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México: el país más peligroso para los periodistas después de las zonas de guerra

El 13 de febrero, el periodista Pedro Damián Gómez fue encontrado sin vida en su casa en el área de Lomas de la Amistad de Tijuana en el Estado mexicano de Baja California. Gómez producía un programa en las redes sociales llamado “Panorama político”, que cubría noticias de actualidad y presentaba entrevistas políticas. Aunque han sido desmentidas por la oficina del fiscal del Estado las noticias iniciales de los medios locales acerca de una muerte violenta, el caso está lejos de estar resuelto.

Apenas antes de morir, Gómez publicó un mensaje en su cuenta de las redes sociales sobre el coche nuevo que le regalaron misteriosamente, dejándolo fuera de su casa con las llaves y los papeles a su nombre. Más allá de lo oportuno del curioso regalo, lo que ha alimentado las sospechas de juego sucio es el hecho de que la selección como objetivo de periodistas que trabajan con noticias políticas se ha vuelto, trágicamente, una rutina en México.

En 2017, México ocupaba el lugar 147 de los 180 países en el “Índice de Libertad de la Prensa Mundial” que publica anualmente Reporteros Sin Fronteras (RSF). El grupo condena el “desastroso nivel de impunidad” existente en México, donde afirma que ha habido al menos 21 desapariciones no resueltas de periodistas desde el año 2000. La Comisión Nacional para los Derechos Humanos del propio México ha respaldado esta afirmación, poniendo de relieve aún más el hecho de que por lo menos 8 de los 21 periodistas llevan más de diez años desaparecidos.

La condena de RSF del trato por parte del Estado mexicano hacia los periodistas coincidió con el 10º aniversario de la desaparición de Maurizio Estrada Zamora, quien informaba acerca de crímenes para el diario local La Opinión de Apatzingán. Como se informó en PressGazette, Zamora había escrito una noticia que “reflejaba valientemente” sobre un oficial de policía de una agencia federal conocido como “El Diablo”. Zamora desapareció poco después de su publicación. Lo vieron por última vez saliendo de las oficinas del periódico el 12 de febrero de 2008. Sin embargo, no son solo las desapariciones lo que parece aquejar a los periodistas mexicanos.

El Comité para la Protección de los Periodistas, un grupo no partidista que monitorea las libertades de la prensa, informó de que el número de periodistas matados en el ejercicio de su profesión o como represalia por su trabajo bajó a nivel mundial el año pasado, pero siguió siendo bastante peligroso en algunos países. Hubo ocho periodistas muertos en Irak y siete en Siria. México les sigue inmediatamente, según el informe, con las muertes registradas de seis periodistas. RSF señaló, sin embargo, que esto era la mitad del número verdadero de muertes, dando así de hecho a México el dudoso honor de ser el país más peligroso para los periodistas en todo el mundo.

En una lista compilada en diciembre pasado, el periódico Los Angeles Times ofrecía una breve reseña de la vida de los 12 periodistas que fueron asesinados en México en 2017. A pesar de diferencias de edad, género, experiencia laboral, y del tipo de medio en el que trabajaban, lo que les era común a todos los periodistas asesinados era que tenían el foco puesto en el vínculo entre el crimen organizado, los cárteles de la droga y la corrupción política. Muchos de ellos se confrontaban con numerosas amenazas de muerte y habían proseguido su trabajo a pesar de saber que se enfrentaban a ese grave peligro.

Javier Valdez Cárdenas, uno de los periodistas asesinados, había sido galardonado de hecho con el Premio a la Libertad de Prensa Internacional otorgado por el Comité para la Protección de los Periodistas en 2011. Al recibir el galardón, Valdez declaró que se lo dedicaba a “los periodistas valientes, y a los niños y jóvenes que están viviendo una muerte lenta. ... He preferido darles cara y nombre a las víctimas, crear un retrato de este panorama triste y desolado, estos saltos y atajos hacia el apocalipsis, en vez de contar los muertos y reducirlos a números”.

Conocido autor y periodista, Valdez era corresponsal del diario La Jornada de Ciudad de México y co-fundador del semanario regional Riodoce. Cuando a su colega corresponsal Miroslava Breach la mataron a tiros en la ciudad de Chihuahua el 23 de marzo de 2017, Valdez tuiteó, “Que nos maten a todos, si esa es la pena de muerte por informar sobre este infierno. No al silencio”. Dos meses después, sacaron a Valdez de su coche en una calle concurrida y le dispararon por lo menos doce veces.

