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Perspectiva

El conflicto entre Europa y EE.UU. domina la cumbre de la OTAN

La primera visita del presidente estadounidense, Donald Trump, a Europa expuso la profunda grieta que corre a lo largo de la alianza transatlántica de la OTAN.

Oficialmente, la cumbre de la OTAN del jueves pasado alcanzó un acuerdo entre todos los miembros, que prometen dedicar 2 por ciento de su PIB al gasto militar y participar en la coalición encabezada por EE.UU. contra Estado Islámico. Sin embargo, los conflictos entre las potencias imperialistas, particularmente entre EE.UU. y Alemania, se han recrudecido a tal punto que son difíciles de ocultar.

Previo a la “cena de trabajo”, Trump regañó a los visiblemente preocupados líderes europeos. Dijo, “23 de los 28 Estados miembros no gastan lo que deben. Es injusto para las personas y el contribuyente de EE.UU”. El presidente estadounidense luego recalcó, “Muchas de estas naciones deben enormes sumas de dinero de años anteriores”.

También exhortó a los miembros de la OTAN a intensificar su lucha conjunta contra el terrorismo. “Tenemos que ser duros, fuertes y vigilantes”, dijo Trump, declarando que el terrorismo amenaza a toda la humanidad. “La OTAN del futuro debe tener un gran enfoque en el terrorismo y la migración. También en las amenazas de Rusia y las fronteras del este y del sur de la OTAN”.

Poco antes de la intervención de Trump, la canciller alemana, Angela Merkel, señaló que el aumento previsto en gasto militar de su gobierno era suficiente. Añadió que la OTAN sólo iba a confirmar su acuerdo del 2014 para aumentar el gasto en defensa, pero nada más. “Confirmarlo significa nada más ni nada menos”, sentenció.

No cabe duda alguna que las declaraciones de Trump iban dirigidas principalmente hacia Berlín. Según la revista alemana Der Spiegel, Trump sostuvo una reunión con el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en la que declaró: “Los alemanes son malos, muy malos”. Luego, presuntamente añadió, “Fíjense en los millones de automóviles que venden en Estados Unidos. Es terrible. Vamos a hacer que eso pare”.

Poco después de la visita de Merkel a Washington en marzo, Trump tuiteó, “¡Alemania le debe mucho dinero a la OTAN, y EE.UU. debería ser mejor recompensado por la poderosa y muy cara defensa que le provee a Alemania!”

Desde entonces, se han intensificado los conflictos económicos y geoestratégicos entre Washington y Berlín. El discurso de Trump en la capital saudí de Riad el fin de semana pasado, donde describió a Irán como “el principal promotor estatal del terrorismo”, fue fuertemente criticado en Europa. Berlín no está interesado en una guerra con Irán, sino más bien en una apertura económica del país para poder acceder a nuevas fuentes de energía y a nuevos mercados donde vender las exportaciones alemanas.

Berlín también se opone a las confrontaciones de Estados Unidos con China, que ya se habían intensificado bajo el gobierno de Obama, pero que lo volvieron a hacer y de forma más agresiva bajo Trump. China es una fuente muy importante de ingresos para la industria automotriz alemana, mientras que Berlín también se ha interesado en la “nueva ruta de la seda” de Beijing, cuyo objetivo es integrar la región del Golfo y Rusia con Europa a través de vínculos comerciales.

El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, llegó a la reunión de la OTAN tras irse antes de lo anticipado de una visita en China. Poco después de su nombramiento a este cargo, una semana después de la inauguración de Trump, Gabriel anunció que desarrollaría una estrategia para Asia con el fin de “aprovechar los espacios que EE.UU. ha dejado vacantes”.

