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El cambio climático y el sistema capitalista

Este artículo apareció en inglés el 20 de septiembre del 2014

Se espera que cientos de miles de personas participen en la Marcha popular del clima el día domingo en la Ciudad de Nueva York y en eventos relacionados por el globo. Aquellos que participan, especialmente largas cifras de jóvenes, expresan una creciente preocupación popular por el impacto del calentamiento global en el medio ambiente del planeta.

La evidencia científica del cambio climático es abrumadora e irrefutable. Cada año, nuevos reportes de los principales científicos del mundo documentan el impacto de los altos niveles de carbono dióxido y otras gases de efecto invernadero sobre el medio ambiente junto con advertencias de que la acción inmediata es necesaria para evadir una catástrofe. Ahora mismo, las consecuencias del cambio climático pueden ser vistas en el incremento de incidentes de los principales eventos meteorológicos como las sequías, las inundaciones, las violentas tormentas y otros desastres.

Y aún así, hay una clara diferencia entre la urgencia de la situación y la ausencia de alguna respuesta importante por parte del establishment político. Esta diferencia es el producto del hecho básico de que es imposible resolver el cambio climático y otros grandes problemas ambientales dentro del marco del sistema del estado-nación capitalista.

Por esta razón, la perspectiva sobre la cual está organizada la Marcha popular del clima no ofrece ningún camino a seguir. Hacer llamados a las Naciones Unidas, a los gobiernos de las principales potencias, al Presidente Obama y a multimillonarios que respaldan a muchas de las organizaciones ambientales, no lograrán nada.

Desde el punto de vista científico y tecnológico, el marco de una política para afrontar al cambio climático es clara. Por ejemplo, la eliminación gradual de los combustibles fósiles y su reemplazo por fuentes energéticas renovables como las eólicas, las solares, las termales, las hidroeléctricas y la biomasa sólo pueden ser alcanzadas por medio de programas públicos coordinados a una escala mundial.

Sin embargo, cualquier propuesta seria para remediar los efectos del cambio climático y detener y revertir al calentamiento global choca contra dos insuperables obstáculos: la posesión privada de los medios de producción en las manos de un puñado de multimillonarios capitalistas; y la división del mundo en naciones-estados capitalistas rivales.

Las gigantescas corporaciones y bancos que conforman los verdaderos líderes del mundo representan los intereses de una insignificante minoría de la humanidad; ante todo, los mas o menos 2,000 multimillonarios que constituyen una aristocracia financiera global más rapaz, arrogante y reaccionaria que la nobleza francesa antes de 1789 o los terratenientes y capitalistas zaristas antes de 1917.

Unas pocas docenas de corporaciones energéticas monopolizan los recursos globales de petróleo y gas natural y consideran cualquier disminución a la dependencia de combustibles fósiles como una amenaza a sus gigantescas ganancias. Estas compañías, a su vez, están insolublemente vinculadas a los principales bancos e instituciones financieras.

El sistema de estado-nación capitalista asimismo constituye una barrera impenetrable a políticas racionales con respecto al cambio climático y otros asuntos del medio ambiente, que deben ser, necesariamente, llevados a cabo sobre una base global. Cada uno de los poderes involucrados en las negociaciones de cambio climático -los Estados Unidos, la UE, China, Rusia, los países de la OPEC- ve a estos asuntos desde el punto de vista de los intereses de sus propias clases gobernantes y no desde el punto de la sobrevivencia de la humanidad.

La clase gobernante de EE.UU. juega el rol más reaccionario: rechaza cumplir con el acuerdo de Kyoto y boicotea las negociaciones en Copenhague, Cancún y Durban. La administración Obama, luego de llegar al poder prometió tomar medidas para enfrentar al calentamiento global, pero ha funcionado obedientemente como un brazo de la élite corporativa y financiera y el aparato militar-inteligencia. El Partido Demócrata se opone a cualquier medida significativa de confrontar los problemas del medio ambiente no menos que aquellos que rechazan por completo al calentamiento global.

El verdadero rol de la administración Obama fue resumido en dos acciones que ocurrieron esta semana. El martes, la Agencia de Protección Medioambiental encarpetó los nuevos estándares para las emisiones de carbón de las plantas de energía estadounidenses hasta las elecciones del 4 de noviembre como parte de un descarado intento para congraciarse con los monopolios energéticos. El jueves, el congreso estadounidense aprobó finalmente los planes de Obama de invertir $500 millones en las fuerzas "rebeldes" Pro-imperialistas en Siria, todo esto parte de sus planes hacia una guerra más amplia en el Medio Oriente.

El Partido Socialista de la Igualdad (PSI) advierte que ningún solo paso hacia adelante puede ser logrado en la lucha en contra del cambio climático sin antes romper con el imperialismo estadounidense y mundial y una declaración abierta de guerra contra el mismo sistema capitalista. Sólo la movilización independiente de la clase trabajadora internacional, sobre la base de un programa socialista, ofrece un camino hacia adelante.

En este contexto, rechazamos por completo las afirmaciones de que la amenaza al medio ambiente es causado por el desarrollo económico en general, por los supuestos altos estándares de vida de la clase trabajadora, o por la sobrepopulación. Tales concepciones, que se remontan a Thomas Malthus durante los inicios del capitalismo, representan un esfuerzo reaccionario de culpar a la raza humana por los problemas causados por el modo de producción capitalista.

El socialismo significa un avance más allá del capitalismo, no un retrogreso a una forma de vida más pequeña y primitiva. La tierra puede sostener a una población creciente con un estándar de vida promedio mucho más arriba de lo que ahora prevalece bajo el capitalismo.

La base social para el derrocamiento del capitalismo es la clase trabajadora. Esto no incluye a los sindicatos, muchos de los cuales participan en la Marcha popular por el clima. Los sindicatos desde hace mucho han dejado de representar a la clase trabajadora. Ahora juegan un rol importante en el implacable asalto a los empleos y las condicione s de vida, mientras hacen lo que pueden para asegurar el apoyo al Partido Demócrata y al sistema capitalista.

Los sindicatos y organizaciones que orbitan alrededor de ellos (incluyendo muchas organizaciones que dicen ser “socialistas") utilizan las manifestaciones climáticas como una oportunidad reforzar al Partido Demócrata y la suerte de éste en las elecciones que vienen.

El PSI y nuestros camaradas internacionales luchamos por un programa revolucionario, como la nacionalización de las más grandes corporaciones y bancos bajo el control democrático del pueblo trabajador. Este debe ser el punto de partida en la reorganización racional de la economía del mundo para que sirva los intereses de las necesidades de las masas -incluyendo sus necesidades ambientales- no el lucro privado.

Esta transformación debe ser lograda mediante la unificación internacional del pueblo trabajador en todos los países, la abolición de las fronteras nacionales y el sistema de estado-nación, y la creación de una federación mundial de repúblicas socialistas que trabajen para abolir la desigualdad económica.

La lucha por este programa requiere la construcción de un liderazgo político de la clase trabajadora. Urgimos a aquellos que participan en las manifestaciones y protestas climáticas de que contacten al PSI, lean el World Socialist Web Site y tomen la decisión de tomar la lucha por el socialismo mundial.

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