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Socialismo y el libre movimiento obrero: Primera Parte

Publicamos un artículo en dos partes sobre el apoyo de la seudoizquierda británica a las restricciones migratorias.

Todas las corrientes seudoizquierdistas británicas repudian a la veda de viajar antimusulmana de Donald Trump. Condenan ese ataque por ser reaccionario, discriminatorio, divisorio y racista. En contraste, cuando se trata del libre movimiento de los trabajadores, no existen verdaderas diferencias entre el oligarca derechista que ahora ocupa la Casa Blanca y los grupos de la supuesta izquierda liberal o “socialista” de Gran Bretaña.

Todos esas tendencias recomiendan reforzar los controles fronterizos en Gran Bretaña, comenzando con el Partido Laborista; pasando por los sindicatos y el Partido Socialista, el diario estalinista Morning Star, y una sarta de grupos de seudoizquierda, no obstante sus diferencias sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

El líder laborista Jeremy Corbyn, quien favoreció la unidad con la Unión Europea, en el referendo de junio 2016 (voto Remain), y que ahora favorece mantener vínculos con el Mercado Único Europeo, acepta las restricciones al libre movimiento, dizque porque respeta que se haya aprobado el Brexit (la salida de la UE). “Los laboristas no están esposados al fundamento del libre movimiento de los ciudadanos dentro de la UE”, dijo recientemente.

Dándole la bienvenida a esa posición, Paul Mason, el principal partidario de Remain, declaró en el diario londinense the Guardian que el libre movimiento de personas no es “una ley del socialismo”; añadió que ese concepto “ha minado la justicia social y debe ser modificado”. Mason exige suspender durante diez años el libre movimiento de mano de obra dentro de la UE.

El Partido Laborista debe aceptar que lo que “estimula el repudio que siente gente progresista y de ideas de izquierda contra libre movimiento”, dejando de lado que éste impide el aumento de sueldos para los de abajo, es que le dice a gente con fuertes tradiciones culturales, un fuerte sentido de lugar y de comunidad (quizás lo único que le queda de la época industrial) que ‘su pasado no importa’”.

Mason desarrolla ese tema, que las restricciones migratorias son necesarias para promover el respeto a “la cultura”, “la comunidad” y las tradiciones. Tal idea podría haber saltado de la boca de Trump, lo que demuestra que los oportunistas de la falsa izquierda que hoy día y por razones propias condenan al presidente estadounidense no tendrán ninguna dificultad el día de mañana en adoptar un programa abiertamente derechista.

Del otro lado está la seudoizquierda que rechaza a la UE (voto Leave). Durante el referendo colocaron una de hoja de parra “socialista” sobre la campaña a favor del Brexit, de inspiración neothatcherista de los partidos Conservador y de Independencia (UKIP). La prognosis del Partido Socialista por la Igualdad es que ese intento de la seudoizquierda de darle al nacionalismo un máscara izquierdista, acabaría “subordinando a la clase obrera a un proyecto cuyo propósito era encauzar la vida política en una dirección cada vez más nacionalista; de esa manera se fortalecen las extremas derechas británicas y europeas y se debilitan las defensas políticas de la clase obrera. Carga la seudoizquierda con las consecuencias de envalentonar la monstruosidad que es el nacionalismo británico”.

La imperdonable sustitución seudoizquierdista, como supuesto antídoto, de la propuesta de la derecha con el populismo de izquierda en poco tiempo se ha transformado en apoyo abierto a las restricciones antimigrantes.

George Galloway ex miembro del Parlamento infamemente se alió con Nigel Farage (UKIP) a favor del Brexit; defendió marchar al lado del que era líder del UKIP y creó el estribillo “Izquierda, derecha, izquierda, derecha, adelante hacia la victoria”…

Ahora Farage, se convierte en el británico favorito de Trump. Éste se refiere a su proyecto de “Estados Unidos primero” como “Brexit, plus, plus”.

En la actualidad Galloway dedica su tiempo atacando la “idea que, en una sociedad capitalista es obligatorio permitir la entrada a país a todos los obreros que deseen competir por un número cada vez menor de puestos de empleo”, y atacando al Partido Nacional Escocés (anti Brexit ) por creer que “tenemos más en común con Bulgaria y Rumania que con Gran Bretaña”.

El Partido Comunista británico (estalinista) intenta legitimizar teóricamente las posiciones de los nacionalistas de “izquierda”. Su periódico, Morning Star, acaba de publicar una sarta de artículos dedicados a atacar a los que defienden el libre movimiento de personas, particularmente dirige su saña contra la juventud.

El columnista Julian Jones escribió uno de esos artículos, representativo de toda la serie; dice que “al apoyar positivamente el libre movimiento dentro de la UE, sectores de la izquierda, ingenuamente o adrede, caen en su propia trampa”.

“No le corresponde a la izquierda organizada” defender el libre movimiento de personas, añade Jones. Se queja en particular de “las juventudes” que han caído “en el engaño de creer que el libre movimiento de personas es un requisito socialista”.

