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Perspectiva

Wall Street y la prensa celebran el discurso de Trump en el Congreso

Con un alza sin precedentes en las cotizaciones bursátiles, Wall Street celebró el discurso que pronunció Donald Trump el martes pasado en una sesión conjunta del Congreso, donde prometió reducir enormemente los impuestos empresariales y eliminar regulaciones estatales. La prensa estadounidense, por su parte, ya entró en una fase que podría describirse como “aprendiendo a amar a Donald”.

Casi universalmente, los principales medios de comunicación — calificados por el mismo Trump como “enemigos del pueblo” tan sólo la semana pasada — presentaron su discurso como uno verdaderamente “presidencial” y como toda una hazaña que demuestra un “giro” en su mandato. El lenguaje y el tono utilizados por Donald Trump fueron interpretados como una señal de que trabajará con el Congreso para implementar su agenda derechista y proempresarial sin dejar que las disputas faccionales prevengan enriquecer aun más a Wall Street.

Los mercados bursátiles respondieron con entusiasmo, con un aumento de trecientos puntos en el Promedio Industrial Dow Jones el miércoles, alcanzando los veintiún mil puntos por primera vez. Las acciones financieras encabezaron el alza. Los bancos JPMorgan Chase, Bank of America y Citigroup subieron su valor en más de tres por ciento en un día. ExxonMobil y Boeing consiguieron trepar un dos por ciento, igual que American Express y los viajeros. Los índices bursátiles más amplios también alcanzaron niveles récord, como el S&P 500, el Nasdaq Composite Index principalmente de tecnología y el Russell 2000 de empresas más pequeñas.

Trump alardeó en su discurso que, desde su victoria electoral del pasado 8 de noviembre, el Dow Jones ha aumentado casi tres mil puntos. Como parte de un extraordinario auge bursátil, las acciones de los bancos y corporaciones estadunidenses han aumentado en $3 trillones su cotización.

Wall Street ya pudo degustar la agenda proempresarial del nuevo gobierno. En sus primeras seis semanas, Trump ha firmado una serie de órdenes ejecutivas reduciendo las regulaciones ambientales, particularmente en las industrias de los combustibles fósiles, además de las regulaciones bancarias y sobre los fondos de cobertura y otras actividades especuladoras que condujeron a la crisis financiera del 2008.

Trump ha reiterado que apoya una reducción substancial de los impuestos a las corporaciones estadounidenses y a los más ricos. También, ha prometido un importante aumento en el gasto militar con el que lucrarán los grandes contratistas de defensa y un programa de infraestructura que le transferirá cientos de miles de millones de dólares a las arcas de las constructoras y los fabricantes privados como Caterpillar.

Trump elaboró un poco sobre estos puntos en su discurso ante el Congreso del martes por la noche. Los republicanos acogieron con entusiasmo el mensaje, mientras que la prensa lo hizo con universal aclamo y los demócratas con un considerable respaldo. Trump también se comprometió a librar una guerra contra la educación pública, intensificar sus brutales ataques contra los trabajadores inmigrantes, eliminar programas sociales y, en general, redistribuir más riqueza a manos de la aristocracia financiera.

La reacción de los medios quedó consensuada tan sólo segundos después de que finalizó el discurso.

Todos los panelistas de CNN, uno de los medios a los que se le prohibió participar en una reunión informativa con el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, comentaron que el discurso había sido relativamente un éxito. Van Jones, un exasesor de Obama y partidario de Bernie Sanders, declaró que el burdo uso propagandístico de Trump de la muerte de un SEAL de la Armada estadounidense, William Owens, al final de su discurso, fue “uno de los momentos más extraordinarios en la política estadounidense, punto” y que fue en ese preciso momento que Trump “se convirtió en el presidente de Estados Unidos”. Este fue solamente el acto de rendición más grotesco de los medios de comunicación.

La respuesta de los congresistas demócratas, tanto en el pasillo como luego, reflejó extensamente el carácter reaccionario y la bancarrota política del supuesto partido de la oposición. Durante el discurso, aplaudieron uno tras otro: Bernie Sanders aplaudió cuando Trump profesó su nacionalismo económico; Tammie Baldwin aclamó su mención de las motocicletas Harley-Davison de su estado; Debbie Stabenow aplaudió su apoyo a la industria automotriz; Amy Klobuchar elogió la promesa de reducir los precios de los fármacos.

A Wall Street le gustó lo que veía. Por mucho tiempo, el mercado bursátil ha podido contar con el líder demócrata en el Senado, Charles Schumer, el mayor recipiente de contribuciones de campaña de Wall Street. El nuevo “tono” cooperador de Trump y el cálido recibimiento de los demócratas son de gran importancia para el capital financiero ya que algunas de las políticas más importantes prometidas por Trump, como los recortes impositivos para las empresas y los ricos, requieren de un amplio apoyo de los demócratas.

Las divisiones internas, principalmente en política exterior, siguen ahí. Por ejemplo, el New York Times, un órgano de facto del Partido Demócrata, centró sus críticas del discurso en que Trump no presentó ninguna medida “para enfrentar a una Rusia cada vez más agresiva, considerada por el Pentágono como la amenaza número uno de EE.UU., o a China, la cual se ha reafirmado con mayor fuerza en el mar de China Meridional”. El periódico invocó nuevamente “los inciertos lazos de Trump con Rusia”, señalando lo que las cúpulas militares y de inteligencia consideran como una actitud excesivamente acomodaticia hacia Putin.

Sin embargo, prevaleció un tono celebratorio, incluso en el Times. La aristocracia financiera considera que el siglo XX fue un gran error. Las élites corporativas tuvieron que darle concesiones a la clase obrera a raíz del miedo que les provocó la Revolución Rusa de 1917, el resurgimiento del movimiento obrero en los años 30 y las prolongadas luchas por los derechos civiles y algunos beneficios sociales en los años 60. Mediante una agresiva ofensiva de reacción social, buscan tomarlo todo de vuelta bajo la idea de que las corporaciones estadounidenses pueden hacer todo lo que les plazca.

A quienes quieren destruir los dioses, primero los vuelven dementes. La aristocracia financiera estadounidense se encuentra bajo la ilusión de que puede retroceder el tiempo sin pagar ningún precio ya que cuenta con la ayuda del Partido Demócrata, los sindicatos y otros instrumentos para desorganizar y desorientar a la clase obrera.

Los trabajadores en EE.UU. y el resto del mundo se están enfrentando a una amenaza mortal que atenta contra todos sus beneficios sociales y derechos democráticos. Es precisamente en la clase obrera en donde se desarrollará una oposición real y duradera contra el gobierno de Trump. Cada onza de esfuerzo debe ser dedicada a la construcción de un movimiento obrero de masas independiente y en contra del Partido Demócrata y basado en un programa socialista e internacionalista.

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