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La ministra de Defensa Von der Leyen pide disculpas por criticar al ejército alemán

El jueves, la ministra de Defensa alemana, Ursula Von der Leyen, les pidió disculpas a los generales del ejército después de haberlos criticado levemente por hacerse de la vista gorda ante las operaciones de extremistas de derecha en sus filas. Este acto demuestra el aumento en el poder del Estado Mayor como parte del resurgimiento del militarismo alemán.

En los últimos días, se ha hecho pública más información sobre el teniente Franco A., un extremista de derecha que fue detenido tras planificar ataques contra altos funcionarios del gobierno, activistas de izquierda y organizaciones judías y musulmanas, todo bajo la protección de secciones de los mandos militares.

Von der Leyen intentó restarle importancia al incidente, criticando levemente las acciones del ejército alemán o Bundeswehr. Dijo que las cúpulas militares tienen un “problema de actitud” y “un espirit de corps mal interpretado”, entre otras cosas dando lugar a errores que no fueron abordados a tiempo. “Ven hacia otra parte. Esto es lo que pasa hasta que sucede un incidente. Y eso es inaceptable”, declaró en el programa “Berlin Direkt” del canal ZDF.

Estas declaraciones desataron una ola de protestas por parte de los militares. El teniente André Wüstner, presidente de la Agrupación Militar Alemana (DBwV, Der Deutsche Bundeswehr Verband), dijo que el comportamiento de la ministra era “increíble”. Ninguna persona en el ejército ha podido “verificar” sus afirmaciones y su caracterización de los mandos del ejército. Es inaceptable, añadió, “como una ministra está ahora, por así decirlo, dejando la tribuna y juzgando a las fuerzas armadas”.

El ex sargento mayor, Gerhard Stärk, también dirigente de la DBwV, denunció a von der Leyen por enviar “precisamente la señal equivocada [acusando] al ejército de tener problemas de liderazgo en los distintos niveles”. Una crítica general hacia las tropas como esa es inaceptable, dijo. Lo de A. Franco es un caso aislado. No deberían cuestionar a todos por un solo hombre. Las críticas de la ministra de Defensa fueron “muy alienantes y frustrantes”, unas “declaraciones horrendas”.

Von der Leyen no fue atacada solo por la Bundeswehr. Los socialdemócratas (SPD, Sozialdemokratischen Partei Deutschlands), los verdes y Die Linke también lo hicieron. El presidente del SPD, Martin Schulz, la acusó de no tener un sentido de responsabilidad, mientras que el experto en defensa del SPD, Arnold Rainer, le exigió pedir disculpas a sus soldados. El exdiputado y líder de la juventud socialdemócrata, Lars Klingbeil, acusó a von der Leyen de “traicionar a cientos de miles de soldados”. El experto en defensa del Partido Verde, Tobias Lindner, declaró, “No es culpa de la Bundeswehr si es cada vez más atractiva para extremistas de derecha”.

El jueves, von der Leyen invitó a alrededor de cien generales y otros líderes del ejército a presenciar un discurso en el Ministerio de Defensa. Se podría haber esperado una fuerte diatriba contra los distintos mandos militares, exigiendo responsabilidades y una explicación de cómo es posible que se armara toda una conspiración terrorista de extrema derecha dentro del mismo ejército. En cambio, la cúpula de la Bundeswehr demostró su poder.

La ministra comenzó reafirmando su sumisión a los generales y ofreció una disculpa formal por sus críticas. “Independientemente de donde sirvan o trabajen estos hombres y mujeres —dijo von der Leyen— es un servicio esencial para nuestro país. Merecen agradecimiento y reconocimiento por eso. Me gustaría haber hecho esas declaraciones el fin de semana durante la entrevista de cinco minutos sobre el extremismo de derecha. Lo siento por no haberlo hecho. Me siento decepcionada por eso”.

La prensa derechista aplaudió sus declaraciones, como el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung que tituló su informe “Von der Leyen pide perdón a los generales”.

Tal acto de reverencia ante los altos mandos del ejército va en contra del principio democrático de la subordinación de los militares al poder civil, el cual fue establecido por la Ley Fundamental de Alemania con el objeto de superar la profunda oposición al rearme y la creación del ejército alemán. De acuerdo con el artículo 65, el ministro de Defensa y, en el caso de defender al país, el Canciller tiene el poder de emitir órdenes y comandos a las fuerzas armadas. Además, el Bundeswehr es un ejército parlamentario ya que sólo el Parlamento alemán o Bundestag, no el gobierno central, puede decidir llevar a cabo una intervención militar.

