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Perspectiva

Las inundaciones en Luisiana—un fracaso del capitalismo estadounidense

Las inundaciones en el sur del estado de Louisiana, el subproducto de tormentas sin precedentes, el 13 y 14 de agosto, demuestran que la sociedad estadounidense se encuentra tan mal preparada para un desastre natural en el 2016 como lo estaba hace 11 años este mes, cuando el huracán Katrina tocó tierra aproximadamente en la misma zona.

Hasta ahora, se han reportado once muertes. Miles más quedaron sin hogar. Como lo notó el Associated Press, "una torrente catastrófica de lluvia de 48 horas…dejó a miles de personas en Louisiana luchando por salir a salvo y hace pensar a muchos como puede ser que una región acostumbrada a los huracanes haya quedado tan gravemente desprevenida."

La inundación en Louisiana es solo el último en una larga serie de desastres similares que han golpeado supuestamente al país más rico del mundo. Como siempre, el impacto de los fenómenos naturales —sean huracanes, inundaciones, tornados o terremotos— ilumina la cruda realidad de la vida social. Millones de personas, que viven día en día y de cheque en cheque, no tienen los recursos para enfrentar una crisis financiera causada por este tipo de circunstancias. Los políticos hacen promesas huecas y gestos vacíos. Los medios de comunicación iluminan brevemente a la gente que generalmente es descuidada e ignorada. Y después de que la causa principal disminuye, los que han sido devastados tienen que valerse por sí mismos, y no se hace nada para prevenir el próximo desastre.

Mientras que miles de residentes del estado, muchos de ellos de Nueva Orleans y otras ciudades no directamente afectadas por las inundaciones, acudían a la zona del desastre para ofrecer sus servicios rescatando y cuidando a las víctimas, la respuesta gubernamental fue totalmente inadecuada.

El gobierno del estado de Louisiana y los gobiernos locales de la parroquias del estado (condados) se encuentran abrumados por el alcance de la emergencia y la amplia necesidad social. Al menos 40.000 hogares han sido dañados, la mayoría de ellos significativamente. Unas 30.000 personas tuvieron que ser rescatadas, muchas de sus vehículos, cuando trataban de huir de la zona de inundación.

En contraste con los huracanes, cuando se abren refugios por adelantado, había pocas instalaciones preparadas para el impacto de un sistema de baja presión no nombrado que causó lluvias sin precedentes de hasta 22 pulgadas. Para el martes 16, sin embargo, más de 11.000 personas estaban hacinadas en refugios construidos a toda prisa por las autoridades locales.

Las oficinas del gobierno estatal se cerraron el lunes 15 en al menos 27 parroquias, casi la mitad del estado, e incluso tuvo que ser evacuada temporalmente la mansión del gobernador en Baton Rouge cuando el agua comenzó a entrar al sótano, sede de emergencia del gobierno estatal. Decenas de miles de residentes del estado se encuentran sin electricidad, y su restauración fue demorada por las carreteras bloqueadas por el agua.

La zona afectada por las inundaciones es en gran parte rural, con algo de desarrollo suburbano y periurbano en las afueras de Baton Rouge y Nueva Orleans. Louisiana es uno de los estados más pobres de Estados Unidos, y ha sido devastado por recortes presupuestarios bajo gobiernos estatales de los partidos Demócrata y Republicano. Las carreteras y puentes están descuidados —como lo demuestra el gran número de automovilistas atrapados por las crecidas— y los servicios de emergencia, con excepción de la Guardia Nacional, parte del ejército de Estados Unidos, están gravemente mal financiados.

El gobierno de Obama hizo poco más que el gobierno de Bush después de Katrina. No había planes para que Obama interrumpiera sus vacaciones en Martha’s Vineyard, salve salir brevemente de esa isla de luyo para hacer campaña por Hillary Clinton. Obligatoriamente declaró una zona de desastre federal en cuatro parroquias el lunes, que se amplió a 12 parroquias el martes. El gobernador de Louisiana, John Edwards Bel, del Partido Demócrata, dijo que la declaración eventualmente se extendería a casi 30 parroquias, la mitad del estado.

