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Perspectiva

Obama y Clinton incentivan campaña anti-rusa

De forma simbólicamente congruente, la última conferencia de prensa del año del presidente estadounidense, Barack Obama, estuvo dominada por el tema de las guerras, tanto las que están en marcha como las que están por venir. Obama es el primer presidente del país que ha ejercido dos términos completos en guerra, dejando la Casa Blanca en medio en medio de una crisis cada vez más tensa en Oriente Medio y una campaña mediática y política de agresión contra Rusia.

En la conferencia de prensa, Obama insistió en su posición sobre la presunta filtración de correos electrónicos del Partido Demócrata durante la campaña presidencial. Sin proporcionar evidencia alguna, reiteró que las agencias de inteligencia estadounidenses concluyeron que Rusia estuvo detrás del ‘hackeo’ y que seguramente el presidente ruso, Vladimir Putin, aprobó la operación.

Al mismo tiempo, Obama buscó restar importancia al contenido de los correos electrónicos, afirmando que eran solamente “chismes de campaña” los correos que exponían la conspiración del Comité Nacional Demócrata y la campaña de Hillary Clinton para sabotear a su oponente en las primarias demócratas, el senador de Vermont, Bernie Sanders. Otros correos incluían las copias de varios discursos deshonrosos de Clinton dirigidos a banqueros de Wall Street, por los que recibió honorarios de cientos de miles de dólares y que ella rechazó hacer públicos.

Obama criticó a la prensa corporativa, la cual también ha intentado restarles importancia a los correos, siquiera por haber reportado sobre ellos.

Luego, afirmó que, en sesiones secretas, se les presentó la supuesta evidencia a varios congresistas republicanos y demócratas, quienes llegaron a la misma conclusión que los organismos de inteligencia. “Además, agregaría un punto, que no pasan muchas cosas en Rusia sin Vladimir Putin... Hemos dicho y lo confirmo personalmente que esto sucedió en los más altos niveles del gobierno ruso...”, aseveró Obama.

Se negó rotundamente a citar pruebas, alegando que eso pondría en peligro la capacidad de las agencias de seguridad nacional estadounidenses para responder a ciberataques futuros.

El hecho de que ninguna de estas afirmaciones ha sido sustanciada pareció no molestarle a ninguno de los reporteros en la Casa Blanca. Muchos de ellos ya llevan tiempo participando en la frenética campaña de propaganda contra Rusia. Obama se puso a la defensiva al referirse al fracaso de la operación de cambio de régimen respaldada por la CIA en Siria, insistiendo en que la única alternativa al uso de las fuerzas indirectas “rebeldes” era una invasión y ocupación militar como en Irak.

En medio de un conflicto interno en la clase gobernante por la política exterior, Obama tuvo problemas en conciliar algunas de las diferencias en la “competencia interna”, como lo llamó el mes pasado, del establishment político. Extendió su respuesta para defender directamente a la CIA de las críticas de que sus acusaciones de interferencia rusa no han sido verificadas y al FBI de los reclamos de muchos demócratas de que su intervención a tan sólo 11 días de las elecciones sobre el uso de Hillary Clinton de un correo electrónico privado favoreció a Donald Trump.

Retrató a las dos agencias como patrióticas, imparciales y profesionales, a pesar de que la CIA es la organización asesina más notoria del mundo y el FBI es conocido por su protagonismo en las operaciones represivas dentro de EE.UU.

Tan sólo un par de horas antes de la conferencia de prensa, el director del FBI, James Comey, y el director de inteligencia nacional, James Clapper, anunciaron que coincidían con la CIA en que el gobierno ruso filtró los correos durante las elecciones presidenciales para ayudarle a la campaña de Trump. El director de la CIA, John Brennan, envió entonces un mensaje a la fuerza laboral de la CIA refutando las afirmaciones de la prensa de que el FBI y la CIA habían llegado a conclusiones diferentes sobre los ciberataques.

