Las demandas entre los trabajadores de Fiat Chrysler, General Motors y Ford en Estados Unidos de que sus contratos, los cuales fueron impuestos por el sindicato automotriz UAW (por sus siglas en inglés) y están ligados a relaciones corruptas con las empresas automotrices, sean declarados nulos e inválidos.
El martes, Monica Morgan, la esposa del ex vicepresidente fallecido del UAW para Fiat Chrysler (FCA), General Holiefield, se declaró culpable a los cargos de presentar declaraciones de impuestos falsas y ocultar más de $200.000 en ingresos adicionales en el 2011. Morgan es la cuarta persona acusada en declararse culpable en el mismo caso, el cual ha expuesto una fracción de los sobornos hechos al UAW a cambio de su colusión en la destrucción de los puestos de trabajo y niveles de vida de los trabajadores automotrices.
En un acuerdo de culpabilidad el mes pasado, Alphons Iacobelli, el principal negociador de FCA entre el 2009 y el 2015, admitió que él y otros ejecutivos les pagaron a Holiefield y a otros “altos funcionarios del UAW” más de $1.5 millones en sobornos para “obtener beneficios, concesiones y ventajas para FCA en la negociación, implementación y administración” de los contratos colectivos.
Los pagos ilegales fueron lavados por medio del Centro de Entrenamiento Nacional UAW-Chrysler, el cual recibió entre $13 millones y $31 millones por año de FCA. De ahí, el dinero era dirigido a negocios o beneficencias falsas controladas por Holiefield y su esposa, además de compras para otros oficiales del UAW por medio de tarjetas de crédito. También parece haberse visto involucrada la organización benéfica del sucesor de Holiefield, Norwood Jewell, quien presidió las negociaciones contractuales con FCA en el 2015.
Los trabajadores en las plantas han rechazado las explicaciones del presidente del UAW, Dennis Williams, de que los sobornos dados a funcionarios sindicales —considerados una simple inversión por los gerentes automotrices para un mayor apalancamiento— no afectaron los acuerdos laborales.
Los trabajadores de Jeep en la planta de ensamblaje Toledo North, Ohio, han presentado denuncias para recuperar sus puestos de trabajo y salarios perdidos por acuerdos firmados por Holiefield. Varios obreros en Michigan han presentado demandas colectivas exigiendo que UAW les repague cientos de millones en deducciones sindicales.
Todo esto es legítimo y necesario. No obstante, los trabajadores no pueden depender de las cortes, y mucho menos del Departamento de Justicia de EUA, para que defiendan sus derechos e intereses de clase. La sanción mínima dada a Morgan podría ser una señal de su intención de dejar ahí el caso contra el UAW por miedo a que la exposición de la corrupción generalizada en el UAW esté fomentando una rebelión entre los trabajadores automotrices.
La élite corporativa y política está muy al tanto del papel crítico que ha desempeñado el UAW en suprimir la lucha de clases por las últimas cuatro décadas. Están haciendo escuchar cada vez más aquellos en la prensa corporativa preocupados que el escándalo esté minando la “autoridad moral” del UAW y la “solidaridad” en sus rangos.
De todos modos, el enjuiciamiento y expulsión de éste o aquel burócrata sindical no cambiará el carácter fundamental del UAW. La corrupción en este escándalo no es una aberración, sino que expresa la esencia misma de la organización.
Aquellos involucrados en tan descarada corrupción han llegado a la cúpula del UAW en un momento en que fue depurada cualquier concepción de que los trabajadores tienen intereses distintos y hostiles a los patronos capitalistas.
Williams, Jewell, Holifield y sus colegas, ninguno de ellos está conectado de manera alguna a las luchas de masas del periodo anterior. Han vivido de negociar por las gerencias corporativas y llevar a cabo una traición contra los trabajadores automotrices tras otra. Tienen su asiento en los comités conjuntos diseñados para aumentar la productividad y los ingresos de las compañías, organizan juegos de golf conjuntos, promueven las uniones UAW-FCA, UAW-GM o UAW-Ford en las exposiciones de autos, las convenciones empresariales y las reuniones con inversionistas.
