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Prólogo de La escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierda: una crítica marxista

Segunda parte

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El WSWS está publicando el prólogo de David North a su libro La escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierda: una crítica marxista. El libro está disponible para su compra en Mehring Books.

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Ucrania

Durante el último año (2014-2015), Steiner y Brenner se han unido a la estampida de la pseudoizquierda proimperialista atrincherándose detrás del Gobierno derechista ucraniano. En un artículo publicado el 20 de mayo del 2014, Brenner declaró: “Los marxistas se oponen al desmembramiento de Ucrania”. Añadió con completo cinismo: “Eso significa oponerse a cualquier y todas las anexiones, sean de Rusia o cualquier otro ‘jugador’ como Polonia y sus socios imperialistas en la OTAN”.[1] Brenner anunció esta política tres meses después de que Estados Unidos y Alemania orquestaran un golpe de Estado en Kiev encabezado por organizaciones de tinte fascista, que llevó a cabo, a todos los efectos, una anexión de Ucrania por parte de las principales potencias imperialistas. La oposición de Brenner a dichas anexiones significaba en realidad una oposición plenamente a la decisión de la población de Crimea a reunificarse a Rusia. Este respaldo de facto al golpe de Estado derechista fue justificado por Brenner como una defensa al derecho de autodeterminación de Ucrania, el cual “significa una sola cosa: el derecho a separarse, a establecer un Estado independiente”. El concepto de “autodeterminación” de Brenner se refiere simplemente al control total de todo el territorio ucraniano bajo el régimen en Kiev. Rechaza el derecho a la separación de aquellas secciones de Ucrania opuestas al Gobierno de Poroshenko.

El Comité Internacional ha sometido al programa de autodeterminación a una crítica detallada, probando, con base en numerosos ejemplos, que ha servido —particularmente después de la disolución de la URSS— como un mecanismo para el desmembramiento respaldado por el imperialismo de Estados en los que busca intervenir o como una forma de enriquecer a una facción en particular de la élite burguesa nacional. Frecuentemente es una combinación de ambos. Tal demanda no tiene ningún contenido progresista cuando sea plantea independientemente de la lucha unificada de la clase obrera contra el imperialismo y sus patrones locales, con base en un programa revolucionario internacional. En el caso de Ucrania, la identificación, come hace Brenner, de la autodeterminación nacional con la hegemonía política del régimen de Poroshenko respaldado por el imperialismo y compuesto en parte por oficiales fascistas, es una obscenidad política.

Un imperialismo más pacífico

Siguiendo el ejemplo de su colega de hacer excusas proimperialistas, Steiner escribió en setiembre del 2014 una denuncia enojada de la resolución “La lucha contra la guerra y las tareas políticas del Partido Socialista por la Igualdad”, aprobada de forma unánime por el Tercer Congreso del PSI en agosto del 2014. Steiner comenzó su artículo contando el número de veces en que la resolución utiliza las palabras “guerra” (97), “imperialista” (23) e “imperialismo” (36). Pareciera que Steiner quiere que sus lectores crean que estas palabras aparecían poco en los escritos de Lenin, Luxemburgo y Trotsky.

El PSI, declaró Steiner, estaba emprendiendo una exageración masiva del peligro de una guerra imperialista: Escribió:

El PSI ve al imperialismo en el 2014 como un retorno a 1914 y está convencido en que la historia se está repitiendo completamente, incluido que el tenso verano de incidentes internacionales sea una repetición del verano de 1914. Sin embargo, el imperialismo, pese a que continúa siendo una plaga sobre el planeta, es muy diferente hoy día en comparación a hace 100 años. Por un lado, el empleo del poder militar para apuntalar los intereses económicos, si bien todavía sucede, se hace con mucha mayor renuencia hoy, como lo demuestra el obvio parálisis del Gobierno de Obama hacia los eventos en Siria, Irak y ahora Ucrania. [2]

