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Perspectiva

La hipocresía de Washington tras la caída de Alepo

El miércoles pasado, después de nuevos enfrentamientos, se llegó a otro acuerdo para evacuar a los últimos “rebeldes” islamistas apoyados por occidente del este de Alepo. La severidad del fracaso sufrido por Washington, tras cinco años de intentar cambiar el régimen en Siria, se está tornando cada vez más clara.

Las acusaciones histéricas contra el gobierno sirio y sus aliados, principalmente Rusia e Irán, por presuntas atrocidades cometidas durante la reconquista de Alepo reflejan el nivel de desilusión y amargura dentro de los círculos gobernantes de las grandes potencias imperialistas, particularmente Estados Unidos, ante el revés estratégico en su campaña para derrocar al gobierno del presidente Bashar al-Assad. El grado de frenetismo en la propaganda antirrusa y las riñas internas en EE.UU. se ha intensificado de manera considerable.

Con la caída del este de Alepo, los “rebeldes” apoyados por EE.UU., una colección de milicias islamistas vinculadas con Al Qaeda, perdieron el control de su último centro urbano, lo cual efectivamente le imposibilita al imperialismo utilizar a estas fuerzas como un método indirecto para derrocar al gobierno en Damasco.

Al haber fracasado en esta larga y sangrienta operación, los funcionarios y la prensa estadounidense se han enfocado en hacer un torrencial de acusaciones contra Siria y sus aliados. El mismo miércoles, el portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, acusó a Siria y Rusia de “crímenes de guerra”, “atrocidades”, “privaciones” y “perversiones”.

Kirby se refirió al discurso entregado el día anterior ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por la embajadora estadounidense, Samantha Power, quien es la principal representante de la perspectiva imperialista de los “derechos humanos” de Washington y de su hipocresía moral.

“El régimen de Assad y Rusia parecen estar completamente decididos en capturar hasta la última pulgada cuadrada de Alepo por la fuerza, sin importar cuántos cuerpos inocentes se apilen tras de ellos”, declaró Power. “Alepo será incluido en la lista de eventos históricos que definen el mal moderno, que dejan a nuestra conciencia manchada por décadas. Halabja, Ruanda, Srebrenica y, ahora, Alepo”.

Dirigiéndose a Siria, Rusia e Irán, reclamó: “¿No hay literalmente nada que les dé vergüenza? ... ¿No hay nada en lo que no mientan o que justifiquen?”

En cuanto a desfachatez, mentiras y justificaciones, Samantha Power no tiene rival. Al mismo tiempo en que ella arremetía contra Damasco y Moscú por tomar “hasta la última pulgada cuadrada de Alepo por la fuerza”, el ejército estadounidense, en alianza con el ejército iraquí y distintas milicias, se estaba preparando para hacer exactamente lo mismo en la ciudad de Mosul, controlada por el Estado Islámico, a tan sólo 300 millas al este. Los ataques aéreos estadounidenses en Irak y Siria han matado y mutilado a miles, y se espera que el ataque en Mosul, con una población mucho más grande que la del este de Alepo, llegue a cobrar miles de vidas más y desplace a 1 millón de civiles.

Mientras Power daba su discurso en el Consejo de Seguridad de la ONU, Washington continúa proporcionándole armas y asistencia en logística e inteligencia a la monarquía saudita para su despiadada guerra contra el pueblo yemení, el país más pobre en Oriente Medio. A pesar de lo más de 11.000 civiles muertos en apenas veinte meses de bombardeos con misiles estadounidenses, Power no ha condenado los ataques del todo, incluso mientras al país entero, según la agencia Oxfam, “lo matan de hambre poco a poco” a través de un bloqueo apoyado por EE.UU.

Asimismo, en sus “eventos históricos que definen el mal moderno”, Power no incluye ni a Gaza ni a Faluya, ni a los innumerables pueblos y ciudades de Irak y Libia, Vietnam y Camboya en donde las guerras de agresión estadounidenses han cobrado millones de vidas.

El World Socialist Web Site reconoce el inmenso sufrimiento de la gente de Alepo, la brutalidad de los métodos empleados por el gobierno de Assad y Rusia y los horrores a los que han sido sometidos miles. No obstante, ¿cuál es el origen de esta catástrofe?