Está claro ahora que dicha subordinación de los militares a las decisiones políticas sólo estuvo vigente durante el período relativamente pacífico de la posguerra. Pero, el ejército apenas había comenzado a participar en intervenciones militares y prepararse para un conflicto entre las grandes potencias cuando los altos mandos comenzaron a insistir en su inmunidad e independencia, a las que se han comprometido a hacer valer los partidos políticos y el gobierno.

A mediados de abril, el historiador militar Sönke Neitzel le hizo un llamado al Estado Mayor a hacerse escuchar más e intervenir en la política exterior e interior alemana. En tiempos de guerra, “el Estado Mayor, esos cerca de doscientos altos funcionarios en los grupos de remuneración B 6 a B 10”, indica Neitzel, son simplemente mejores que los políticos.

Menos de cuatro semanas después, esto se hizo realidad. Ante una conspiración neonazi, que posiblemente involucre a los niveles más altos del ejército, los generales están rechazando todo control civil, atacando a sus superiores políticos, mientras que los oficiales civiles se están sometiendo a sus demandas.

Tales relaciones existieron en Alemania durante la República de Weimar, cuando el Estado Mayor conformaba un Estado dentro del Estado y el ejército era un caldo de cultivo para grupos terroristas ultraderechistas que asesinaban impunemente a socialistas, pacifistas e incluso a un ministro del gobierno, Walther Rathenau. Esto contribuyó significativamente a la llegada al poder de los nazis.

Los dos principales generales alemanes de la Primera Guerra Mundial participaron directamente en socavar la República de Weimar. En primer lugar, el general Ludendorff apoyó el golpe de Estado de Kapp en 1920 y tres años más tarde encabezó una revuelta junto a Hitler en Múnich. Luego, el general Paul von Hindenburg se convirtió en presidente en 1925 y nombró a Hitler como canciller en enero de 1933.

Esta siniestra tradición está resurgiendo de nuevo a raíz del regreso del militarismo alemán.

Von der Leyen hizo lo que pudo para ocultar esta historia. En cuanto a los objetos relacionados con la Wehrmacht de Hitler encontrados en los cuarteles donde se hospedó A. Franco, la ministra le señaló a los generales que la Wehrmacht “no es el proveedor de tradición” del ejército. “Esto no es nada nuevo. Es algo evidente en el ejército. En la Directiva de Tradición de 1982 se afirma sin lugar a dudas: 'Un régimen extralegal como el Tercer Reich no puede ser la base de tradiciones'”.

Esta es una mentira abierta. En un artículo anterior, mencionamos que en su fundación el 12 de noviembre de 1955, el ejército todavía llevaba el nombre de la nueva Wehrmacht. Todos los 44 generales y almirantes que fueron designados antes de 1957 formaron parte de la Wehrmacht de Hitler, mayoritariamente del Estado Mayor del ejército. En 1959, de los 14.900 soldados profesionales, 12.360 de ellos eran oficiales de la Wehrmacht. Trescientos de ellos provenían de los principales órganos de las SS.

Según un estudio publicado en el 2011 por el historiador militar, Wolfram Wette, “Esta continuidad del personal [significó] un grave reto para la vida interna del ejército”. En el cuerpo de oficiales del ejército, la tendencia a “orientarse a las tradiciones pre-1945” perduró durante mucho tiempo.

El viernes, un reportaje del diario Süddeutsche Zeitung, indica que siete cuarteles del ejército todavía llevan los nombres de figuras importantes de la Wehrmacht, dos de los cuales —uno en Augustdorf, Westfalia, y el otro en Rhein Dornstadt, Baden-Württemberg— se llaman “Mariscal de campo Erwin Rommel” y uno en Münster, Baja Sajonia, llamado Hindenburg.

Como una iniciativa del Ministerio de Propaganda de Goebbels, convirtieron a Rommel en un héroe de guerra del Tercer Reich y en el general más famoso de Hitler. Desde que rompió con Hitler sobre cuestiones militares al final de la guerra y fue llevado al suicidio, su legado y el culto a Rommel prevalecieron sin una mancha después de la guerra.

El caso de A. Franco y sus consecuencias demuestran que el regreso de Alemania a políticas militaristas e imperialistas no sólo plantea el peligro de nuevas guerras en el extranjero, pero también de la reaparición de un régimen militar y una dictadura en el país.

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