Las elecciones presidenciales rusas del domingo 18 de marzo terminaron, como era de esperar, con una victoria del actual presidente Vladímir Putin en la primera ronda de votos. Con el 82 por ciento de las papeletas contadas, Putin fue reelegido para un cuarto mandato con el 75 por ciento de los votos. Si bien los informes de los medios de comunicación occidentales han indicado que hubo irregularidades en las oficinas de votación, no hay duda de que Putin ganó las elecciones con una clara mayoría. Por lo tanto, se convertirá en presidente de Rusia por otros 6 años.
A pesar de los extensos esfuerzos del Kremlin y las autoridades regionales para lograr que la población votara —incluyendo bombardeándolos con correos electrónicos y mensajes de texto— en alrededor del 60 por ciento, la participación electoral fue la más baja de todas las elecciones presidenciales desde 1991 y estuvo muy por debajo del objetivo oficial de 70 por ciento.
El candidato del Partido Comunista de Rusia, KPRF, Pavel Grudinin, recibió el 12,26 por ciento de los votos y quedó en segundo lugar. El líder del Partido Liberal Democrático nacionalista de extrema derecha, Vladimir Zhirinovsky, recibió alrededor del 6 por ciento de los votos. Grudinin, un multimillonario y dueño de un importante negocio agrícola, se postuló para el KPRF a pesar de que no es miembro del partido. Durante muchos años, fue miembro del partido gobernante del Kremlin, Rusia Unida e incluso fue un confidente de Vladimir Putin durante su primera campaña presidencial.
Otros dos candidatos nacionalistas, el líder del partido estalinista Comunistas de Rusia, Maksim Suraikin, y el dirigente de la Unión Panpopular Rusa, Serguéi Baburin, recibieron menos del 0,7 por ciento de los votos. Desde el campo de la oposición liberal, Ksenia Sobchak recibió el mayor número de votos con el 1,5 por ciento. El líder del partido Yábloko, Grigori Yavlinski, recibió el 0,9 por ciento de los votos, un poco más que el candidato más moderado del Partido del Crecimiento, Boris Titov, quien recibió alrededor del 0,7 por ciento.
Los resultados de las elecciones son, sobre todo, un voto de desconfianza en las fuerzas de la oposición liberal prooccidental que, aunque gozan de un apoyo significativo en las capas influyentes de las élites gobernantes, incluidas partes de la cúpula del Kremlin, han recibido una cifra mínima de apoyo de los votantes. Al mismo tiempo, el éxito de Vladimir Putin fue en gran medida el resultado del hecho de que la gran mayoría de los votantes no podía ver una alternativa progresista.
Las elecciones presidenciales rusas tuvieron lugar en medio de tensiones geopolíticas sin precedentes y un declive prolongado del nivel de vida de la población. En el período inmediatamente anterior a las elecciones, el Gobierno británico encabezó una campaña de presión contra el Gobierno ruso sobre el supuesto envenenamiento de Skripal, mientras los medios de toda Europa y Estados Unidos han estado abogando por una postura militar más agresiva contra Rusia en Oriente Próximo y Europa.
Esta situación ha profundizado notablemente la crisis de la oligarquía gobernante, con algunas secciones que defienden un cambio de régimen prooccidental en Rusia, mientras que otros tratan de encontrar varias formas de llegar a un acuerdo negociado con el imperialismo estadounidense y europeo.
Alexéi Navalny, quien era el principal oponente de facto de Vladímir Putin, había abogado por un boicot a las elecciones después de que se le negara la posibilidad de postularse como candidato. Navalny es un instrumento directo del imperialismo mundial en sus intentos de socavar a Rusia desde adentro, llevar a cabo una operación de "cambio de régimen" y convertir al país en una colonia de imperialismo. Su campaña fue cubierta de manera amplia y entusiasta por los principales medios de comunicación estadounidenses y de Europa occidental, los cuales lo describieron como una alternativa "democrática" al autoritarismo de Putin. En realidad, sin embargo, Navalny tiene estrechos vínculos con las fuerzas derechistas y fascistas rusas que se asemejan a las que llevaron a cabo el golpe prooccidental en Ucrania en el 2014.
Navalny sin duda goza del apoyo de círculos definidos dentro de las élites rusas que no ven otra forma de salvaguardar su riqueza y privilegios, sino capitular de manera decisiva ante la presión de las potencias occidentales.
Ksenia Sobchak representa una variante algo más suave de la misma línea. La socia e hija del primer alcalde postsoviético de San Petersburgo y mentor de Vladímir Putin, Anatoly Sobchak, comparte la orientación principal de Navalny y solo difiere en su rechazo a un cambio de régimen violento. Durante la campaña electoral, Sobchak ha expresado puntos de vista que son incompatibles con la propaganda oficial del Gobierno ruso al aparecer en los principales canales de televisión del país. Ella ha declarado que Crimea fue anexada por Rusia en violación del derecho internacional, que las sanciones occidentales fueron justificadas y expresan el esfuerzo por fortalecer la democracia en Rusia, etc.
