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Perspectiva

2014-2015: Resultados y perspectivas

El siglo XXI ya no es una novedad. Bastantes datos existen, ahora cuando empieza un nuevo año, para identificar las tendencias fundamentales y procesos (económicos, geopolíticos y sociales) que determinarán el carácter de los acontecimientos que ocurrirán a partir del año que comienza, y su dirección.

Comenzamos haciendo notar que, en el trajín de estos quince años, el siglo XXI ha refutado de manera contundente a los que triunfalmente campaneaban el “fin de la historia” después de la disolución de la Unión Soviética, alegando que el capitalismo y la democracia burguesa demarcaban la frontera más avanzada de las creaciones de la humanidad. El fin del 2014, hace relucir la aceleración hacia el abismo del desmoronamiento de los existente andamiajes económicos y políticos.

Todas las contradicciones del capitalismo se agudizaron durante el año que acabó (cien años después de la detonación de la Primera Guerra Mundial). Se han achicado tanto los intervalos pacíficos (geopolíticos, económicos y sociales) entre una crisis y la que le sigue que ni siquiera merecen ser llamados “intervalos”. Por el otro lado, las crisis dejan de ser “episodios” aislados y apuntan hacia una realidad más o menos permanente. Continuará en el 2015, con aún mayor intensidad el modo de crisis perpetuas que selló el 2014 (indicador esencial del grave estado del desequilibrio capitalista).

Revisemos los principales elementos de la crisis actual:

1. Perdura la crisis económica mundial que resultó del colapso de Wall Street en el 2008. Las características lunáticas de la subida de las acciones en los mercados bursátiles del mundo y sobre todo en el de los Estados Unidos pone el dedo en el triunfo del parasitismo económico. La acumulación interminable de riqueza personal por la élite de las sociedades anónimas y casas financieras se ha escindido (como nunca antes en la historia) del proceso de generación de valor y producción. Wall Street se encuentra endrogada por un proceso sin fin de infusiones de liquidez que vienen de la Reserva Federal (banco central estadounidense).

El aumento del precio de las acciones ocurre sobre una economía “real” que está empantanada. Barry Eichengreen, un conocido economista escribió en un artículo que aparece en la edición de enero del 2015 de Current History: “Parece que este nuevo año será decepcionante para le economía mundial”. Nota que Christine Lagarde usa la frase “el nuevo mediocre” en referencia al anémico crecimiento global. Eichengreen predice que esa frase probablemente acabará siendo demasiado optimista. Ningún sector económico, nacional o mundial, esta creciendo con vigor.

Europa no creció apreciablemente en el 2014; Alemania, su economía más grande, apenas evita caer en la categoría oficial de recesión. Rusia atraviesa una profunda crisis, y el rublo está cayendo en pique. En el continente asiático, Japón está en recesión desde el tercer trimestre del año pasado. La economía China decelera significativamente.

En Estados Unidos, la recuperación pregonada por el gobierno de Obama no existe para la gran mayoría del pueblo, empantanado en rebajas de sueldos y enorme desempleo. Tasas de interés de casi cero no han podido darle vigor al crecimiento estadounidense. Las economías de América Latina y de los países “en desarrollo” encaran con mucha vulnerabilidad el vaivén de los inestables mercados de especulación financiera y de inversión de capitales.

La caída en pique de los precios de petróleo desde el fin del 2014, que ocurre en el contexto de la táctica deliberada de Estados Unidos y sus aliados para hacer desmoronar a Rusia, deriva también de la caída de precios de productos primarios en todo el mundo (dadas las presiones deflacionarias ligadas a la demanda declinante y a las bajas tasas de crecimiento). Eichengreen indica que la evidencia indica que el capitalismo mundial posiblemente se encuentra en la maraña del “estancamiento secular”, cosa que no es “una desafortunada consecuencia de congruencias transitorias de problemas en varias de las economías más grandes del mundo, sino un atraso permanente enraizado en graves problemas estructurales”.

2. Las tensiones geopolíticas, ancladas en las contradicciones sin solución entre la naturaleza global de los mercados, las finanzas y la producción capitalista, por un lado, y el sistema de estados naciones (mancornado histórica y políticamente al capitalismo) por el otro, se intensifican cuanto más dura una crisis económica. Al igual que en 1914 y 1939, las potencias imperialistas adoptan la táctica de fortalecer la posición económica de “su nación” en el mundo, a costillas de sus competidores. Es un proceso salvaje y peligroso que Estados Unidos dirige en la actualidad. La guerra sin fin al terror de los últimos quince años se ha convertido en el mecanismo que Estados Unidos usa para disuadir a potenciales rivales y mantener su posición hegemónica.

