Más de 20 millones de personas se enfrentan a la hambruna inminente en cuatro países, advirtieron funcionarios de las Naciones Unidas durante el fin de semana; esto es la mayor crisis humanitaria desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los cuatro países -Yemen, Somalia, Sudán del Sur y Nigeria- están afectados por guerras civiles en las que el gobierno estadounidense está implicado en financiar y armar a una de las partes contendientes.
El coordinador de emergencia de la ONU, Stephen O’Brien, dio un informe el viernes al Consejo de Seguridad de la ONU detallando las condiciones en los cuatro países, y la ONU publicó otros materiales sobre la crisis el sábado en búsqueda de recaudar 4.400 millones de dólares para el alivio de emergencia antes del final de Marzo. Hasta ahora, según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, sólo 90 millones de dólares han sido prometidos, apenas el dos por ciento del total necesario.
Según lo señalado por los funcionarios de la ONU, las poblaciones que corren el mayor riesgo son 7,3 millones en Yemen, 2,9 millones en Somalia, 5 millones en Sudán del Sur y 5,1 millones en Nigeria, de un total de 20,3 millones. El número de niños que padecen síntomas de malnutrición aguda se estima en 462.000 en Yemen, 185.000 en Somalia, 270.000 en Sudán del Sur y 450.000 en Nigeria, de un total de casi 1,4 millones.
Si bien las condiciones climáticas adversas, en particular la sequía, son un factor que contribuye a los desastres humanitarios, la causa principal son las guerras civiles, en las que cada parte está utilizando los suministros de alimentos como un arma, matando deliberadamente a la población del “enemigo”.
Fuerzas respaldadas por Estados Unidos son culpables de tales crímenes de guerra en los cuatro países, y es el imperialismo estadounidense, el principal promotor de la intervención saudita en Yemen y las fuerzas gubernamentales en Somalia, Sudán del Sur y Nigeria, que son los principales responsables del peligro del hambre y el creciente peligro de un colosal desastre humanitario.
El país más afectado es Yemen, en donde unidades militares armadas y dirigidas por Estados Unidos provenientes desde Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y otras monarquías del Golfo están en guerra con los rebeldes Houthi que derrocaron al presidente instalado por Estados Unidos hace dos años. Unas 19 millones de personas, dos tercios de la población del país, necesitan ayuda humanitaria.
Las fuerzas sauditas, que luchan junto a Al Qaeda en la Península Árabe, controlan los principales puertos del país, entre ellos Aden y Hodeida, y están respaldados por unidades de la Marina de los Estados Unidos en el Mar Rojo y el Golfo de Adén para imponer un bloqueo a la región controlada por Houthis en el oeste y el norte del país.
Las operaciones de las fuerzas estadounidenses se extienden por todo el país, con ataques de misiles y redadas ocasionales, como el desastroso ataque a una aldea a finales de enero, en el que al menos 30 civiles yemeníes murieron, muchos de ellos niños pequeños y un soldado de las Fuerzas Especiales estadounidenses fue asesinado a tiros.
En Somalia, la prolongada guerra civil entre el gobierno apoyado por Estados Unidos en Mogadiscio y las milicias de Al Shabab, que controlan la mayor parte del sur del país, han arrasado un país que ya sufrió una devastadora hambruna en el 2011 y ha sido devastada por la guerra civil durante la mayor parte del último cuarto de siglo.
Al menos la mitad de la población en el país, más de seis millones de personas, necesita ayuda humanitaria, según estimaciones de la ONU. Las condiciones de sequía han matado a gran parte de la población animal del país. En Somalia, también, las unidades militares estadounidenses continúan operando, Fuerzas Especiales realizan redadas y ataques con misiles de drones. También hay un gran desborde de refugiados somalíes en la vecina Kenia, donde otros 2,7 millones de personas necesitan ayuda humanitaria.
La guerra civil en el sur de Sudán es un conflicto entre facciones tribales rivales de un régimen respaldado por Estados Unidos que fue creado a través de la intervención de Washington en una larga guerra civil en Sudán. Después de un tratado negociado por Estados Unidos y de un referéndum que aprobó la separación, Sudán del Sur fue establecida como un estado independiente en 2011.
Los conflictos tribales dentro del nuevo estado se han visto exacerbados por la sequía, la pobreza extrema y la lucha por controlar las reservas de petróleo del país, su principal recurso natural, exportado en gran medida por el vecino Sudán a China. El país no posee litoral, lo que dificulta el transportar suministros de alimentos para emergencia.
