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Artistas francesas rechazan la caza de brujas de #MeToo

Sólo un día después de que el movimiento #MeToo (#YoTambién) dominara los premios Globos de Oro en Los Ángeles, con la plena complicidad de la audiencia de celebridades de Hollywood y los medios controlados por las corporaciones, su campaña de caza de brujas sexual recibió un importante rechazo.

En un comentario publicado en el periódico francés Le Monde el 9 de enero, titulado “Defendemos la libertad de importunar a las personas, que es indispensable para la libertad sexual”, 100 actrices, intelectuales y profesionales francesas expresaron su oposición y hostilidad al movimiento #MeToo, su modus operandi antidemocrático y su intento de intimidad, silenciar y destruir a sus víctimas masculinas y sus carreras.

Las firmantes incluyen a la bien conocida actriz francesa Catherine Deneuve, la veterana actriz alemana Ingrid Caven, la crítica de arte y escritora Catherine Millet, y la escritora y periodista Abnousse Shalmani, así como a numerosas artistas visuales, intérpretes y escritoras de teatro y cine.

Su documento aparece justo después de la publicación de una columna de la crítica y novelista estadounidense Daphne Merkin en el New York Times, una de las principales plataformas para la caza de brujas de #MeToo, expresando grandes dudas sobre la campaña, y admitiendo que, incluso dentro de su objetivo demográfico, que incluye a lectores del NYT, hubo un número de opositores.

El comentario francés contrapone el crimen de violación al “coqueteo insistente o torpe”, e insiste correctamente en que los dos no son lo mismo. Ataca a #MeToo por señalar como “traidores” y “cómplices” a aquellos que hacen tal distinción, creando un clima de intimidación, donde la libertad de expresión “se ha transformado hoy en su opuesto”.

De manera importante, enfatiza la naturaleza profundamente antidemocrática del movimiento #MeToo y su repudio total del debido proceso y la justicia natural.

La campaña había conducido, en la prensa y las redes sociales, a “delaciones y acusaciones públicas de personas a las que se había negado el derecho de responder o defenderse, y han sido puestos en el mismo nivel que agresores sexuales. Esta justicia expeditiva ya tiene víctimas, hombres que han sido disciplinados en su vida profesional, forzados a renunciar, etc., cuando su único error fue tocar una rodilla, tratar de robar un beso, hablar de cosas ‘íntimas’ durante una cena de trabajo o enviar mensajes con connotaciones sexuales a una mujer sin que la atracción fuera recíproca”.

Lejos de desarrollar la independencia de las mujeres, la caza de brujas sirvió a “los intereses de los peores enemigos de la libertad sexual, de los extremistas religiosos, de los peores reaccionarios…”. Sus víctimas se han visto obligadas a “arrepentirse y a buscar, mirando en los confines más profundos de su conciencia, un ‘comportamiento inapropiado’ de hace 10, 20, o 30 años del que deberían arrepentirse. Las confesiones públicas, la incursión de fiscales autoproclamados en la esfera privada—todo esto instala un clima de sociedad totalitaria”.

Las comparaciones entre la conducta del movimiento #MeToo y las acciones de los regímenes represivos son particularmente acertadas. Y las implicaciones son nefastas: censura en todas las artes, represión de todas las formas de oposición al statu quo; y un daño inmenso a las relaciones sexuales entre mujeres y hombres.

“La ola puritana no parece conocer límite”, escriben las autoras, refiriéndose a la censura actual de obras de arte sexualmente explícitas: un desnudo de Egon Schiele, un cuadro de Balthus, peticiones para prohibir una retrospectiva de Roman Polanski, el aplazamiento de otra sobre el director Jean-Claude Brisseau, ataques al film Blow-Up de Michelangelo Antonioni, y se ordena a escritores reescribir sus trabajos para conformar las exigencias de #MeToo.

Las profundidades del absurdo alcanzado por la campaña encuentran una expresión consumada en el hecho de que “¡un proyecto de ley en Suecia… quiere imponer un consentimiento explícitamente notificado a todos los candidatos a una relación sexual!”

¿Y adónde llevará todo esto?

“Un poco más, y dos adultos que quieran acostarse juntos tendrán que firmar previamente, a través de una aplicación de su teléfono, un documento con las prácticas sexuales que aceptan y rechazan debidamente enumeradas”.

El documento defiende con valentía “la libertad de ofender como indispensable para la creación artística”, y la “libertad de importunar, que es indispensable para la libertad sexual”, explicando que las firmantes tienen la suficiente “experiencia” y “clarividencia” para “no confundir coqueteo torpe con agresión sexual”.

Las autoras insisten en distanciarse de “este feminismo, que… toma la forma del odio a los hombres y al sexo. Pensamos que la libertad de decir no a una proposición sexual va de la mano con la libertad de importunar. Y consideramos que hay que saber responder a esta libertad de importunar de otras maneras que encerrándose en el papel de víctima”.

Además, ellas enfatizan que los humanos no son monolíticos. “Una mujer, en el mismo día, puede dirigir una organización profesional y disfrutar de ser el objeto sexual de un hombre, sin ser una ‘zorra’ ni una vil cómplice del patriarcado. Ella puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un roce en el metro, incluso si eso es considerado un delito. Puede interpretarlo como la expresión de una gran miseria sexual, o simplemente como un no-acontecimiento”.

La decisión de las autoras y firmantes del documento de posicionarse contra #MeToo y campañas reaccionarias similares es un acto político valiente. De forma previsible, ha sido denunciado por figuras destacadas de #MeToo, incluyendo a la actriz italiana Asia Argento, quien tuiteó el martes: “Deneuve y otras mujeres le dicen al mundo cómo su misoginia interiorizada les ha lobotomizado hasta el punto de no retorno”.

La declaración francesa, empero, también ha sido elogiada y compartida ampliamente en las redes sociales.

Comentarios en Disqus a la revista de la industria del entretenimiento Variety saludan a las mujeres. Una comentarista, Ashley M, declara: “Estoy tan, tan agradecida a Catherine Deneuve y las otras maravillosas actrices, escritoras, doctoras francesas, y estoy segura que mujeres y hombres de muchas profesiones firmaron esta carta. Estamos dejando que los medios sean el dictador del mundo occidental. Algunas de estas acusaciones parecen empeñadas en crear un abismo entre hombres y mujeres; como si quisieran que las mujeres ‘teman’ a los hombres. Esto es extremadamente degradante para las mujeres”.

Otra comentarista, Blue Silver, dice: “Toda esta tontería de #MeToo apesta, con mujeres ricas y esnob que incitan ataques llenos de odio, sarcásticos, indirectos y directos contra los hombres, tanto culpables como inocentes en casi todos los niveles… Cuando ves una entrega de premios Globo de Oro (por lo que vale la pena) y el maldito show se convierte más en un escaparate político que en un espectáculo real que celebra el arte del cine, entonces hay un problema mayor que debe ser abordado y remediado… ¡Realmente espero que los Oscar no se conviertan en un espectáculo de fenómenos de propaganda como fueron los Globos de Oro!”.

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