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Estados Unidos, China y la crisis política en América Latina

Bill Van Auken, editor para América Latina de la WSWS, pronunció el siguiente discurso en la movilización internacional en línea del Primero de Mayo 2016 –Día Internacional de los trabajadores.

En este Primero de Mayo de 2016, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) vuelca su atención a la creciente crisis revolucionaria en América Latina. Esta región de casi 630 millones de personas se está convirtiendo en una explosiva arena de lucha de clases y, para el imperialismo estadounidense, un campo de batalla adicional para imponer su hegemonía global por medio de una escalada de enfrentamientos con rivales reales y potenciales.

Mientras que las masas de América Latina se salvaron de los horrores de la primera y segunda guerras mundiales, está claro que ése no será el caso en una tercera guerra mundial, una conflagración que inevitablemente implicará el uso de armas nucleares.

El imperialismo estadounidense, que durante mucho tiempo se refirió a la región despectivamente como su "patio de atrás", ha enfrentado crecientes desafíos históricos a su hegemonía regional por parte de sus rivales globales, especialmente China. El comercio entre China y América Latina creció aproximadamente 2.000 por ciento en los últimos 15 años.

Se han dado a conocer los planes para construir un nuevo canal atravesando Nicaragua que eclipsaría el Canal de Panamá, así como también un ferrocarril transoceánico entre Brasil y Perú; estos son proyectos financiados con capitales chinos con el fin de reorientar las economías de la región hacia China.

Estrategas del Pentágono han advertido que el aumento de lazos económicos con la región China está socavando la influencia estadounidense. Sostienen que el "pivote hacia Asia" del gobierno de Obama debe ir acompañada con un "pivote hacia América Latina" cuyo objetivo sería reafirmar la hegemonía imperialista.

Un importante estratega militar de Estados Unidos ha planteado la cuestión en el lenguaje de guerra. "Para ver el asunto a través de una analogía militar, América Latina se asemeja a un terreno alto mirando más abajo hacia las posiciones de una fuerza estadounidense. Cualquier comandante responsable reconocería que si algún adversario fuera a ocupar esa cima sería una amenaza inaceptable para su fuerzas y por lo tanto habría que enviar fuerzas para bloquear al adversario antes de que logre su objetivo."

Hace casi dos años y medio el Secretario de Estado yanqui, John Kerry, proclamaba en una reunión de la Organización de los Estados Americanos que la "era de la doctrina Monroe ha terminado." Durante 200 años Washington había usado la doctrina de Monroe como pretexto para impedir, a la fuerza, que potencias extranjeras establecieran puntos de influencia en el hemisferio occidental.

Durante el siglo XX, la doctrina de Monroe fue la propaganda que se usó para justificar unas 50 intervenciones militares, y para dirigir desde lejos sangrientos golpes militares que impusieron dictaduras brutales sobre gran parte de la región.

No obstante la declaración de Kerry, es evidente que una nueva y aún más virulenta forma de la Doctrina Monroe se está preparando como pretexto para un explosivo crecimiento del militarismo dirigido no sólo contra China, sino contra las masas trabajadoras de América Latina y cuyo objetivo es establecer la hegemonía imperialista de Estados Unidos en el hemisferio occidental, sus mercados estratégicos y recursos.

Con ese fin en mente, Washington ha decidido aprovechar las crecientes crisis económicas y políticas que hoy sacuden la región –en gran medida como resultado del colapso de precios de materias primas y de los supuestos mercados emergentes.

Brasil, la mayor economía de la región, encara su peor crisis económica desde la Gran Depresión de la década de los 1930, con más de 100.000 despidos cada mes y con la inflación corroyendo los niveles de vida de los trabajadores. Se proyecta que la economía de Venezuela –dependiente de las exportaciones de petróleo— se achicará un asombroso ocho por ciento este año, mientras que se estima que la tasa de inflación superará el 700 por ciento.

