El Secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, declaró la intención de Washington de mantener a los soldados estacionados, más o menos indefinidamente, en los territorios ahora ocupados por el Estado Islámico en Irak y Siria, en declaraciones pronunciadas al comienzo de una reunión de dos días de la coalición anti-ISIS organizada por Estados Unidos en Washington.
“El poder militar de la coalición permanecerá donde este califato fraudulento ha existido, para establecer las condiciones para una recuperación completa de la tiranía de ISIS”, dijo a una audiencia que incluyó al primer ministro iraquí Haider al-Abadi. No dio ninguna indicación de cuándo, si es que alguna vez, las tropas estadounidenses podrían ser retiradas de una zona de guerra que se extiende a través de Irak y Siria, donde ha habido combates de mayor o menor intensidad a lo largo de los 14 años desde que Estados Unidos invadió Irak.
Tillerson también pidió el establecimiento de “zonas provisionales de estabilidad” en Siria, a las cuales los refugiados—de la guerra civil instigada por Estados Unidos y extendida por todo el país durante los últimos seis años—podrían ser devueltos a la fuerza. Las áreas serán consideradas “seguras” si han sido despejadas inicialmente de ISIS, un estándar absurdamente bajo, considerando los conflictos mortales que continúan haciendo furor entre las diferentes facciones de la guerra civil en Siria.
También subrayó que estas áreas estarían bajo el control de los gobiernos locales instalados por Washington, presumiblemente provenientes de las fuerzas de oposición islámica y kurda patrocinadas por el Pentágono y la CIA, como parte de la guerra por el cambio de régimen contra el gobierno de Assad en Damasco.
El Secretario de Estado de Trump también exigió un mayor compromiso militar y financiero de los 68 países representados en la reunión. Un comunicado del Departamento de Estado antes de la reunión dijo que un objetivo clave sería “acelerar los esfuerzos internacionales para derrotar a ISIS”.
Tillerson enfatizó que las tropas estadounidenses estarían efectivamente involucradas en una ocupación permanente del vecino Irak. Incluso después de que ISIS sea derrotado en Mosul—donde cientos de civiles han sido asesinados por la ofensiva apoyada por Estados Unidos en la segunda ciudad más grande de Irak—el ejército estadounidense permanecerá allí, insistió Tillerson.
“Los líderes locales y los gobiernos locales asumirán el proceso de restablecer sus comunidades de las secuelas de ISIS con nuestro apoyo”, dijo. “El desarrollo de una sociedad civil rejuvenecida en estos lugares conducirá a una privación de ISIS y el surgimiento de la estabilidad y la paz donde había una vez el caos y el sufrimiento. Pero nada de esto sucederá automáticamente. Todos necesitamos apoyar este esfuerzo”.
Estas fraudulentas declaraciones de llevar “democracia” y “libertad” a Irak fueron empleadas por el gobierno de Bush en 2003 para justificar su invasión ilegal que provocó la muerte de más de un millón de iraquíes y ayudó a crear las condiciones bajo las cuales ISIS podría surgir.
Bajo Obama y ahora Trump, Washington se ha agarrado de la amenaza de ISIS para justificar una guerra sangrienta en el Medio Oriente que ya ha cobrado la vida de cientos de miles. Detrás de la propaganda, el objetivo real del imperialismo estadounidense es la consolidación de su control sobre la región rica en energía, provocando un cambio de régimen en Damasco y estabilizando al gobierno títere en Bagdad. En el proceso, Estados Unidos y sus aliados imperialistas han arrasado ambos países, han cobrado la vida de cientos de miles de personas y han forzado a millones más a huir de sus hogares.
En una observación que equivale a un cheque en blanco a los Estados Unidos para librar una guerra donde quiera y cuando quiera o le parezca oportuno, Tillerson advirtió siniestramente que ISIS podría resurgir en cualquier lugar después de ser derrotado en la actual lucha. “A medida que estabilizamos las áreas que abarcan el califato físico en ISIS en Irak y Siria, también debemos evitar que sus semillas de odio echen raíces en otros lugares”, dijo. “Debemos asegurarnos que ISIS no pueda ganar o mantener puntos de apoyo en nuevas regiones del mundo”.
Aún cuando el Secretario de Estado hizo estos comentarios, una importante operación de las fuerzas especiales de Estados Unidos ha sido lanzada en Siria para proporcionar apoyo a las fuerzas democráticas sirias (SDF), dominadas por los kurdos, en un asalto detrás de las líneas ISIS. Las tropas estadounidenses y las milicias SDF fueron llevadas a un lugar cercano a una represa en el río Éufrates, que pretenden tomar de ISIS, para abrir una nueva ruta a Raqqa, la capital de facto del Yihadismo.