Sólo un puñado de los residentes en la zona afectada tienen seguro federal contra inundaciones —proporcionalmente un número mucho menor que Nueva Orleans, un 10 por ciento comparado con un 40 por ciento. La mayoría de las víctimas de las inundaciones estarán en quiebra, con sus casas y propiedades inundadas, obligados a reconstruir desde la nada a su propia costa. Una vez más, como durante Katrina, la clase obrera tendrá que lidiar como pueda, con ninguna genuina red social para apoyarla.

El gobierno de Obama movilizó miles de millones en recursos cuando la aristocracia financiera encaró el desastre en Wall Street en el 2009. Se gasta profusamente en el aparato militar y de inteligencia —casi un billón de dólares al año. Pero para ayudar a las víctimas de las inundaciones en Louisiana solo existe tacañería, al igual que con los afectados por las inundaciones en el oeste del estado de Virginia, Maryland y Texas, o por otros fenómenos meteorológicos, como los tornados, las sequías y los deslizamientos de tierra.

La patética respuesta federal también devela el carácter fraudulento de la "guerra al terror”, ahora acercándose al decimoquinto aniversario de los ataques del 11 de septiembre. Vastos recursos han sido desperdiciados en ésa, en el fortalecimiento de las fuerzas del Estado y planificación para emergencias. Pero cuando de verdad ocurre una emergencia —que, además, era totalmente predecible— el enorme aparato del Estado solo bosteza y les da la espalda.

Hay un elemento adicional en este último desastre natural. Más que cualquier evento previo, está vinculado directamente con el calentamiento global. Un reporte en la página Web del New York Times el martes 16 notó que la tormenta en Louisiana de ese fin de semana fue el octavo evento en los últimos 15 meses que superaron las predicciones científicas de acontecimientos que ocurren sólo una vez cada 500 años, con una probabilidad de 0,2 por ciento.

El Dr. David Easterling, un funcionario de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration) le dijo al Times que los informes señalando que más de 31 pulgadas de lluvia cayeron en partes de Louisiana la semana pasada son “bastante asombrosos”, el tipo de evento que solo se produce cada 1.000 años. El artículo señala que el "Dr. Easterling dijo que ese tipo de estimaciones se basan en la idea de que el clima es estable, un principio que se ha vuelto obsoleto”.

Julio fue el mes más cálido jamás registrado, tras un junio que fue el junio más caluroso de que se tenga registro. Cuanto mayor es la temperatura del aire, mayor es su capacidad para retener vapor de agua, y aumenta el potencial diluvio en caso de que ese vapor se convierta en lluvia.

¿Cómo respondería a tal crisis una sociedad basada en el planeamiento racional y la necesidad social en lugar de la ganancia privada?

Los recursos de la sociedad, incluyendo la mano de obra, los servicios de emergencia calificados y necesidades básicas como refugios, ropa y comida, serían completamente movilizados y hechos disponible en grandes cantidades tan pronto como fuera necesario. La planificación anticipada garantizaría que las regiones particularmente susceptibles a este tipo de desastres —como las tierras bajas y pantanosas del sur de Louisiana— recibirían atención especial. Y se haría todo lo posible para adaptar los procesos tecnológicos de la sociedad al conocimiento científico de las fuerzas que impulsan el calentamiento global, al reducir el uso de combustibles fósiles y otras emisiones que contribuyen al calentamiento global.

Tal respuesta sería el todo lo opuesto a la respuesta caótica, no planificada y completamente indiferente de la sociedad capitalista estadounidense al este último desastre natural. Esto sólo sería posible con una economía socialista, planificada y controlada democráticamente por la clase obrera.

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