Jones, se basa en estadísticas que demuestran que las medidas de austeridad económica dentro de la UE han obligado a muchos jóvenes inmigrantes a abandonar sus países para trabajar en Gran Bretaña. Con todo cinismo declara que las barreras fronterizas beneficiarán a esos jóvenes, y a los obreros británicos con poca educación. Por su parte, Len McCluskey, secretario general del sindicato Unite, en un comentario del 16 de diciembre, simula rechazar demandas “imprácticas” de imponer barreras contra los inmigrantes. No obstante, su posición es que “ya no podemos ignorar el problema de la libertad de movimiento”.

“No cabe duda: el libre movimiento de los obreros es una cuestión de clases”, dice McCluskey.

Añade: “mucho hace que así lo indicó Karl Marx. Escribió en 1867 que un estudio de la lucha de la clase obrera británica, presenta evidencia que en contra de sus propios obreros, los patrones importan trabajadores, y mudan sus fábricas a países donde la mano de obra es más barata’”.

La grosera deshonestidad que es común en el ataque seudoizquierdista contra el libre movimiento de personas, también aparece en el artículo de McCluskey. Su referencia a Marx viene de una declaración de la Primera Internacional (Asociación Internacional de los Trabajadores) de 1867 intitulada “Sobre el Congreso de Lausana”.

La referencia de McCluskey omite la oración que sigue a su cita, donde escribe Marx: “Teniendo en cuenta esta situación, si la clase obrera desea continuar luchando con alguna posibilidad de ganar, las organizaciones nacionales deben transformarse en organizaciones internacionales”.

No es casual la distorsión de ese punto de vista de Marx. Según McCluskey: “Está claro que todos los socialistas tienen la expectativa que algún día la gente pueda viajar libremente por todo el mundo y vivir y trabajar donde le plazca”. Para McCluskey: “Esa es una utopía muy lejos de lo que es el mundo actual; su realización requeriría planificación económica y que el público se adueñe de la propiedad”.

McCluskey es un enemigo de la clase obrera; rechaza la lucha de clases y el socialismo. No tiene el menor interés en la construcción de un mundo donde la gente “pueda vivir y trabajar donde le plazca”. Lo único que le interesa es justificar la realidad actual. Eso significa aceptar las exigencias de la oferta y demanda de mano de obra.

Demanda una “respuesta sindical directa” al problema de la inmigración, como la que Unite propone, donde “todo patrón que desee reclutar mano de obra fuera del país sólo lo podría lograr dentro de los límites de acuerdos sindicales o negociaciones colectivas”.

Esa misma línea es la del Partido Socialista (ex Militant). Para periódico Socialism Today, el voto Leave fue como una especie de revuelta obrera: “Desde su formación, los movimientos sindicales y socialistas nunca apoyaron el ‘libre movimiento de productos, servicios, capitales —o mano de obra— como si fuera una razón fundamental. En cambio, siempre han luchado por el grado más completo posible de control obrero, que en su forma más completa, por supuesto sería una sociedad socialista democrática con una economía planificada”.

Esa línea, una forma extrema del idiotismo sindical, pone un signo de igual entre apoyar barreras migratorias con el otrora apoyo de los sindicatos al “ closed shop en alguna fábrica o industria, en que el derecho a trabajar sólo le pertenece a los miembros del sindicato, una especia concreta de ‘barrera fronteriza’ que los capitalistas no apoyan”.

Al igual que McCluskey, el Partido Socialista habla de un lejano futuro socialista para disimular su adaptación a las exigencias del capitalismo actual y existente. Insiste que es ilegitimo defender el derecho al libre movimiento de personas porque “sería alienante para la gran mayoría de la clase trabajadora, incluyendo a los inmigrantes ya asentados. Éstos lo considerarían amenazante a sus empleos, salarios y condiciones de vida”. Esa posición es congruente con el apoyo infame del Partido Socialista a las manifestaciones en la refinería de Finley en 2009, que demandaban “empleos británicos para obreros británicos”.

Karl Marx y el internacionalismo socialista

Hay que repudiar ese intento de transformar a Marx y al movimiento socialista en guardias fronterizos —sindicalistas, claro está.

Las organizaciones detrás de ese proyecto nada tienen que ver con el fundador del socialismo científico. Su apoyo a barreras migratorias deriva de su perspectiva de regulaciones económicas nacionalistas bajo el capitalismo, en oposición a la perspectiva del internacionalismo socialista revolucionario.

En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y su colaborador Friedrich Engels analizan la naturaleza revolucionaria de la producción capitalista que, impulsada a expandir constantemente el mercado para sus productos “azuza a la burguesía a la conquista del planeta”. Mediante la creación y explotación del mercado mundial, explican, la burguesía da “a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita”.

