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Perspectiva

¿Por qué perdieron Hillary Clinton y el Partido Demócrata en las elecciones del 2016?

En un evento con Christiane Amanpour de CNN este martes, la excandidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, atribuyó su derrota en noviembre principalmente a dos factores: la misoginia del electorado y la interferencia rusa. También puso énfasis en el anuncio que hizo el director del FBI, James Comey, en octubre de que reabrirían la investigación sobre el uso de Clinton de un correo electrónico privado cuando era secretaria de Estado.

La misoginia “desempeñó un papel”, dijo, afirmando que “realmente hubiera sido un gran acontecimiento” elegir a la primera presidenta del país. También culpó al presidente ruso, Vladimir Putin. “Claramente interfirieron en nuestras elecciones y lo hicieron para herirme y ayudarle a mi oponente”, declaró. Como prueba de esta presunta injerencia rusa, Clinton señaló la divulgación de WikiLeaks de los correos electrónicos de su viejo director de campaña, John Podesta, donde aparecieron las transcripciones de algunos de sus discursos remunerados para los banqueros de Wall Street.

Las afirmaciones de Clinton han sido desmentidas por los hechos. En un artículo publicado el 1 de mayo en el diario Washington Post, bajo el título “¿Por qué ganó Trump? Una nueva investigación de los demócratas ofrece una respuesta preocupante”, el columnista Greg Sargent se refiere a una encuesta que muestra que la victoria electoral de Trump se debió a las difíciles condiciones que enfrenta la clase obrera y la amplia oposición popular a las políticas corporativistas del Partido Demócrata.

El sondeo, comisionado por la firma Priorities USA, vinculada con el Partido Demócrata, se llevó a cabo en los suburbios obreros alrededor de Milwaukee, Wisconsin, y Detroit, Michigan, así como en Tampa, Florida. Los tres estados han oscilado tradicionalmente de un partido al otro, apoyando a Barack Obama en el 2008 y el 2012 pero cambiando a favor de Trump el año pasado. La encuesta tenía como objetivo examinar dos tipos de votantes: los que votaron por Obama en el 2012 y por Trump en el 2016 y quienes votaron por Obama en el 2012 pero no acudieron a las urnas en el 2016.

Los resultados presentan una clase obrera bajo una enorme tensión financiera, cada vez más desilusionada con ambos partidos y opuesta profundamente a recortes sociales como en salud.

“Una semejanza clave” entre ambos grupos de votantes es que “todos están luchando económicamente”, concluyen los encuestadores. El 50 por ciento de los votantes por Obama y Trump reporta que sus ingresos se han rezagado respecto al costo de la vida y el 31 por ciento dice que apenas se mantienen con las alzas.

Las condiciones son aún peores para los que no votaron en las últimas elecciones. Cuarenta y tres por ciento de ellos indica que sus ingresos se están quedando por debajo del costo de la vida, mientras que el 49 por ciento dice que se mantienen al mismo nivel —es decir, el 92 por ciento apenas puede mantenerse a flote.

De una manera confusa y contradictoria, los que votaron por Obama y Trump expresan una creciente oposición social contra la élite política desde la izquierda. Según estos votantes, las prioridades del gobierno deberían ser proteger el seguro social y el seguro médico estatal de Medicare (85 por ciento para ambos), crear empleos bien remunerados (84 por ciento) y proveer un acceso a la salud asequible (80%).

La encuesta muestra que su prioridad más baja es construir un muro fronterizo entre EE.UU. y México. Les preocupa lo menos que Trump sea “demasiado cercano a Putin y no vaya a enfrentarse a Putin”. Están substancialmente más preocupados de que Trump involucre a EE.UU. en más guerras extranjeras y ponga los intereses de las grandes corporaciones delante de los de la población trabajadora.

Entre los que no votaron en el 2016, el 87 por ciento apoya mayores impuestos a las corporaciones, el 89 por ciento un mayor gasto en infraestructura, el 79 por ciento un mayor salario mínimo, el 75 por ciento mayores impuestos a los ricos y el 73 por ciento las ausencias familiares pagas por cuidado infantil. Por mucho, lo que más le preocupa a estos votantes es la economía y el acceso a la salud. Sólo el 6 por ciento respondió que Rusia es la cuestión más importante, el 5 por ciento mencionó la inmigración y el 2 por ciento la seguridad nacional/terrorismo.

