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Perspectiva

Mineros en EE.UU. enfrentan fin de cobertura médica y pensiones

Durante los próximos meses, más de 120.000 mineros de carbón pensionados enfrentan el fin de su cobertura médica y de sus pensiones al agotarse el fondo de pensiones de su sindicato, los Trabajadores Mineros Unidos de EE.UU. (UMWA; United Mine Workers of America).

Esto incluye a 16.000 mineros jubilados de la corporación Patriot Coal en West Virginia, Ohio, Indiana, Kentucky e Illinois, amenazados con perder su cobertura médica en abril y 6.500 más que podrían perderla más adelante en el año.

Además, 89.000 mineros y sus familias, junto a otros 22.000 cuyas pensiones han sido conferidas pero que no han recibido ningún pago, enfrentan recortes severos o hasta la pérdida completa de sus pensiones si el fondo de pensiones del UMWA se agota o es transferido a la agencia pública Pension Benefit Guaranty Corporation, la cual también está prácticamente insolvente.

Este trágico desarrollo es el resultado de décadas de traiciones por parte del sindicato UMWA en contra de los mineros en sus bases, quienes han sido históricamente la sección más militante y clasista de la clase obrera estadounidense.

La causa inmediata de la crisis es el colapso en el consumo del carbón. La respuesta de varias compañías, incluyendo la más grande, Peabody Coal, ha sido declarar la bancarrota y establecer compañías ficticias para evitar sus compromisos. A cambio de su complicidad en esto, el UMWA recibió la gestión de los planes de salud para jubilados, conocidos como Asociaciones de beneficiarios voluntarios (VEBAs; Voluntary Employees Beneficiary Associations), que sirven como fondos de sobornos para los dirigentes sindicales.

Este desastre que enfrentan los mineros está enraizado en la subordinación de sus intereses y los de la clase obrera en general ante el afán de lucro capitalista de las corporaciones, algo impuesto políticamente a través de la alianza entre los sindicatos y el Partido Demócrata.

El derecho a tener una pensión y un seguro médico para jubilados no fue un regalo de la burguesía para los trabajadores. Fue el producto de luchas históricas, incluyendo una serie de huelgas mineras y en otros sectores de la clase obrera inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.

En ese entonces, sin embargo, el presidente del UMWA, John L. Lewis, el presidente del sindicato automotriz UAW, Walter Reuther, y otros dirigentes sindicales se oponían al socialismo y se negaron a luchar contra la dictadura económica de la élite corporativa, por ejemplo, por un sistema de salud y pensiones administrado por el Estado.

En 1950, Lewis, declaró que el sindicato “defiende que los inversionistas de la industria tengan un retorno sobre su capital” y llegó a un acuerdo para crear un fondo de prestaciones en salud y pensiones controlado por el mismo sindicato y financiado por el empleador con pagos por cada tonelada de carbón extraída. A cambio de esto, Lewis respaldó una reestructuración y mecanización de la industria que conllevó a una reducción en los empleos mineros de 415.562 en 1950 a 124.532 en 1969.

En las décadas posteriores, los mineros entraron cada vez más en conflicto con el UMWA y sus acuerdos entreguistas, los cuales redujeron los pagos de las compañías al fondo de pensiones y también recortaron los beneficios de los mineros y sus cónyuges con el fin de mantener el fondo a flote. A fines de los años 60, los mineros jubilados y discapacitados iniciaron huelgas para que se financiaran las prestaciones de su jubilación, además de exigir clínicas comunitarias y compensaciones para aquellos con la enfermedad del pulmón negro.

Esto culminó en los 111 días de huelga en 1977-78 como parte de la lucha de los mineros por sus pensiones y un acceso a la salud “de la cuna a la tumba”. Los mineros no sólo desafiaron al presidente de su sindicato, Arnold Miller, quien intento dos veces imponer contratos entreguistas, sino que también al presidente demócrata de EE.UU., Jimmy Carter, quien buscó obligarlos a volver a trabajar invocando la Ley Taft-Hartley.

En la década de 1980, la clase gobernante estadounidense recurrió a métodos de guerra de clases—rompiendo huelgas, atacando a los sindicatos, intimidando con violencia armada y orquestando incriminaciones—que no se veían desde las luchas laborales de las décadas de 1920 y 1930. Sin embargo, estos métodos no fueron la causa principal de la derrota de los mineros, quienes se defendieron con gran valentía y determinación. Ellos fueron derrotados por el sabotaje de sus luchas por parte del UMWA.

