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Perspectiva

La rueda de prensa de Trump: un feroz conflicto dentro de la burguesía estadounidense

La rueda de prensa dada por Donald Trump el jueves pasado fue extraordinaria y sin precedentes. El evento tuvo un carácter surrealista ya que, por más de 75 minutos, el presidente de Estados Unidos intercambió insultos con los periodistas, enfocándose en arremeter contra sus más férreos enemigos de la prensa. Tal espectáculo no tiene precedente en la historia moderna de EE.UU., ni cuando se desenvolvía la crisis de Watergate.

Es necesario descubrir el contenido racional o la dinámica política subyacente. En este caso, la conferencia de prensa dio expresión a un vicioso conflicto sobre política exterior dentro de una clase gobernante estadounidense determinada a irse a la guerra.

La sesión fue convocada inicialmente para anunciar el nuevo nombramiento de Trump para secretario de Trabajo, pero esto tomó solo un minuto. Trump luego comenzó con una letanía de logros y acciones que ha tomado desde su llegada al poder, dirigiéndose principalmente a la clase gobernante en busca de apoyo. La bolsa de valores ha “alcanzado cifras récord”, se están eliminado las regulaciones corporativas, los inmigrantes están siendo hostigados y deportados, ya fue decretada la “reconstrucción masiva” de las fuerzas armadas, entre otras medidas derechistas.

Sin embargo, en representación del aparato de inteligencia del país, la prensa hizo preguntadas que se centraron, casi exclusivamente, en los lazos entre el gobierno de Trump y Rusia y en las circunstancias detrás de la renuncia forzosa de su asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, a principios de esta semana, particularmente la conversación que sostuvo Flynn con el embajador ruso antes de la inauguración presidencial.

Trump respondió con una serie de ataques contra la prensa que iban verdaderamente dirigidos a sus oponentes en la élite gobernante, quienes consisten en la gran mayoría de los mandos militares y de inteligencia. Sin importar cuál partido esté en la Casa Blanca ni las mayorías en el Congreso, estas fuerzas son las que permanecen realmente administrando el gobierno. Trump denunció varias veces “las filtraciones ilegales” a la prensa de parte de fuentes dentro de las agencias de inteligencia.

Fue notable que después de que Trump acusara directamente a los medios de ser portavoces para las agencias de inteligencia, no hubo ningún intento de refutarlo. Todo el mundo sabe que es cierto. Asimismo, cuando Trump negó todo vínculo suyo y de su campaña con las agencias de inteligencia rusas, ni un solo reportero pudo citar evidencia de lo contrario.

En el transcurso de la rueda de prensa, Trump dejó escapar una serie de crudos comentarios sobre los devastadores peligros que enfrenta el mundo entero.

Respondiendo a varias preguntas sobre qué haría en relación con un barco ruso que estaba realizando operaciones de vigilancia en aguas internacionales frente a la costa de Connecticut —el mismo tipo de operaciones que realizan los buques de guerra estadounidenses en una escala sumamente mayor frente a las costas de Rusia y China— Trump dijo: “Lo más que podría hacer es dispararle a ese buque que está a 30 millas de la costa hasta sacarlo del agua. Todos en este país van a decir, ‘Oh, eso es tan genial’”. Continuó, “Si yo tratara de forma brutal a Rusia ahora, completamente brutal, la gente diría, ustedes dirían, ‘Oh, no es eso tan maravilloso’”.

Luego, apuntó a las que serían las consecuencias de tal enfrentamiento, tomando en cuenta que Rusia y EE.UU. tienen los dos arsenales nucleares más grandes del mundo. “Somos un país nuclear muy poderoso y también ellos lo son”, dijo. “He sido informado. Y les puedo decir algo sobre lo que me informaron, de lo que estamos autorizados a decir porque cualquier persona que haya leído hasta el libro más básico puede decirlo: un holocausto nuclear sería como nada nunca antes visto”. En otras palabras, en los más altos niveles del gobierno estadounidense, se discute una posible guerra nuclear con Rusia, cuyos preparativos están previsiblemente muy avanzados.

Cuando un periodista preguntó por la falta de una respuesta ante lo que llamó “provocaciones” por parte de Rusia —varios incidentes principalmente provocados por las maniobras de EE.UU. y la OTAN a lo largo de las fronteras rusas— Trump respondió: “No voy a decirte nada sobre las respuestas que yo dé. Yo no hablo sobre respuestas militares”.

Elaborando sobre este tema, declaró que no hablaría sobre las operaciones militares en Irak, Corea del Norte, Irán ni en cualquier otro lugar. “¿Sabes por qué? Porque ellos no deberían saberlo. Y eventualmente, ustedes van a cansarse de hacer esa pregunta”.

Esa clase de conflictos dentro de la élite gobernante sobre política exterior usualmente se discuten tras bastidores, como, por ejemplo, el descontento de las cúpulas militares y de inteligencia sobre la decisión de Obama de no intervenir directamente en Siria en el 2013, cuando no pudo hacer valer la “línea roja” que el gobierno sirio de Bashar al-Assad supuestamente había cruzado.

Esta vez, sin embargo, el conflicto ha salido a la luz. Este debate dentro del aparato estatal es una expresión de la subyacente crisis de todo el orden capitalista. Veinticinco años de guerras interminables están convirtiéndose, con extrema rapidez, en un conflicto entre los Estados-naciones más grandes. Las revistas de seguridad nacional están llenas de publicaciones sobre una eventual guerra con Rusia, donde la cuestión no es si va a suceder o no, pero cuándo y cómo. Trump, por otra parte, se ha enfocado en China, pero en cada caso las consecuencias son incalculables.

Los más llamativo de la conferencia de prensa es lo distante que se mantuvo de los sentimientos y preocupaciones de la inmensa mayoría de la población estadounidense. Prácticamente, no se tocó el tema de la guerra de Trump contra los trabajadores inmigrantes ni de la jornada de huelga de los inmigrantes y sus simpatizantes que se estaba llevando a cabo al mismo tiempo.

Las masas de manifestantes que han tomado las calles desde la llegada de Trump al poder no lo hacen porque quieren una guerra con Rusia, sino por el odio que sienten hacia las políticas autoritarias y antidemocráticas de Trump y del gobierno oligárquico que compuso.

Al contrario, sus críticos dentro del Partido Demócrata y la prensa representan a ciertos sectores poderosos de la élite política estadounidense que, por un lado, acogen las medidas domésticas ultrareaccionarias de Trump, como los recortes a los impuestos de los ricos y las empresas, la desregulación de las corporaciones, los ataques contra los derechos democráticos y la persecución de inmigrantes, pero que, por otro lado, ven su reacercamiento con Rusia como intolerable.

Los demócratas han respondido con muestras vacías de molestia ante los reaccionarios e inconstitucionales decretos ejecutivos de Trump y su nombramiento de un gabinete lleno de multimillonarios, exgenerales militares y fanáticos de extrema derecha. Sin embargo, apenas tienen la oportunidad de atacar a Trump por “ser suave” con Rusia, se acometen a una cacería de brujas propia del macartismo.

Ninguna facción dentro de la clase gobernante estadounidense se opone a la guerra imperialista. Depende de la clase obrera bloquear el estallido de la guerra que se avecina, luchando independientemente contra ambas facciones de la élite política, tanto la que encabeza Trump como la que se alinea detrás de la CIA, la prensa y el Partido Demócrata.

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