La fachada de versiones censuradas del informe del Comité de Espionaje del Senado estadounidenses no logra encubrir la complicidad de las potencias europeas en los salvajes crímenes de imperialismo yanqui.
Se supo hace varios días que el gobierno de Gran Bretaña había pedido que su participación se censurara en ese documento de 525 páginas, que apenas resume el informe secreto de seis mil setecientas páginas. En verdad toda mención de la participación de otros gobiernos en actividades de enorme brutalidad fue censuradas. Así lo exigieron la estadounidense Agencia Central de Espionaje (CIA) y el gobierno de Obama.
La CIA había pedido que fueran censurados los nombres de países ligados a la operación de calabozos secretos, como también información que pudiera identificarlos, directa o indirectamente de la versión secreta que vieron los miembros del Comité [de espionaje] del Senado.
El enorme número las tachadas negras en el documento indican cuan grande vendría siendo la participación de otros países, principalmente europeos.
Once países fueron (o son) anfitriones de sucursales de la CIA, incluyendo Siria y Libia (ambas naciones fueron luego objeto de campañas de “cambio de régimen”). Seis países han operado calabozos secretos (sitios negros) controlados por la CIA. Entre estos estaría Polonia, Lituania, Bosnia Herzegovina y Rumania.
Esta última lista nos habla a gritos sobre el carácter supuestamente democrático de los gobiernos que resultaron de las “revoluciones democráticas” que derrocaron a los regímenes estalinistas de Europa Oriental (y sobre la guerra azuzada por Estados Unidos y Alemania que partió a Yugoslavia).
El informe utiliza colores para identificar los países con sitios clandestinos de la CIA: negro, azul, etc. Polonia, azul, vendría siendo uno de los más importantes.
El transporte de gente a estos sitios, (“ extraordinary rendition ” [sometimiento extraordinario], en el lenguaje de la CIA) ha envuelto a 54 gobiernos nacionales (una cuarta parte de todos los Estados de todo el mundo). Es claro que se trata de una vasta empresa criminal.
Con el propósito de engrasar esta conspiración que lleva más demás de mil vuelos, se han distribuido millones de dólares de dinero manchado con sangre. “La gerencia de la CIA ha alentado a sus agencias en otros países a crear “listas de objetos de posible asistencia financiera para [aquí se censuraron los nombres de agencias de otros gobiernos], y a ‘pensar en grande’ sobre esa ayuda”, dice en informe. El gobierno le dio un millón de dólares a Lituania para establecer el centro de detención violeta.
Entre las grandes potencias:
1. El gobierno socialdemócrata alemán estuvo envuelto en el sometimiento extraordinario de Khalid El-Masri, un ciudadano alemán libanés que la CIA mantuvo encerrado por error.
2. Italia participó en el rapto (en Milán) del clérigo Abu Omar en el 2003. Fue torturado en Egipto, de donde provenía. Veintitrés agentes estadounidenses (ningún italiano) fueron sancionados con penas de entre siete y nueve años por ese de ese crimen en un proceso que duró tres años y medio. Ninguno de ellos jamás fue detenido y todos todavía están en libertad.
3. El Reino Unido ha estado envuelto en los vuelos de sometimiento extraordinario de personas, sabiendo muy bien que han sido torturadas. Binyam Mohamed, un ciudadano británico, fue torturado y enviado a la Bahía de Guantánamo. El tribunal de apelaciones británico hizo público en el 2010 un fallo (al que había llegado hacia un tiempo) de que la agencia de espionaje inglesa M15 era cómplice en la tortura de Mohamed.
4. Sami-al-Saadi y Abdel Hakim Belhaj fueron raptados en Hong Kong en el 2004. Su desaparición fue una obra conjunta de Estados Unidos y del Reino Unido. Fueron enviados a ser torturados por expolicías libios. La CIA raptó en Bangkok y sometió extraordinariamente a las crías de Saadi de seis, nueve y once años de edad, junto con la madre de ellas (que estaba embarazada). Belhaj dice que fue interrogado en Trípoli por agentes de la agencia de “seguridad” británica M16.
El Parlamento Europeo impidió la investigación de esos crímenes y el 2007 y ha estado haciendo oídos cerrados a exigencias posteriores.
En cuanto al informe del Senado estadounidense, las potencias europeas sólo han hecho declaraciones pro forma y en su propia conveniencia. Catherine Ray, portavoz de la Unión Europea dijo, que si bien el informe “plantea cuestiones importantes sobre la violación de derechos humanos por autoridades estadounidenses, y testaferros a su servicio”, la UE “reconoce y acepta la promesa del presidente Obama de usar su autoridad presidencial para que estos métodos jamás se utilicen”.
¡Qué sarta de embustes! Bien saben las élites políticas europeas que Obama hizo todo lo que pudo para que el informe del Senado nunca fuera visto por nadie. Cuando sí se hace público, se organiza una contraofensiva en Estados Unidos. Oficiales de la CIA y del gobierno del expresidente Bush insisten en los medios de difusión que la tortura sigue siendo legítima. Antonin Scalía, juez de la Corte Suprema estadounidense sostiene que la constitución estadounidense acepta la tortura.
La historia nos enseña que las todas las potencias europeas, más Canadá, Australia y otras, seguirán conspirando con Estados Unidos en todo proyecto criminal que le convenga al gobierno estadounidense. También harán de su parte en estos crímenes cuando venga el caso. El informe de proyecto de tortura de la CIA nos informa que enredados en esta criminalidad han estado todas las potencias europeas revela y que no sólo fueron crímenes de un pasado gobierno yanqui, o de la CIA como institución de éste..
Dos cosas le preocupan a los que mandan en Europa:
1. El futuro de ciertos individuos, como el británico Tony Blair. Manfred Nowak, un ex Relator Especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que participó en la elaboración de la declaración de la Convención Contra la Tortura de la ONU de 1984, le dijo al periódico financiero Bloomberg, que los tribunales podrían encarar un diluvio de procesos civiles.
2. La élite política se preocupa que apenas una revelación limitada de sus crimines detonará resistencia interna y mundial a futuras depredaciones.
“Los que deseamos un mundo más a salvo, más seguro, los que queremos derrotar este extremismo, no saldremos victoriosos si perdemos nuestra moralidad”, nos alecciona el primer ministro del Reino Unido, David Cameron.
“Sostener nuestros valores legales y democráticos debe ser la base de nuestra lucha conjunta contra el terror”, declaró el gobierno de la canciller alemana Angela Merkel. “Solo así retendremos credibilidad para nuestras acciones en este batallar”.
Esas palabras hipócritas y vacías ya no bastan. Ha llegado el momento en que den la cara ante el mundo todos los que por tanto tiempo se están escondiendo detrás del antifaz de “invasiones humanitarias” y acusaciones contra todos los Estados, cuyos gobiernos escojan reemplazar, de violar las normas de la civilización y de la democracia.
Jugar la carta de torturas no es nada excepcional. Ni tampoco lo es la destrucción de libertades democráticas en nombre de la “guerra al terror”. Por necesidad deriva del maquinar de las potencias imperialistas con el objeto de poner al mundo de rodillas y repartirse sus recursos y sus mercados. Hay que abolir el sistema de ellos. Toda esa compincharía criminal debe ser enjuiciada y condenada por sus crímenes de guerra.