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Una entrevista con David North

Socialismo o Barbarie: Reflexiones sobre el desorden mundial

En octubre del 2017, David North dio una conferencia sobre el centenario de la Revolución de Octubre en la Universidad de Saint Andrews, en Escocia. Antes de la conferencia, fue entrevistado por Adam Stromme, el editor jefe de Saint Andrews Economist la publicación oficial de la Saint Andrews Economic Society.

Reimprimimos adelante la transcripción de la entrevista, que fue publicada en el sitio web de la revista [thestandrewseconomist.com] el 26 de noviembre del 2017.

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Esta semana el editor jefe Adam Stromme charla con David North, un académico marxista invitado, socialista revolucionario activo y presidente nacional del Partido Socialista por la Igualdad de Estados Unidos.

Formación

Adam Stromme: Cuéntenos un poco sobre usted, sobre cómo se involucró por primera vez en la política socialista.

David North: Yo soy parte de una generación que se radicalizó políticamente en la década de 1960. Mi generación, por supuesto, fue afectada profundamente por la guerra de Vietnam. Pero, en un nivel más fundamental, la radicalización fue una respuesta a los horrores del fascismo y la Segunda Guerra Mundial. Las decenas de millones de muertos, el exterminio genocida de los judíos y el lanzamiento de dos bombas atómicas por parte de Estados Unidos a ciudades indefensas repercutieron abrumadoramente sobre nosotros.

Esta historia reciente tuvo un impacto poderoso en cómo respondimos a los hechos contemporáneos.

En este contexto histórico, la guerra brutal librada por Estados Unidos contra Vietnam desacreditó completamente al anticomunismo liberal. La afirmación de que Estados Unidos estaba defendiendo al “mundo libre” perdió toda credibilidad entre amplios sectores de la juventud estudiantil. Los jóvenes comenzaron a buscar una alternativa al capitalismo y el imperialismo, y el socialismo se hizo cada vez más popular.

¿Pero qué era el socialismo? Estaba el ejemplo de la revolución rusa, pero la realidad de la dictadura estalinista hizo que muchos tuvieran serias dudas sobre si la revolución era una opción viable. Es la razón por la cual el destino de la revolución se convirtió en un tema central. Y sólo se podía responder a las preguntas estudiando la historia de la lucha de Trotsky contra el estalinismo, leyendo libros como La revolución traicionada. Quedó claro que el estalinismo y la dictadura burocrática no fueron el resultado inevitable de la revolución socialista. El estudio de esta historia me convirtió en un marxista y trotskista.

AS: ¿Cuáles son los objetivos del Partido Socialista por la Igualdad, y cómo ha evolucionado el partido con el tiempo?

DN: El Partido Socialista por la Igualdad es políticamente solidario con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. La Cuarta Internacional fue fundada por León Trotsky en 1938 en respuesta a la traición de la Revolución de Octubre y la revolución socialista mundial por parte de Stalin y el estalinismo. El movimiento trotskista estadounidense surgió de esta división histórica.

Nuestro objetivo es reemplazar el sistema actual de capitalismo, como se practica en Estados Unidos y el mundo, con el control democrático de los medios de producción y la introducción del planeamiento científico. Creemos firmemente que a través de estos medios la clase trabajadora establecerá un sistema económico basado, no en el afán de los individuos por la riqueza y las ganancias, sino en la erradicación de la pobreza y la creación de los medios para una democracia política genuina. Y al hacerlo, la clase trabajadora también eliminará las causas de la guerra, la opresión política y todas las otras formas de supresión de valores y aspiraciones genuinos y humanos.

Análisis Teórico

AS: ¿Por qué el capitalismo es un sistema económico problemático? ¿Se puede reformar? Si no se puede, ¿por qué no?

DN: La concepción materialista de la historia por parte del marxismo ve el capitalismo en el contexto de la lucha del hombre con la naturaleza para garantizar su subsistencia. La esclavitud, el feudalismo, el “modo de producción asiático” y el capitalismo representaban etapas en el desarrollo histórico de las fuerzas productivas de la humanidad.

El capitalismo está basado en la explotación de la clase trabajadora. La creación de las ganancias procede, necesariamente, de la extracción de plusvalía de la clase obrera. Si bien se impugna duramente la teoría del valor de Marx, cada capitalista entiende que la rentabilidad depende del trabajo de la clase trabajadora.

La tendencia a declinar de la tasa de ganancia surge inexorablemente del desarrollo de las fuerzas productivas. Los esfuerzos de los capitalistas para compensar esta tendencia llevan, a su vez, a mayores niveles de explotación e intensificación de la lucha de clases.

La lucha de clases actual se desarrolla en el marco de una economía global, definida por una producción e intercambio integrados a nivel internacional. Cada vez es más difícil identificar dónde se produce, exactamente, cualquier mercancía.

