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Perspectiva

Trump amenaza a Corea del Norte con “fuego y furia”

El presidente estadounidense, Donald Trump, amenazó a Corea del Norte el martes, aumentando dramáticamente el peligro de una guerra en la península coreana que podría expandirse con rapidez al resto de la región y el mundo. “Más vale que Corea del Norte no amenace más a EE. UU.,” advirtió el mandatario. “Responderemos con fuego y furia y, francamente, poder—en una magnitud que el mundo nunca ha presenciado”.

Los comentarios de Trump sólo agravan las altas tensiones que se han recrudecido por las dos pruebas de misiles de largo alcance norcoreanas del mes pasado y la imposición de sanciones punitivas por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, las cuales podrían menoscabar seriamente la economía norcoreana. Trump ha llegado a nuevas alturas de imprudencia con su amenaza de reducir esta pequeña y empobrecida nación a cenizas.

Trump interrumpió deliberadamente los esfuerzos de su secretario de Estado, Rex Tillerson, quien esta semana intentó reasegurarle a Corea del Norte que EE.UU. no busca un cambio de régimen ni un pretexto para un ataque militar a fin de sentar las bases para negociaciones. El inestable régimen de Pyongyang, el cual está sumido en crisis, sólo puede asumir que se avecina un inminente y feroz ataque de EE.UU., y a esto responde con su propia retórica bélica.

En una declaración el mismo día, Corea del Norte indicó que está “evaluando un plan operacional” para bombardear las bases estadounidenses en Guam con misiles de mediano y largo alcance. Amenazas como estas benefician justamente al gobierno de Trump, dándole una excusa para llevar a cabo ataques preventivos contra Corea del Norte.

El mundo no ha estado tan cerca del precipicio de una guerra nuclear desde la crisis de misiles de 1962 en Cuba. Un accidente o incidente, sea grande o pequeño, podría detonar un conflicto que involucre a otras potencias nucleares como China y Rusia, algo que tendría consecuencias incalculables.

En 1962, el presidente estadounidense, John Kennedy, bajó las tensiones y rechazó los llamados de su jefe de personal de la Fuerza Aérea, el general Curtis LeMay, de tendencias fascistas, a bombardear los emplazamientos nucleares rusos en Cuba. En cambio, a través de amenazas sin precedentes para un presidente estadounidense, Trump está intentando escalar la crisis intencionalmente. Habría que volver hasta las exclamaciones fascistas de Hitler para encontrar un paralelo.

Nadie debería tomar las declaraciones de Trump como inconsecuentes. Estas amenazas de aniquilar a Corea del Norte si realiza más pruebas de misiles han creado una situación desde la cual es imposible volver atrás. Más allá, tan profunda es la crisis y tan implacables las disputas dentro de los círculos gobernantes de EE. UU. que Trump está dispuesto a atacar despiadadamente a Corea del Norte para distraer a los estadounidenses de la tormenta política en el país.

Con la ayuda de la subordinada prensa, el gobierno de Trump ya está agitando una campaña de propaganda que busca hacer que el público crea que las ciudades estadounidenses están en un inminente peligro de recibir un ataque nuclear norcoreano.

El Washington Post publicó ayer un artículo con el título “Corea del Norte está acercándose rápidamente a la línea roja de Trump”. El artículo cita de forma acrítica un “análisis de la Agencia de Inteligencia Militar previamente secreto” de que Pyongyang ha producido “ojivas en miniatura que pueden caber en los misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés) que han estado probando”.

Estas afirmaciones vienen de los mismos mandos de inteligencia que forjaron las mentiras sobre las armas de destrucción masiva para justificar la invasión ilegal de Irak. No se pueden aceptar ligeramente. Todo lo que ha sido manifestado acerca de los presuntos ICBM norcoreanos sigue en cuestión, incluyendo su alcance, precisión, capacidad de cargar ojivas y si pueden o no reingresar a la atmósfera.

Trump es completamente indiferente hacia la inmensa pérdida de vidas que resultaría de una guerra con Corea del Norte. Incluso de limitarse a la península coreana, el saldo de muertes se contaría en millones. Según un estimado, al menos un millón de personas de la capital surcoreana de Seúl perecería en sólo las primeras horas de combate.

La semana pasada en el programa de NBC “Today”, el senador republicano derechista, Lindsey Graham, dio un vistazo espeluznante a los pensamientos de Trump. “Si va a haber una guerra para detener [a Kim Jong-un], va a ser allá”, dijo Graham. “Si mueren miles, morirán allá. Van a morir allá —y él me lo ha dicho frente a frente—”.

Graham además declaró que una guerra es “inevitable” al menos que Corea del Norte detenga sus ensayos, es decir, que capitule completamente ante las demandas de EE. UU. Agregó: “Va a haber una guerra con Corea del Norte por su programa de misiles, si siguen intentando alcanzar EE. UU. [Trump] me lo ha dicho y le creo”.

El grave peligro de una guerra en Asia no es simplemente el producto de un individuo de tendencia fascista, Trump. En cambio, es indicativo de lo profunda e irresoluble que es la crisis del capitalismo global y el estadounidense. Un gobierno tras otro—sea republicano o demócrata—ha recurrido a la agresión militar como un intento desesperado para revertir el declive continuo del capitalismo estadounidense y poder imponer su dominio global.

El conjunto de guerras siendo libradas en Oriente Medio, el Norte de África y Asica Central está confluyendo en un conflicto directo entre las principales potencias económicas del mundo. El “giro hacia Asia” del gobierno de Obama ha involucrado una enorme acumulación militar a lo largo del Indopacífico en preparación para una guerra contra China—el blanco principal de las amenazas estadounidenses contra Corea del Norte—.

En Europa, Estados Unidos ha estado participando en un ejercicio militar tras otro en preparación para una confrontación con Rusia, que también está realizando sus propios juegos de guerra. En Oriente Medio, EE. UU. y Rusia están involucrados militarmente en bandos contrarios del conflicto en Siria. Cualquiera de estos focos de conflicto podría detonar una guerra entre potencias nucleares, la cual mataría a millones, si no a miles de millones, y destruiría la civilización como la conocemos.

La situación actual es extremadamente seria. La clase obrera alrededor del mundo no puede permitirse amanecer un día y leer que EE. UU. lanzó ataques masivos contra instalaciones militares e industriales de Corea del Norte, que Pyongyang respondió con bombardeos en Seúl y Tokio y que tanto China como Rusia han puesto en alerta sus arsenales nucleares y hecho sus propias amenazas.

La tarea más urgente para la clase obrera es la construcción de un movimiento internacional contra la guerra, basado en un programa socialista para acabar con el capitalismo, el origen de las guerras. Esta es la perspectiva política por la que luchan el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el World Socialist Web Site.

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