Declararon que la crisis en el sur de Sudán es la más aguda de los cuatro países donde se están emitiendo alertas de hambre, con un 40 por ciento de la población enfrentando la inanición. El mes pasado, funcionarios de la ONU declararon una alerta de hambre a 100.000 personas en el Sur de Sudán. También se ha reportado una epidemia de cólera.
La crisis del hambre en Nigeria es también el subproducto de la guerra, esta vez entre el grupo fundamentalista islámico Boko Haram y el gobierno de Nigeria, que tiene el apoyo militar de los EEUU y de Gran Bretaña. El punto focal de este conflicto ha sido la región del Lago Chad, donde Nigeria, Camerún, Chad y el Níger comparten fronteras. Esta es donde más densa esta la población y la más fértil de las cuatro áreas amenazadas por la hambruna.
Una reciente ofensiva de las fuerzas del gobierno nigeriano empujó atrás a Boko Haram y descubrió lo avanzado que estaba el sufrimiento entre la población local de la región, donde los suministros de alimentos fueron bloqueados como parte de la campaña militar respaldada por Estados Unidos.
Las fuerzas militares estadounidenses se extienden por toda la región del Sahel, la zona extendida por el extremo sur del desierto en el Sahara, que abarca gran parte de África occidental. Las fuerzas armadas del imperialismo francés y alemanes también están presentes en antiguas colonias francesas como Malí y Burkina Faso, y más allá del sur, en la República Centroafricana.
Según los informes de la ONU, el desastre humanitario en Yemen se ha acelerado en los últimos meses. El número de yemenitas en peligro inmediato de hambre saltó de cuatro millones a siete millones en el último mes. Un niño muere cada 10 minutos en Yemen de una enfermedad prevenible.
Cuando la principal misión humanitaria de la ONU estuvo en Yemen la semana pasada, pudo asegurar el paso seguro del primer cargamento de suministros humanitarios a la sitiada ciudad de Taiz, la tercera más grande del país, bloqueada desde hace siete meses.
El debate sobre el informe de O’Brien ante el Consejo de Seguridad de la ONU presentó una declaración hipócrita tras otra por las potencias imperialistas como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Japón e Italia, así como por China y Rusia, todos lamentando el sufrimiento, pero ocultando la verdadera causa de la profundización de la crisis.
Típico fue el comentario de la representante de Estados Unidos, Michele Sison, quien declaró: “Cada miembro del Consejo de Seguridad debe estar indignado de que el mundo se enfrenta a la hambruna en el año 2017. La hambruna es un problema creado por el hombre con una solución hecha por el hombre”.
Exhortó a las partes involucradas en combates en los cuatro países a “dar prioridad al acceso a los civiles” y “no obstruir la ayuda” -aunque eso es exactamente lo que hacen las fuerzas respaldadas por Estados Unidos, particularmente en Yemen y, en menor medida, en los otros tres países.
El informe de la ONU no cubre otras crisis humanitarias también clasificadas por el Programa Mundial de Alimentos como “nivel tres”, entre las más graves están Irak, Siria, República Centroafricana y Filipinas (las tres primeras debidas a guerra civil mientras que la última al impacto de varios tifones del Pacífico). Tampoco cubren el devastador conflicto civil en Libia o Afganistán, devastado por casi 40 años de guerra continua.
Tampoco da revista al total mundial de personas con necesidad aguda de asistencia alimentaria, estimadas en 70 millones en 45 países, según la Red de Sistemas de Alerta Temprana contra el Hambre. Esta cifra sube un 40 por ciento desde el 2015, como resultado del aumento de las guerras civiles, la sequía y otros eventos climáticos, y el aumento de los precios de los alimentos.
El Programa Mundial de Alimentos experimentó un déficit de casi un tercio en 2016, recibiendo sólo 5,900 millones de dólares de los donantes para un desembolso total de 8,600 millones de dólares, lo que obligó a la agencia a recortar las raciones para los refugiados en Kenia y Uganda. Las solicitudes totales de ayuda humanitaria no financiadas ascendieron a 10,700 millones de dólares en 2016, cifra mayor que el total combinado de esas apelaciones en el 2012.
Mientras que estas sumas son gigantescas en términos de la necesidad, son una gota en el océano comparado a los recursos dilapidados por los grandes poderes para la guerra y el militarismo. El déficit total de ayuda humanitaria equivale a menos de un día de gasto militar mundial. La ayuda de 4,400 millones de dólares solicitada para la crisis del hambre es la mitad de lo que gasta el Pentágono en una semana típica.