La crisis ha minado un gobierno tras otro, de los asociado con el llamado "giro a la izquierda" de América Latina, incluyendo a los peronistas de Cristina Fernández en Argentina; el Partido de los Trabajadores de Brasil, que ahora se enfrenta al juicio político de Dilma Rousseff; Nicolás Maduro en Venezuela quién confronta una campaña para desautorizarlo; en Bolivia, un referéndum popular le negó al presidente Evo Morales la posibilidad de postularse por cuatro años más.

Todos ellos encabezaron gobiernos burgueses que defendieron las relaciones de propiedad capitalistas. Fueron llevados al poder para estabilizar el dominio capitalista, emplearon programas mínimos de asistencia social para amortiguar las tensiones de clase, mientras que se valían del aumento de precios de las materias primas y el comercio con China para afirmar una cierta independencia de Washington. La crisis económica y los crecientes ataques de la derecha política han hecho que estos regímenes por sí mismos giren hacia la derecha, atacando las luchas de los trabajadores e imponiendo medidas de austeridad capitalistas.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus partidarios en el Partido Socialista por la Igualdad de los Estados Unidos se oponen a todas las maniobras y la intervención del imperialismo estadounidense para explotar estas crisis con el fin de reafirmar la hegemonía imperialista en la región.

Nuestro movimiento insiste en que los ataques, tanto del imperialismo y la burguesía nativa, sólo serán derrotados con la movilización independiente de la clase obrera en las Américas en base a un programa revolucionario, socialista e internacionalista.

Los buscaron sustitutos a la construcción de partidos marxistas entre movimientos nacionalistas pequeño burgueses en América Latina –desde el castrismo, que ahora está promocionando invertir capital estadounidense en Cuba, al Partido de los Trabajadores de Brasil, un corrupto aparato burgués, al chavismo— son culpables de desarmar políticamente hoy en día a sectores del proletariado y la juventud ante la crisis actual. Los principales entre ellos son los revisionistas pablistas que rompieron con el movimiento trotskista en la década de 1960, incluyendo su variante Morenista.

México, geográfica y económicamente la nación más cercana al imperialismo americano, en estos momentos expresa en la manera más carnicera la tormenta que se avecina contra todos los trabajadores en todas las Américas. El continuo encubrimiento de la despiadada balacera en Iguala, con su saldo de muertos y heridos, más la brutal desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, ha sido incapaz de ocultar la amplia participación en este crimen histórico del Estado y la clase dominante. Mientras tanto, la campaña para privatizar Pemex, la compañía petrolera del estado mexicano, acaba de crear sus propias víctimas con la muerte de al menos 32 trabajadores en Veracruz el mes pasado en una explosión en instalaciones que la empresa había privatizado.

Al igual que en Europa, los amagues de guerra en América Latina van mano con mano con la vil persecución de refugiados e inmigrantes. En Estados Unidos, políticos del Partido Republicano, comenzando con Donald Trump, buscan atizar el fervor antiinmigrante para dividir a la clase trabajadora. El gobierno de Obama ha impuesto su propia política de represión: el encarcelamiento en campos de detención y deportación de familias y niños que huyen de la devastación social provocado por el imperialismo estadounidense en América Central. Para la represión también ha contratado a las fuerzas de seguridad de México y Centroamérica, que son culpables de torturar y asesinar a los migrantes.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el Partido Socialista por la Igualdad en los Estados Unidos defienden incondicionalmente el derecho de los refugiados y de todos los trabajadores inmigrantes y jóvenes a vivir y trabajar en el país de su elección sin ser sometidos a represión y expulsión.

Luchamos para unir a los trabajadores a través de todas las fronteras del hemisferio en una lucha revolucionaria común contra la guerra y por los Estados Unidos Socialistas de América. Esta perspectiva sólo se puede lograr a través de la construcción de una dirección socialista e internacionalista de la clase obrera, es decir, secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en todos los países.

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