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Mélenchon le tiende una trampa nacionalista a la oposición a la austeridad en Francia

La estrategia propuesta por Jean-Luc Mélenchon en su discurso de clausura de la escuela de verano de Francia Insumisa (LFI, por sus siglas en francés) en Marsella, en oposición al ataque al código laboral del presidente Emmanuel Macron, es una trampa para los trabajadores y los jóvenes que buscan una vía para avanzar en la lucha contra la austeridad.

Lo que hay que hacer es unificar a los trabajadores de Europa en una lucha revolucionaria contra la austeridad y el militarismo. Mientras el descontento social crece por todo el continente, Mélenchon se opone a una estrategia revolucionaria. En vez de eso, quiere lanzar un movimiento populista y nacionalista dentro de las fronteras de Francia, compatible con una estrategia de participación en un gobierno de Macron.

En su discurso, Mélenchon insistió en que no se estaba dirigiendo a “trabajadores organizados”, sino al “pueblo”. Lejos de luchar para romper la influencia organizativa sobre los trabajadores de las burocracias obreras que negocian decretos con Macron, él las acepta. Sin embargo, siendo consciente de que los sindicatos están ampliamente desacreditados, Mélenchon quiere vincular a los trabajadores y a los jóvenes que se movilizarían independientemente de los sindicatos a un movimiento populista controlado por él mismo.

Y por ello la convocatoria de una manifestación por fuera de la organizada por la Confederación General del Trabajo (CGT): “El 23 de septiembre, la gente tiene que invadir París contra el golpe de Estado social y antidemocrático que se ha organizado contra ellos”. Añadió: “En unas pocas noches, todo el Código Laboral fue destruido. Los poderosos, cuando te dan un momento para que charles con ellos, pues es porque sienten que la discusión es posible sólo si al final ellos ganan”.

Aunque critica las políticas de Macron, Mélenchon se opone a ellas desde una perspectiva chauvinista, Ya ha minimizado la responsabilidad de Francia por la deportación de judíos durante la ocupación nazi y aplaudido las críticas contra Macron por parte del jefe del Estado Mayor, el general Pierre de Villiers, que era hostil a los recortes en el presupuesto militar de Macron. En su discurso de clausura, Mélenchon denunció a los trabajadores de Europa del Este que trabajan en Francia por salarios bajos, tal como Macron ha hecho.

Aunque Macron y toda la burguesía europea están destruyendo las conquistas sociales, él atacó específicamente a los trabajadores extranjeros: “El estatus del trabajador desplazado no es aceptable, no lo hemos aceptado, y si somos responsables para con este país, no habría ni un solo trabajador desplazado en Francia”.

Esto deja particularmente claro que Mélenchon propone un punto muerto político a los trabajadores que buscan defender sus derechos sociales contra los ataques de Macron. Su perspectiva no tiene nada que ver con una estrategia revolucionaria socialista para la clase trabajadora contra el capitalismo europeo. En cambio, él se está acomodando a la dominación de las movilizaciones de los trabajadores por parte de las cáscaras huecas de los sindicatos, alrededor de los cuales se propone desarrollar un movimiento populista apartado de los aliados naturales de los trabajadores franceses: los trabajadores del resto de Europa y del mundo.

La orientación nacionalista y la división del trabajo con los sindicatos que plantea Mélenchon son testimonio del abismo de clase que lo separa del Parti de l'égalité socialiste (PES). El estado de emergencia y el repudio por parte de la burguesía europea de los derechos sociales ganados por la clase trabajadora a lo largo de generaciones de lucha en el siglo XX reflejan la crisis histórica del capitalismo. Pero Mélenchon es hostil hacia una lucha por la independencia política del proletariado y a una lucha revolucionaria del proletariado por el socialismo que tenga por modelo la Revolución de Octubre de 1917.

Quiere hacer alianzas con el aparato de seguridad que impone el estado de emergencia y reprimió las protestas contra la ley laboral en el 2016. En su discurso de clausura a la escuela de verano de LFI, Mélenchon insistió en que este movimiento debe ser compatible con llegar a ejercer el poder gubernamental, como primer ministro, por ejemplo, bajo la presidencia de Macron: “Debemos estar preparados para gobernar en todo momento. Si nos tocara hacerlo, mañana estaríamos listos para gobernar”.

