El martes por la tarde, el multimillonario gobernador de West Virginia, Jim Justice, promulgó un acuerdo bipartidista anunciado por legisladores el día anterior para poner fin a la huelga de nueve días de maestros y otros empleados de escuelas públicas en todo el Estado.
El acuerdo, que los sindicatos apoyaron y reivindican como una victoria, es una traición a la valiente lucha de 33.000 trabajadores escolares.
No hace nada por abordar la demanda primaria de los trabajadores: la financiación garantizada para la estatal Agencia de Seguros para Empleados Públicos (PEIA). En cambio, proporciona una congelación temporal de los crecientes costos de atención sanitaria y establece otro grupo de trabajo para abordar la falta de financiación crónica de la PEIA. El grupo de trabajo no resolverá nada, ya que ambos partidos políticos están comprometidos con los poderosos intereses corporativos y energéticos en el Estado y se niegan a imponerles cualquier impuesto significativo para financiar la atención médica.
Justice y los legisladores estatales se jactaron de que el aumento salarial del cinco por ciento, que también cubre a todos los trabajadores estatales, no se financiará a través de un aumento en los impuestos. En cambio, se financiará a través de recortes presupuestarios, incluyendo el programa de seguro de la salud Medicaid, del cual dependen muchos empleados de la escuela, sus estudiantes y miles de trabajadores.
Los empleados escolares han librado su lucha por el derecho a la atención de la salud, no para que se la quiten a los pobres. Los docentes, que ya están en el 48º Estado peor pagado del país, han dejado en claro que un aumento del cinco por ciento será más que comido debido a los futuros aumentos de los costos de la atención médica.
Un artículo publicado ayer en el Charleston Gazette Mailinforma de que los aumentos serán financiados por $82 millones en recortes al presupuesto estatal en 2018-2019, incluyendo $23 millones asignados a la reparación de edificios estatales en mal estado, $7 millones asignados para proporcionar matrículas a estudiantes en universidades comunitarias y técnicas, y millones cortados de Medicaid. El presidente de Finanzas del Senado, Craig Blair, dijo que el Senado, controlado por los republicanos, solo había aceptado el aumento salarial a cambio de recortes “muy profundos”, y agregó: “Habrá algo de dolor”.
Los funcionarios sindicales, conscientes de la profunda oposición de los trabajadores, aprobaron el acuerdo lo más rápido posible para asegurarse de que los maestros no tuvieran tiempo para reunirse, debatir y votar sobre ello. Incluso antes de que las dos cámaras de la legislatura estatal aprobaran el proyecto de ley, Justice había tuiteado que el trato estaba hecho, y los medios declararon finalizada la huelga. Antes de que los dirigentes sindicales y el gobernador pudieran firmar el acuerdo, se había enviado una llamada a los trabajadores para que volvieran al trabajo.
Los funcionarios sindicales sacaron conclusiones del martes anterior, cuando ordenaron a los trabajadores que regresaran a la escuela después de un día de “enfriamiento”. Esto dio tiempo a los trabajadores para organizarse y votar para continuar la huelga desafiando a los líderes sindicales.
El gobernador Jim Justice firmó el proyecto de ley durante una conferencia de prensa que fue un festival de amor entre el gobernador multimillonario, los políticos estatales demócratas y republicanos y los dirigentes sindicalistas. Christine Campbell, de la Federación Estadounidense de Docentes de West Virginia (AFT-WV) y Dale Lee, de la Asociación de Educación de West Virginia (WVEA), agradecieron humildemente al magnate del carbón mientras este les entregaba copias personalizadas del proyecto de ley firmado.
Justice, quien podría emitir un cheque personal para financiar PEIA por más de 30 años, se hizo pasar por amigo de los trabajadores de las escuelas. Se le escapó cuál era su verdadera actitud hacia este movimiento cuando declaró que los maestros habían hecho “cosas que tal vez no eran correctas”, y “tal vez lo hicisteis por frustración”, y que “el mundo nos miraba, diciendo: bueno, no sé si me gusta West Virginia en este momento”.
