Tras las manifestaciones con decenas de miles de personas en la ciudad de Hamburgo el fin de semana pasado, la clase política alemana ha intensificado su campaña para criminalizar a la oposición política y atacar los derechos democráticos fundamentales.
En una operación militar-policial planeada desde hace tiempo, unos veinte mil policías de toda Alemania y la Unión Europea fueron movilizados para reprimir las demonstraciones, que, por la mayor parte, fueron pacíficas. Con helicópteros y aviones de combate sobrevolando la ciudad de Hamburgo, los policías fuertemente armados, algunos incluso con metralletas y carabinas, realizaron cientos de detenciones, golpearon a los manifestantes con porras y cañones de agua y los rociaron con gas lacrimógeno y de pimienta.
Tremenda ofensiva policial fue justificada con el absurdo pretexto de que un pequeño grupo de anarquistas pequeñoburgueses realizó actos de vandalismo. Tomando en cuenta la enorme infiltración de la policía alemana en grupos anarquistas, no cabe duda de que tales acciones fueron obra de agentes provocadores que las planearon y coordinaron de antemano y que tuvieron un rol considerable en los disturbios.
Tras finalizar la cumbre del G-20, la élite política alemana ha intensificado su ofensiva para reprimir la disidencia política. En una entrevista con el diario Bild, el ministro de Justicia del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD; Sozialdemokratische Partei Deutschlands), Heiko Maas, llamó a crear una base de datos a nivel europeo de “extremistas de izquierda”, refiriéndose a los manifestantes como “criminales antisociales bravos” que “cometieron delitos graves en Hamburgo, incluyendo intento de asesinato”.
Maas incluso planteó la idea de un concierto de “Rock contra la izquierda” en contra de los “extremistas” de izquierda. “Espero que cualquier forma de extremismo político, que promueva la violencia sin sentido, hasta intentos de asesinato, no permanezca sin una reacción social”, manifestó.
La frase “Rock contra la izquierda” está asociada con bandas de rock neonazis como “Freikorps” y “Sturmfront”. La prensa de la extrema derecha alemana aplaudió calurosamente la propuesta de Maas. El diario de la “nueva derecha”, Junge Freiheit, citó la declaración de Frei Wild, una banda de rock germano-italiana ligada con la ideología nazi, la cual llamó a una movilización de tipo musical contra la izquierda en respuesta a los eventos en Hamburgo.
Armin Schuster, un parlamentario de la Unión Cristiana Democrática (CDU; Christlich Demokratische Union), el partido de la canciller Angela Merkel, pidió clausurar los espacios comunitarios frecuentados por grupos políticos de izquierda. “Centros izquierdistas como Rote Flora en Hamburgo como Rigaer Strasse en Berlín tienen que ser sistemáticamente cerrados”, declaró. Dijo que Alemania no debería tener ninguna tolerancia para “espacios sin ley, ni para los clanes árabes, islamistas o neonazis, ni para los radicales de izquierdas”.
Por su parte, el ministro del Interior, Thomas de Maizière (CDU), señaló: “Los acontecimientos alrededor de la cumbre del G-20 deben ser un punto de inflexión en nuestra percepción de la voluntad del entorno de izquierda para recurrir a la violencia”.
Además, se jactó de que en los últimos días interceptaron y no dejaron ingresar a “cientos” de personas en las fronteras alemanas bajo el criterio de tener opiniones políticas de izquierda y contra el trasfondo de una seguridad fronteriza más estricta por el G-20. Otros miembros de la CDU pidieron que estas medidas temporales sean permanentes, alegando que dichos controles fronterizos permitieron capturar a delincuentes.
Los funcionarios europeos apoyaron la represión contra los manifestantes, con el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, diciendo que las acciones de la policía merecen “cumplidos, no críticas”. Añadió que la respuesta policial fue “Hamburgo en su mejor momento”.
Esta ofensiva contra la oposición política se está llevando a cabo antes de las elecciones federales en septiembre, con los dos partidos principales, el CDU y el SPD, compitiendo por atacarse desde lo más a la derecha posible a través del fomento de histeria sobre el cumplimiento de la ley, el orden público, la xenofobia y el odio hacia los refugiados.
En todo caso, los socialdemócratas denominados de “izquierda” han adoptado la posición más extrema. Después de una serie de desastrosos fracasos electorales, reflejando el desprecio hacia ella y la pérdida de credibilidad como un partido reformista, el SPD está tratando de apelar a elementos fascistas antes atraídos al partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD; Alternative für Deutschland).
Desde la última elección federal en el 2013, los dos partidos han estado conspirando junto con la prensa para intimidar al público hasta que acepte un resurgimiento del imperialismo alemán como gran potencia. Esto ha implicado un masivo rearme y expansión de las fuerzas militares y de inteligencia del país, además de la promoción de figuras intelectuales de tendencia fascista como Jörg Baberowski, el académico de la Universidad de Humboldt quien notoriamente declaró que “Hitler no era vicioso”, deliberadamente para maquillar los crímenes del imperialismo alemán.
El ataque contra las opiniones políticas de izquierda en Alemania es parte de una descomposición de las formas democráticas de gobierno y la aplicación de medidas de Estado policial en toda Europa. Desde noviembre del 2015, Francia ha estado bajo un estado de emergencia, que, bajo el gobierno de Hollande, fue utilizado para someter a los opositores de la draconiana Ley laboral El Khomri a detenciones arbitrarias y arrestos domiciliarios indefinidos.
Estos son esfuerzos para prevenir e intimidar el desarrollo de una oposición popular generalizada al militarismo y la desigualdad social, que ya se vio expresada, por ejemplo, en una reciente encuesta comisionada por la Unión Europea que encontró que los jóvenes de la región creen abrumadoramente que la “brecha entre los ricos y pobres se está ampliando”, y que “los bancos y el dinero gobiernan el mundo”. Más de la mitad de los encuestados dijo que se uniría a un “levantamiento a gran escala”.
El Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad) de Alemania es el único partido político que, en las elecciones federales, avanzará un programa socialista e internacionalista en oposición a la guerra, la desigualdad y los ataques contra los derechos democráticos. Su objetivo es advertirle a la clase obrera acerca de los enormes peligros que se avecinan y prepararla para las luchas por delante.