La exhibición “Diego Rivera y la experiencia en la URSS”, presentada en la Ciudad de México en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Khalo y el Museo Mural Diego Rivera hasta el 8 de abril.
Diego Rivera (1886-1957), el pintor y muralista mexicano, fue una de las figuras artísticas más significativas del siglo XX. En la producción de sus obras más importantes, se inspiró en grandes eventos, especialmente la Revolución Rusa de 1917 y la Revolución Mexicana de 1910-1920.
La actual exposición en la Ciudad de México, “Diego Rivera y la Experiencia en la URSS”, se enfoca en las dos visitas del artista a la Unión Soviética, en 1927-28 y en 1955-56. La exposición contiene materiales de 28 colecciones alrededor del mundo, incluyendo acuarelas, pinturas, bocetos y cartas. También incluye fotografías y pósteres que Rivera adquirió en la URSS y conservó hasta su muerte.
Rivera tuvo una larga y complicada historia con el Partido Comunista y la Unión Soviética, la mayoría de la cual, desafortunadamente, no es examinada en la exposición. Sin este contexto, el espectador no podría entender los cambios que Rivera —y la misma URSS— vivieron a lo largo de las tres décadas entre sus dos visitas. A pesar de sus limitaciones, la exhibición, particularmente los materiales de su primera visita, develan las experiencias que lo inspiraron a escapar los confines del nacionalismo mexicano y, durante su periodo más sano como artista, emprender la creación del arte revolucionario.
En 1927, Rivera fue invitado a la URSS para participar en las conmemoraciones del décimo aniversario de la Revolución de Octubre. Fue parte de una delegación de “trabajadores y campesinos” representando a México. Al llegar, fue nombrado miembro del Partido Comunista y un delegado de la Liga Nacional Campesina mexicana.
Su relación con el Partido Comunista Mexicano (PCM) ya era tensa, sin embargo. Antes de su primera visita, ya había renunciado (1925) y había sido readmitido (1926) al partido estalinista mexicano.
El décimo aniversario de la Revolución fue celebrado bajo los esfuerzos continuos y feroces de la burocracia estalinista para silenciar a León Trotsky y lo que era en ese entonces la Oposición Unida (incluyendo fuerzas lideradas por Grigori Zinóviev y Lev Kámenev). Los opositores participaron en las celebraciones del aniversario de la Revolución con sus propios estandartes. Sus lemas incluían: “¡Contra el kulak, el hombre de la NEP, y el burócrata!”. Matones organizados por los estalinistas atacaban violentamente las contingencias opositoras en Leningrado y Moscú. La anticipación de Trotsky de que serían objeto de represalias fue comprobada. Él y varios opositores fueron expulsados del Partido Comunista en diciembre de 1927, y en enero de 1928, Trotsky fue desterrado a Alma Ata en Asia Central soviética.
El aniversario también ocurrió un año después de la huelga general británica de 1926 y en los talones de la sangrienta Revolución China, ambas traicionadas por el rechazo estalinista del mismo programa y perspectiva internacionalistas que guiaron la Revolución de Octubre 10 años antes.
Estos eventos monumentales debilitaron seriamente a la clase obrera soviética e internacional y fortalecieron la mano de la burocracia nacional y oportunista estalinista.
Sin embargo, el décimo aniversario de la Revolución también subrayó los logros considerables del primer Estado obrero, particularmente bajo las condiciones sumamente difíciles de la guerra civil organizada por los imperialistas y la continua aislación de la Unión Soviética.
Rivera atestiguó las festividades del aniversario de primera mano, creando bocetos de las masas serpentinas marchando por la Plaza Roja. Se conmovió profundamente por esta poderosa manifestación de la fuerza de la clase obrera. “Nunca olvidaré la primera vez que vi en Moscú la marcha y el movimiento organizado de la gente”, escribió Rivera. “Una mañana temprano caía la nieve en las calles. La masa en marcha era negra, compacta, unida rítmicamente, elásticamente tenía el flotante movimiento de una víbora, pero era más amenazante que cualquier serpiente que yo pudiera imaginar”.
Rivera interactuó con un amplio rango de figuras artísticas soviéticas durante su estancia. Conoció al cineasta Sergei Eisenstein y fue un huésped en la casa del poeta Vladímir Mayakovski, a quien Rivera había conocido en México. Eisenstein pertenecía al grupo artístico “Octubre”, el cual, aunque decía ser parte de la “cultura proletaria”, fue una de las últimas expresiones del arte avant garde soviético.
Rivera dio discursos en varios grupos artísticos y fue nombrado un instructor en la Academia de Bellas Artes de Moscú. La revista Krasnaya Niva (Campo rojo) le encargó a Rivera pintar la portada de su número para el aniversario de la Comuna de París.
Rivera tenía esperanzas de impulsar un movimiento muralista en la Unión Soviética similar al movimiento en México en el que él, junto con David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, había sido pionero para mostrar la vida cultural y política de los campesinos y trabajadores. En noviembre de 1927, Anatoli Lunacharski, el comisario soviético de la Educación, le encargó a Rivera pintar un fresco en el Club del Ejército Rojo en Moscú.
