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Perspectiva

Deutsche Bank y la crisis financiera mundial

Los precios de las acciones del banco más grande de Alemania, Deutsche Bank, se desplomaron la semana pasada a su mínimo histórico, generando discusiones acerca de un rescate por parte del gobierno con el fin de evitar un nuevo colapso financiero.

Esta conmoción demuestra que las contradicciones en el sistema financiero global que causaron la crisis del 2008 están nuevamente en erupción. Esta vez, sin embargo, dichas contradicciones están alimentando las tensiones económicas y políticas que existen entre las principales potencias mundiales. Estos conflictos geopolíticos intensifican a su vez la crisis financiera.

La situación financiera de Deutsche Bank ha sido motivo de preocupación por varios años. El Fondo Monetario Internacional indicó en junio del año pasado que parecía ser “el contribuyente más importante a los riesgos sistémicos del sistema financiero mundial”; sin embargo, la causa inmediata de la crisis actual fue política.

Después de una investigación prolongada, el Departamento de Justicia de EE.UU. le impuso una sanción de $14 mil millones a Deutsche Bank por prácticas fraudulentas en relación con el mercado estadounidense de hipotecas de alto riesgo antes de la crisis del 2008. Tanto el contenido de esta decisión y sus circunstancias indican que fue un golpe calculado para afectar al único banco internacional importante de Alemania.

La decisión se filtró y fue publicada por el Wall Street Journal, y, en lugar de ser discutida a puerta cerrada, se hizo pública en medio de tensiones que se están agudizando entre Estados Unidos y la Unión Europea, especialmente Alemania.

Tras la decisión de la UE de multar a Apple con €13 billones por impuestos atrasados—lo que generó un mar de críticas en círculos gubernamentales y empresariales—la sanción al Deutsche Bank fue considerada en círculos europeos como una venganza de EEU.UU. Las tensiones sobre el caso Apple y sus consecuencias para las inversiones estadounidenses y las expectativas de lucro en Europa ya se habían visto agravadas con Francia y Alemania socavando las negociaciones de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión impulsada por EE.UU.

La caída de los precios de las acciones del Deutsche Bank fue detenida, al menos por ahora, al darse la noticia de que Estados Unidos está dispuesto a reducir la multa a $5,4 mil millones. No obstante, esto no es más que un breve alto al fuego en una guerra económica y financiera en curso.

Estos conflictos no son fenómenos temporales; más bien, se basan en dos desarrollos objetivos interconectados: el actual estancamiento en la economía mundial, caracterizado por niveles bajos de crecimiento, la disminución en el comercio, menor inversión, la caída de la productividad y el desarrollo de una enorme burbuja financiera reflejada por el alza en los mercados bursátiles y de bonos.

La contradicción entre el auge de los mercados financieros y el estancamiento inabordable de la economía subyacente está adquiriendo una forma más explosiva. Pese a la ilusión que el dinero puede multiplicarse a través de la especulación financiera y de los estímulos de los bancos centrales, los activos financieros al fin y al cabo representan un derecho a la riqueza producida en la economía real.

Por décadas, el total de los activos financieros fueron más o menos equivalentes al producto interno bruto mundial. Pero el aumento en financiarización a partir de la década de 1980 condujo a que estos activos llegaran a 360 por ciento del PIB mundial, cuando sobrevino la crisis del 2008. Esta proporción ha continuado aumentando como resultado de las políticas monetarias extraordinarias—la inyección de billones de dólares en el sistema financiero y la imposición de tasas de intereses extremadamente bajas e incluso negativas–adoptadas por los bancos centrales más importantes del mundo.

Comentando sobre la crisis de Deutsche Bank, un analista financiero dijo al Financial Times: “Los inversionistas están preocupados de que tarde o temprano vaya a haber un alto precio que pagar por las actuales distorsiones del mercado”. Las distorsiones del mercado, sin embargo, son sólo una expresión inmediata de las profundas contradicciones que existen en la base del sistema financiero mundial.

Bajo condiciones en las que los activos superan por mucho la riqueza real, cada sección del capital financiero tiene que enfrentar más ferozmente a sus rivales en un intento de eliminarlos.

Lo que pasa con Deutsche Bank es una expresión particular de estas tendencias. Durante varias décadas, trabajó en estrecha colaboración con secciones claves de la industria alemana. Pero, con el crecimiento del capital financiero mundial, este modelo de negocio llegó a ser cada vez más inviable, y al final de la década de 1980, Deutsche Bank intentó convertirse en un banco de inversión global y arremetió más agresivamente contra sus rivales, particularmente los bancos norteamericanos. Sus actividades criminales en el mercado de hipotecas en Estados Unidos, replicando lo que estaban haciendo sus competidores estadounidenses como Goldman Sachs, fueron parte de este proceso.

Mientras que los bancos estadounidenses fueron reforzados con los rescates organizados por el gobierno de Estados Unidos, la situación financiera de Deutsche Bank se ha mantenido en deterioro.

Sin un rescate, necesita recaudar más capital del mercado para poder competir. No obstante, el régimen de tasa de interés bajas y negativas, establecido por los principales bancos centrales, significa que su modelo de negocio básico se ha visto golpeado por las bajas expectativas de rentabilidad. Bajo condiciones en las que Deutsche Bank mantiene altos niveles de activos tóxicos en derivados y las expectativas de una reactivación significativa del comercio mundial y del crecimiento económico son cada vez menores, sus contrapartes están exigiendo una rentabilidad cada vez mayor de sus créditos.

Como lo señala el Wall Street Journal: “El principal problema para Deutsche Bank no es sólo que necesita capital, pero que le va a ser muy difícil recaudarlo”, ya que “tendrá que batallar para convencer a los inversionistas que sus retornos van a superar el costo del capital en los próximos años”.

Así como las pandillas conducen riñas de una contra el resto para fortalecer su propia posición, Deutsche Bank ha sido el blanco. Los fondos de cobertura y otros especuladores han hecho su agosto apostando en contra del banco.

En un comunicado enviado a sus empleados el viernes, el CEO de Deutsche Bank, John Cryan, aludió a varios factores, declarando que, en la banca, la confianza lo es todo, y que “Hay fuerzas en curso ahora en el mercado que quieren debilitar esta confianza en nosotros”.

Deutsche Bank no es el único blanco de estas arremetidas. Las dimensiones del conflicto fueron descritas en una declaración esta semana de Valdis Dombrovskis, el vicepresidente de la Comisión Europea. Indicó que las reformas a la banca mundial impulsadas por Estados Unidos conducirían a “un aumento significativo en los requisitos de capital para el sector bancario europeo”, por lo que no van a ser aprobadas.

Sin mencionar directamente a Estados Unidos, agregó: “Queremos una solución que funcione para Europa y que no ponga nuestros bancos en desventaja frente a nuestros competidores a escala mundial”.

La forma en que las contradicciones irresolubles de la economía capitalista están generando mayores tensiones geopolíticas y viceversa, como lo revela la crisis de Deutsche Bank, es de extrema importancia. Como lo demuestra la atormentada historia del siglo XX, esta dinámica es una expresión indudable del colapso global del sistema capitalista que conduce inexorablemente, al menos de que lo impida la clase obrera internacional, a otra guerra mundial.

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