Independientemente de los reclamos e indignación expresados por Power ante la ONU, la verdad es que las manos de Washington chorrean de sangre. Al rendir cuentas, la destrucción de Alepo es el producto de una inmensa operación de cambio de régimen impulsada por el imperialismo norteamericano. La CIA ha gastado alrededor de mil millones de dólares al año para armar, entrenar e incluso pagarles salarios a las milicias islamistas anti-Assad. Esto ha sido acompañado por bombardeos aéreos estadounidenses y sanciones devastadoras impuestas con el fin de derrumbar lo que queda de la economía siria.

Hipócritamente, los gobernantes estadounidenses, la prensa y los grupos de la seudoizquierda como la Organización Internacional Socialista han buscado dar la impresión de que esta operación para avanzar la hegemonía estadounidense en Oriente Medio es una especie de “revolución” democrática siria.

Un comentario típico sobre la caída del este de Alepo es que la victoria de las fuerzas del gobierno sirio representa, “la muerte del sueño de una Siria democrática…”, como lo escribió el Washington Post.

Este “sueño” era en realidad el control del este de Alepo por un grupo de milicias islamistas que combinaban un sectarismo agresivo con una política mafiosa. Antes de que los bombardeos dejaran a la ciudad en escombros, estas milicias la saquearon, llevándose la maquinaria y los suministros de las fábricas a la frontera con Turquía para venderlos por ganancias.

Amnistía Internacional, en su informe más reciente, describe este “sueño democrático”: “Los civiles viven en constante temor de ser secuestrados si critican la conducta de los grupos armados en el poder o si no acatan las estrictas reglas que algunos de ellos han impuesto”.

“Hoy en día, en Alepo e Idlib”, agrega AI, “los grupos armados tienen la completa libertad de cometer crímenes de guerra y otras violaciones al derecho internacional humanitario con impunidad”. El informe documenta ejecuciones sumarias y torturas, mientras que los mismos “rebeldes” han grabado y alardeado sobre sus crímenes, incluyendo la decapitación de niños.

Los avances militares del gobierno en Alepo y en otras partes del país no se deben solamente al apoyo de las fuerzas militares rusas. Después de vivir más de cinco años en una guerra impulsada por EE.UU. a través de estas milicias vinculadas con Al Qaeda, los sirios consideran cada vez más que el gobierno de Assad es un mal menor, a pesar de toda la represión y corrupción.

La histeria con la que han respondido la prensa y la clase política en EE.UU. refleja también el desacuerdo y conflicto interno tras la elección de Donald Trump sobre qué política tomar con Rusia.

En el transcurso de la campaña electoral, Trump sugirió que se aliaría con Rusia para luchar contra el “terrorismo” en Siria y cuestionó la política de Washington de armar a los “rebeldes”. Sin embargo, amplios sectores de los mandos militares y de inteligencia estadounidenses se oponen a darle cualquier clase de tregua a la campaña militar contra Rusia.

Indudablemente, las declaraciones incoherentes de Trump no darán paso a una nueva era de paz en Oriente Medio. El nacionalismo económico que profesa el presidente electo conduce inevitablemente a la guerra, además de que ya exigió una expansión militar masiva para prepararse para ello.

Por otra parte, Trump se ha rodeado de generales retirados empeñados en comenzar una mayor confrontación. Entre ellos, el exgeneral de la Marina, John Kelly, nombrado secretario del Departamento de Seguridad Nacional, escribió a finales de octubre, en una opinión para el Washington Post, que la solución en Siria era “escalar el conflicto”. Luego, llamó al gobierno estadounidense a “reunir una ‘coalición de dispuestos’ que pueda crear una amenaza militar creíble en contra de la infraestructura militar de Assad”.

Tras reconocer que dichos ataques estadounidenses contra el ejército sirio podrían matar a tropas rusas, Allen insistió en que esto no debería hacer que Washington “pierda la oportunidad para atacar los elementos ofensivos sirios”.

Tal militarismo delirante es una advertencia de que la llegada de Trump al poder traerá consigo una aceleración de la trayectoria del capitalismo hacia otra guerra mundial.

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