Hay acontecimientos en la historia del mundo que llevan a un cambio fundamental en la conciencia y crean la base para desarrollar una orientación política socialista en amplias masas de trabajadores. El infierno de la Torre Grenfell del 14 de junio es uno de esos acontecimientos.
En los años venideros será necesario referirse a la vida política británica en términos de un "antes" y un "después" de Grenfell. Ello es así porque la tragedia ha expuesto tan cruelmente la realidad subyacente de las relaciones entre las clases —y lo ha hecho en Londres, una de las ciudades más ricas del mundo, y en el distrito más rico de Londres.
Grenfell es un desastre nacional. Trece días después del incendio más mortal en Gran Bretaña en más de 100 años, todavía no hay un reconocimiento oficial del número de fallecidos —ya sea porque las autoridades no se atreven a admitir la cifra de muertos o porque les da igual la vida de los residentes de Grenfell hasta el punto que simplemente no lo saben.
Cada día trae consigo nuevos relatos de la escala sin precedentes del desastre —de residentes murieondo sin esperanza de ser rescatados, bomberos describiendo escenas apocalípticas, la angustia de supervivientes, parientes y habitantes locales.
Cientos de miles han tenido sus vidas y las de sus hijos puestas en peligro. Hay 600 torres municipales residenciales con el mismo revestimiento y aislamiento que convirtió un fuego pequeño en un gran incendio que lo consumió todo. Todas y cada una de las muestras de 75 torres examinadas hasta ahora han demostrado ser inseguras.
Ahora 30 000 escuelas están siendo investigadas, así como hospitales, colegios mayores, hoteles y un estadio de fútbol. Falta una seria investigación de oficinas, centros comerciales y otras instalaciones comerciales.
Grenfell adquirió dimensiones internacionales. El incendio fue anunciado por llamaradas parecidas pero, por pura casualidad, menos trágicas, que implicaban el revestimiento en por lo menos 20 torres de apartamentos importantes en todo el mundo. El fabricante estadounidense del revestimiento, Arconic, conocido anteriormente como Alcoa, comercializó productos en el Reino Unido que llevan casi dos décadas prohibidos en Estados Unidos y que están prohibidos en Europa. Expertos en incendios están advirtiendo de que las normativas de la construcción en el Reino Unido se usan como plantilla en el Medio Oriente y en países que formaron parte de la Mancomunidad Británica.
No es de sorprender que no solo en Gran Bretaña, sino en todo el mundo, haya gente impactada por lo que ha ocurrido. Tan vasta es la tragedia y tan abrumadoras son sus implicaciones. Muchos están todavía intentando asimilar todo lo que ha ocurrido y todo lo que se ha expuesto.
Pero el impacto que la tragedia ha producido viene mezclado con indignación. Millones entienden que Grenfell no fue un accidente, sino un crimen. Fue el resultado perfectamente previsible de cuatro décadas de desregulación por parte de gobiernos conservadores y laboristas que se sucedieron, y sus representantes locales, todos los cuales son culpables de asesinatos en masa.
Cien personas —y quizás muchas más— murieron quemadas vivas solamente porque son pobres y de la clase trabajadora en una sociedad en la que las únicas personas que se considera que importan son los súper ricos.
La horrorosa pérdida de vidas encarna la devastación que el capitalismo causó a generaciones de trabajadores. Es el resultado de una transferencia vasta y continua de la riqueza de la sociedad de los pobres a los ricos.
La cáscara calcinada de la torre señala con dedo acusador a la criminalidad de la sociópara política Margaret Thatcher y todos los que la siguieron —Blair, Brown, Cameron, May— en una orgía de vandalismo social designado para forrar los bolsillos y llenar las arcas de la élite global.
En esta causa, idearon recortar servicios esenciales —incluyendo diezmar del servicio antiincendios de Londres por el antiguo alcalde, ahora secretario de exteriores, Boris Johnson— desechar normativas de seguridad, e ignorar advertencias de investigaciones de incendios similares en el Reino Unido empezando en 1999, incluyendo el Lakanal House en 2009.