La contradicción entre el carácter global de las fuerzas productivas y la persistencia de un sistema obsoleto de Estados nación se manifiesta políticamente en el resurgimiento del chauvinismo extremo, la persecución de refugiados y la amenaza creciente de una tercera guerra mundial.

La Unión Soviética se disolvió en 1991. Hemos tenido más de 25 años para ver lo que podía hacer el capitalismo, sin amenaza alguna del socialismo. Y, sin embargo, estamos presenciando el resurgimiento de estos síntomas de tipo fascista. Son la manifestación política de una enfermedad económica subyacente. La fuente de esa enfermedad es la propiedad privada de los medios de producción y la existencia de un sistema político nacional-estatal que es incompatible con un sistema económico globalizado.

Por lo tanto, cada Estado está ahora inmerso en una lucha amarga por sobrevivir: políticas económicas proteccionistas, guerras comerciales, guerras de divisas, el levantamiento de fronteras, el rechazo de refugiados, y así sucesivamente.

Todo esto demuestra la quiebra del sistema capitalista.

¿Se puede reformar? No. Las políticas reformistas a nivel nacional fueron dominantes en cada país tras la Segunda Guerra Mundial. ¡Después de dos guerras, la burguesía estuvo a punto de volarse los sesos! Por lo tanto, hubo una gran variedad de mecanismos creados para tratar de contener la crisis. Fallaron todos, uno detrás del otro. Hacia 1971 el sistema de Bretton Woods, basado en la convertibilidad dólar-oro, había fallado. Luego vinieron otros sistemas monetarios, como los tipos de cambio flotantes. Pero la persistencia de estas contradicciones propulsó cada vez más el desarrollo de la crisis. Y estamos en una etapa muy avanzada de crisis ahora mismo.

AS: El marxismo, y el socialismo más generalmente, son teorías políticamente poderosas y polémicas en los círculos dominantes, susceptibles de tergiversación y contorsión porque han sido invocadas por innumerables movimientos a través de siglos de lucha. ¿Qué significan el marxismo y el socialismo para usted, y cómo se contrastan los mismos con la forma en que se ha enseñado a muchas personas a entenderlos?

DN: Primero que nada, hay un dicho bien conocido: “Si los axiomas geométricos afectaran intereses económicos, se haría un intento para refutarlos”. El marxismo es tan polémico porque promueve una teoría de la historia que proclama la naturaleza transitoria del orden económico existente. El marxismo, en la medida en que se inspira en Hegel, argumenta que todo lo que existe merece perecer. Todo lo que viene al mundo viene con las semillas de su propia desaparición. Pero a diferencia del hegelianismo, el marxismo no sólo profetiza esto. Ha descubierto las contradicciones económicas reales y existentes que producen crisis y crean las condiciones para la revolución socialista. Esto es un anatema para la burguesía. No quiere escuchar que sus días están contados.

El marxismo presenta, en parte, una teoría de la historia que dice que el capitalismo no es eterno, y proporciona una idea de las leyes y contradicciones del proceso socioeconómico. No proclama la inevitabilidad del socialismo —en el sentido de que el socialismo se establecerá automáticamente— sin mediación humana y una lucha política consciente. Pero sí afirma que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción se vislumbra en procesos económicos objetivos, y se desarrolla a partir de un proceso objetivo en el que, efectivamente, se socializa el capital.

El primer uso de la palabra “socialismo” viene de una persona llamada Lorenz Stein, en la década de 1820. Él lo definió como “una ciencia sistemática de la igualdad social”.

El papel revolucionario de la clase trabajadora está inserto en su lugar objetivo en todo el sistema de producción.

AS: Como socialista, ¿qué le dice a quienes acusan al socialismo realmente existente de tender irresistiblemente hacia las políticas autoritarias de regímenes como la URSS y la China maoísta?

DN: En primer lugar, es una pregunta muy legítima. Cualquiera que esté interesado en el socialismo, y que busque un camino más allá del capitalismo, querrá saber, por supuesto: ¿qué le pasó a la Unión Soviética? Si alguien quiere dedicar su vida a hacer del mundo un lugar mejor, no puede evitar preguntarse: ¿y si estoy buscando un paraíso de tontos?

En el caso de la Unión Soviética, la respuesta es que hubo una revolución social. Pero hubo una reacción nacionalista y burocrática contra la revolución, de la que el régimen estalinista fue su expresión. El estalinismo fue responsable del gran exterminio de muchos de los líderes de la revolución socialista internacional.

Así que esta es la pregunta principal: ¿el estalinismo surgió orgánicamente del bolchevismo, del leninismo, o Stalin fue una distorsión pervertida del bolchevismo y de los principios de la Revolución de Octubre?

