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Perspectiva

Crece la oposición a la cacería de brujas sobre acoso sexual

A medida que avanza la campaña de acusaciones sobre conductas sexuales inapropiadas, queda claro que lo que se está desencadenando es más grande de lo que parecía inicialmente, en el caso del productor de Hollywood, Harvey Weinstein. Ahora que comienza a ceder la primera oleada de la campaña, la oposición está creciendo entre algunos de los acusados.

El anfitrión del canal PBS (Public Broadcasting Service), Tavos Smiley, quien fue suspendido súbitamente el miércoles a raíz de acusaciones anónimas e inespecíficas, emitió una fuerte declaración denunciando a PBS por iniciar una “denominada investigación” sin siquiera contactarlo. Después de que Smiley fue informado al respecto por amigos que lo contactaron preocupados después de que fueran interrogados, amenazó con demandar a la empresa para que le permitan responder a las acusaciones.

“Si tener una relación consensual con una colega hace años es el tipo de cosas que conllevan a esta clase de humillación pública y destrucción personal, que el cielo nos salve”, escribió. “Los investigadores de PBS se rehusaron a tomar en consideración mi documentación personal, se rehusaron a hablar con mi personal actual y se rehusaron a ofrecerme hasta una semblanza de un proceso debido para defenderme contra las acusaciones de fuentes desconocidas”.

“Esto ha ido demasiado lejos”, concluyó. “Y yo, por lo menos, tengo la intención de luchar de vuelta”.

El viernes, ignorando los derechos democráticos de Smiley, Mills Entertainment anunció que estará cancelando su financiamiento para su dramatización teatral en 40 ciudades del último año de vida de Martin Luther King Jr., quien fue él mismo un blanco de una campaña orquestada por el FBI para atacar su conducta sexual como “antinatural” y “anormal”.

Smiley presentó su declaración pocos días después de que el actor australiano, Geoffrey Rush, un blanco de una campaña encabezada por el Daily Telegraph del multimillonario Rupert Murdoch para retratarlo como un “predador sexual”, anunciara que presentará una demanda contra el periódico “para compensar por los insultos, las insinuaciones y las hipérboles que han creado alrededor de mi reputación”. Rush agregó: “La situación es intolerable y tengo que intentar vindicar mi buen nombre en las cortes.”

A pesar de estas señales de oposición, la campaña continúa creciendo e implicando a cada vez más individuos y tipos de acciones. El viernes, la demócrata de Kansas, Andrea Ramsey, se convirtió en la primera mujer en ser acusada y anunció que estará cancelando su candidatura al Congreso. La prensa local reportó que la compañía con la que trabajaba resolvió una demanda presentada por un uno de sus empleados, quien la acusó de despedirlo después de que él rechazara sus avances sexuales. La dirección del Partido Demócrata dejó de respaldarla después de que salieran los reportes de las acusaciones, las cuales Ramsey asevera que son mentiras.

Bajo la categoría general de “acoso sexual”, se está criminalizando y asociando con el pavoroso crimen de una violación a un rango de actividades sumamente amplio, incluyendo aquellas que caben dentro de las relaciones interpersonales normales. El efecto es crear una situación en la que prácticamente cualquier persona puede ser escogida y calumniada con la acusación de “depredación sexual”.

Al mismo tiempo, tales concepciones se están adaptando a ley. A través de una carta enviada la semana pasada al New York Times, Carmelyn Malalis, la presidenta de la Comisión por los Derechos Humanos de la ciudad de Nueva York, se refirió con aprobación a leyes de la ciudad de Nueva York que definen acoso como cualquier acto por encima de “leves ofensas o inconvenientes triviales”. En las palabras de Malalis, esto incluiría, “cualquier comportamiento sexual no deseado, incluyendo comentarios, bromas, gestos, contactos, textos o correos electrónicos sexuales que produzcan un ambiente laboral hostil”.

Esto significa que una palabra o un gesto malinterpretados pueden resultar en un despido o ser puesto en una lista negra. Tal interpretación socava profundamente la protección de la libertad de expresión de la Primera Enmienda de la Constitución de EUA.

Desde que Donald Trump llegó al poder, los demócratas han buscado desviar la oposición popular a su Gobierno detrás de una agenda derechista basada en los intereses de los segmentos dominantes del aparato militar y de inteligencia. Esto es lo que explica la campaña sobre “noticias falsas”, ciberataques rusos y acoso sexual.

Thomas Edsall reconoce en una columna de opinión publicada esta semana, titulada “La política de #HeToo (Él también)”, reconoce que la campaña en marcha está siendo impulsada en gran medida por consideraciones políticas. El hecho de que este artículo aparece en el diario New York Times, el principal portavoz de la cacería de brujas sexual, llama todavía más la atención.

