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Siria acusa a Washington de crímenes de guerra en el asedio de Raqqa

Durante los días pasados, los ataques aéreos estadounidenses se han cobrado la vida de grandes cantidades de civiles sirios, incluyendo a mujeres y niños, mientras el Pentágono y su ejército de tierra subsidiario intensifican el asedio que ya lleva dos meses de la ciudad de Raqqa controlada por el ISIS.

En el bombardeo más reciente de Raqqa casi 50 civiles resultaron muertos o heridos, según un grupo de monitoreo opositor al gobierno sirio del presidente Bashar al-Assad. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, basado en Gran Bretaña, informó el martes de que mataron a 13 civiles, incluyendo a mujeres y niños, en las 24 horas anteriores. Al menos 30 más fueron heridos.

El ejército estadounidense reconoció el martes que sus aviones de guerra habían llevado a cabo “35 ataques consistentes en 42 combates” contra Raqqa en las 24 horas previas.

La ciudad ha estado implacablemente en la mira de los aviones de guerra y de la artillería estadounidenses, y misiles suministrados por el Pentágono a las así llamadas Fuerzas Democráticas Sirias, la fuerza subsidiaria estadounidense dominada por la milicia kurda siria YPG.

El imperialismo estadounidense está reproduciendo en Raqqa el mismo tipo de devastación y matanza infligido a la ciudad de Mosul, donde se cree que murieron 40.000 civiles, mientras que un millón de irakíes han sido desplazados de sus hogares. En ambas ciudades, el Pentágono está ejecutando la táctica de la “aniquilación” enunciada por James “Perro Loco” Mattis, el general de los marines recientemente retirado que sirve en el gabinete de Trump como secretario de defensa.

Esta estrategia fue reiterada por Brett McGurk, el enviado especial estadounidense para la “coalición” anti-ISIS conducida por los Estados Unidos, quien dijo el domingo que unos 2.000 combatientes del ISIS que quedan en la ciudad “lo más probable es que mueran en Raqqa”. No dijo nada del destino de 50.000 civiles que la ONU cree que están atrapados con ellos. Además de los continuos ataques aéreos y bombardeos, esta población se enfrenta a la amenaza creciente de la hambruna y la imposibilidad de acceder al agua, atención médica y artículos de primera necesidad.

Dado que las fuerzas kurdas subsidiarias de las que Estados Unidos puede hacer uso para tomar Raqqa son mucho más pequeñas en número y están peor armadas que las fuerzas de seguridad irakíes y milicias aliadas empleadas en el sitio de Mosul, la ofensiva siria es aún más dependiente del poderío aéreo y la artillería estadounidenses.

Es más, el ejército de tierra estadounidense está más profundamente implicado en el sitio de Raqqa de lo que estuvo en Mosul, según reconoce el propio Pentágono.

El coronel Ryan Dillon, portavoz de la operación militar estadounidense en Irak y Siria, dijo que “consejeros” militares estadounidenses estaban operando dentro de Raqqa, mientras afirmaba que había “no cientos” de esas tropas de operaciones especiales en la ciudad.

El portavoz militar dijo que el papel de esas tropas era “aconsejar, asistir y acompañar” a las fuerzas subsidiarias kurdas. “Ellos están mucho más expuestos al contacto enemigo que los que están en Irak”, añadió.

Los marines estadounidenses, mientras tanto, están sobre el terreno en Siria encargándose de unidades de artillería que están haciendo llover muerte y destrucción en la ciudad desde las zonas circundantes.

Aunque el número anterior aprobado de tropas de fuerzas especiales estadounidenses desplegadas en Siria ascendía a 500, el Pentágono no revelará cuántos soldados y marines están actualmente sobre el terreno allí. La cifra verdadera se cree que ha ascendido hasta 2.000 después de que la Casa Blanca de Trump anunciara que a los comandantes militares se les daría total autoridad para determinar los niveles de tropa y las normas para entablar combate.