En el 2014 detona el conflicto contra Rusia sobre Ucrania y se transforma en uno de los campos mundiales de batalla. La clase de poder estadounidense considera que no puede ajustar cuentas con China en Asia sin antes controlar al territorio de Eurasia. El propósito de imponer un gobierno títere de los Estados Unidos en Ucrania es para propinarle un golpe geopolítico a Rusia, para obligar al gobierno de Putin, o al que le siga a hincarse ante Estados Unidos.

Estados Unidos no es el único en este juego político imperialista. Gran Bretaña (que se divide en sus crisis internas) ata su carro de “relación especial” al de los Estados Unidos con la expectativa de recapturar porciones de su antigua gloria imperialista. Francia (hace diez años dura crítica de la invasión yanqui de Irak) se ha convertido en firmísimo aliado de Washington. Espera, como quid pro quo, que Estados Unidos apoye el saqueo francés de los países del norte y centro de África. Todos los miembros de la OTAN, cual jauría de lobos, están en busca de presas por todo el mundo. A miles de kilómetros yace Australia, cuya clase de poder se asocia vigorosamente al “viraje” estadounidense hacia el continente asiático.

En el 2014 también ocurre el desvergonzado regreso de los apetitos imperiales de Alemania y Japón. Ambos ahora elaboran proyectos de expandir y desplegar sus fuerzas armadas. Por ahora esos dos países siguen a Estados Unidos contra Rusia y China, sin embargo es totalmente posible (en verdad muy probable) que a medida que esbozan su estrategia imperialista, los que tienen la mano en la manija en Berlín y Tokio choquen contra Washington.

Hace 70 años, este año, acabó la Segunda Guerra Mundial, una enorme matanza de docenas de millones de vidas. Entre 1939 y 1945, las élites de poder de todas las potencias imperialistas, tanto fascistas como “democráticas”, dejaron al descubierto todo el salvajismo de que son capaces. Ahora, durante la crisis en Ucrania, levanta cabeza, y es discutida abiertamente, una posible tercera guerra mundial (que comenzaría con el uso de bombas atómicas).

Cometeríamos un error si subestimáramos el salvajismo de las élites del poder (o si sobreestimáramos su inteligencia) al analizar sus estrategias y medidas en un país u otro. El espectro de una tercera guerra mundial no nace de las ambiciones de un líder capitalista u otro, o de fallidos cálculos de parte de una potencia u otra. La guerra evoluciona de la lógica y de las consecuencias políticas de una lucha imparable entre las potencias imperialistas por mayores ventajas en la estructura capitalista mundial, o por una posición hegemónica (en el caso estadounidense). Prevenir la guerra requiere acabar con el sistema de estados naciones, cosa que exige que un proletariado revolucionario conquiste el poder político y establece un sistema socialista internacional.

Esa es la única opción progresista, y, nos permitimos decir, realista a la agresión imperialista. No existe ninguna alternativa nacionalista progresista al programa de la revolución socialista mundial. Que Putin intente “defender” la Rusia postsoviética haciendo renacer repulsivamente el chauvinismo ruso de la época zarista sólo acabará en una catástrofe. La Revolución de Octubre 1917 fue la reacción de la clase obrera rusa, como vanguardia del proletariado internacional, tanto a los crímenes de autocracia zarista como (y más que nada) al imperialismo mundial y a sus cimientos de estados naciones.

La fundación de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas en 1922 (con Ucrania como elemento clave) fue el esfuerzo inicial del régimen bolchevique para ir más allá del sistema reaccionario y caduco de estados naciones. Que el estalinismo la haya traicionado (en base al programa del socialismo en un solo país) no opaca el significado histórico de la Revolución de Octubre y de la fundación de la URSS. El programa nacionalista de Putin, que pretende conservar para Rusia capitalista, una tajada de influencia económica y política sobre Ucrania capitalista, no tiene nada en común con el programa y los principios en que se estableció el Estado soviético; en verdad representa su rechazo absoluto.