El hecho de que se le permitió hacer esto en el marco de la campaña electoral atestigua el hecho de que representa a círculos influyentes dentro del Kremlin, los cuales básicamente hablan a través de ella en dirección a los líderes del mundo occidental: "Miren, todavía somos lo mismo que hace veinte años; estamos a favor de un mercado libre, estamos a favor de la colaboración con Occidente; si hoy nos vemos obligados a amenazarlo y a rompernos los dientes, entonces es solo porque nos arrinconaron, porque no quiere reconocer ni respetar nuestros intereses". Sobchak desempeña el papel de intermediaria en los intentos del Kremlin para encontrar un acuerdo con los líderes occidentales. Al mismo tiempo, sus esfuerzos están dirigidos a mantener a los elementos irresolutos de la élite burguesía clientelar rusa en el marco de una relación leal con el Gobierno actual.
Putin construye su política con base en una combinación de nacionalismo ruso, amenazas militares y apelaciones a Occidente para que “sea razonable" y vuelva a aceptar una "asociación". En su discurso militarista del 1 de marzo, sin precedentes en términos de su agresividad, presentó una serie de armas nucleares rusas recientemente desarrolladas, cuyo empleo convertiría al planeta en un desierto inhabitable.
En la política interna, Putin se presenta como un líder que está por encima de los desacuerdos políticos y del partido, que ha "traído a Rusia de rodillas", ha mantenido restringida a la oligarquía y garantizado el bienestar de los ciudadanos.
Sin embargo, la realidad parece bastante diferente. La desigualdad social masiva y una campaña de guerra en aumento por parte de las potencias imperialistas apuntan al hecho de que el próximo período presidencial de Putin estará marcado por una inestabilidad extrema y cada vez mayor.
El ingreso nominal del abrumador grueso de la población, en términos de dólares, se redujo 1,5 veces años en el último año y medio, como lo notó recientemente Nezavisimaya Gazeta. Una disminución comparable ocurrió en el gasto de los hogares en bienes de consumo: en los últimos cinco años han disminuido de $406 a $260 por mes por miembro del hogar. Según los sociólogos, incluso la mayoría de los que tienen ahorros dicen que solo serían suficientes por un período de no más de tres meses.
Mientras tanto, la concentración de la riqueza en manos de la oligarquía está en constante aumento. En el 2017, el número de rusos que poseen más de $5 millones aumentó en un 27 por ciento desde el año anterior a 38.000 personas, según el World Wealth Report publicado por la compañía Knight Frank. Los superricos (aquellos que poseen $50 millones o más) aumentaron más de un 26 por ciento (2.600 personas), mientras que el número de rusos cuya riqueza era mayor a los $500 millones brincó un 22 por ciento del 2016 al 2017 a 220 personas. Knight Frank ha calculado que, en conjunto, los multimillonarios rusos poseen 1,2 billones de dólares, lo que equivale al 73,5 por ciento del PIB de Rusia en el 2017.
Los trabajadores rusos odian y desprecian a la élite profundamente corrupta que gobierna el país. Esta es la razón principal por la cual Vladímir Putin se presentó como un "candidato independiente" y no como el líder del partido Rusia Unida. De hecho, fue un hecho desconcertante que el partido gobernante, que domina por completo los órganos representativos en todos los niveles –fiscal, regional y municipal— no presentó formalmente ningún candidato propio. Su nombre apenas fue mencionado en la campaña preelectoral.
Vladímir Petukhov, jefe del Centro de Investigación Social Compleja en el Instituto de Sociología de la Academia Rusa de las Ciencias, habló con el periódico en línea Gazeta.ru sobre un "cambio bastante brusco de una tendencia social en búsqueda de la estabilidad durante una década a la búsqueda del cambio", algo que ha ocurrido durante los meses previos. Entre octubre del 2016 y octubre del 2017, el número de encuestados que prefiere el cambio aumentó del 39 por ciento al 52 por ciento. Según el historiador y científico político Valeri Solovei, "por primera vez en los últimos 25-26 años en Rusia, la búsqueda del cambio supera la búsqueda de la estabilidad. Y esto entre todos los grupos sociodemográficos".
Ni el nacionalismo autoritario-militarista de Putin, ni el curso de la oposición liberal hacia las concesiones radicales a las ambiciones neocoloniales de las potencias imperialistas ofrecen un camino para la clase trabajadora. La única alternativa a la perspectiva de una nueva guerra mundial y un apocalipsis nuclear radica en la perspectiva del internacionalismo revolucionario socialista, es decir, el derrocamiento del capitalismo, la raíz de las guerras y la desigualdad social a nivel internacional.
Esta es la perspectiva que motivó al Partido Bolchevique bajo el liderazgo de Lenin y Trotsky en su toma del poder en octubre de 1917. La clase obrera rusa debe reconocer nuevamente este patrimonio como propio. Esto requiere una asimilación consciente de las lecciones de las traiciones llevadas a cabo por el estalinismo sobre la base del programa nacionalista del "socialismo en un solo país" y una lucha para construir una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Rusia.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de marzo de 2018)