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Perspectiva

Estados Unidos al borde de una guerra con Corea del Norte

En medio de una aceleración en las preparaciones estadounidenses para un conflicto con Corea del Norte, el sobrevuelo durante la noche del miércoles de dos bombarderos B-1B sobre la península coreana estuvo diseñado para provocar una respuesta norcoreana que sería utilizada como el casus belli para una guerra total.

Los bombarderos supersónicos fueron acompañados por aviones de caza japoneses y surcoreanos en lo que fue el primer ejercicio nocturno para practicar lanzamientos de misiles de aire a tierra desde las aguas al este de Corea del Sur y luego desde el oeste. Este ensayo de una guerra con Corea del Norte siguió otro incidente primerizo, cuando dos bombarderos B-1B volaron hasta el punto más al norte de las costas norcoreanas desde principios de este siglo.

Al mismo tiempo, el Pentágono está agrupando una armada naval frente a la península coreana. El submarino para ataques nucleares USS Tucson llegó a Corea del Sur el sábado. El portaaviones USS Ronald Reagan y su equipo de cruceros y destructores tienen programado arribar a fines de este mes para ejercicios conjuntos con la Marina surcoreana. Dos fragatas australianas también están en ruta a aguas coreanas.

La campaña constante del Gobierno de Trump de amenazas y provocaciones belicistas dejan claro que el peligro de una catastrófica guerra, la cual podría absorber a otras potencias importantes como China y Rusia y conllevar a un intercambio nuclear, es real e inminente. Enfrentando un recrudecimiento de la crisis política en casa, el presidente estadounidense podría ver una guerra con Corea del Norte como la única forma para apuntalar su Gobierno y aplastar la oposición política nacional.

Desde un punto de vista de lógica militar, Estados Unidos ha esquinado al régimen en Pyongyang en una situación imposible. En su diatriba de tinte fascista frente a la Organización de las Naciones Unidas el mes pasado, Trump declaró que Corea del Norte se enfrentaba a su “destrucción total” de no capitular completamente a las demandas de EUA. El mandatario descartó completamente cualquier negociación con Pyongyang cuando reprendió a su secretario de Estado, Rex Tillerson por “gastar su tiempo” realizando pruebas diplomáticas.

El canciller norcoreano respondió al discurso de Trump en la ONU, declarando que constituía una declaración de guerra y advirtiendo que su país tenía el derecho a tomar contramedidas, incluyendo el derribamiento de bombarderos estratégicos estadounidenses en espacio aéreo internacional. Sin embargo, el Pentágono ha continuado enviando los B-1Bs cerca de Corea del Norte como parte de juegos de guerra.

De cara al ejército más poderoso del planeta, uno armado hasta los dientes con miles de armas nucleares, el régimen de Pyongyang podría concluir que tiene que atacar primero, incluso con su limitado arsenal nuclear, antes de que su ejército quede totalmente destruido. Cada vuelo de los B-1Bs trae consigo la siguiente interrogante para los generales norcoreanos: ¿será otro ensayo o el comienzo de un ataque devastador?

En Washington, se preparan los militares para una guerra con Corea del Norte. En el discurso principal de la congregación de altos oficiales del Ejército el lunes, James Mattis, secretario de Defensa, insistió en que las fuerzas armadas tenían que “asegurarse de que tengamos opciones militares que nuestro presidente pueda emplear si llega a ser necesario”.

La Asociación del Ejército parafraseó al General Robert Adams, titular del Comando de las Fuerzas del Ejército estadounidense, quien indicó en el mismo evento: “Enviar fuerzas estadounidenses a luchar una guerra total al estilo de la Segunda Guerra Mundial significaría enfrentar una realidad fuerte: morirán tropas, y en números grandes”.

Mattis y el general Dunford, comandante del Estado Mayor Conjunto, se reunieron con Trump el martes para repasar las opciones militares, incluyendo “prevenir que Corea del Norte amenace a Estados Unidos y a sus aliados con armas nucleares”. En otras palabras, el Gobierno de Trump está al borde de una guerra ilegal de agresión bajo el pretexto de que el pequeño arsenal nuclear norcoreano representa una amenaza para EUA.