Tras quedar electo como presidente del UMWA, Richard Trumka desafió las tradiciones militantes de los mineros—como no trabajar sin un contrato y llamar a huelgas nacionales que paralizaran todas las minas, tanto aquellas que estaban sindicalizadas como las que no lo estaban—al introducir la práctica de “huelgas selectivas” para aislar y derrotar las luchas en contra de las empresas mineras AT Massey y Pittston. Frente a una huelga salvaje en 1989, Trumka les suplicó a los empresarios mineros y al gobierno, diciéndole al Charleston Gazzette que la intransigencia de la compañía Pittston amenazaba con destruir la estabilidad y competitividad que el UMWA le había traído a la industria del carbón.

Trumka advirtió que, si la compañía lograba acabar con el sindicato, “cuando regrese, creo que la forma que tendrá el sindicato será diferente. Su tolerancia para la injusticia será mucho menor y su voluntad de excusar un sistema que sabemos que no funciona va a ser inexistente”.

Sin embargo, el UMWA y el resto de los sindicatos continuaron excusando al sistema capitalista y al Partido Demócrata. Mientras que Trumka fue recompensado con la presidencia del bloque sindical AFL-CIO, esta alianza entre los sindicatos, las compañías mineras y los demócratas resultó ser un desastre para los mineros y sus familias.

En West Virginia, los puestos de trabajo en la minería del carbón colapsaron de 65.000 en 1977 a menos de 15.000 hoy. En el condado de McDowell, un antiguo bastión del UMWA, la esperanza de vida para los hombres es de sólo 63,1 años. Esto es 13 años por debajo del promedio nacional y aproximadamente la misma cifra para los hombres en Namibia.

Bajo el gobierno de Obama, el Partido Demócrata intensificó sus ataques contra el acceso a la salud y las pensiones. La Ley de Cuidado de Salud Asequible (Affordable Care Act Obamacare) se utilizó para transferir los costos médicos de los empleadores a los trabajadores, quienes se han visto obligados a pagar tarifas exorbitantes y aceptar coberturas deficientes. Obama ha respaldado los recortes de las pensiones de alrededor de 270.000 trabajadores, incluyendo a los camioneros y almacenadores en el sindicato de los Teamsters, cuyos fondos de pensiones provienen de múltiples empleadores. Además, apoyó la restructuración económica tras la bancarrota de la ciudad de Detroit, que conllevó al saqueo de las pensiones de los empleados públicos.

En la primaria del Partido Demócrata de este año, los trabajadores en West Virginia votaron a favor de Bernie Sanders por un amplio margen, quien hizo campaña presentándose como socialista y enemigo de la “clase de multimillonarios”. Sanders luego dio un giro de 180 grados y le entregó su apoyo a Hillary Clinton, cuyo desprecio por la clase obrera se puede resumir en sus afirmaciones que los trabajadores blancos en los estados más devastados por la desindustrialización como West Virginia son gente racista que votó por Trump para proteger sus “privilegios”. Este giro de Sanders le permitió a Trump aprovecharse del amplio descontento popular y postularse como el defensor de los mineros.

Los trabajadores en EE.UU. se darán cuenta bien rápido de que Trump es su enemigo de clase. Su próximo secretario de comercio, el multimillonario Wilbur Ross era propietario de la mina Sago, donde murieron 12 mineros de West Virginia en el 2006 después de que Ross y sus administradores ignoraron varias infracciones de seguridad. Los esfuerzos de la burguesía para traer de vuelta los días más oscuros de la esclavitud industrial incitarán luchas inmensas de las masas obreras, incluyendo a los mineros.

Las lecciones de esta historia larga, trágica y heroica de las luchas mineras y de la clase obrera en general tienen que ser absorbidas. Se tienen que construir nuevas organizaciones de lucha, completamente separadas de los sindicatos corruptos, burocráticos y procapitalistas. Ante todo, estas luchas deben tomar una forma política consciente, independiente de los partidos y políticos de la burguesía y basada en la lucha por la unidad internacional de la clase obrera y por el socialismo.

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