De hecho, la poderosa huelga de nueve días en West Virginia se convirtió en un polo de atracción e inspiración para los trabajadores en los Estados Unidos y de todo el mundo.
Un reportero del WSWS le pidió a Justice que comentara el hecho de que el proyecto de ley no solo no proporcionaba fondos para el cuidado de la salud de los maestros, sino que también se pagaría mediante recortes en la financiación de los niños pobres. Justice respondió que “no había ninguna posibilidad en el planeta” de que se produjeran tales recortes, pero en el siguiente suspiro declaró que podría ser “prudente” recortar $10 millones del fondo estatal de Medicaid porque actualmente tiene un superávit de efectivo.
Cuando los maestros se enteraron por primera vez del acuerdo, este fue recibido con escepticismo y desconfianza. Lorene, una cocinera de escuela desde hace casi dos décadas, contó a reporteros de WSWS frente al edificio del capitolio inmediatamente después de que se anunciara el acuerdo: “No creo que ellos, los sindicatos y la legislatura, arreglen PEIA ... Mintieron antes. Rompieron promesas antes. Sé esto: que si no se arregla, volveremos con toda nuestra fuerza”.
Melanie, que lleva más de una década enseñando, comentó dentro del edificio del capitolio: “No me siento bien con esto porque este ‘compromiso’ nos está preparando para parecer el malo, porque si se saca un centavo de Medicaid, parece que somos codiciosos y egoístas y no nos importa de quién viene. ¡Me importa! Si mi palabra valiera, diría que no hay acuerdo. No está bien”.
Con el final de la huelga, es fundamental que los trabajadores de West Virginia, de los Estados Unidos y del mundo saquen las lecciones políticas de los eventos de las últimas dos semanas.
La huelga demostró que el crecimiento del conflicto de clases llevará a los trabajadores hacia un conflicto cada vez más directo contra los aparatos sindicales de derechas que funcionan como una fuerza de policía industrial para los gobiernos y las empresas. Fue el desafío de los docentes a la orden de volver a trabajar de los sindicatos lo que galvanizó el apoyo de sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora y la juventud.
Los sindicatos, aterrorizados por este desarrollo, respondieron enviando un pequeño ejército de burócratas al capitolio estatal para mantener el control de los sindicatos sobre los trabajadores. Un factor destacado en los esfuerzos de los sindicatos para cerrar la huelga fue el comienzo de la huelga de los trabajadores de telecomunicaciones de Frontier en West Virginia durante el fin de semana y el creciente apoyo a la huelga de los docentes de Oklahoma, Kentucky y otros Estados.
La presidenta de la Asociación Nacional de Educación, Lily Eskelsen García, que cobra un salario de más de $300.000, expresó la actitud de los sindicatos cuando ella enfáticamente declaró que los sindicatos no querían ver una expansión de la lucha a otros Estados.
El esfuerzo objetivo de los trabajadores para liberarse de los aparatos sindicalistas debe organizarse conscientemente en la forma de nuevos órganos de lucha, comités de base elegidos por y entre los mismos trabajadores.
Las próximas luchas deben basarse, sobre todo, en una perspectiva política clara. La lucha de los maestros de West Virginia demostró que la defensa de los derechos sociales de la clase trabajadora —el cuidado de la salud, educación y trabajos decentes— se centra en la cuestión de qué clase social controla la riqueza de la sociedad y quién decide cómo se asigna: la clase trabajadora internacional, la abrumadora mayoría de la sociedad, o una pequeña capa de multimillonarios corporativos. La garantía de tales derechos requiere la lucha para expropiar los recursos de la sociedad de la élite corporativa y la reorganización socialista de la vida económica en interés de la clase trabajadora.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de marzo de 2018)