Esas palabras podrían haber sido escritas contra McCluskey y los demás. Los famosos revolucionarios siguen: “… para mayor lamento de los reaccionarios le quita a la industria sus cimientos nacionales. …, reemplazando aquel mercado local y nacional que se bastaba a sí mismo y donde no entraba nada de afuera; ahora, la red de intercambios es universal con vínculos de interdependencia, todas las naciones. … Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional se hacen cada vez más imposibles, y de las literaturas locales y nacionales nace una literatura universal”.

Evidencia de la naturaleza genuinamente revolucionaria de la producción capitalista es la creación del proletariado internacional —enterrador de la burguesía: “El proletario carece de bienes. Sus relaciones con su mujer y con sus hijos ya nada tienen de común con las relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el yugo moderno del capital, que tanto en Inglaterra que en Francia, Alemania y Norteamérica, borra del proletariado toda característica nacional. La ley, la moralidad, la religión, son para éste otros tantos prejuicios burgueses donde se esconden en emboscada los intereses de la burguesía”.

La clase obrera “no tiene nada suyo que defender y fortalecer; su misión es destrozar todos los seguros y seguridades de la propiedad privada… El movimiento del proletariado es el movimiento independiente y conciente de si mismo de la inmensa mayoría, a favor de los intereses de la mayoría inmensa”.

Para Marx y Engels, la consigna clave del movimiento socialista era: “¡Obreros de todos los países, únanse!” Esa perspectiva deriva del análisis científico del capitalismo que Marx desarrolla en base al materialismo histórico.

La seudoizquierda se refieren al concepto marxista del “ejercito industrial de reserva”, o “excedente relativo de la población” so pretexto de justificar su apoyo a las barreras fronterizas. También en este caso esa corriente distorsiona y hace irreconocibles esos conceptos.

Marx no consideraba este fenómeno como algo accidental. Consideraba que era intrínseco a la acumulación capitalista. Eso se debe a que la industria capitalista consiste de dos partes —máquinas y obreros. Marx usa la frase “composición orgánica del capital” para describir la proporción entre máquinas y obreros. En esta ecuación, el número de obreros es la parte “variable”. Es una función de si o no es lucrativo para los capitalistas emplear trabajadores para echar a andar sus máquinas, consideradas “capital constante”. Ese proceso también depende tanto de la evolución de la tecnología, que requiere menos trabajadores para producir mayores cantidades de mercancías, como de la competencia dentro de cada industria [para ver un análisis más detallado, lea Capital, Volumen I, Capítulo 25].

Marx escribe: “La población obrera, pues, con la acumulación del capital producida por ella misma, produce los medios que la hace relativamente superflua, que convertirla en una población relativamente excedentaria. La hace de una manera cada vez más creciente. Esta es una ley de población que es peculiar al modo de producción capitalista”.

Para Marx, “Cada trabajador” pertenece al excedente, al ejército industrial de reserva, “cuando este sólo parcialmente empleado o totalmente desempleado”.

En una crítica devastadora de la actual exigencia de barreras migratorias, Marx insiste que el problema no se resuelve con “la alocada… sabiduría económica que predica que los obreros necesitan acomodar sus números a los requisitos del capital”.

En verdad, “cuanto más vastos sean los recursos sociales, los capitales en operación, cuanto más abarque y cuanta más energía tenga su crecimiento, y el de la masa absoluta del proletariado y la productividad de la mano de obra, mas numeroso será el ejército industrial de reserva”.

Para Marx el problema comienza a resolverse cuando los trabajadores cooperan entre sí en defensa de sus intereses de clase comunes y en contra de la burguesía. En 1864, Marx finaliza su discurso de inauguración de la Primera Internacional, con estas palabras: “La experiencia demuestra que dejar a un lado los vínculos fraternales que deben de existir entre los obreros de diferentes países, y que los impulsa a solidarizarse firmemente en sus luchas de emancipación, será castigado con el sufrimiento común y la incoherencia de sus esfuerzos”.

Aplaudiendo la lucha de los obreros textiles de algodón que, rechazando a sus patrones y al imperio británico, hicieron campaña a favor del Norte en la Guerra Civil de Estados Unidos, en contra de la esclavitud, arriesgando pasar por hambre, Marx continua: “Si la emancipación de las clases trabajadoras requiere de su fraternidad, ¿cómo lograr esa gran misión histórica con una política externa que tiene fines criminales, haciendo el juego a prejuicios nacionales, y derrochando la sangre y el tesoro del pueblo?”

Era la obligación de las clases trabajadoras “dominar ellas mismas los misterios de la política internacional; vigilar las actividades diplomáticas de sus respectivos gobiernos; oponerse a ellos, cuando sea necesario, con todos los recursos que tengan; cuando no puedan impedirlo, combinarse para repudiar simultáneamente y revindicar las simples leyes de la moralidad y justicia que deben gobernar las relaciones entre individuos, y ser las principales reglas de las relaciones entre naciones”.

“La campaña a favor de esa política exterior es parte de la lucha general por la emancipación de las clases trabajadoras”.

“¡Proletarios de todos los países, únanse!”

continuará

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