Rivera obtuvo varias fotos mostrando “proyectos arquitectónicos innovadores, fábricas, plantas metalúrgicas, campos petroleros, avances tecnológicos, escuelas, teatro, y en general, la cotidianidad y la cultura rusa”. Varias de estas fotografías, junto con bocetos del mural propuesto, se pueden ver en la exposición.
A principios de mayo de 1928, Lunacharski le informó a Rivera que debía dejar el país para evitar ser arrestado por actividades “en contra de Stalin”. Aunque no es claro cuál fue la razón inmediata de su semiexpulsión, es probable que la relación de Rivera con artistas que previamente tuvieron una relación positiva la Oposición de Izquierda lo pusieron en la mira de la burocracia. Su mural del ejército rojo nunca fue completado, y no regresaría a la Unión Soviética hasta dos años antes de su muerte.
La visita de Rivera tuvo un impacto consecuente en sus siguientes obras. Según la exposición, “si bien había incorporado al obrero como un elemento principal dentro de sus murales previos, fue hasta su regreso a México cuando esta figura comenzó a tener una narrativa diferente, colocándolo siempre frente a máquinas, fábricas o a lado de personajes del Ejército Soviético”.
El tiempo que pasó con el grupo Octubre también tuvo un efecto duradero en las composiciones de Rivera. Las configuraciones de collage que usaban en sus carteles propagandísticos están presentes en los murales de Rivera después de su visita, según el catálogo de la exposición.
Un año después de su visita, Rivera fue expulsado una vez más del Partido Comunista por hablar en contra del estalinismo. Una cacería de brujas anticomunista en México el mismo año llevó a que Rivera y Frida Kahlo, su esposa y compañera socialista, pasarán una gran parte del principio de los años 30 en Estados Unidos.
Rivera pintó muchos de sus murales mejor conocidos durante este periodo. Terminó sus asombrosos frescos Industria de Detroit en el Instituto de Artes de Detroit en 1933. El hombre controlador del universo fue reproducido en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México en 1934 después de que el original en el Centro Rockefeller en la Ciudad de Nueva York fuera destruido por mostrar a Lenin. Estas obras le dieron vida a las dificultades y luchas de la clase obrera y mostraban a líderes socialistas —principalmente Lenin y Trotsky— proporcionándoles liderazgo a las masas.
En 1936, Rivera se convirtió en un partidario abierto del movimiento para una Cuarta Internacional y ayudó a persuadir al presidente mexicano Lázaro Cárdenas para darle asilo a Trotsky en México. En este periodo, Rivera expresaba conscientemente la necesidad de vincular los esfuerzos artísticos con el avance del socialismo internacional, lo cual lo hizo uno de los intérpretes más importantes de la Revolución de Octubre durante ese tiempo. Es 1938, Rivera colaboró con Trotsky y el escritor francés André Breton en el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”.
“El verdadero arte, es decir aquel que no se satisface con las variaciones sobre modelos establecidos, sino que se esfuerza por expresar las necesidades íntimas del hombre y de la humanidad actuales, no puede dejar de ser revolucionario, es decir, no puede sino aspirar a una reconstrucción completa y radical de la sociedad, aunque sólo sea para liberar la creación intelectual de las cadenas que la atan y permitir a la humanidad entera elevarse a las alturas que sólo genios solitarios habían alcanzado en el pasado”.
También en 1938, (en “Arte y política en nuestra época”), Trotsky le dio tributo a la contribución específica de Rivera al arte y la sociedad.
“En el área de pintura, la Revolución de Octubre encontró su intérprete más grande no en la URSS, sino el lejano México… Nutrido en las culturas artísticas de todos los pueblos, de todas las épocas, Diego Rivera ha permanecido mexicano en las fibras más profundas de su genio. Pero lo que lo inspiró en estos magníficos frescos, que lo elevaron por encima de la tradición artística, por encima del arte contemporáneo, en cierto sentido, por encima de él mismo, es la poderosa erupción de la revolución proletaria. Sin Octubre, su poder de penetración creativa en la épica del trabajo, la opresión y la insurrección, nunca habría alcanzado tal amplitud y profundidad".
El esfuerzo artístico de Rivera es indeleble, pero no resultó ser inmune a las enormes presiones y traumas de mediados del siglo XX. El asesinato de Trotsky en 1940, combinado con las traiciones del estalinismo, el ascenso y los crímenes del fascismo y los horrores de la Segunda Guerra Mundial, desorientaron a un sector cada vez más escéptico y pesimista de artistas e intelectuales que eligieron creer que el estalinismo presentaba la continuidad de la Revolución de Octubre. Perdiendo su confianza en la clase obrera y la habilidad de la Cuarta Internacional para construir una dirección revolucionaria, Rivera fue víctima de esta confusión y desmoralización. Hizo numerosos intentos para reincorporarse al PCM y finalmente fue readmitido en 1954.
