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Perspectiva

La extrema derecha y el giro hacia el militarismo en Alemania

El congreso de la semana pasada de Alternativa para Alemania (AfD; siglas en alemán), el partido antiinmigrante y xenofóbico de la extrema derecha, marcó una nueva etapa en la legitimización de la política fascista en Alemania. Siete semanas después de la caída de la dictadura de Hitler, la prensa alemana está tratando el congreso de fascistas como un evento político importante y legítimo, mientras que el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, hizo el gesto de invitar a dos dirigentes de la AfD a su residencia oficial para negociaciones de coalición.

A pesar de que la facción extremista de derecha y völkisch o populista bajo Björn Höcke dominara el congreso, las cúpulas políticas y mediáticas no criticaron al AfD por su militarismo y xenofobia extremistas, sino por su falta de unidad.

Asimismo, el diario Süddeutsche Zeitung se quejó el lunes de que el partido exhibió un “caos vergonzoso”, después de que su grupo parlamentario se mostrara “unido y políticamente capaz”. El Frankfurter Allgemeine Zeitung expresó algo similar, reclamando que “no solo los moderados, pero también los radicales fueron meros observadores de un partido sin liderazgo”. El canal de noticias Phoenix incluso televisó el congreso en vivo y comentó sobre las disputas entre las distintas facciones como si fuese un evento deportivo.

El congreso de la AfD tiene que ser tomado con la mayor seriedad política, siendo la organización un vehículo para que las fuerzas de la ultraderecha promuevan toda la mugre que se consideraba abandonada desde hace mucho tiempo: el racismo, el militarismo y el nacionalismo völkisch. Alexander Gauland fue elegido nuevo colíder del partido, un hombre que aplaudió “los logros de los soldados alemanes en las dos guerras mundiales”, durante la campaña electoral federal y que demandó que la comisaria federal para integración, Aydan Özoguz, una alemana de descendencia turca, sea “desechada” y enviada a Turquía. El profesor de economía, Jörg Meuthen, fue reelegido como titular del partido.

Consecuentemente, la AfD será encabezada por dos figuras conectadas con el ala extremista del partido. Ambos participaron en una reunión organizada por Höcke en el Kyffhäuser, un monumento de la era del Kaiser que en los años veinte se convirtió en el lugar de reunión predilecto de los nacionalistas völkisch y después los nazis. En el 2016, Höcke manifestó bravuconerías ahí, en presencia de Gauland y Meuthen, sobre la “furia teutónica” y el surgimiento de una “nueva mitología” para el pueblo alemán.

La elección de Gualand, además, fue un producto directo de una intervención hecha por la facción de Höcke. Para bloquear la elección del candidato “moderado”, Georg Pazderski, el líder estatal en Berlín, la facción de Höcke presentó a Doris Sayn-Wittgenstein como candidata. La portavoz de la AfD en el estado de Schleswig-Holstein dio un discurso provocativo, agitando contra los antifascistas y defendió al Movimiento Identitario neonazi. No solo le dejó la mesa servida a Gauland, sino que reivindicó las tradiciones de su clase, la alta nobleza alemana. Uno de sus ancestros, Heinrich Prinz zu Sayn-Wittgenstein, fue un oficial condecorado del ejército nazi, la Wehrmacht. Entre otras operaciones, participó en la guerra de aniquilación contra la Unión Soviética.

Las tradiciones y camarillas ultraderechistas y militaristas que condujeron al mundo a dos catástrofes en el siglo XX están teniendo la oportunidad para levantar la vista agresivamente porque cuentan con el apoyo del aparato estatal. El congreso de la AfD fue asegurado por policía con equipo pesado, disparando de cañones de agua a los protestantes mientras los delegados de la AfD los alentaban. “Estén firmes. ¡Con ese espíritu, dejen que fluya el agua! Siempre da con el blanco”, tuiteó con entusiasmo Jens Maier, el juez de la ciudad de Dresden afiliado con la AfD.

Durante la última semana, el jefe del Estado alemán, Frank-Walter Steinmeier, dio su aprobación del espectáculo ultraderechista en Hanover. Después de la reunión con Steinmeier en el palacio de Bellevue, la dirigente parlamentaria de la AfD, Alice Weidel, tuiteó: “Ayer, Alexander Gauland y yo fuimos invitados del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Además de negociaciones exploratorias sobre formar un Gobierno, el tema fue la elección de nuestro Ejecutivo Federal en Hanover”.

No es una mera coincidencia que Steinmeier, en su intento de instalar un Gobierno derechista, alabe al AfD. Cuando era ministro exterior en el 2014, Steinmeier proclamó “el fin de la moderación militar” y se involucró en el golpe de Estado ultraderechista en Ucrania. Bajo su dirección, el Ministerio de Asuntos Exteriores inició un proceso para intentar superar la oposición profundamente arraigada en el pueblo alemán al militarismo y a la guerra. Steinmeier compuso documentos estratégicos que promovían la militarización de Europa bajo dirección alemana y se jactó a través de una serie de discursos y artículos sobre el “nuevo papel global de Alemania”.

Las posturas militaristas de la AfD se entrelazan con las de los jerarcas actuales del Estado y las fuerzas armadas y son además compartidas en gran parte por todos los partidos parlamentarios. En su programa, la AfD exige “el regreso de las fuerzas armadas a estar preparadas para el combate”, ante “las amenazas actuales que enfrentan a Europa y la nueva orientación geopolítica de Estados Unidos”. La institución castrense tiene que “ser reformada de una manera en que su preparación para combate esté garantizada a través de despliegues de la más alta intensidad. Para ello, son esenciales cambios comprensivos estructurales, materiales y de personal”.

Pocos días antes del congreso de la AfD, el inspector general de los servicios militares del ejército alemán se pronunció en términos virtualmente idénticos en una discusión de panel.

El Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad), la sección alemana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, analizó en una resolución de setiembre del 2014 el objetivo detrás del resurgimiento del militarismo alemán, “La propaganda de la posguerra—de que Alemania había aprendido de los terribles crímenes de los nazis, que había ‘arribado a Occidente’, que había acogido una política exterior pacífica y que había desarrollado una democracia estable, ha quedado expuesta como una letanía de mentiras. El imperialismo alemán está nuevamente mostrando sus colores verdaderos, que lleva desde que emergió históricamente, con toda su agresividad en el país y en el exterior”.

Esta prognosis está siendo confirmada, lo que subraya la urgencia de construir el SGP. Todos los otros partidos, con La Izquierda (Die Linke) a la cabeza, se oponen a convocar nuevas elecciones porque temen un desarrollo socialista en la clase obrera mucho más que el surgimiento de la extrema derecha. El SGP es el único partido opuesto a esta locura. Llamamos a nuevas elecciones para construir una alternativa socialista al capitalismo, el fascismo y la guerra.

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