Que hayan perdurado los cimientos de estados naciones en que se basa el capitalismo, en contradicción a los requisitos objetivos para el avance se la humanidad, es la fuente tanto de guerras internacionales como del fratricidio sangriento de las gentes que viven dentro de anacrónicas fronteras nacionales. El Reino de Gran Bretaña resultó del Acta de Unión de 1709. Ahora posiblemente se resquebraje como resultado de la reaccionaria campaña de creación de una Escocia capitalista e independiente. Si eso fuera a ocurrir, debilitaría la clase obrera de ambos lados de la frontera. De necesitar más evidencia de las horribles consecuencias del nacionalismo, solo basta observar a Israel. El Estado judío, basado en los reaccionarios programa e ideología sionistas (justificando su existencia como reacción al holocausto fascista) se vale de un grosero racismo para justificar la persecución desalmada del pueblo palestino, y la violación de sus derechos humanos.

3. “La reacción política en toda la línea es rasgo característico del imperialismo”, dice Lenin en 1916, “La diferencia entre la burguesía imperialista democrático-republicana y la monárquico-reaccionaria se borra, precisamente, porque una y otra se pudren vivas….”

El fin de las normas fundamentales de la democracia, que queda documentado con las revelaciones de desacato a leyes nacionales e internacionales por individuos que ocupan los más altos escaños en el gobierno estadounidense, confirma el análisis de Lenin. El informe del Comité de Espionaje del Senado de Estados Unidos sobre la tortura no deja duda de la complicidad en actos criminales del presidente, del vicepresidente, del secretario de defensa, del director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de los otros empleados importantes del gobierno de Bush. Al mismo tiempo, la respuesta del gobierno de Obama tampoco deja duda que no será sancionado ninguno de los que autorizaron, diseñaron, e implementaron el proyecto estadounidense de tortura.

4. Que en la actualidad se esté demoliendo la fachada democrática refleja el desarrollo sin fin y la aceleración explosiva de la desigualdad social. Desde el 2009 la obstinada táctica de la clase de poder ha sido sostener y aumentar su riqueza destinando millones de millones de dólares a los mercados bursátiles, en coordinación con un asalto sin cesar contra los empleos y las condiciones de vida de la clase obrera.

Como resultado directo de esas medidas durante el 2014 la riqueza personal de las cuatrocientas personas más ricas subió noventa y dos mil millones de dólares y suma ahora 4.1 billones. El número record de 2,325 megamillonarions (con fortunas de mas de mil millones de dólares) es siete por ciento más de lo que era en el 2013. La suma de las fortunas de ese pequeño sector de la población global (7.3 billones de dólares) creció doce por ciento.

En Estados Unidos, los cuatrocientos más ricos ahora poseen 2.29 billones de dólares, casi el doble que en el 2009. Desde el 2010 el ingreso medio de los hogares estadounidense ha caído cinco por ciento. Lo mismo ocurre en todo el mundo. Dos de los tres megamillonarios cuya fortuna aumentó más entre el 2013 y el 2014 viven en China. La tajada de todas las riquezas controladas por el un por ciento más rico del mundo era del 46 por ciento en el 2013. Ahora, según el banco Credit Suisse, es del 48.2 por ciento.

5. Se predice que en el 2015 se agravará esta crisis económica, geopolítica y social. Se intensificará también el rencor y la insatisfacción de la gran mayoría de la población global, al compás de la evolución de las contradicciones objetivas del capitalismo. Se han grabado en la conciencia popular 15 años de guerras sin fin; de reportajes de la corrupción de las élites financieras; de actividades criminales y sádicas que desobedecen las normas más elementales de justicia; del continuo declive de niveles de vida para la mayoría de los obreros; de la frustración de los jóvenes que sienten que viven en un mundo desesperado y sin futuro; de la grotesca ostentación de riquezas, entre tanta pobreza, y de la penuria diarias que casi todos encaran en sus vidas. Esos son los componentes de la realidad objetiva que están transformando profundamente la conciencia y la orientación política del proletariado.

Sin embargo, que se acelere la insatisfacción y que ocurran detonaciones de abierta lucha de clases no serán suficientes para resolver los grandes problemas que la crisis capitalista está produciendo. La misión clave es el desarrollo de una conciencia política socialista en la clase obrera.

Durante 2014, dieron importantes pasos hacia delante El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones nacionales. Desarrollaron el trabajo entre obreros y jóvenes que están siendo radicalizados por esta crisis. Continua creciendo la estatura política del World Socialist Web Site, en tándem a los acontecimientos que siguen confirmando nuestro análisis.

No debemos dormir sobre nuestros laureles, sin embargo. El futuro nos trae mucho por vencer. En el año 2015 se agravará la crisis capitalista y habrán detonaciones importantes de resistencia popular. Llamamos a los lectores del World Socialist Web Site a que se nos unan y a luchar por la construcción y transformación de la Cuarta Internacional en el Partido Mundial de la Revolución Socialista.

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