Mientras tanto, el presupuesto del Pentágono para 2018 incluye 500 millones de dólares para entrenar y armar a las fuerzas subsidiarias sirias.

Las muertes de civiles de las que se informó el martes son solo las más recientes que ha infligido el asedio estadounidense, cuyo total de muertos ya alcanza varios centenares, si no millares.

El sábado, el vicedirector del la Media Luna Roja Árabe Siria informó de que aviones de guerra estadounidenses atacaron un hospital en Raqqa con bombas de fósforo, matando al menos a 30 civiles. El día anterior, los medios del Estado sirio informaron de un araque aéreo que se cobró la vida de una mujer y de siete niños.

El dirigente de la Media Luna Roja, Dina al-Assad, informó de que los aviones de guerra que atacaron el hospital llevaron a cabo 20 incursiones de combate, haciendo blanco en sus generadores de electricidad, vehículos y alas, dejando gran parte de las instalaciones hechas escombros.

Atacar un hospital y utilizar municiones de fósforo son crímenes de guerra. Esas armas químicas, que queman la carne hasta el hueso y se vuelven a encender dentro de las heridas, están prohibidas bajo la Convención de Ginebra en áreas habitadas por civiles. El Pentágono previamente había admitido en junio que había tirado bombas de fósforo en Raqqa, diciendo que las estaba utilizando para señalizar objetivos.

En un llamamiento a las Naciones Unidas, el gobierno sirio denunció este crimen de guerra estadounidense.

“El bombardeo sistemático de áreas residenciales, casas y civiles, la destrucción del hospital estatal de Raqqa y el uso de fósforo blanco, que está prohibido, por parte del avión de la coalición internacional son una violación descarada de la ley internacional y es uno de los varios crímenes de la coalición contra [civiles] inocentes en las provincias y ciudades de Siria”, dijo el Ministro de Exteriores sirio en una declaración el domingo.

Observando que el ejército estadounidense está operando en Siria “fuera del marco de la ONU y sin permiso del gobierno sirio”, el ministro apeló a las Naciones Unidas a que hicieran respetar la legislación internacional ordenando a Washington y su “coalición” que salieran del país. Dado el veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU y el servilismo habitual de la ONU a los intereses imperialistas de Estados Unidos, no hay perspectivas de que se dé tal intervención.

El imperialismo estadounidense no tiene intención de irse de Siria. Bajo la cobertura de una supuesta campaña contra el ISIS —una milicia inslamista suní que es ella misma el subproducto de las guerras estadounidenses y de las operaciones de cambio de regímenes en Irak, Libia y Siria— el Pentágono está estableciendo una serie de bases y está intentando forjarse una zona de control desde la cual perseguir sus objetivos más amplios en la región. Estos incluyen, en primera instancia, la preparación de una guerra contra Irán, que Washington ve como un obstáculo en su impulso por lograr la hegemonía estadounidense sobre el Medio Oriente.

La amenaza de que la intervención estadounidense provoque una guerra más amplia fue planteada sin rodeos con el ataque estadounidense del cual se informó el lunes por la mañana sobre una unidad de la milicia chií desplegada en la frontera entre Irak y Siria. La milicia, conocida como Seyid Suheda, pertenece a las Unidades de Movilización Popular de Irak, una fuerza predominantemente chií y apoyada por Irán que Bagdad ha incorporado en sus fuerzas de seguridad. La milicia informó que el bombardeo mató a 35 de sus combatientes e hirió a otros 25. “Garantizamos que el ataque no quedará impune, y exigimos a toda las unidades de resistencia islámica en Irak que consideren una respuesta apropiada a semejante acto criminal”, dijo el grupo en una declaración.

La milicia se había estado preparando para participar en una operación para tomar Tal Afar, uno de los últimos bastiones de ISIS en el noroeste de Irak. La zona está justo del otro lado de la frontera donde está la ciudad siria de Al-Hasaka, donde el Pentágono estableció una base para las tropas de las fuerzas especiales estadounidenses.

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