Conforme se han deteriorado sus condiciones económicas, los encuestados han percibido que las políticas del Partido Demócrata sólo favorecen a los ricos. Sargent del Washington Post señala, “Un hallazgo de la encuesta que sobresale: un porcentaje sorprendentemente alto de los votantes por Obama y Trump dijo que las políticas económicas de los demócratas favorecerán a los ricos —el doble de los que respondieron lo mismo en relación con Trump. También me permitieron ver grabaciones de algunas discusiones de grupos focales, en las que los votantes por Obama y Trump presentaron críticas fuertes de los demócratas en relación con la economía”.

Sargent relata que los encuestados en los grupos focales respondieron que el Partido Demócrata representa “el uno por ciento” y “el statu quo”. Entre los que votaron por Obama en el 2012 pero no votaron en el 2016, las razones más comunes por abstenerse fueron: “No hace ninguna diferencia”, “No me gustó ningún candidato”, “Voté por Bernie Sanders en las primarias; No podía apoyar a Clinton en las generales” y “Estoy cansado de votar por el menor de dos males”.

Estos resultados confirman lo que el World Socialist Web Site enfatizó en su análisis inicial de los resultados electorales: la derrota de Clinton fue el producto de una abstención masiva por parte de los trabajadores —y sobre todo trabajadores afroamericanos— en las principales ciudades industriales como Cleveland, Detroit y Milwaukee, además de un cambio a favor del candidato republicano en todos los grupos raciales en comparación con el 2012. La aseveración de Clinton que perdió por la misoginia de los votantes se puede refutar por el hecho de que las encuestas de salida a nivel nacional muestran que el Partido Demócrata perdió más de un millón de votos de mujeres de la clase obrera entre el 2012 y el 2016.

La clase obrera estadounidense odia a Hillary Clinton, pero no por su género, sino porque encarna, tanto personal como políticamente, todo lo podrido del capitalismo estadounidense. Más específicamente, el rechazo a Clinton refleja el aumento en la percepción del Partido Demócrata como el representante más directo de los bancos y las corporaciones.

Durante la primera mitad del siglo XX, el Partido Demócrata representaba una alianza entre los sectores profesionales, la máquina política de Tammany Hall en el Norte, los segregacionistas en los antiguos estados esclavistas del Sur y las burocracias sindicales—primero la Federación Estadounidense del Trabajo y luego el Congreso de Organizaciones Industriales. Incluso para la década de 1960, su programa nacional consistía de leves reformas sociales, como una adopción parcial de las plataformas populistas y progresistas del periodo anterior a la Gran Depresión.

Un punto clave de inflexión llegó a finales de los sesenta, cuando las contradicciones arraigadas en las bases anticomunistas y procapitalistas del partido emergieron de golpe en el momento que el presidente Lyndon Johnson drenó los recursos destinados a programas sociales de la Gran Sociedad para financiar la guerra de Vietnam.

Al encontrarse profundamente desacreditada por las consecuencias desastrosas de la guerra y la represión despiadada de las manifestaciones antibélicas y de los disturbios en los cascos urbanos, el Partido Demócrata comenzó a reorientarse hacia una sección pudiente de afroamericanos y otras minorías raciales que se beneficiaron de las legislaciones sobre derechos civiles que su partido respaldó a mediados de los sesenta.

Conforme se profundizaba la brecha entre los ricos y los pobres en las décadas posteriores, los demócratas empezaron a abandonar la pretensión de apelar a los votantes trabajadores con base en un programa de reformas sociales. Viendo sus lazos con Wall Street y los mandos militares y de inteligencia estrecharse, mientras que se volvía cada vez más impopular en la clase obrera, el partido buscó construir una base electoral más amplia en los sectores privilegiados de la clase media-alta, donde predomina la política racial, de género y preferencia sexual.

La campaña presidencial de Clinton reflejó la horrible culminación de esta trayectoria hacia la derecha, casando al aparato militar y de inteligencia con la política de identidad racial y de género, mientras que Clinton ignoró conscientemente las dificultades económicas de la clase obrera y se opuso al demagogo de Trump desde la derecha en cuestiones militares y de vigilancia estatal.

Los personajes como Bernie Sanders y sus acólitos de la pseudoizquierda están desempeñando un papel patético al intentar apuntalar al Partido Demócrata. En su tour a los estados que oscilaron en las elecciones, el cual realizó con Thomas Perez, el presidente del Partido Demócrata y confidente de Clinton, Sanders declaró ante una multitud que “llegaron al lugar correcto” para hablar sobre la “revolución política” y que “nuestro trabajo es transformar radicalmente al Partido demócrata”.

Lo que Sanders, Clinton y la élite política en su conjunto temen más es que el aumento en la oposición social, el cual se vio reflejado de forma incipiente y distorsionada en las últimas elecciones, vire hacia una dirección conscientemente de izquierda y socialista.

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