Antes de la cumbre en Bruselas, Gabriel comenzó una ofensiva contra la política exterior de Estados Unidos junto con Martin Schulz, el candidato del SPD (partido socialdemócrata de Alemania) para canciller. Ambos criticaron la demanda de Washington que Alemania aumente su gasto militar al 2 por ciento del PIB para el 2024. Gabriel señaló que sería, “absolutamente imposible duplicar el gasto militar en Alemania”, añadiendo que “no sabríamos en qué gastarlo”.

En un artículo de opinión publicado en Der Spiegel, titulado “Invirtamos en paz, no armas”, Schulz advirtió, “El debate acerca de la supuesta meta de la OTAN del 2 por ciento” revela “una tendencia peligrosa”. Indicó que tal aumento, “significaría casi duplicar el presupuesto de defensa anual de Alemania a un total gigante de €70.000 millones”. Luego, planteó hipócritamente: “¿Tendrían los padres fundadores esta imagen de Alemania en 1949, unidos, integrados firmemente en Europa, rodeados de amigos y socios, pero armados hasta los dientes?”.

El comentario de Schulz no contiene ni una pizca de pacifismo. Su interés no es reducir los gastos militares, sino asegurarle a Alemania una mayor independencia de Washington. No quiere que las políticas militares sean dictadas desde la Casa Blanca. En cambio, su intención es reforzar el ejército alemán y las fuerzas europeas al punto que puedan actuar de forma independiente y en oposición a Estados Unidos.

En su artículo en Spiegel Online, Schulz llama a poner en marcha una gran acumulación militar del ejército alemán y un mayor número de intervenciones militares en el extranjero. Escribió, “En el futuro, el ejército participará en intervenciones conforme al derecho internacional. Nuestros soldados necesitan los mejores equipos posibles para eso”.

Al mismo tiempo, Schulz exigió una expansión de las políticas de defensa europeas y la creación de un ejército europeo dominado por Alemania. Europa tiene que, “finalmente avanzar en las políticas de seguridad y defensa conjuntas de la UE. Junto con nuestros socios en la UE, quienes buscan el mismo objetivo, queremos llegar a un acuerdo sobre la fundación de una unión europea de defensa”, manifestó. La “salida de la UE por parte de Reino Unido, el cual siempre impidió progresar en este ámbito”, ofrece “nuevas oportunidades” a lo largo de estas líneas.

Es inconfundible que Schulz pide una política de grandes potencias alemana y europea para defender sus intereses imperialistas alrededor del mundo independientemente y en oposición a Washington.

Insistió en que la UE tiene que “finalmente salirse del margen y adoptar un papel protagonista en el escenario de las políticas internacionales por la paz”. Será “incómodo” y “definitivamente provocará discusiones extensas”. Pero no hay una “alternativa razonable” a tener “un papel europeo más activo”. Concluyó, “Porque muchos de los otros actores políticos globales, incluyendo aquellos que son nuestros aliados, no tienen un interés o si acaso uno limitado en una nueva política para la paz”.

El intento de los socialdemócratas alemanes de retratar al imperialismo europeo como una alternativa pacifista al militarismo estadounidense es un fraude. En el último cuarto de siglo, las potencias europeas han participado en las guerras ilegales de agresión emprendidas por el imperialismo norteamericano y ahora buscan imponer políticas en todos sus frentes que son similares a las que está promulgando el multimillonario mandatario estadounidense. Están dedicados a los recortes sociales en toda Europa, una expansión constante de sus fuerzas militares y un fortalecimiento del aparato estatal. De esta forma, están cada vez más preparados para actuar en contra de su “aliado” norteamericano.

La razón detrás de estos peligrosos cambios es la insoluble crisis del capitalismo, incapaz de superar la contradicción entre el carácter internacional de la producción y el sistema de Estados nación. Al igual que en vísperas de ambas guerras mundiales, la lucha entre las potencias imperialistas en busca de materias primas, mercados y zonas de influencia está desencadenando conflictos agudos que culminarán inevitablemente en una guerra de proporciones mayores, a menos que la clase obrera intervenga con un programa propio, socialista e independiente.

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