La respuesta se encuentra al preguntar lo siguiente: en el proceso de esta degeneración, ¿hubo alguna pelea contra ella? Y aquí no tenemos que hacer adivinanzas. En 1923, surgió la Oposición de Izquierda, bajo el liderazgo de Trotsky, que desarrolló una crítica sistemática de la burocratización del Estado y del Partido Comunista. En 1924, Stalin y Bujarin promovieron el programa de “socialismo en un solo país”. Es decir, éste ocurriría independientemente de las revoluciones socialistas en otros países. Otras revoluciones serían bienvenidas, pero no requeridas.

Trotsky, basándose en la tradición marxista, argumentó que el programa de autarquía económica nacionalista era incompatible con el socialismo. La orientación de Lenin hacia el poder en 1917 no fue determinada principalmente por las condiciones rusas, sino por condiciones internacionales que surgieron de la Primera Guerra Mundial.

Trotsky pidió el derrocamiento del régimen estalinista. Denunció el papel contrarrevolucionario de esa burocracia. Advirtió que, sin una revolución política, las políticas del régimen estalinista conducirían en última instancia a la destrucción de la URSS. Los hechos le dieron la razón.

AS: ¿En qué se diferencia el trotskismo, las doctrinas teóricas expuestas por León Trotsky a las que usted y el PSI adhieren, del leninismo, el estalinismo y el maoísmo?

DN: Trotsky y Lenin representan la tradición marxista clásica. Esta tradición es materialista, profundamente hostil a todas las formas de irracionalismo filosófico, y atribuye un rol revolucionario único a la clase trabajadora. El estalinismo, el maoísmo, y similares, son perversiones nacionalistas del marxismo. En otras palabras, una forma nacionalista de marxismo es esencialmente antimarxista. En la Unión Soviética, el estalinismo usó frases marxistas para justificar la usurpación del poder. Pero Lenin y Trotsky usaron el marxismo como instrumento de análisis socioeconómico y orientación política.

Hechos Actuales

AS: Hugo Chávez, el exlíder de Venezuela elegido de forma democrática, se presentó famosamente, y ganó repetidamente, con un programa de “Socialismo del siglo XXI”. Desde su muerte, empero, algunos en la izquierda, incluyendo a Noam Chomsky, acusan al G obierno venezolano de recurrir a medidas cada vez más autoritarias. ¿Qué piensa de la situación actual en Venezuela, y de su cobertura en la prensa internacional?

DN: Sin duda, Venezuela ha sido puesta en la mira por parte de Estados Unidos para una desestabilización. De forma infame, el New York Times publicó, prematuramente, un editorial dando la bienvenida al derrocamiento del Gobierno, en la década de 2000.

Pero los crímenes de Estados Unidos no deberían ser una excusa para glorificar a estos regímenes esencialmente burgueses y nacionales. Para parafrasear a Marx, así como no explicamos a las personas por los términos que se dan a sí mismas, tampoco deberíamos juzgar al régimen venezolano por las etiquetas que se pone a sí mismo, especialmente la de socialismo. En muchos países, donde la burguesía ha sido excepcionalmente débil, y la burguesía nacional se encuentra atrapada entre dos fuerzas poderosas, la clase obrera y el imperialismo internacional, secciones de la élite gobernante tienden a adoptar una fraseología socialista para mantener el apoyo popular. El programa de Chávez iba a ser financiado por el precio temporalmente favorable del petróleo.

Pero con el tiempo, su programa de desarrollo nacional “pseudosocialista” demostró ser una ilusión. El socialismo requiere la organización internacional de las fuerzas productivas. No se puede considerar socialista a la revolución bolivariana, y a otros regímenes de izquierda, en la medida en que se basan en un programa nacional y en la medida en que la clase trabajadora no ha podido crear sus propios órganos de poder. Como resultado, no se debe leer nuestro apoyo fundamental al potencial latente de la clase trabajadora venezolana y latinoamericana como justificación del régimen.

La cobertura de Venezuela por parte de la prensa internacional ha sido terrible, y nuestra publicación los critica habitualmente por su cobertura del régimen, especialmente al New York Times.

AS: Además de su trabajo para el PSI, usted también es el editor en jefe internacional de l World Socialist Web Site (WSWS), una revista digital que actualmente enfrenta una grave censura de Google, Facebook y otros motores de búsqueda en la web. ¿Cómo surgió el diario, y cuál es la causa de que estos conglomerados de Internet le pusieran en la lista negra?

DN: En 2018, celebraremos el vigésimo aniversario del WSWS. Creo que podemos decir con justicia que el Comité Internacional fue rápido en reconocer el potencial revolucionario de la revolución en las comunicaciones. Le habíamos prestado atención a esto, y finalmente decidimos, en 1997, reemplazar nuestro periódico con el diario digital que ahora es el WSWS. En los últimos 20 años hemos desarrollado el mayor número de lectores de cualquier publicación socialista revolucionaria.