Hillary Clinton también intervino en la creciente propaganda contra Rusia. Según una grabación filtrada al New York Times, el jueves por la noche en Manhattan, Clinton le dijo a un grupo de donantes a su campaña que su derrota en las elecciones se debió a los efectos de la interferencia rusa y del anuncio del FBI sobre su uso de un correo electrónico privado.

Clinton describió la presunta infiltración como “un ataque contra nuestro país”, un lenguaje que incita represalias severas por parte del gobierno norteamericano, como una guerra cibernética o alguna otra medida igualmente incendiaria. Obama habló en términos similares, sugiriendo que la respuesta de EE.UU. a Rusia podría ser en parte pública y en parte secreta, aclarando que el gobierno ruso sentiría la represalia, pero sin que el público se dé cuenta.

Sin embargo, él no llegó tan lejos como el director de la campaña de Clinton, John Podesta, quien declaró en una columna de opinión el viernes en el Washington Post que “el gobierno debería detallarles a los miembros del Colegio Electoral el alcance y forma de cómo influyó Rusia en nuestras elecciones, antes de que voten el 19 de diciembre”. Al ser preguntado al respecto, Obama evitó hablar de lo que cree que debería hacer el Colegio Electoral el próximo lunes.

Algo aún más significativo es que Obama buscó minimizar el conflicto entre su gobierno y la administración de Trump, describiendo sus conversaciones con el presidente electo como cordiales y respetuosas. Además, esquivó preguntas sobre si los tweets y comentarios de Trump criticando a la CIA por sus declaraciones sobre los ciberataques favorecieron a Putin o si deterioraron la moral de las agencias de inteligencia.

Esto es parte de su postura general de asegurar una “transición sin contratiempos” para Donald Trump. En la conferencia de prensa, dijo con orgullo que Trump y sus asesores no se pueden quejar de la cooperación que han recibido de su gobierno y se negó a discutir sobre las políticas y el gabinete ultraderechista que están siendo preparados en la Torre Trump en Nueva York.

Durante la conferencia, Obama se mostró despreocupado por la crisis que azota al país y al mundo a un mes de dejar la presidencia. El hecho de que EE.UU. está al borde de un conflicto con Rusia, la segunda potencia nuclear del mundo, no fue abordado ni por Obama ni por los reporteros en la Casa Blanca.

Obama dio inicio a la conferencia de prensa con una larga descripción de los supuestos logros de su mandato, describiendo a un país irreconocible para la mayoría de los trabajadores en EE.UU.

Obama mencionó la baja tasa oficial desempleo, que los salarios supuestamente están subiendo rápidamente y presumió de que la bolsa de valores se triplicó para indicar que le está yendo mucho mejor al pueblo estadounidense ahora que cuando asumió el poder. Desde luego, no se refirió a los distintos indicadores que reflejan la devastadora crisis social en el país: la disminución de la expectativa de vida amplios sectores de la clase obrera; la eliminación de millones de empleos con salarios decentes y la proliferación de empleos temporales con salarios bajos; una carencia de viviendas cada vez mayor; el aumento en las tasas de suicidio y adicciones. Tampoco mencionó los niveles récord de desigualdad económica alcanzados durante su mandato.

Ninguno de los miembros de la prensa cuestionó la falsa presentación de Obama ni le preguntó por qué es que, después de todos esos logros durante sus ocho años en el poder, el resultado fue la victoria de Donald Trump y la derrota de la sucesora de sus políticas, Hillary Clinton, además de las derrotas aplastantes para los demócratas en la Cámara de Representantes, el Senado y en los gobiernos estatales.

La verdad es que Obama, al rescatar a Wall Street en el 2009 y defender ante todo sus intereses, tanto en el país como en el extranjero, se fueron desvaneciendo las esperanzas de los millones de estadounidenses que votaron por él en el 2008 y, con menos expectativas, en el 2012, abriéndole paso a un gobierno de multimillonarios, ideólogos ultraderechistas y generales retirados, el cual será el más reaccionario en la historia de EE.UU.

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