Antonio Castro vive a las afueras de San Juan, la capital de Puerto Rico, en el extremo este de la isla. Desde septiembre cuando el huracán María tocó tierra en territorio estadounidense, las condiciones han sido difíciles para Antonio y su familia. Como cientos de miles de trabajadores y jóvenes en la isla, Antonio sigue luchando sin las comodidades básicas de la vida moderna, incluyendo la electricidad y el agua. Lo siguiente es parte de una serie de informes sobre las condiciones en Puerto Rico.
El 20 de febrero marcará cinco meses de vida sin energía eléctrica para miles de nosotros aquí en Puerto Rico desde que el huracán María tocó tierra en septiembre. Es poco conocido que ha sido incluso más largo para muchos, debido a los grandes cortes de energía del mes anterior causados por el huracán Irma.
El huracán María cambió nuestra forma de vida de manera dramática. Además de no tener energía, muchos de los que estamos en la isla hemos tenido que pasar meses sin tener agua del grifo en nuestros hogares. Como expliqué en un artículo anterior, se necesita electricidad para bombear agua a las áreas rurales elevadas y también a plantas de tratamiento de energía. En nuestra comunidad, como en otras partes de la isla, esto significa que debemos buscar fuentes alternativas de agua para nuestras necesidades diarias.
Antes de la tormenta, la mayoría de las familias almacenaban suministros suficientes por una o dos semanas. Sin embargo, estos recursos eventualmente se agotaron, y todos tuvieron que luchar para reponer sus alimentos y suministros de agua potable de cualquier forma posible. Resulto en caos. La gasolina para los automóviles era muy escasa, significaba que las personas estaban varadas en donde habían pasado la tormenta. No pudieron asegurar que familia en otras partes de la isla estaban bien, viajar largas distancias para obtener los suministros necesarios u obtener atención médica.
Las pocas tiendas que pudieron abrir tenían líneas que duraban horas y suministros muy limitados. Muchas tiendas aprovecharon la situación y aumentaron los precios de los artículos más buscados, incluido el agua. Antes de la tormenta, podíamos comprar un paquete de 12 botellas de agua por alrededor de $2 a $3, pero los precios aumentaron de $8 a $12 dólares después. Los contenedores de gasolina y agua se volvieron escasos y caros. Lo que la mayoría de nosotros hicimos fue guardar cualquier contenedor de plástico que pudiéramos encontrar para colectar el agua. Podría ser cualquier cosa, desde una jarra de detergente vieja hasta cubos de pintura reciclados.
No tener acceso a agua limpia, algo tan esencial para la vida, ha tenido un serio impacto en nuestras vidas. Durante meses hemos tenido que ir a buscar agua de varios recursos diariamente. El agua que es segura para cocinar y beber tiene que ser embotellada o de un oasis en el centro de la ciudad compartido por toda la comunidad. El gobierno local de la ciudad demoró bastante antes de que proporcionaran camiones cisterna desde los cuales pudiéramos reunirnos y ahorrar agua potable durante unos días. Para el lavado y lo de mas que no sea beber, nos dirigimos a la corriente o arroyo local. Conozco muchos lugares en la isla donde familias enteras tenían que reunirse en ríos y arroyos para lavar la ropa, los platos, bañarse e incluso beber.
Para recolectar agua de arroyos y manantiales, reutilizamos un viejo tubo de PVC o metal, improvisar un embudo con una botella de plástico y usar lo que tuviera a mano para mantener el tubo en su lugar normalmente con rocas. Esto hizo que la recolección de agua de la corriente fuera eficiente, dadas las circunstancias. No era agua potable, así que no pudimos beberla ni cocinar con ella. Trágicamente, muchas personas en otras partes de la isla no tuvieron esa opción; tenían que usar cualquier fuente de agua que pudieran encontrar. En las semanas posteriores al huracán, surgieron imágenes de residentes en la ciudad de Dorado que recogían agua de un sitio de desechos peligrosos designado a nivel federal. El agua de esta ubicación potencialmente estaba contaminada y dañosa si consumida.
En otra ciudad, Canóvanas, la gente usaba agua de manantial contaminada con orina de rata. El uso de agua de ríos y arroyos para beber provocó una ruptura de la leptospirosis entre la población en varias ciudades. Las autoridades locales advertían a los residentes que no utilizaran fuentes de agua inseguras y que solo utilizaran agua embotellada o agua corriente segura, como si la gente bebiera agua no potable por elección. No había agua del grifo en los hogares, suministros limitados en las tiendas, en muchos lugares todavía no hay acceso a las carreteras y no hay camiones cisterna proporcionados por el gobierno local de la ciudad. No teníamos otra opción que usar cualquier fuente de agua disponible; incluso el agua de lluvia se salvó.
Reconozco muchas de las luchas de los trabajadores en Kentucky, Flint y Ciudad del Cabo, Sudáfrica, por el derecho al agua potable como parte de la mía. Miles de familias viven sin acceso a agua potable, mientras que las autoridades gubernamentales hacen poco o nada para resolver el problema. Los trabajadores puertorriqueños nos solidarizamos con los trabajadores en todas estas regiones. Estamos enfrentando las mismas dificultades debido a la indiferencia del gobierno a las condiciones de la clase trabajadora. En cambio, los capitalistas continúan enriqueciéndose del trabajo de los trabajadores y explotando situaciones como el desastre natural que golpeó a Puerto Rico.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de febrero de 2018)