“La problemática de las conductas sexuales inapropiadas se ha convertido en el enfoque de la estrategia demócrata para hacer frente al presidente Trump y al Partido Republicano”, escribe Edsall. “Para los demócratas, quienes han tenido dificultades en encontrar la tracción en sus batallas contra el Gobierno, la explosión de acusaciones ha creado una oportunidad para poner el énfasis en Trump —un proceso reforzado por la debacle de Moore—”. Esto último se refiere a la derrota del republicano de tendencia fascista, Roy Moore, ante el demócrata derechista, Doug Jones, la semana pasada en las elecciones de Alabama para el Senado de EUA.

Este mes, los dirigentes demócratas, incluyendo a la líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, votaron en contra de una moción para iniciar un proceso de destitución para Trump con base en sus políticas de carácter fascista y racista. No obstante, según otro artículo en el Times, “La Sra. Pelosi ha respaldado fuertemente los pasos para que haya nuevas audiencias relacionadas a las quejas por conducta sexual contra el presidente”.

Edsall cita los comentarios de varios individuos que han planteado claras inquietudes acerca de las implicaciones de la campaña sobre acoso sexual. Emily Yoffe de la revista Politico se preocupa que el “momento increíble” actual se “descarrille si todas las acusaciones se aceptan a punta de fe, y el proceso judicial debido es visto como un impedimento en vez de un requisito y fundamento de la justicia”. Paul Rosenberg advierte en la revista Salon de un “juicio precipitado demócrata, mandando el proceso debido a volar para dotarse con una pose virtuosa que sin duda se verá cada vez más oscura en los años venideros”. Elizabeth Bartholet, una profesora de la Facultad de Derecho de Harvard escribe sobre esta campaña como “otro momento que podremos recordar como un momento caracterizado por la locura y el pánico sexual”.

Sin embargo, Edsall concluye que tales consideraciones no tendrán ningún impacto en las operaciones políticas detrás de la campaña #MeToo en antelación a las elecciones del 2020.

La estrategia del Partido Demócrata hacia el Gobierno de Trump forma parte de un proceso político y social prolongado. Los últimos cuarenta años han visto una concentración extrema de la riqueza. Esto no solo ha involucrado la acumulación de enormes fortunas en manos de los multimillonarios en el país —tres de los cuales ahora controlan más riqueza que la mitad de la población—, sino que hay una brecha cada vez mayor entre el cinco o diez por ciento en la cima, que constituye la clase media-alta, y el 90 por ciento por debajo. Los intereses y las preocupaciones de esta capa superior son distintos y hostiles a los de la clase obrera.

Políticamente, el Partido Demócrata ha cortado todos sus lazos con el reformismo social. Es un partido de Wall Street, el aparato militar y de inteligencia y esta clase media-alta, y se basa en la política de identidad. Esta transición culminó en la campaña de Hillary Clinton, la cual buscó desviar la oposición de masas a la desigualdad social y la guerra a través de la promoción cuestiones de ley y orden como la demanda de una sentencia más draconiana en el caso del estudiante de la Universidad de Stanford, Brock Turner. Esto ha venido acoplado a la calumnia que los trabajadores que no apoyaron la campaña del Partido Demócrata estaban expresando sus “privilegios” blancos o masculinos. Esta reaccionaria estrategia está siendo revivida en el contexto del Gobierno de Trump.

La caza de brujas sexual se está librando contra el trasfondo de amenazas de guerra cada vez mayores que podrían detonar una catástrofe nuclear. Una proporción cada vez más grande de trabajadores y jóvenes enfrentan niveles impactantes de pobreza, incluyendo la falta de un trabajo digno, al mismo tiempo que el Congreso se apresura para imponer una enorme reducción en los impuestos para los ricos. Cada día, 115 trabajadores mueren debido a accidentes y padecimientos ocupacionales. La burguesía está tomando pasos para abolir los derechos democráticos y la libertad de expresión en línea, algo subrayado por la decisión reciente de la Casa Blanca de poner fin a la neutralidad de la red.

Todo esto está siendo ignorado por la campaña sobre acoso sexual. Las divisiones de clase están siendo tapadas por la insistencia en que todas las mujeres, independientemente de sus ingresos, comparten la misma “experiencia” de ser oprimidas por los hombres, quienes disfrutan de los beneficios de los “privilegiados”, especialmente si son blancos.

La campaña de acoso sexual es derechistas, antidemocrática y políticamente reaccionaria. No concierne del todo a los intereses de los trabajadores, sean hombres o mujeres.

La oposición al Gobierno de Trump y a todos los grupos de poder tiene que desarrollarse en forma de un movimiento independiente de la clase obrera que se dirija conscientemente en contra del capitalismo y todos los horrores producto de este sistema.

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