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Perspectiva

La desigualdad y la oligarquía estadounidense

Las raíces sociales y económicas de los ataques contra los derechos democráticos

Un reporte publicado el 27 de setiembre por la Reserva Federal de Estados Unidos, el Estudio de las Finanzas del Consumidor, muestra que el 10 por ciento de estadounidenses ahora controla 77 por ciento de la riqueza del país. El uno por ciento más pudiente expandió su tajada del 35,5 por ciento en el 2013 a 38,5 por ciento en el 2016. Al mismo tiempo, la parte que le pertenece al 90 por ciento inferior de la escala cayó del 25 por ciento al 22,9 por ciento.

Estos porcentajes ilustran una transferencia de billones de dólares de la clase obrera a los superricos y pudientes en sólo tres años.

Las tres cuartas partes más pobres de la población, alrededor de 240 millones de personas, ahora controlan menos del 10 por ciento de toda la riqueza del país. En otras palabras, si EUA fuese un edificio de diez pisos con cien personas, la persona más rica viviría en los cuatro pisos más altos, las siguientes nueve se repartirían los siguientes cuatro, quince vivirían en el segundo piso y setenta y cinco estarían hacinados el piso inferior.

Participación en la riqueza total por decil en el 2016. Crédito: People’s Policy Project

Los datos de la Reserva Federal demuestran, en términos empíricos, que ha habido cambios profundos en las relaciones sociales de cientos de millones de personas, alcanzando todos los ámbitos de la vida política, cultural e intelectual del país.

Estados Unidos es una oligarquía cuyo Gobierno, sindicatos, prensa, universidades y principales partidos políticos son todos instrumentos utilizados por la burguesía para manipular a la población, enmascarar su propia riqueza y aplastar la oposición social de abajo.

Más allá, las cifras exponen la base material detrás de la campaña desde los círculos gobernantes para bloquear el acceso al World Socialist Web Site y otros sitios izquierdistas bajo el pretexto de combatir supuestas “agresiones rusas”.

En una oligarquía, la desigualdad social es incompatible con los derechos democráticos. Incapaz e indispuesto a atender las necesidades sociales más básicas de las masas, el Gobierno recurre a la censura, la vigilancia, las listas negras y la violencia como método preferido para defender los niveles sin precedentes de riqueza monopolizados por la clase gobernante.

Los datos muestran que la línea divisoria más prominente es aquella entre el diez por ciento más rico y el 90 por ciento por debajo que conforma la clase obrera. Además, exponen la falsedad de las afirmaciones de los políticos y comentaristas de la prensa de que el grueso de la población estadounidense pertenece a la “clase media”.

Debajo de la aristocracia y los afluentes —concentrados en ciertas comunidades en las principales urbes como Nueva York, el área de la bahía de San Francisco, Los Ángeles, Chicago, Houston, entre otras— EUA es un país dominado por tremenda penuria económica. Las figuras de la Reserva Federal muestran que, a pesar de que los diferentes estratos de la población enfrentan una inseguridad económica de diferentes grados de urgencia, las décadas de políticas contrarrevolucionarias impuestas por los dos principales partidos han traído a estos estratos más cerca unos de otros, imprimiendo sobre ellos las mismas cicatrices de la explotación de clase.

El diez por ciento más pobre, alrededor de 32 millones de personas enfrentan un patrimonio negativo. Esto incluye a los sin techo y aquellos desesperadamente endeudados. Para este segmento de la población, aproximadamente las poblaciones de Texas y Nueva York combinadas, su esperanza de vida, tasas de enfermedades y niveles de vida se asimilan a las condiciones del tercer mundo.

Participación en la riqueza nacional del primer decil, los siguientes nueve y el noventa por ciento inferior, respectivamente, entre 1989 y el 2016, Reserva Federal.

El diez por ciento que les sigue o segundo decil no tiene ningún patrimonio neto, entre $0 y $5000 dólares por familia, menor que el valor de un automóvil tras diez años de uso. Su riqueza combinada no es significativa como proporción de la riqueza total del país.

El tercio aproximado del percentil 20 al 50 controla apenas el 1,6 por ciento de la riqueza nacional. Una familia de cuatro con dos padres que trabajan a tiempo completo con un ingreso mínimo, un automóvil de un precio promedio y ningún otro activo caería en el medio de esta amplia categoría de trabajadores.