Un ataque estadounidense contra Corea del Norte inevitablemente desencadenaría una confrontación con China y Rusia, ambos que han llamado a bajar las tensiones y reanudar las negociaciones. Una guerra frente a sus fronteras y la instalación de un régimen títere de EUA en Pyongyang atraviesa sus intereses estratégicos en Asia. Más allá, la subyugación de Corea del Norte es parte del objetivo más amplio de EUA de socavar, cercar y, de ser necesario, irse a la guerra con China para asegurar la hegemonía estadounidense en Asia y el mundo.

Trump ha acelerado el llamado “pivote hacia Asia” dirigido contra Beijing de la Administración Obama, en todos los frentes —el diplomático, económico y militar—. Ha reforzado los lazos de EUA por toda la región, amenazado a China con una guerra comercial y confrontado a Beijing militarmente, no sólo en la península coreana, sino también en el mar de China Meridional. El martes, un destructor de la Armada realizó otra intrusión provocativa cerca de las islas Paracelso de China como un desafío de “las reclamaciones marítimas excesivas” de Beijing.

La marcha estadounidense hacia la guerra nos simplemente un producto del mandatario de tendencia fascista, Donald Trump. En cambio, él es la expresión del empeoramiento de la crisis política, social y económica del imperialismo estadounidense, el cual ha intentado detener su declive histórico a través del uso agresivo de su poderío militar. Habiendo creado un desastre tras otro en Oriente Medio, Asia Central y el norte de África, Washington está aumentando las apuestas y preparando un conflicto directo y primeramente contra sus principales rivales, China y Rusia.

El peligro de una guerra lo eleva aún más la turbulencia y los conflictos dentro de los grupos de poder estadounidenses, incluso dentro de la Casa Blanca, y de forma más amplia, la oposición popular a la guerra y a la austeridad. Trump se encuentra abiertamente en conflicto tanto con Tillerson como Mattis, quienes han sugerido que todos los esfuerzos diplomáticos tienen que ser agotados antes de cualquier ataque contra Corea del Norte —no por oponerse a la guerra, sino porque temen la erupción inmediata de un movimiento antibélico como respuesta a un acto de agresión indisimulada por parte de EUA—.

Lo encanada que es la riña fue puesto de manifiesto cuando un artículo de NBC, con información fidedigna, reveló la semana pasada que Tillerson había amenazado con renunciar y llamó a Trump un “idiota” después de una reunión de alto nivel en el Pentágono.

El miércoles, NBC reportó que lo que provocó que Tillerson hiciera esos comentarios fue una propuesta de Trump de multiplicar por diez el número de armas nucleares de EUA, lo que pondría a EUA en contravención de todos los tratados nucleares existentes y lo convertiría efectivamente en un Estado paria.

En una expresión escalofriante del grado de supresión que sería impuesta en el contexto de una mayor escalada contra Corea del Norte, Trump amenazó en un tuit con suspender la licencia de difusión de NBC por una historia.

Las profundas divisiones en los círculos gobernantes estadounidenses que están alimentando especulaciones sobre una destitución de Trump fueron resumidos por un editorial en el Washington Post el martes, titulado “Qué hacer con un presidente no apto”.

Lejos de detener la marcha hacia la guerra, la crisis política sólo añade al peligro. Agobiado por los aprietos en el país, Trump se ve obligado a intentar zafarse redirigiendo las tensiones políticas y sociales hacia un enemigo en el exterior. Sus críticos y oponentes no están en contra de una guerra —muchos de ellos incluso son culpables criminalmente por actos de agresión estadounidenses durante los últimos 25 años—. Sus diferencias son puramente tácticas —cómo y a quién atacar primero—.

Sin la construcción de un movimiento de las masas obreras contra la guerra en Estados Unidos e internacionalmente, una guerra no es sólo posible sino inevitable. Tal movimiento no puede estar basado en apelaciones a los poderes establecidos, sino con base en una perspectiva socialista revolucionaria para abolir el enfermo orden capitalista que amenaza con arrastrar a toda la humanidad al abismo.

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