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Perspectiva

Biden y los secretos del Estado de seguridad nacional

El Capitolio en Washington, 11 de noviembre de 2022 [AP Photo/J. Scott Applewhite, File]

Hay muchas preguntas sin responder sobre las noticias de que se hallaron documentos clasificados en ubicaciones inseguras de Washington D.C. y Wilmington, Delaware, que los asistentes del entonces vicepresidente Biden se habían llevado después de sus ochos años en el cargo.

Pero no son las mismas preguntas sobre las que reclaman con alaridos los oponentes republicanos de Biden ni sobre las que se ha obsesionado la prensa.

Las cuestiones importantes que los medios evitan incluyen: ¿Qué aparece en esos documentos? ¿Por qué hay tantos secretos? ¿Y quienes no quiere que sepan esos secretos el Gobierno estadounidense?

Muchos de los documentos con el mayor grado de confidencialidad —máximo secreto o información sensible compartimentada— están relacionados con la política exterior de Estados Unidos. En otras palabras, tratan de los aborrecibles crímenes del imperialismo estadounidense en todo el mundo.

Sugeriremos algunos posibles temas que cubren:

  • El papel del Gobierno saudita, aliado de EE.UU., en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 llevados a cabo por la organización Al Qaeda, que fue fundada por el millonario saudí Osama bin Laden. La mayoría de los 19 secuestradores eran ciudadanos saudíes y varios recibían apoyo financiero del régimen saudí en ese periodo.
  • El papel estadounidense en la operación de cambio de régimen de 2014 en Ucrania para tumbar el Gobierno electo e instalar un régimen ultraderechista y antirruso repleto de neonazis, preparando el estallido de la guerra con Rusia en Ucrania ocho años luego.
  • Lo que EE.UU. está haciendo en relación con Taiwán para provocar una invasión china, siguiendo el ejemplo de Rusia y Ucrania. Tal invasión sería utilizada como un pretexto para una guerra de plena escala de EE.UU. contra el régimen de Beijing.
  • Los planes estadounidenses de cambio de régimen por medio de la estrangulación económica, operaciones subversivas internas y guerras en Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Corea del Norte y otros países en la mira del imperialismo estadounidense.
  • Al contrario, las intervenciones estadounidenses planeadas para apuntalar los Gobiernos reaccionarios como la monarquía saudí y las otras autocracias del golfo Pérsico, la asesina dictadura militar egipcia, el Gobierno chauvinista hindú de Narendra Modi en India y otros Gobiernos similares en América Latina y África.
  • En relación con algunos de estos objetivos o todos, los planes para asesinatos de la CIA y otras operaciones encubiertas en prácticamente todos los países del mundo.

El presidente Joe Biden encarna la fusión del Estado y el individuo en la medida en que no sabe distinguir dónde comienza uno y acaba el otro. Fue senador por 36 años tras ser elegido para su primer término cuando apenas tenía 29 años. Pasó gran parte de ese tiempo en el Comité de Relaciones Exterior como presidente o líder de la minoría. Esto le dio acceso a muchos planes secretos como esos. Luego se convirtió en vicepresidente por ocho años, encargado de asuntos como América Latina y Ucrania.

Es posible que cuando se acabaron sus ocho años en el Gobierno de Obama, tenía miles y miles de páginas de documentos clasificados que sus asistentes fácilmente se olvidaron de algunos. Un puñado de informes noticiosos sugieren que algunos lidiaban con Ucrania e Irán, dos de las materias más sensibles para las operaciones subversivas estadounidenses.

Pero los documentos “Top Secret” no se limitan solo la política exterior. Cabe notar que el mes pasado, el Archivo Nacional publicó un conjunto de documentos vinculados al asesinato del presidente John F. Kennedy de 1963. Tenían muchas partes tachadas y muchos documentos se mantuvieron guardados porque lo pidieron las agencias de inteligencia.

En otras palabras, 60 años después del asesinato de Kennedy, la CIA sigue negándose a confesar sus vínculos con el supuesto asesino, Lee Harvey Oswald, un antiguo marine que se trasladó a la URSS en plena Guerra Fría, se casó con una rusa, regresó a Estados Unidos y se unió al Comité de Trato Justo para Cuba, un grupo supuestamente opuesto al bloqueo estadounidense que fue manipulado por las agencias de inteligencia estadounidenses.

En cuanto al impacto político de las revelaciones, al Partido Demócrata le salió el tiro por la culata. Cuando Trump estaba en el poder, los demócratas centraron sus ataques en los asuntos de política exterior, sugiriendo que era un agente o títere del régimen de Putin en Rusia. Después de que Trump dejara el cargo, centraron su oposición a Trump en su posesión de documentos de máximo secreto en su propiedad Mar-a-Lago, y el propio Biden se refirió al “daño a la seguridad nacional” en una entrevista con el programa “60 Minutes”.

Los críticos republicanos del presidente han utilizado las revelaciones no solo para debilitar políticamente a Biden, sino para fomentar el odio a China. Insinúan insidiosamente que los espías chinos pudieron haber tenido acceso a los documentos no protegidos y exigen listas detalladas de los visitantes del Penn Biden Center de Washington, la casa de Biden en Wilmington e incluso su garaje.

La hipocresía aquí es obvia, ya que estos mismos guerreros de la transparencia se opusieron a la divulgación de los registros de visitantes a la Casa Blanca de Trump, después de que Trump rompiera con la práctica de larga data de divulgación pública.

Hay cinismo, hipocresía y reacción a raudales en ambos bandos, como es característico de las disputas en el seno de la élite dirigente estadounidense.

Pero si hay un crimen en todo estos estos relatos, no es la vulneración de los secretos; sino la existencia de ellos. La verdadera víctima del crimen es el pueblo estadounidense –y las poblaciones del mundo en la mira del imperialismo estadounidense—, no Biden, Trump ni el enorme aparato militar y de inteligencia.

Biden encabeza un Gobierno supuestamente democrático que está plagado de secretos, muchos de los cuales son conocidos por otros Gobiernos del mundo, pero no se dan a conocer al pueblo estadounidense. Para la clase dominante de EE.UU., el pueblo estadounidense no debe saber cómo se preparan las guerras de Estados Unidos ni lo que realmente se está comprando con el billón de dólares que Estados Unidos gasta cada año en sus fuerzas armadas y agencias de inteligencia. Temen que si el pueblo estadounidense conociera los crímenes que está llevando a cabo, se levantaría por enfado e indignación.

Por eso alguien valiente que desenmascaró secretos como el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, está detenido en un calabozo británico con una orden de extradición de Estados Unidos: su “delito” fue hacer públicas pruebas de los crímenes de guerra de Estados Unidos en Irak y Afganistán, registros del uso de tortura en Guantánamo, cables diplomáticos que documentan conspiraciones para subvertir y amedrentar Gobiernos de todo el mundo y las técnicas de la CIA para infiltrarse en sistemas informáticos y espiar.

Los medios de comunicación corporativos estadounidenses han convertido el asunto de los documentos Biden en una justificación más para suprimir secretos y mantener al pueblo estadounidense ignorante de lo que se está haciendo en su nombre.

El World Socialist Web Site no se unirá a esta campaña. Nos basamos en la tradición del Partido Bolchevique. Cuando la clase obrera tomó el poder en la Revolución de Octubre de 1917, una de las primeras acciones del nuevo Gobierno fue publicar los acuerdos diplomáticos secretos del régimen zarista, según los cuales el mundo iba a ser repartido entre las potencias imperialistas. Así es como hay que defender a la clase obrera internacional contra las provocaciones del imperialismo mundial.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de enero de 2023)

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