Mélenchon dijo que quiere colaborar con los ministros de Macron, declarando: “El ministro Nicolas Hulot ha anunciado que organizará un plan para dejar de usar hidrocarburos. Lo observaremos con interés y, cuando sea necesario, ayudaremos”. Mélenchon dijo que si el gobierno cerrara los 17 reactores nucleares, lo apoyaría y aplaudiría.

Tras agradecer por la hospitalidad a la ciudad de Marsella, Mélenchon también saludó a la policía que “aseguró nuestra protección”.

Añadió, “Por favor, sabemos que se está canalizando mucho dinero para daros medios materiales para llevar a cabo la represión. Entendemos las tareas que implica mantener el orden público, pero creemos en una fuerza policial que sea el guardián de la paz, no una fuerza policial que ataque a la gente. Y vosotros, los policías leales a los principios de la República Francesa, intervenís para parar los métodos absurdos aplicados por [el ministro del Interior del PS Bernard] Cazeneuve, que consisten en rodear a los manifestantes y después arrojarles gas lacrimógeno”.

Los llamamientos de Mélenchon a la policía bajo el estado de emergencia son una advertencia a los trabajadores. Mélenchon, quien desea gobernar bajo Macron, está buscando una alianza con la policía y el ejército; no es por casualidad que apoyó a de Villiers después de que el general fuera despedido por protestar contra los recortes presupuestarios al ejército por parte de Macron.

Sus llamamientos reaccionarios a la policía, que apuntan a sembrar la confusión sobre el estado de emergencia y desarmar a los trabajadores contra los peligros de una dictadura en Francia, no impedirán que la policía ataque a los trabajadores y a los jóvenes que protesten contra Macron. Por otro lado, indican que Mélenchon no se opondrá seriamente a las agresiones de la policía contra manifestantes.

El apoyo de Mélenchon a la policía y al estado de emergencia también destaca el abismo político que hay entre LFI y los millones de personas que votaron a Mélenchon en las elecciones presidenciales. Se ganó el apoyo de amplios sectores de la juventud y de los trabajadores en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, protestando contra la desigualdad social y el bombardeo de Trump a Siria.

En la segunda vuelta entre Macron y Le Pen, Mélenchon renunció a sus responsabilidades políticas y se negó rotundamente a dar una línea política. Pisoteó el voto de sus propios simpatizantes, quienes favorecían el boicot activo que planteaba el PES, para impedir el surgimiento de una oposición grande y poderosa a la izquierda de Macron. Esto llevó a la situación actual, donde a Macron se le permite preparar sus ataques con los sindicatos, enfrentado con la oposición puramente verbal de un puñado de diputados de LFI en la Asamblea.

Mélenchon reposa sobre una perspectiva histórica y política falsa en defensa del Partido Socialista y las políticas antitrotskistas de la pseudoizquierda post-1968: “Somos conscientes de nuestras responsabilidades, el pueblo francés nos puso en la cima en la primera vuelta en decenas de ciudades en el país. Así que depende de nosotros, después de más de 40 años, donde fue el PS que nos llevó hasta el punto que visteis. Si tanto se ganó en el pasado, ello no ha de olvidarse. Nadie puede olvidar todo lo que el Programa Común nos trajo, nadie puede olvidar cómo obtuvimos nuestra quinta semana de vacaciones pagadas”.

Este comentario evidencia la perspectiva antitrotskista que subyace su estrategia nacionalista, prosindical y propolicial de LFI. El Programa Común no fue una victoria sino una trampa para la clase trabajadora. Aunque la influencia del Partido Comunista Francés (PCF) disminuyó entre los trabajadores a causa de su traición de la huelga general de mayo-junio de 1968, fuerzas que habían roto con el trotskismo, varios socialdemócratas y anarquistas y círculos de intelectuales pequeñoburgueses se juntaron en torno a François Mitterrand, el burgués y antiguo político de Vichy que fundó el Partido Socialista (PS).

Es bajo esta perspectiva que Mélenchon —un antiguo miembro de la Organización Comunista Internacionalista (OCI) de Pierre Lambert, que rompió con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) y se alió con la Unión de la Izquierda entre el PS y el PCF— se unió al PS. Y tras su victoria en las elecciones presidenciales de 1981 y su “giro de austeridad” en 1982-1983, el PS demostró ser un partido de la aristocracia financiera, conduciendo ataques brutales a los programas sociales y la desindustrialización de regiones enteras.

La promoción de Mélenchon de este patrimonio político reaccionario pone de manifiesto que no está intentando movilizar a los trabajadores en lucha, sino tendiéndoles una nueva trampa después de la desintegración del PS.

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