente a la sede de la Comisión Europea y presentó sus necesidades en el Sistema Común de Información y Comunicación de Emergencia de la UE. Como dijo más tarde al diario Guardian Janez Lenarčič, el comisionado europeo responsable de la gestión de crisis, “Ningún Estado miembro respondió a la solicitud de Italia ni al llamado de asistencia de la comisión”.

Cada país se encuentra ahora en una carrera desesperada por reabrir su economía, en medio de un repunte del virus y sacrificando miles de vidas, a fin de obtener una ventaja competitiva sobre sus rivales.

Los otros signatarios y los países que representan no brindan una imagen de colaboración internacional, sino de un lanzamiento de vacunas socavado en cada etapa por las rivalidades imperialistas, la desigualdad global y el afán de lucro.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, rechazó las dosis disponibles de la vacuna Sputnik de acuerdo con su política exterior ferozmente antirrusa de su gobierno y tuvo que suplicarle a la UE para obtener vacunas en enero. Hasta ahora, menos del 1 por ciento de la población ha recibido una dosis.

Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, preside una catástrofe en el país más desarrollado del continente. Su Gobierno ha vacunado a poco más de 125.000 personas, una décima parte de la primera fase planificada de implementación, debido a la escasez de suministro e infraestructura crítica. La segunda fase debe comenzar en abril.

Kenia, Ruanda, Túnez y Senegal, cuyos líderes firmaron el documento, dependen del esquema COVAX, cuyos fondos son insuficientes y que es administrado por la OMS para países de ingresos bajos y medianos. Senegal, con una población de 16,3 millones, recibirá solo 1,1 millones de dosis a finales de mayo a través de COVAX. Ruanda (12,6 millones) recibirá alrededor de 800.000 y Kenia (52,6 millones) recibirá 3,5 millones.

En una declaración anterior de la OMS, Ghebreyesus calificó la creciente brecha entre las tasas de vacunación en los países ricos y pobres como “grotesca” y un “indignación moral”. Las empresas farmacéuticas privadas se han negado a renunciar a patentes o compartir tecnologías para permitir que los países más pobres comiencen a fabricar sus propias vacunas. Sin embargo, los líderes gubernamentales avalaron esta subordinación criminal de la vida humana a las ganancias corporativas en su documento, comprometiéndose a “trabajar con los jefes de Estado y de Gobierno a nivel mundial, y con todas las partes interesadas, incluida la sociedad civil y el sector privado”.

Los signatarios tienen el descaro de prometer “solidaridad” en la próxima crisis, incluso cuando el desastre actual aún se está en marcha. No hay ni una palabra sobre el aumento masivo de casos en todo el mundo en el último mes ni sobre tomar las medidas necesarias para hacer frente a esta terrible amenaza, solo declara la creencia de “que las naciones deben trabajar juntas hacia un nuevo tratado internacional”.

La comparación realizada con la década de 1940 dice algo sobre los miedos que animan esta cínica propaganda. Como en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo está empapado en sangre, completamente desacreditado y enfrentando un recrudecimiento de la lucha de clases. Los líderes gubernamentales esperan que las promesas vacías de un nuevo comienzo prevengan las consecuencias revolucionarias de esta situación.

Sin embargo, a diferencia de la década de 1940, no existe un poder capaz de desempeñar el papel del imperialismo estadounidense en el período de posguerra, respaldando al mundo capitalista con su abrumadora fuerza económica y militar. Lo que está en la orden del día no es la estabilización, sino la escalada conflictos comerciales y militares, encabezados por Estados Unidos y dirigido sobre todo contra China.

Esta agenda nacionalista se refleja en la carta, que establece que un tratado sobre pandemias “debería conducir a una mayor rendición de cuentas mutua y responsabilidad compartida, transparencia y cooperación dentro del sistema internacional y con sus reglas y normas”. Como comenta el Telegraph, que publicó la carta de los líderes como exclusiva en el Reino Unido, Johnson pidió al G7 que respaldara un nuevo acuerdo sobre la pandemia el mes pasado, enfatizando la necesidad de compartir datos de salud luego de “preocupaciones de que China haya retenido información y acceso de los inspectores sanitarios mundiales mientras examinaban los orígenes y la progresión del Covid”.

El propósito de esta narrativa que atribuye la pandemia a China es avivar la xenofobia en preparación para la guerra.

El único llamado a la colaboración internacional que tiene algún significado hoy es uno dirigido a la clase trabajadora mundial, que comparte un enemigo común: las élites capitalistas gobernantes de cada país. Resolver la pandemia y todos los demás problemas sociales importantes, todos los cuales exigen soluciones globales, requiere unificar a los trabajadores a nivel internacional en la lucha contra el capitalismo y por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de marzo de 2021)

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