Un número significativo de periodistas han abandonado su trabajo, sus hogares y sus familias en un intento por salvar sus vidas. Mientras unos han intentado solicitar asilo en otros países, particularmente los Estados Unidos, otros se han escondido en casas designadas como seguras por el gobierno en México.

El gobierno mexicano ha afirmado que está comprometido a defender la libertad de prensa y la vida de sus periodistas. Como ejemplo, el gobierno cita el establecimiento del “Mecanismo para Proteger a Defensores de los Derechos Humanos y a Periodistas”, un programa que brinda guardias de seguridad a reporteros y a fotógrafos que han sido amenazados o atacados, así como un botón del pánico que llama a las autoridades. En los cinco años de su existencia, por lo menos 368 periodistas han solicitado esas protecciones. Sin embargo, como señala una noticia reciente del Los Angeles Times, esto está lejos de ser una garantía de seguridad.

Julio Omar Gómez, un periodista de 37 años de edad de La Paz, antes regentaba un popular sitio web de noticias que informaba acerca de la violencia creciente en la región, así como noticias de corrupción gubernamental. Sicarios prendieron fuego a vehículos en su garaje dos veces en intentos de matar a Gómez y a su familia, dejando incluso una nota toscamente redactada en la escena, “No te metas en política”.

Al principio, Gómez rechazaba la protección gubernamental ya que parecía que los políticos locales estuvieron implicados en el intento de asesinato. Pero, después de que su mentor Maximino Rodríguez —un conocido y respetado periodista de La Paz— fuera asesinado en un aparcamiento mientras ayudaba a su esposa minusválida, Gómez decidió aceptar la protección de guardias de seguridad las 24 horas del día.

A pesar de ello, un tercer intento de asesinato tuvo lugar, que esta vez tuvo como consecuencia un tiroteo que se cobró la vida de uno de sus guardias. Después de este intento de asesinato, Gómez se refugió en una casa segura anónima, de la que sale solo para sus citas con el terapeuta, que lo está tratando por ansiedad y por estrés post-traumático. El tiempo de Gómez en la casa segura es limitado. Dentro de seis meses, tendrá que apañárselas solo.

A los periodistas que huyen hacia el norte de la frontera no les va necesariamente mucho mejor. A pesar de las afirmaciones de dar prioridad a combatir la violencia contra los periodistas en México, el gobierno de los EUA ha sido singularmente reticente a brindar asilo a periodistas amenazados. En mayo pasado, el periodista mexicano Martín Méndez abandonó su solicitud de asilo en los EUA y aceptó ser deportado después de haber estado detenido durante casi cuatro meses. A Emilio Gutiérrez Soto, un famoso periodista que pasó casi diez años en los EUA después de huir de México, se le negó asilo en noviembre y actualmente se encuentra retenido en un centro de detención en El Paso, Texas.

Gutiérrez tomó la decisión de irse de México después de que la publicación de una serie de artículos sobre soldados que maltrataban a inmigrantes en casas de huéspedes desatara la ira de comandantes militares. Después de resistir un registro de su casa y a personal militar pasando en vehículos amenazantemente, Gutiérrez se fue en 2008 después de una emotiva llamada de un amigo que le dijo que se fuera cuanto antes porque el ejército lo estaba a punto de matar. Dio por hecho que su caso le aseguraría asilo político en los Estados Unidos, pero no iba a ser así. A pesar de haber sido galardonado con el prestigioso Premio a la Libertad de Prensa del Club de la Prensa Nacional en Washington D. C. el año pasado, Gutiérrez ahora está a la espera de su posible deportación. Como citaba el Los Angeles Times, él está convencido de que el gobierno lo matará en cuanto ponga un pie en México. “Siento que ya soy otro periodista muerto”, dijo.

Muchos menos mexicanos reciben asilo en los Estados Unidos que ciudadanos de otros países, incluyendo a la India, Etiopía y China. La negación del asilo en casos como el de Gutiérrez solo pone de manifiesto la lógica inhumana guiada por la imposición que ha llegado a ser la fuerza conductora de la política de inmigración estadounidense, a pesar de que defiende de palabra el dar prioridad a preocupaciones humanitarias.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de marzo de 2018)

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