Mientras que los informes trataban de mantener la ficción que los miembros del personal militar de Estados Unidos estaban allí como “asesores”, realmente están—para todos los efectos y propósitos— involucrados en una misión de combate. El coronel Joe Scrocca, portavoz de la intervención militar de Estados Unidos en Siria e Irak, lo admitió cuando señaló que la misión detrás de las líneas enemigas podría tardar “semanas” en completarse.
En preparación para la ofensiva, los aviones estadounidenses intensificaron su despiadado bombardeo del área de Raqqa. El martes una de estas bombas destruyó el edificio de una escuela, el cual se estaba utilizando para albergar a los refugiados forzados a huir de sus hogares por el ataque. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, que describió el ataque como una “masacre”, 33 cuerpos fueron recuperados de los escombros. La cifra de víctimas podría ser mucho mayor, ya que los activistas informaron que hasta 100 personas vivían allí. El grupo activista ‘Raqqa Está Siendo Asesinada Silenciosamente’ RBSS (siglas en Inglés) dijo que el paradero de 50 familias que vivían en la escuela sigue siendo desconocido.
Se estima que 116 civiles han sido asesinados en ataques aéreos en Siria desde el 8 de marzo, mientras que en Mosul, el número de muertos ha aumentado drásticamente cuando las fuerzas iraquíes y los aviones estadounidenses comenzaron a atacar la parte occidental densamente poblada de la ciudad. Más de 1.000 fueron muertos o resultaron heridos solamente en febrero. En declaraciones a the Intercept, el periodista Anand Gopal describió los ataques aéreos estadounidenses en Mosul como “golpeando prácticamente todo lo que está a la vista”. Gopal añadió: “Es un verdadero desastre humanitario que se está desplegando mientras estamos hablando”.
El evidente desprecio por la vida de los civiles es el producto directo de la concesión, por parte de Trump, de poderes ampliados al Pentágono y a los comandantes militares estadounidenses en la región para lanzar sus ataques. Esto significa que los ataques aéreos pueden llevarse a cabo sin supervisión alguna de la Casa Blanca, asegurando un ritmo más rápido e intenso que durante el gobierno de Obama, cuando tal supervisión no impidió frecuentes víctimas civiles en Irak y Siria.
Mientras tanto, una diversa colección de afiliados de Al Qaeda y otros grupos islamistas continuaron atacando Damasco el miércoles. Los informes hablaron de bombardeos indiscriminados por parte de los Yihadistas del distrito de al-Mazraa de la capital, donde se encuentra la embajada de Rusia. Fuentes del gobierno sirio informaron que se habían enviado refuerzos al vecindario oriental de Jobar, en Damasco, así como a la ciudad de Hama, donde está en marcha otro ataque Yihadista.
La intensificación de la administración Trump del conflicto sirio, tiene lugar en una región cada vez más desestabilizada y amenaza con desencadenar una guerra más amplia con consecuencias desastrosas. Al igual que Estados Unidos, varias potencias imperialistas europeas, entre ellas Gran Bretaña, Francia y Alemania, tienen fuerzas militares asentadas en la región para imponer sus propias grandes ambiciones de poder.
Rusia, que intervino en 2015 para sostener el régimen de Assad, también está reforzando su presencia en el controvertido noroeste de Siria, donde su personal militar llevará a cabo la capacitación de la milicia kurda YPG (acrónimo en Inglés de Unidades de Protección del Pueblo), que también recibe el apoyo de los Estados Unidos. Esto agravará el antagonismo de Turquía ya que Ankara no está preparada para tolerar en su frontera la consolidación de una región autónoma controlada por los kurdos. Ankara también ve a Irán con una creciente hostilidad, acusándolo de buscar expandir su influencia en Siria. Incluso dentro de la coalición dirigida por Estados Unidos, existen diferencias sobre la política siria.
En declaraciones al Washington Post, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Jean-Marc Ayrault, se quejó que había estado “esperando más detalles” del gobierno de Trump. Ayrault dijo que Washington tenía que concentrarse en “todos los aspectos” del conflicto en Siria y no sólo en las operaciones militares contra ISIS, y exigió una “idea clara” sobre el papel de Rusia.
La intensificación de la guerra en Siria y la real perspectiva que podría desencadenar un conflicto mucho más amplio, subraya la urgente necesidad de construir un movimiento internacional contra la guerra en la clase obrera para oponerse a las peligrosas políticas de los imperialistas piro-maníacos tanto en la administración de Trump como en las capitales de Europa.