Es difícil tomar tal mezcla disparatada de apatía y estupidez en serio. Steiner no menciona ningún cambio objetivo que haya vuelto al imperialismo más pacífico y más prudente ante riesgos en comparación con hace un siglo. Da la impresión de que no se ha dado cuenta de que EUA ha estado en guerra de forma prácticamente continua por un cuarto de siglo, de que sus operaciones militares han asolado países enteros, matado a cientos de miles de personas y creado 50 millones de refugiados, y que mantiene un despliegue global de fuerzas militares sin precedentes en la historia ¿Son todas estas manifestaciones de “mucha mayor renuencia” al empleo del poderío militar que hace 100 años? Con respecto a los preparativos estadounidenses para la guerra contra China y Rusia, no son mera especulación, sino un hecho geopolítico y militar ampliamente reconocido y discutido en las revistas estratégicas y en la prensa internacional. Sin embargo, Steiner descarta y tilda de “alarmismo” las advertencias del World Socialist Web Site .

El abordaje entero de Steiner a la política global se caracteriza por un impresionismo más banal. Afirma que Obama encabeza “un Gobierno débil, inseguro sobre qué hacer y renuente a involucrarse en aventuras militares de largo plazo, aparte de victorias fáciles por medio del uso de drones, comprometiendo mínimos recursos militares estadounidenses”. Es imposible encontrar un rastro de análisis teórico sobre las fuerzas objetivas detrás de las políticas y acciones del imperialismo. En el Programa de transición, Trotsky identificó las crisis internas de los Gobiernos imperialistas como un indicador clave para la proximidad de una guerra. “En los países históricamente privilegiados”, escribió, “…todos los partidos tradicionales del capital se encuentran en un estado de perplejidad que se aproxima a una parálisis de voluntad”. Las élites gobernantes no optaron ir a la guerra por algún deseo subjetivo, sino que no vieron ninguna salida a sus crisis. La burguesía, indicó Trotsky, “se desliza como por un tobogán y con los ojos cerrados hacia una catástrofe económica y militar”.[3]

Siendo incapaz de examinar cabalmente las implicaciones de ningún argumento político, Steiner parece no reconocer que su menosprecio al peligro de una guerra imperialista arranca de una evaluación completamente diferente hacia la época que la perspectiva sobre la cual se basa la Cuarta Internacional. Si el imperialismo no es impulsado objetivamente hacia las guerras y, en cambio, puede manejar sus problemas con una mesura mucho mayor que en 1914 o 1939, eso indicaría que encontró cómo contener sus contradicciones más fundamentales —aquellas entre el carácter global de la producción capitalista y el sistema de Estados nación, y entre el carácter social de las fuerzas productivas y la propiedad privada de los medios de producción—. Fue Kautsky quien previó la posibilidad de una administración exitosa del capitalismo global. Esta nueva forma de “ultraimperialismo”, afirmó, le permitiría a la burguesía dejar las guerras en el pasado. Lenin, en su celebrada obra El imperialismo: fase superior del capitalismo, escribió:

…el único significado social objetivo, i.e. real, que puede tener la “teoría” de Kautsky, es como el método más reaccionario para consolar a las masas con esperanzas de que una paz permanente sea posible bajo el capitalismo, distrayéndolos de los antagonismos y problemas agudos de la era presente y encausándolos hacia ilusiones sobre un “ultraimperialismo” imaginario del futuro. Engaño de las masas, no hay nada más que eso en la teoría “marxiana” de Kautsky.[4]

Steiner —quien prefiere ignorar las lecciones de las luchas libradas por los bolcheviques contra el oportunismo— no nos dice cuándo, ni el proceso por el cual, fue que el desarrollo del imperialismo confirmó la perspectiva de Kautsky y refutó la de Lenin y Trotsky.