Esfuerzos repetidos por parte de los residentes de Grenfell para dar la alarma acerca de las condiciones peligrosas de la torre —especialmente en lo que atañe a la supuesta "renovación" llevada a cabo por el ayuntamiento conservador y las compañías que contrató— no solo fueron ignorados, sino que se amenazó con tomar medidas legales a los que lo hicieron.
Grenfell ha expuesto lo absurdo de las políticas basadas en raza, género y orientación sexual. En la reacción universal de simpatía y solidaridad que generó el incendio y el odio expresado hacia los culpables, vemos la reafirmación de la clase como la división fundamental de la sociedad.
Las innumerables afirmaciones por parte de habitantes locales que culpan de Grenfell al trato a los pobres y a la clase trabajadora expresa un reconocimiento creciente de que la lucha contra la desigualdad social exige una respuesta unificada por parte de todo el pueblo trabajador contra su enemigo común.
Es la amarga experiencia de las décadas anteriores lo que dio pie a lo que parece un salto explosivo en la conciencia política del pueblo trabajador.
Tras la derrota de la revolución de 1905 en Rusia, la lucha de clases retrocedió muchos años y la reacción política pareció triunfante. Todo eso cambió luego de la masacre en 1912 de 250 trabajadores huelguistas en el yacimiento de oro del Lena. La masacre tuvo un efecto catalítico, encendiendo la hostilidad latente y suprimida de las masas rusas hacia el orden existente y desencadenando una oleada de huelgas de masas y una renovada erupción del sentimiento revolucionario.
Los trabajadores en el Reino Unido y en todo el mundo ham pasado por un período mucho más largo durante el cual la conciencia socialista de los trabajadores y la propia lucha de clases fueron suprimidas. Millones de personas pagaron el precio por ello con el diezmo de sus trabajos, salarios y condiciones de vida y con sufrir un cuarto de siglo de guerra ininterrumpida en un país tras otro.
Pero a esto también le llegará el final. Una nueva etapa histórica se está abriendo en la que a los trabajadores y la juventud se les está recordando por qué fue necesario que el Partido Bolchevique dirigiera a las masas en el derrocamiento revolucionario de la reacción capitalista en octubre de 1917 —y por qué esta lucha heroica se ganó el apoyo de tantos en el Reino Unido.
Este fin de semana, el dirigente laborista Jeremy Corbyn ha hablado ante 200 000 personas en Glastonbury. En su discurso preguntó: "¿Es correcto que tanta gente tenga miedo del lugar donde vive actualmente, habiendo visto los horrores de lo que pasó en la Torre Grenfell?".
Corbyn citó la célebre orden de Shelley a los trabajadores en respuesta a la Masacre de Peterloo de 1819: "Levantaos como leones después de dormir".
Pero quiere que la clase trabajadora se tumbe como corderos. Su objetivo es sofocar la indignación popular y restaurar la paz social, tal como se ve encarnado por su llamamiento de cura a la "unidad" de los "seres humanos inteligentes". Por eso apoya los esfuerzos de la Primera Ministra Theresa May para dirigir el enfado por lo de Grenfell hacia los canales seguros de una investigación pública —de la cual, sostiene, dentro de muchos años algunas medidas cuidadosamente presupuestadas e insignificantes emergerán.
En realidad, no puede haber otra respuesta a la vasta catástrofe social expuesta por Grenfell que por medio de una ofensiva política para acabar con la dominación de la oligarquía financiera y sus partidos políticos sobre la sociedad. ¿Cómo pueden hacerse seguros millones de hogares, escuelas, hospitales y otros edificios públicos si no mediante la expropiación de la riqueza y los bienes de los súper ricos? ¿De qué otra manera se puede llevar a la justicia a tantos criminales de las altas esferas?
El espíritu de oposición a la totalidad del orden existente tan falsamente invocado por Corbyn solo está representado por la perspectiva revolucionaria planteada por el Partido de la Igualdad Socialista y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Es a este partido al que la clase trabajadora debe dirigirse ahora.