Puede que, a primera vista, Londres, Inglaterra, una ciudad de 8,7 millones de habitantes y el hogar de la mayor concentración de millonarios en el mundo, parezca no tener nada en común con la empobrecida ciudad de Flint, Michigan, representativa del "Rust Belt" (cinturón de óxido) estadounidense y donde sus residentes han estado luchando el envenenamiento con plomo por más de tres años.
Sin embargo, en Londres y Flint, al igual que en ciudades alrededor del mundo, el capitalismo moderno está condenando a la clase obrera a condiciones imposibles y a una tumba temprana
Más de dos semanas después del incendio de la torre Grenfell, las autoridades siguen ocultando el número real de víctimas y el alcance de este delito social. La policía, que levantó la cifra oficial a ochenta el miércoles pasado, ahora dice que no tendrá un conteo preciso hasta el próximo año. El insensible manejo por las autoridades subraya la hostilidad de la clase gobernante, que ve a los residentes de Grenfell como poco más que "daños colaterales" en una guerra de clases contra la clase obrera y los pobres.
El mismo día, señalando un posible "riesgo de interrupción", los miembros del ayuntamiento les prohibieron a los supervivientes del infierno en Grenfell a participar en la sesión de gabinete del municipio de Kensington y Chelsea, donde se iba a dar un reporte sobre el incendio. Mientras tanto, el gobierno de Teresa May está preparando una investigación que no va a ser nada más que un encubrimiento de la complicidad de los políticos tories y laboristas que han presidido las décadas de desregulación y austeridad que produjeron este desastre.
Mientras que Londres se ha convertido en una capital mundial de la especulación financiera y de los bienes raíces y el hogar de 86 personas con una riqueza mayor a los mil millones de dólares, los obreros y pobres en la ciudad han sido amontonados en trampas mortales como la torre de Grenfell, que no cumplía con normas de seguridad básicas, como detectores de humo, sistemas de riego y múltiples rutas de escape.
Los concejeros municipales ignoraron las quejas de los residentes de Grenfell sobre seguridad, pero decidieron revestir el exterior del edificio para complacer a los ricos vecinos que consideraban que la torre de apartamentos de bajos ingresos era una monstruosidad que podría traerse abajo el valor de sus propiedades de inversión y casas cercanas de varios millones de libras.
Como en Londres, los residentes de Flint son víctimas de un crimen social motivado por el desesperado afán de lucro de inversionistas multimillonarios y sus secuaces políticos. En este caso, los funcionarios bajo el multimillonario gobernador republicano, Rick Snyder, y su tesorero estatal demócrata, el exbanquero Andy Dillon, diseñaron un esquema para enriquecer a contratistas privados y tenedores de bonos mediante la construcción de un nuevo acueducto desde el lago Hurón, evitando el sistema de Detroit del que Flint había dependido por décadas. Esto supuso un cambio en el suministro de agua de la ciudad a aguas no tratadas del río Flint, el cual está contaminado.
Al igual que en Londres, los oficiales estatales y locales en Michigan ignoraron las protestas de los residentes de Flint, quienes se quejaron que el agua salía sucia y fétida y que sus hijos se estaban enfermando. El envenenamiento del agua resultó en la muerte de al menos doce habitantes con legionelosis, además de problemas de salud para adultos y discapacidades intelectuales para los niños de la ciudad.
Después de más de tres años de falsas promesas de funcionarios llegando hasta al presidente Obama, los residentes no han visto ningún alivio. En cambio, las autoridades estatales y locales han dejado de dar subsidios para el agua, reanudado los cortes del servicio en masa por falta de pago y han dejado de distribuir agua embotellada.
A principios de la semana pasada, un comité de control financiero no electo, actuando en nombre de los bancos y los grandes inversores, anuló unánimemente una moratoria de un año a los gravámenes impositivos para los residentes que dejen de pagar sus cuentas de agua, la cual sigue saliendo contaminada con plomo y otras toxinas. Si los residentes no pagan, el condado o la ciudad terminan apropiándose de las casas para poder pagar los casi $85 millones que le deben a los tenedores de bonos que están lucrando de la construcción del acueducto.
Los acontecimientos en Grenfell y Flint no fueron desastres naturales, sino crímenes que han resultado tras décadas de desregulación, austeridad y otras políticas de libre mercado. Estas medidas han transferido una tremenda cantidad de riqueza y de poder concentrados en manos de una oligarquía no vista desde la denominada Gilded Age (la “edad chapada en oro” de fines del siglo XIX).
Este tipo de eventos se están volviendo más y más comunes en todo el mundo. El 25 de julio, habitantes de una aldea pakistaní corrieron para recolectar combustible que se estaba regando de un camión cisterna estrellado. De repente, éste estalló, cobrando 150 vidas. En la Ciudad de Nueva York, decenas de pasajeros salieron con lesiones que por poco no los matan cuando se descarriló el metro subterráneo en el que viajaban. El sistema de señales es el mismo que en 1904, en una ciudad que concentra la segunda mayor cantidad de personas con patrimonios mayores a los mil millones de dólares, a pesar de haber perdido uno el año pasado cuando éste se trasladó a la Casa Blanca.
En su obra de 1845, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Friedrich Engels denunció a la clase gobernante británica de ser culpable de "asesinato social" por los nauseabundos suministros de agua, el hacinamiento de las viviendas y las enfermedades que afligía a barrios obreros enteros en Manchester y otras ciudades:
Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ellos; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo…
Bajo el sistema capitalista del siglo XXI, todos los aspectos de la vida, incluyendo el agua, han sido "monetizados" y convertidos en vehículos de lucro para la especulación financiera. Expropiar las ganancias mal habidas de estos asesinos sociales y detener el despilfarro de recursos sociales en sus mansiones, islas y jets privados, de salud pública y seguridad expropiar las ganancias mal habidas de estos asesinos sociales y detener el despilfarro de recursos de la sociedad en sus mansiones, jets privados y las islas tropicales han adquirido una mayor urgencia para la salud y seguridad públicas.
Un compromiso norme, tanto económico como social, es necesario para reemplazar el tapizado inflamable de miles de edificios residenciales en Reino Unido y en los otros países en los que se ha utilizado y las tuberías hechas de plomo en Flint y todo el país. La inmensa cantidad de recursos requeridos para estas obras de vida o muerte no serán conseguidos con apelar a las élites gobernantes —como así lo afirman los Jeremy Corbyns y Bernie Sanders del mundo—, sino sólo con la movilización revolucionaria de la clase obrera para acabar con el dominio económico y político de los parásitos financieros y abolir el sistema de lucro capitalista en el que están enraizadas sus riquezas y poder.