La crisis en Grecia

Las elecciones griegas de enero del 2015 marcaron otra nueva etapa del rechazo por parte de Steiner y Brenner de los principios políticos básicos del marxismo. Celebraron, con un entusiasmo profundo, la victoria de Syriza. Esta respuesta no fue nada sorprendente ya que Syriza —con sus teorías posmodernistas, programa amorfo y oportunista y base social de clase media-alta— epitomiza todo lo que ellos y el resto de la pseudoizquierda pequeñoburguesa representan. Se pueden encontrar un sinfín de Steiners y Brenners en los cuerpos dirigentes de Syriza y su periferia. Steiner y Brenner reaccionaron disgustadamente al hecho de que el Comité Internacional no participó en la celebración de la victoria de Syriza. Denunciaron nuestro análisis sobre su programa y nuestras advertencias sobre la inevitable traición contra la clase obrera griega. En un artículo publicado el 2 de febrero de 2015, Brenner citó enojado las declaraciones del World Socialist Web Site tras la elección:

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional rechaza con desdeño la excusa política ofrecida por la pseudoizquierda pequeñoburguesa para justificar el apoyo a Syriza y a su agenda procapitalista, de que un Gobierno de Tsipras es una “experiencia” necesaria para la clase obrera, a raíz de la cual llegará de alguna manera a entender la necesidad de políticas auténticamente socialistas.

Tales sofisterías son avanzadas solo para oponerse al surgimiento de un movimiento revolucionario de la clase obrera, algo posible solo mediante una exposición política intransigente de Syriza. Esta tarea la ha emprendido el World Socialist Web Site a fin de preparar a los trabajadores y jóvenes para las luchas decisivas que enfrentan en Grecia e internacionalmente.[5]

Tras señalar de que había enfatizado las frases que consideraba más atroces en cursiva, Brenner luego citó otra declaración publicada por el World Socialist Web Site el 28 de enero:

Otro de sus argumentos [los pseudoizquierdistas] es que uno debe apoyar a Syriza, para que la clase obrera pueda atravesar estas experiencias y aprender de ellas. Esto es puro cinismo. Tomando en cuenta los enormes peligros que engloba el Gobierno de Syriza, la tarea de un partido marxista es exponer los intereses de clase representados por Syriza, para advertirle a la clase obrera sobre sus consecuencias y otorgarle una orientación socialista clara.

Así es como el World Socialist Web Site y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional participan en las “experiencias” en Grecia. Los numerosos grupos pseudoizquierdistas se aferran a Syriza porque ellos representan los mismos intereses de clase. Representan a capas acomodadas de la clase media que le temen a un movimiento independiente de la clase obrera y que están interesadas en asegurar su continua elevación social dentro del orden burgués.[6]

“Ambos extractos”, escribió Brenner como respuesta, “son ejemplos de lo que los marxistas llaman sectarismo”. Sin embargo, no ofreció los nombres de sus fuentes marxistas. Marx, Engels, Lenin y Trotsky definitivamente no estaban entre ellos, ya que eran los oponentes más irreconciliables de todos los partidos y tendencias oportunistas que buscaban subordinar políticamente la clase obrera a la burguesía. Si exponer y oponerse a un Gobierno burgués como el de Syriza es “sectarismo”, entonces toda la historia del marxismo como movimiento revolucionario socialista no ha sido más que una larga y monótona crónica de “sectarismo”, y Lenin y Trotsky fueron sus exponentes principales.

Denunciar al Comité Internacional como “sectario” por oponerse al Gobierno de Syriza es equivalente a rechazar los principios políticos encarnados en la lucha de Lenin contra el menchevismo y contra la Segunda Internacional, la lucha de Trotsky contra el “frentepopulismo” estalinista, y la oposición del Comité Internacional contra la capitulación pablista al estalinismo y a organizaciones burguesas-nacionalistas. Con base en las posiciones que defienden ahora, ni Steiner ni Brenner podrían explicar por qué se unieron al Workers League (Liga Obrera) a principios de los años setenta. En ese momento, los pablistas denunciaron continuamente al Comité Internacional llamándonos “sectarios ultraizquierdistas”.

