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Los estándares de vida en Reino Unido confrontan el declive más grande en más de 60 años

Un declive devastador en los estándares de vida en Reino Unido está en camino de profundizarse.

El último jueves, el centro de pensamiento Resolution Foundation publicó su pronóstico de que el Reino Unido confronta la caída más larga de sus estándares de vida desde que se tengan registros. La fundación declaró que los ingresos reales disponibles declinarán por 19 trimestres consecutivos. Esta es la caída más larga en más de 60 años.

Torsten Bell, director de la Resolution Foundation, declaró que el impacto en las finanzas públicas era “sombrío” pero que el impacto en las familias sería “muchísimo peor”.

“Pronosticamos que nuestros ingresos serán £540 menores [para comienzos del 2022] de lo que previamente habíamos pensado y los ingresos no están previstos de que retornen a los niveles previos a la crisis hasta la mitad de la próxima década” declaró él. Para el tercio más pobre de los hogares, el centro de pensamiento pronostica “una pérdida promedio de £715 al año hasta la fecha en que acabe el término legislativo”. En contraste a esto, el tercio más rico ganará un promedio de £185.

La fundación hizo estos comentarios luego de que el canciller del Gobierno conservador, Phillip Hammond, presentará su presupuesto, el cual disminuyó fuertemente su proyección de crecimiento económico. Según la Oficina para la Responsabilidad Presupuestaria (OBR, siglas en inglés), el RU se encontrará entre las economías más débiles del mundo durante los próximos cinco años. El OBR ha recortado su pronóstico de crecimiento del 2 por ciento al 1,5 por ciento para el 2017 y tan sólo 1,4 como el promedio para los próximos cuatro años.

Los estándares de vida de los trabajadores ya han sufrido un ajuste sin precedentes. Aunque las ganancias –sin contar los bonos— crecieron 2,2 por ciento en el trimestre hasta setiembre, cuando se ajustan a la inflación en realidad cayeron 0,5 por ciento en cifras reales. Esto marca siete meses de un crecimiento negativo en los ingresos.

No se ve ningún fin a todo eso. El OBR estima que las ganancias anuales promedio caerán £1000 en cifras reales para el comienzo del 2022.

La élite gobernante se aprovechó de la crisis financiera del 2008 para imponer medidas de austeridad salvajes. Recortes de pago, congelamientos salariales y recortes profundos a los servicios y provisiones de bienestar social fueron proclamadas como los pasos para eliminar el masivo déficit creado por el rescate financiero a los bancos y a los ultrarricos.

Sin embargo, lejos de eliminar la deuda, ésta ha subido a £1,7 billones. Los pagos de intereses a los mismos bancos cuyas pérdidas fueron socializadas a expensas de los contribuyentes le han costado a la población británica £46 000 millones tan solo en un año (2015-2016).

La dura evaluación del OBR hizo que el Institute for Fiscal Studies (IFS, Instituto para Estudios Fiscales) advirtiera que la “era de austeridad” estaba lejos de acabar. El director del IFS, Paul Johnson, declaró que el hecho de que se espere a que el producto interno bruto sea 3,5 por ciento menor en el 2021 de lo anticipado era equivalente a un “golpe de £65 000 millones a la economía”.

Reino Unido estaba ahora “en peligro de perder no solo una década sino dos de crecimiento salarial”, Johnson declaró. Se espera que los ingresos promedios en el 2021 sean menores en cifras reales que en el 2008.

Según Larry Elliot en el Guardian: “Esto sería el equivalente de que los ingresos fueran menores cuando John Major dejó Downing Street en 1997 que cuando Margaret Thatcher comenzó los 18 años de gobierno conservador en 1979. Históricamente, esto no tiene precedentes”.

Johnson declaró que el nuevo objetivo del Gobierno de eliminar el déficit por la mitad para mediados de la década de 2020 era algo bastante improbable y requeriría “otra ronda de recortes al gasto público”. El contexto es que “los últimos años han sido marcados por constantes (y pequeñas) mejoras para ajustar de manera inverosímil los planes de gasto para evadir problemas en prisiones, cuidado social y ahora en la salud”.

El presupuesto de Hammond no llegó en ningún momento a confrontar la magnitud de la crisis.