Los 64 millones de personas en el rango del 50 al 70 por ciento controlan apenas 5,1 por ciento del patrimonio. Una familia con un hogar valorado en $150 000, además de un vehículo y $0 en ahorros caería por encima del percentil 60. Al mismo tiempo, una familia con dos trabajadores que ganen entre $40 000 y $50 000 por año cada uno se encontraría entre los percentiles 70 y 80, posiblemente dueños de dos automóviles, un hogar de alrededor de $175 000, un seguro de vida y $10 000 de ahorros.

El noveno decil controla el 11,2 por ciento de la riqueza. Dos trabajadores cualificados con ingresos de $60 000 a $80 0000 cada uno, una pensión, un hogar de $300 000 y dos vehículos estarían en este decil. Esta sección vive con mayor comodidad, pero de ninguna manera con seguridad financiera.

La riqueza de la familia media en cada percentil y su cambio entre el 2004 y el 2016

El abismo que separa a la clase obrera del diez por ciento más pudiente se ha ensanchado en los últimos años. Del 2004 al 2016, la clase obrera ha visto su patrimonio caer precipitadamente en todos los estratos. La familia promedio del quintil o veinte por ciento más pobre perdió un 29,5 por ciento, seguido por una caída de 24,7 para la familia promedio del segundo quintil, 10,8 por ciento para el tercer quintil, 17,3 por ciento para el cuarto quintil y una pérdida de 1,3 por ciento para los percentiles 80 a 89. Esta riqueza fue transferida al 10 por ciento más rico, en el que la familia promedio vio su patrimonio aumentar 38,7 por ciento en el mismo periodo.

Como resultado de esta enorme transferencia de riqueza, el patrimonio de una familia promedio en el 10 por ciento más alto es casi el triple que aquella del siguiente decil, 20 veces mayor que la familia del percentil 50 y 254 veces mayor que la familia promedio del quintil más pobre.

La élite política que ha presidido sistemáticamente esta transferencia ha ignorado y agravado los urgentes problemas sociales que enfrenta la vasta mayoría de la población.

Las imágenes de Trump tirándoles toallas de papel a las víctimas de la tormenta en Puerto Rico personifican la indiferente e insultante respuesta de la oligarquía a las dificultades que vive la clase obrera. Sin embargo, las críticas moralistas de los demócratas sobre las acciones de Trump como “insensibles” ignoran el hecho de que toda la burguesía es responsable de la catástrofe social. Después de todo, fue Barack Obama quien viajó a Flint, Michigan, y le dijo a una multitud de personas que simplemente “tomaran el agua”. Nadie de los partidos republicano y demócrata ha hecho un esfuerzo real para afrontar la crisis de opioides, la falta de vivienda, la reducción de la esperanza de vida, el decaimiento de la infraestructura contra tormentas y otros desastres, la deuda estudiantil que se ha disparado y el colapso del acceso a la salud.

El nivel de riqueza por percentil en millones de dólares del 2016. Crédito: People’s Policy Project

Las tres ramas del Gobierno, en gran parte compuestas por millonarios y multimillonarios, se enfocan exclusivamente en los intereses y demandas sociales del uno por ciento más rico y, de forma más amplia, del diez por ciento en la cima. Una preocupación clave de este afluente diez por ciento es bloquear el crecimiento de la oposición social y proteger su riqueza y privilegios. En años recientes, la burguesía estadounidense se ha vuelto más alerta acerca de este aumento de la oposición popular a la guerra, la desigualdad y la pobreza.

Temerosos de que los avances tecnológicos como el Internet y las redes sociales puedan mejorar el acceso a puntos de vista políticos alternativos, la oligarquía ha iniciado una campaña para censurar sitios web izquierdistas y suprimir las plataformas sociales en línea en nombre de combatir la “interferencia rusa” en el sistema político estadounidense. Sin una pizca de evidencia creíble para corroborar sus acusaciones, los editores de los periódicos, comentaristas y presentadores televisivos, miembros de los comités legislativos, ejecutivos corporativos, líderes sindicales y académicos están participando en una carrera desenfrenada para censurar el Internet y proteger a la población de las “noticias falsas”.

Esta iniciativa de censurar y crear listas negras presuntamente contra las noticias falsas constituye una escalada de los años en los que la clase dirigente ha procurado construir el marco para la implementación de métodos de gobierno de un Estado policial. Al mismo tiempo, el aumento de la desigualdad social revelado por las cifras de la Reserva Federal apunta a la inexorable intensificación de los conflictos sociales y de clases en Estados Unidos, la base objetiva para la revolución socialista.

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