Todo lo escrito por Steiner y Brenner se opone a los principios por los que Trotsky luchó incansablemente. Cuando discutía el significado del Programa de transición con los trotskistas estadounidenses en 1938, Trotsky insistió en que el programa del partido revolucionario debe tomar, como punto de partida, la crisis objetiva del capitalismo, tomando en cuenta toda su gravedad, y no la consciencia subjetiva y la confusión de los trabajadores. En una reunión con James P. Cannon y otros líderes de la sección estadounidense en mayo de 1938, Trotsky dijo:

El rezago político de la clase obrera estadounidense es de gran magnitud. Esto significa que hay un gran peligro de una catástrofe fascista. Ese es el punto de partida para toda nuestra actividad. El programa debe expresar las tareas objetivas de la clase obrera en vez del rezago de los trabajadores. Debe reflejar a la sociedad como realmente existe, y no el rezago de la clase obrera. Constituye un instrumento para superar y conquistar ese rezago.[7]

En sus discusiones con los líderes estadounidenses, Trotsky advirtió de que no debían ceder ante la confusión y los prejuicios de las masas:

…la tarea es adaptar la mentalidad de las masas a esos factores objetivos…. La crisis de la sociedad es dada como la base de nuestra actividad. La mentalidad es la palestra política de nuestra actividad. Debemos cambiarla. Debemos dar una explicación científica de la sociedad, y explicársela a las masas. Esa es la diferencia entre el marxismo y el reformismo.

Los reformistas tienen un buen olfato para saber lo que la audiencia quiere —como Norman Thomas— él les da eso. Pero esa no es una actividad revolucionaria seria. Debemos tener el coraje para ser impopulares, para decir, “son unos tontos”, “son estúpidos”, “los están traicionando”, y de vez en cuando, con un escándalo presentar nuestras ideas con pasión. Es necesario sacudir al obrero a veces, para explicarle, y luego sacudirlo de nuevo —todo eso pertenece al arte de la propaganda—. Pero debe ser de forma científica, sin doblegarse al humor de las masas.[8]

Trotsky les advirtió a los líderes del movimiento estadounidense de que si los trabajadores americanos se rehusaban a aceptar el programa de la revolución socialista, existía el peligro de que se verían empujados a aceptar el programa del fascismo. No existía garantía alguna de que los trabajadores actuarían a tiempo. “No podemos asumir la responsabilidad por esto”, dijo. “Solo podemos asumir la responsabilidad de nosotros mismos”.[9]

Steiner y Brenner no asumen la responsabilidad de nada. Para justificar su apoyo a un partido político burgués y al Gobierno que encabeza, invocan la “experiencia” de la clase obrera como si fuera un fenómeno puramente psíquico, sin verse afectado por las fuerzas de clases, mientras uno solo debería observarlo pasivamente y en un silencio deferente. Ante todo, insisten en que la actividad consciente del partido revolucionario —el elemento crítico de la negatividad como el “principio movilizador y generador”[10] en la dialéctica del proceso histórico objetivo— debe ser excluida de la experiencia social en marcha. Steiner y Brenner afirman, efectivamente, que es impermisible entremeterse en el estado psíquico bendito de inocencia virginal con un análisis crítico y exposiciones discordantes. La experiencia no debe ser “denigrada”. En cambio, se le debe permitir a la “experiencia” llevar a los trabajadores hacia donde quiera —es decir, hacia la derrota—.

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Notas:

[1] http://forum.permanent-revolution.org/2014_05_01_archive.html

[2] http://forum.permanent-revolution.org/2014/09/a-brief-comment-on-resolution-of-sep-on.html (énfasis añadido)

[3] El programa de transición: la agonía del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional (Nueva York: Labor Publications, 1981) p. 1.

[4] V.I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo (Nueva York: International Publishers, 1970), p. 118.

[5] www.wsws.org/en/articles/2015/01/27/pers-j27.html (énfasis de Brenner)

[6] www.wsws.org/en/articles/2015/01/28/syri-j28.html (énfasis de Brenner)

[7] El programa de transición para la revolución socialista (Nueva York: Pathfinder, 1977), pp. 189-190.

[8] ibid. p. 219

[9] ibid. p. 191

[10] Marx-Engels Collected Works, Vol. 3 (Nueva York: International Publishers, 1975), p. 332.

(Publicado originalmente en inglés el 22 de julio de 2015)

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