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Trump alienta el militarismo japonés contra Corea del Norte y China

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha partido hoy en avión desde el Japón para la segunda etapa de su gira asiática de 12 días, una visita de estado formal a Corea del Sur. Antes de irse de Tokio, expresó repetidamente su apoyo a una política exterior más militarista y agresiva por parte del imperialismo japonés, contra la cual Estados Unidos libró una guerra devastadora entre 1941 y 1945. Ya bajo el primer ministro nacionalista Shinzo Abe, la élite gobernante japonesa está dejando de lado los límites constitucionales sobre el uso de la fuerza militar, impuestos al país después de la Segunda Guerra Mundial.

En una conferencia de prensa conjunta con Abe, Trump repitió su afirmación de que la “era de la paciencia estratégica” con Corea del Norte había terminado. Abe declaró el pleno apoyo japonés al ultimátum de Estados Unidos de que, si Corea del Norte no abandonaba sus programas nucleares y de misiles, “todas las opciones están sobre la mesa”.

Al expresar el respaldo de su gobierno a la política de Trump de intensificar las provocaciones contra Corea del Norte, Abe declaró: “Ahora es el momento no para el diálogo sino para aplicar un nivel máximo de presión”.

Al preguntársele sobre las pruebas de misiles de Corea del Norte, Trump procedió a anunciar —si el líder japonés lo había aceptado o no— que “él [Abe] los disparará desde el cielo cuando complete la compra de muchos equipos militares adicionales de los Estados Unidos. El primer ministro va a comprar grandes cantidades de equipamiento militar, como debería”.

Abe, momentáneamente desconcertado, respondió que ordenaría el derribo de las pruebas de misiles de Corea del Norte “si fuera necesario”. El régimen de Pyongyang ha amenazado en múltiples ocasiones que tal acción sería vista como un acto de guerra y llevaría a represalias.

El intercambio fue provocado por una pregunta sobre la confusión informada por Trump sobre el hecho de que “un país de guerreros samurai” no había derribado las pruebas de misiles anteriores. La filtración de la declaración, en la víspera del viaje, parece haber sido un intento de resaltar la ignorancia de la historia del presidente estadounidense. La casta samurai feudal fue abolida en Japón a fines del siglo XIX, como parte de la reorganización de la economía y el estado del país sobre los fundamentos capitalistas.

En una entrevista con Fox News el 3 de noviembre, antes de su partida a Asia, Trump había proporcionado una demostración aún mayor de su desprecio por las experiencias históricas de las masas de la región. Amenazó a China con un Japón remilitarizado si no colaboraba con Estados Unidos para desarmar y derrocar al régimen norcoreano.

Japón, declaró Trump, “es una nación guerrera, y se lo digo a China y le digo a todos los que lo escuchen ... usted tendrá un gran problema con Japón muy pronto si permite que esto continúe con Corea del Norte”.

El régimen militarista “guerrero” que surgió en Japón a fines de la década de 1920, bajo condiciones de recesión económica global y creciente conflicto con Estados Unidos, reprimió brutalmente a la clase obrera japonesa y desencadenó una guerra de conquista colonial en China y luego en Asia. Entre 1931 y 1945, se estima que al menos 20 millones de chinos perdieron la vida a manos del imperialismo japonés.

Estas invasiones y guerras también fueron una catástrofe para el pueblo japonés, que sufrió hasta 3 millones de muertos y la virtual destrucción del país por parte del imperialismo estadounidense, incluido el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Durante décadas, la actitud de la clase obrera japonesa ante cualquier atisbo de militarismo ha sido una oposición decidida y el sentimiento “nunca más”.

Trump mostró una total indiferencia hacia el sentimiento antibélico en Japón, mientras se pavoneaba junto a Abe, un líder cuyo gobierno está lleno de nacionalistas de derecha que glorifican el militarismo japonés y se disculpan por sus crímenes, o los niegan abiertamente.

Durante su mandato, Abe promulgó una ley que permite la llamada “defensa colectiva”, lo que significa el despliegue de los militares japoneses en operaciones ofensivas con el pretexto de que están “defendiendo” a sus aliados estadounidenses. Ha aumentado el gasto en las “Fuerzas de Autodefensa”, que ya es una de las fuerzas militares más avanzadas técnicamente y mejor equipadas del planeta. Su gobierno ha perseguido agresivamente los conflictos territoriales con China sobre las Islas Senkaku/Diaoyu en el Mar de China Oriental, al punto de que los aviones militares japoneses y chinos se encuentran prácticamente todos los días, y ha forjado estrechos lazos militares independientes con la India, mientras los fortalece con Australia y otros países de la región.

Abe no ha enfrentado una oposición significativa a esta agenda de los diversos partidos y organizaciones que una vez fueron descritos como la “izquierda” de la política oficial japonesa, incluido el mal llamado Partido Comunista Japonés (ver: Los estalinistas japoneses intentan evitar el movimiento pacifista de elección).

La alienación masiva y la ausencia de una alternativa genuina para la clase trabajadora vieron la participación en las elecciones del 22 de octubre en apenas el 53 por ciento. Bajo estas condiciones, el Partido Liberal Democrático (LDP) de Abe y sus aliados de coalición pudieron ganar más de dos tercios de los escaños en la cámara baja del parlamento. Como resultado, su gobierno ha podido seguir adelante con su apoyo a la campaña de guerra de los EUA contra Corea del Norte, y la perspectiva a largo plazo de provocar un enfrentamiento con China, para hacer añicos su creciente influencia en Asia.

En una señal de cuán lejos podría llegar la remilitarización japonesa, la figura de alto rango del PDL Shigeru Ishiba utilizó la visita de Trump a Japón como telón de fondo para un discurso del 6 de noviembre, en el que declaró: “Japón debería tener la tecnología para construir un arma nuclear si quiere hacerlo”. Ishiba, quien también aboga por el establecimiento de una corporación marina japonesa, incrementos masivos al gasto militar y repudio a la constitución pacifista, ha hecho llamados similares para un arsenal nuclear.

Si bien la visita de Trump a Tokio estuvo dominada por la retórica sobre la cercanía de la alianza Estados Unidos-Japón, la realidad de los conflictos subyacentes y objetivos —y la fuerza impulsora de la remilitarización japonesa— surgió en varias ocasiones. Trump planteó las agudas luchas competitivas que se han desarrollado entre las corporaciones transnacionales de las dos grandes potencias, quejándose del superávit comercial de Japón con los Estados Unidos y la falta de acceso estadounidense a ciertos mercados japoneses.

Tal vez en el intercambio más revelador, el presidente de los EUA, a plena luz de los medios de comunicación, dio una conferencia a Abe sobre la determinación de los Estados Unidos de seguir siendo la potencia mundial dominante. Refiriéndose a la economía japonesa, Trump declaró: “No sé si es tan buena como la nuestra. Yo creo que no. ¿Vale? Vamos a tratar de mantenerlo así. Y ustedes serán los segundos”.

El imperialismo japonés está más que preparado, en esta etapa, para funcionar como el socio menor de los EUA en la destrucción de Corea del Norte y en sus esfuerzos por contener y socavar el desafío estratégico y competitivo planteado por el ascenso de China.

Sin embargo, el resultado menos probable de la creciente lucha por la ventaja geoestratégica y económica es que Japón y las demás potencias imperialistas sigan aceptando una posición subordinada a Washington.

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