Rivera visitó la Unión Soviética por segunda vez en 1955-56 para recibir un tratamiento de cáncer en el Hospital Botkin en Moscú. La terapia de cobalto —el tratamiento que recibió Rivera— era más avanzado en la Unión Soviética y no estaba disponible en México.
Al igual que Rivera, la Unión Soviética había experimentado cambios profundos a lo largo de 30 años. La exposición en la Ciudad de México carece de cualquier discusión sobre la traición estalinista de la Revolución Rusa o el asesinato masivo los trabajadores y jóvenes revolucionarios. Los artistas que Rivera conoció durante su primera visita habían perecido, ya sea por las purgas o suicidio, o habían sido silenciados por la burocracia. La breve discusión en la exhibición sobre el “Realismo Socialista” no explica la razón por la cual este dogma antisocialista y antirealista surgió, mucho menos sus alternativas o consecuencias.
La desorientación política de Rivera es quizás mejor ilustrada por su continua amistad con Siqueiros, quien lideró el primer esfuerzo para asesinar a Trotsky en mayo de 1940. Siqueiros visitó a Rivera cuando estaba en el hospital, y varias fotografías de Rivera, Siqueiros, y Emma Hurtado, la cuarta y última esposa de Rivera, pueden ser vistos en la exposición.
En ese entonces, Rivera no era particularmente honesto consigo mismo o con los demás. En sus comentarios durante este tiempo, es difícil, y quizás imposible, separar lo que era una genuina apreciación por los avances de la sociedad soviética y lo que era un esfuerzo para ganar favores con el régimen posterior a Stalin y su aparato internacional. “Estoy viviendo dentro de una sociedad nueva, compuesta de seres que sí son realmente seres humanos. ¡Qué fineza, qué firmeza, qué claridad en el pensar, qué delicadeza en el ser, y qué amabilidad y qué bondad sencilla y constante!”
La exposición muestra muchos bocetos de los doctores, enfermeras, y pacientes que Rivera conoció durante su tratamiento de cuatro meses en Moscú. Cuando se le permitió salir durante su recuperación, Rivera pinto a muchos transeúntes, en particular familias y niños pequeños jugando en la nieve. Fue testigo de las celebraciones del aniversario de la Revolución de Octubre por segunda vez desde el Hotel Nacional de Moscú.
Durante su segunda visita, Rivera rindió homenaje a los participantes de revoluciones anteriores al pintar Veterano de 1905 y Veterano de 1917. Alguien de 20 años que luchó en 1905 en ese entonces tendría 70 años, mientras que un participante correspondiente de la Revolución de Octubre tendría 58. El Veterano de 1917 es tratado con honestidad y, uno siente bastante respeto y admiración. Los ojos del veterano de 1917 producen un sentimiento claro: no se debe subestimar a la clase obrera rusa.
Sin embargo, con algunas excepciones, hay una disminución notable en la calidad del arte que Rivera produjo durante su segunda visita. Las pinturas de la poderosa clase obrera y el Ejército Rojo fueron reemplazadas en su mayoría por retratos individuales. Ya no pinta a los grandes líderes socialistas que una vez defendió al punto de que censuraran o destruyeran sus murales. La ruptura de Rivera con el socialismo revolucionario y su capitulación a sus traicioneros hirieron gravemente su habilidad de sintetizar la verdad objetiva del mundo a su alrededor.
Después del tratamiento de Rivera, Rivera y Hurtado hicieron un recorrido por el este de Europa. Visitaron el campo de concentración en Auschwitz y el búnker de Hitler en Alemania, entre otros sitios. Después, la pareja regresó a México en abril de 1956.
Rivera falleció el 24 de noviembre de 1957, dejando atrás varias obras que no pudo completar antes de su muerte. En el Hospital Botkin, Rivera creó bocetos fascinantes para un nuevo mural en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El boceto contiene instrucciones de Rivera, hechas a mano, sobre los temas y materiales que deberían ser usados en el nuevo mural.
Hasta su muerte, Rivera mantuvo su convicción de la capacidad de la economía planificada para producir logros científicos. Siguió de cerca el lanzamiento de Sputnik I, el primer satélite artificial de la Tierra, en octubre de 1957. “Diego Rivera interpretó el lanzamiento de Sputnik como una prueba de que el comunismo era capaz de llevar a la especie humana a un nuevo orden mundial y, asimismo, de la mano de las tecnologías, a un mejor lugar en el cosmos”.
“Rivera y la experiencia en la URSS” contiene una gran cantidad de materiales poco conocidos y vale la pena visitarla, a pesar de sus limitaciones. Uno espera que los artistas y la juventud que la visiten se inspiren a aprender más sobre la Revolución Rusa y, siguiendo el ejemplo de Rivera, se orienten a la clase obrera para elaborar un nuevo arte revolucionario que despierte la conciencia y los sentimientos de las masas.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de enero de 2018)