Durante los últimos seis meses, comenzamos a notar una disminución abrupta en la cantidad de lectores que acceden al sitio web a través de los buscadores de Google. A la larga vimos que el número de lectores que accedía a nuestro sitio a través de Google había sido reducido casi un 70 por ciento. Google había implementado un nuevo algoritmo de búsqueda para deshacerse de las llamadas “noticias falsas”. Este término era, en sí mismo, un fenómeno falso, pero, no obstante, uno utilizado para justificar la supresión de sitios web como el nuestro.

AS: A principios de este mes, usted entrevistó a Chris Hedges, el periodista radical y ganador del premio Pulitzer, sobre el estado de la política estadounidense. ¿Cuál es el estado de la política estadounidense, y cómo ha afectado su percepción del curso de la humanidad, al entrar en el siglo XXI?

DN: Trump es producto de un entorno político, social y cultural enfermo. No debe haber confusión sobre esto. Hillary Clinton es una manifestación, aunque de diferente forma, de esta misma enfermedad. Muchas personas que siguieron esta elección eran muy conscientes de que ambos eran los candidatos presidenciales más impopulares de la historia, y, teniendo en cuenta el último medio siglo de elecciones estadounidenses, esto marca un desarrollo sin precedentes. Medio siglo de decadencia casi permanente.

Ahora, ¿qué es Trump? Trotsky una vez se refirió a la teoría de la historia del “Hitler malo”—que “si tan solo Hitler desapareciera, Europa florecería como un jardín”. Trump surgió del corrupto mercado inmobiliario de Nueva York, Wall Street, los juegos en Las Vegas, etcétera. Cuando todo esto se junta, tienes esta monstruosidad llamada Donald Trump. Él representa la llegada al poder de la “lumpenburguesía contemporánea.

Trump es también la personificación de dos procesos interrelacionados y altamente peligrosos. Uno es la creación de una sociedad increíblemente desigual. Desde la llegada al poder de Reagan, ha habido un aumento colosal de la desigualdad social y de la concentración de la riqueza, a una escala inconcebible, en las manos del 1, 0,1 y 0,01 por ciento más ricos de la población. Esta oligarquía controla una cantidad asombrosa de riqueza, que es la antítesis de la democracia. Y a medida que esta oligarquía ha adquirido mayor poder, ha habido una erosión del poder tradicional de las instituciones liberales y una concentración de poder en manos del ejército y las agencias de inteligencia de EE.UU., en particular. Este fenómeno domina completamente a ambos partidos políticos. El Partido Demócrata es esencialmente una alianza de Wall Street con la comunidad de inteligencia y el ejército.

Mientras una gran proporción de la riqueza se ha concentrado en la parte superior, esto ha producido una especie de envidia entre aquellos que están en el diez por ciento superior de la población, que ha empezado a expresarse en una forma de pseudoizquierda, que se manifiesta finalmente en la “política de identidad”. La orientación sexual, el género, la etnia y la raza forman la base del “discurso” de la política de identidad, que proporciona el cimiento ideológico para una forma específica de política de clase media reaccionaria. La competición entre reclamos de identidades perjudicadas en realidad tiene el objetivo de ganar acceso a una mayor parte de la riqueza que abunda en las capas más altas de la sociedad. No hay nada progresista en esta política, en mi opinión. Es fea, egoísta y vengativa. De forma predecible, encontró una audiencia enorme y entusiasta entre los académicos que trabajan en humanidades.

AS: ¿Cuál ha sido la fuerza motivadora que le mantiene en pie a lo largo de décadas de agitación política? ¿Qué lecciones ve como más pertinentes, del trabajo de su vida, para futuros activistas y el público en general?

DN: La motivación proviene de la situación objetiva misma. En la medida en que uno sigue todo esto como una persona consciente, y trata, como marxista, de extraer de estos eventos una solución a estos problemas, uno comienza a entender el peligro enorme que enfrentamos como sociedad.

¿Cuáles son las lecciones? Estudiar la experiencia del siglo XX. Familiarizarse con un análisis trotskista de la URSS. Ocuparse de la gran pregunta: ¿cómo evitamos una repetición de las catástrofes del siglo XX? Porque de verdad, si estas catástrofes se repiten, la humanidad no se recuperará de ellas.

El siglo XX fue una era de revolución y contrarrevolución. La Revolución de Octubre fue el primer intento de la humanidad de hacerse cargo de su propio destino, sobre la base de una reestructuración consciente de los fundamentos socioeconómicos de la sociedad. Pero sabemos que los grandes cambios históricos no se logran fácilmente.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de febrero de 2018)

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