La transformación del UAW en un ente adjunto a las gerencias corporativas es, al fin y al cabo, un producto de los profundos cambios económicos de los años setenta y ochenta, ante todo, la globalización de la producción y el declive del capitalismo estadounidense. El UAW, como los sindicatos procapitalistas y basados a nivel nacional, es incapaz de responder de forma progresista a estos cambios. Al contrario, estas organizaciones se han opuesto a cualquier resistencia a la ofensiva patronal y se han transformado en socios menores de la explotación de la clase obrera.
A principios de los años ochenta, el UAW adoptó oficialmente el programa corporativista de “asociaciones” obrero-patronales. Dependiendo en los sindicatos para suprimir huelgas e imponer los dictados de las corporaciones estadounidenses, la clase gobernante eliminó las prohibiciones al financiamiento corporativo de los sindicatos, lo que llevó a la transferencia de miles de millones de dólares en décadas posteriores a centros conjuntos de capacitación con Chrysler, Ford y GM, además de la acumulación de acciones corporativas y un fondo de salud para jubilados de miles de millones de dólares en manos del UAW.
Esta degeneración no se ha limitado al UAW. Todos los sindicatos procapitalistas y nacionalistas en EUA e internacionalmente han pasado por el mismo proceso. La semana pasada, el sindicato alemán IG Metall (IGM, por sus siglas en inglés) canceló huelgas de cientos de miles de trabajadores automotrices y de otras industrias y firmó acuerdos que le dan a las corporaciones “flexibilidad” para expandir las jornadas laborales y que mantienen los aumentos salariales a un mínimo para trabajadores que han sufrido, al igual que sus contrapartes estadounidenses, más de una década de salarios estancados. El IGM tomó este paso para facilitar el establecimiento de un Gobierno formado por una gran coalición entre los partidos capitalistas, incluyendo a los socialdemócratas alineados con los sindicatos. Dicha Administración planea imponer medidas de austeridad y emprender un rearme militar.
Escribiendo sobre la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL, por sus siglas en inglés), León Trotsky, el fundador de la Cuarta Internacional, indicó que el carácter de un sindicato “se determina por su relación con la distribución del ingreso nacional”. Si los dirigentes de la AFL “defendieren el ingreso de la burguesía de los ataques de los trabajadores; si emprendieren una lucha contra las huelgas; contra los aumentos salariales, contra la ayuda a los desempleados, entonces tendríamos una organización de carneros y no un sindicato”.
Es precisamente esta la naturaleza de los sindicatos hoy día. No son organizaciones obreras, sino contratistas en el servicio de las compañías y el Estado. El escándalo de corrupción del UAW es una expresión de esta realidad básica. Por lo tanto, no es una cuestión de simplemente echar a los individuos ofensores para curar a una organización en general sana. Las acciones de estos individuos son solo una manifestación de la naturaleza reaccionaria de la organización misma.
Los trabajadores automotrices necesitan construir nuevas organizaciones, comités de bases en las fábricas, controlados democráticamente por los trabajadores. Estos comités se tienen que oponer a todo esfuerzo para subordinar los intereses de la clase obrera al afán de lucro de las grandes empresas y a las demandas del Gobierno de “sacrificarse” por el “interés nacional”, sea como pretexto para una crisis económico o en preparación para la siguiente guerra.
En cada fábrica, los comités obreros tienen que demandar la anulación de los contratos y la devolución de todas las concesiones dadas por el UAW. Los obreros deben avanzar sus propias demandas, incluyendo la abolición del sistema salarial de escalas, un aumento salarial generalizado del 25 por ciento, la restauración de COLA y la conversión inmediata de todos los trabajadores de tiempo parcial y temporales a un estatus de tiempo completo con los salarios y beneficios que esto implique.
Tal lucha suscitará la necesidad de la unidad internacional de la clase trabajadora y el desarrollo de un movimiento poderoso de la clase obrera contra el capitalismo, el cual subordina las necesidades de los trabajadores por todo el mundo al afán de lucro corporativo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de febrero de 2018)