Una serie de encuestas recientes en Estados Unidos muestra que existe una importante oposición al programa de deportación en masa de Donald Trump.
Una encuesta de CNN publicada el 17 de marzo encontró que el nueve de cada diez estadounidenses cree que el gobierno debería permitir que los inmigrantes que hayan vivido y trabajado en el país tengan el derecho a solicitar la ciudadanía. Esta cifra incluye al 84 por ciento de los que votaron por Trump, mientras que el porcentaje total de los que se oponen a dicha propuesta se redujo a la mitad desde el 2014.
Esta estadística rompe la narrativa de Trump, la prensa, los partidos políticos y los grupos de “izquierda” de la clase media alta que orbitan a los demócratas, la cual insiste en que una supuesta clase obrera blanca, rezagada y racista está alimentando la campaña antiinmigrante de Trump. La cifra del 90 por ciento es aún más significativa cuándo se contrapone a las décadas de campañas por ambos partidos para hacer de los inmigrantes el chivo expiatorio de la crisis económica y social. Esta abrumadora mayoría incluso desmiente el popular aforismo político de Robert Kennedy: “En todo momento, una quinta parte de las personas están en contra de todo”.
Este apoyo a los inmigrantes prevalece en todas las principales categorías demográficas y regionales: el 92 por ciento de aquellos con ingresos menores a $50.000, el 91 por ciento de los blancos sin título universitario, el 92 por ciento de los votantes rurales, el 90 por ciento de los mayores de 65 años, el 93 por ciento de personas del Medio Oeste (Midwest), el 89 por ciento del Sur y el 86 por ciento de los republicanos.
La encuesta de CNN también muestra que el 60 por ciento de los estadounidenses cree que la principal prioridad del gobierno en inmigración debería ser asegurar que los inmigrantes indocumentados tengan el derecho a permanecer en EE.UU. En cambio, sólo el 13 por ciento dice que el gobierno debería priorizar la deportación y el 26 por ciento respondió que la prioridad debería ser impedir que los inmigrantes entren sin documentos.
Este margen de apoyo ha aumentado significativamente en los últimos dos años. En septiembre del 2015, la proporción de encuestados que apoyaban priorizar la defensa de los derechos de los inmigrantes era de un 46 por ciento.
Aquellos con un ingreso menor a $50.000 están ligeramente más a favor de priorizar la legalización, mientras que la mayoría de cada grupo etario y región respondió en apoyo, fuesen sureños, ancianos o blancos sin un título universitario.
Asimismo, el 71 por ciento cree que el gobierno no debería implementar un plan de deportación en masa, en comparación con el 63 por ciento en diciembre del 2015. Dicho programa antiinmigrante es particularmente odiado entre los jóvenes y personas que viven en zonas urbanas, donde es más probables que vivan alrededor de una población inmigrante grande. En cuanto al plan de deportación, los partidarios de Trump se dividieron a la mitad.
Casi seis de cada diez respondieron que las políticas migratorias actuales van demasiado lejos, incluyendo a la mayoría en todas las regiones y categorías etarias y demográficas.
El Pew Research Center publicó otra encuesta el mes pasado con el título “Los estadounidenses expresan cada vez más afecto hacia grupos religiosos”. Según la encuesta, la popularidad de los musulmanes y ateos es la que ha crecido de forma más substancial. En comparación con hace tres años, los estadounidenses son ahora más tolerantes con los miembros de todos los grupos religiosos, excepto con los cristianos evangélicos, cuya popularidad permaneció igual.
El informe indica que la creciente aceptación hacia los musulmanes se debe particularmente a un aumento del 7 por ciento en el porcentaje de personas que conocen personalmente a una persona musulmana. Entre los jóvenes, los musulmanes son igual de populares que los cristianos evangélicos y protestantes tradicionales y más populares que los mormones. La población de mayor edad y los cristianos evangélicos son los únicos grupos que se mantienen relativamente fríos hacia los musulmanes.
Otras encuestas del 2017 también muestran que:
- El 62 por ciento de estadounidenses se opone a la construcción de un muro en la frontera con México.
- El 77 por ciento cree que los inmigrantes indocumentados son “menos propensos” o “tan propensos” a cometer delitos que los ciudadanos estadounidenses.
- El 68 por ciento se opone a suspender la llegada de refugiados de Siria al país.
Aún existe una gran confusión política, particularmente en relación con los derechos de los inmigrantes con antecedentes penales. De los encuestados por CNN, el 78 por ciento respondió que el gobierno debería deportar a aquellos con antecedentes, pero incluso esta cifra bajó del 83 por ciento en septiembre del 2016. Las poblaciones de mayor edad y con menos educación formal apoyan en mayor medida deportar a inmigrantes con historial delictivo.
Tal confusión es inevitable en medio de la avalancha de histeria antiinmigrante que ha agitado la prensa y los principales partidos capitalistas. Sin embargo, las encuestas encontraron que aun así existe gran simpatía hacia los inmigrantes, particularmente en de la clase obrera y sin importar la raza.
La gran mayoría de los trabajadores estadounidenses vive e interactúa con inmigrantes a diario, se enfrenta a los mismos problemas sociales y se solidariza con su lucha. Las familias en el país son cada vez más internacionales y multiétnicas. El 21 por ciento de las parejas casadas incluye al menos un cónyuge nacido en el extranjero.
Además, toda la población no indígena es la progenie de inmigrantes cuyas historias permanecen en el folclore familiar de decenas de millones. Los datos del censo del 2000 (la ascendencia nacional no fue incluida en la encuesta del 2010) muestran que la población estadounidense incluye a 49 millones descendientes de alemanes, 35 millones de irlandeses, 32 millones de mexicanos, 27 millones de ingleses, 17 millones de italianos, 10 millones de polacos, 9 millones de franceses, entre otros.
Pese a que la histeria antiinmigrante de Trump no ha logrado generar un apoyo generalizado, su programa todavía representa un grave peligro. Trump y sus asesores están buscando reunir el apoyo necesario para un movimiento fascista que canalice el aumento en las tensiones sociales en contra de los inmigrantes para así permitirle a la aristocracia financiera intensificar su contrarrevolución social en el país y guerras en el extranjero.
El Partido Demócrata, el cual aprobó las leyes que ahora forman la base de los planes para deportar a millones, ha aceptado en gran medida el programa xenófobo de Trump. Su oposición se ha limitado a una mezcla de nacionalismo antirruso y política de identidad referente a los sectores más afluentes de la clase media. De esta manera, la campaña derechista de los demócratas está preparando el terreno para que un movimiento fascista eche raíces. Sólo la clase obrera, organizada en lucha por la igualdad social e independiente de ambos partidos, es capaz de proteger los derechos de los inmigrantes.