A pesar de las afirmaciones de que delinearía medidas “revolucionarias”, ofreció poco. Una rebaja en el impuesto de timbre –sobre compradores primerizos de casas— sólo intensificará la burbuja inmobiliaria.

Una “inversión” de £12 800 millones en el Servicio Nacional de Salud (NHS, siglas en inglés) es apenas un burdo intento de ocultar una crisis nacional en desarrollo. El NHS requiere más de £4000 millones el próximo año para prevenir un colapso en la atención a los pacientes, según el Nuffield Trust, el King’s Fund y la Health Foundation.

Los servicios públicos afuera del NHS confrontan un recorte del 7 por ciento en sus gastos diarios durante los próximos cinco años, según el IFS. Más aún, Hammond rechazó dar marcha atrás al esquema de crédito universal que recortará £12 000 millones adicionales en beneficios del estado de bienestar, lo que mandaría a la pobreza a decenas de familias adicionales.

El principal alarde del canciller fue que £700 millones habían sido “invertidos… en las preparaciones para el brexit ”. Declaró que dedicaría unos £3 000 millones más durante los próximos años para allanar el camino para la salida británica de la Unión Europea y más si fuese necesario.

Larry Elliot describió la declaración del canciller como el “momento Suez” de la economía británica, una referencia a la fallida intervención de Reino Unido en 1956 que significó el fin oficial a su imperio global.

Escribió que la “perspectiva pesimista del OBR marca el momento en que Reino Unido tiene que parar de engañarse a sí mismo”. Con una brecha del 21 por ciento entre la producción por hora y en donde debería estar con base en su curso pre-2007, declaró que el crecimiento no “va a retornar a sus niveles antes del colapso… Reino Unido es considerablemente y permanentemente más pobre”.

El Partido Laborista se está posicionando como la salida alternativa a esta crisis para la burguesía. En la antesala a la presentación del presupuesto, el canciller en la sombra. John McDonnell, afirmó con entusiasmo que los líderes empresariales “acogerían la estabilidad” de un futuro Gobierno laborista y el “liderazgo fuerte y estable que otorgaríamos”.

McDonnell fue el anfitrión de una conferencia económica en Lincoln la semana previa a la presentación del presupuesto, cuyo objetivo era aumentar el “nivel del debate alrededor de los asuntos económicos”. Los talleres exploraron nuevas formas potenciales de “estructuras de propiedad democráticas”, incluyendo “el papel de las cooperativas, las empresas sociales y los grupos autoorganizados” para asegurar que “nuestra economía pueda servir para los muchos y no para los pocos”.

Los esfuerzos del partido Laborista para brindar una alternativa económica están motivados por su preocupación de las consecuencias políticas de la creciente desigualdad social. Kamal Ahmed, el editor económico de la BBC, comentando sobre estas últimas cifras, planteó a bocajarro las siguientes preguntas:

“¿Cuál es el punto del capitalismo?”. Indicó que la respuesta debería ser: “otorgarles a las personas la oportunidad para volverse más ricos por medio del trabajo”. Pero, “¿qué pasa si la economía fracasa en ese objetivo? ¿Si el sistema te deja –a pesar de todos tus esfuerzos— peor en diciembre que en el enero pasado? ¿O peor ahora que hace una década?”.

El mensaje solapado de estos comentarios es el temor de que millones tomen como conclusión de que no tiene sentido que el capitalismo continúe y que, lejos de beneficiarles, solamente se beneficiarían a sí mismos poniéndole fin.

El Partido Laborista quiere bloquear precisamente la llegada a estas conclusiones, insistiendo en que la fuente de la crisis económica no es el sistema de lucro capitalista, sino solamente un “tipo” de capitalismo –el neoliberalismo—, el cual sólo puede ser superado por medidas de tipo keynesianas, y las más mínimas de este tipo por cierto.

Más allá de las indefinidas referencias a ciertas medidas de estímulo estatal para “incentivar el principal crecimiento económico”, la política económica laborista escasea deliberadamente en detalles. Descartan por completo cualquier medida para romper el dominio económico de la adinerada élite sobre las fuerzas productivas, es decir, el primer paso esencial para asegurar que la economía sea reorganizada para atender las necesidades sociales y no la avaricia privada.

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