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Perspectiva

Se aprieta la soga alrededor de Trump

Después del allanamiento el lunes de la oficina y residencias del abogado personal del presidente Donald Trump, Michael Cohen, por parte del FBI, la supervivencia misma de la Presidencia Trump parece afrontar cada vez más problemas.

El uso de tácticas usualmente reservadas para jefes de la mafia o presuntos terroristas en contra de un presidente en funciones lleva el conflicto de meses dentro del Estado y la clase gobernante a un nuevo nivel. El hecho de que el allanamiento se llevara a cabo cuando Trump se encontraba reunido con generales para discutir una acción militar contra Siria pone de relieve la explosividad de las tensiones en la burguesía.

Con base en una referencia del fiscal especial Robert Mueller —cuya investigación sobre la presunta intervención rusa en las elecciones del 2016 y la posible colusión de Trump ha estado en el centro de la campaña de secciones de la cúpula de las agencias de inteligencia y del Partido Demócrata contra la Casa Blanca— los agentes del FBI requisaron la computadora de Cohen, su teléfono, y sus registros financieros. También tomaron documentos relacionados con el soborno dado durante la campaña electoral del 2016 a una estrella porno y ex “playmate” de Playboy que afirma haber tenido un romance con Trump. El FBI confiscó una gran cantidad de datos, incluyendo las comunicaciones secretas entre Trump y su abogado.

Cohen, quien ha sido el abogado y confidente de Trump por muchos años, presume ser su “reparador”. Mueller y la camarilla anti-Trump en la élite gobernante saben muy bien que el multimillonario apostador y especulador del mercado de bienes raíces de Nueva York está enlodado de actividades criminales, algo que sin duda ha quedado registrado en los documentos que le confiscaron a Cohen.

Tienen a Trump tomado del cuello, y Trump lo sabe.

Mueller logró maniobrar para conseguir una inmunidad legal ante cualquier cargo sobre extralimitaciones. Su referencia a la oficina del fiscal general de EUA, la cual ejecutó las órdenes de allanamiento y presidió la operación del FBI, se trataba de una investigación criminal sobre acusaciones contra Cohen por fraudes de transferencias bancarias y por violaciones electorales. Esto indica que Mueller está tomando pasos hacia una imputación tanto contra Cohen como contra el mismo Trump.

Los extraordinarios eventos del lunes sugieren que una acusación criminal o la amenaza de una está tomando precedencia sobre una estrategia en torno a un juicio político, el cual tendría que superar el obstáculo de un Congreso controlado por los republicanos. Mientras que un presidente en funciones tiene que ser depuesto para ser enjuiciado, la intención podría ser amenazar a Trump con sanciones enormes y años en prisión para obligarlo a renunciar.

Antes de reunirse con su equipo de seguridad nacional el lunes para discutir la situación en Siria, Trump lanzó una incoherente diatriba contra Mueller, su fiscal general, Jeff Sessions, y su fiscal general adjunto, Rod Rosenstein, quien está encargado del fiscal general. Esto refleja su propia crisis y el dilema en el que se encuentra.

Sus afirmaciones de que podría despedir a Mueller y a la cúpula del Departamento de Justicia provocaron fuertes críticas de algunos líderes congresistas republicanos. El presidente republicano del comité de asuntos judiciales del Senado, Chuck Grassley, advirtió el martes de que sería un “suicidio político” para Trump.

Estos eventos extraordinarios son parte de un conflicto feroz en los niveles más altos de la élite dirigente y su aparato estatal. La disputa concierne problemas fundamentales de política exterior. Los oponentes de Trump, encabezados por el Partido Demócrata y el grueso de la prensa corporativa, están aliados con sectores dominantes del aparato de inteligencia, los cuales consideran que Trump no es lo suficientemente agresivo en la guerra en Siria y en confrontar a Rusia.

Han estado utilizando la investigación de Mueller y el fraudulento relato de “injerencia rusa” y “noticias falsas” inspiradas por Moscú para presionar a Trump para que intensifica la ofensiva estadounidense contra Rusia. Sin embargo, el allanamiento del lunes indica que las secciones con mayor poder decisivo en la clase gobernante están perdiendo su confianza en que Trump pueda administrar su política exterior y, al mismo tiempo, manejar la situación cada vez más tensa en el país.

La inestabilidad política en Washington se recrudece en medio de toda una serie de crisis. Estados Unidos se enfrenta a una crisis geopolítica cada vez más profunda, cuyo punto más explícito ha sido el fracaso de su guerra indirecta en Siria. Su crisis económica se intensifica, incluyendo las medidas de guerra comercial de Trump contra China con consecuencias desconocidas, la turbulencia en los mercados financieros, déficits comerciales cada vez mayores, y déficits presupuestarios que se acercan al $1 billón por año.

Lo más peligroso de todo es el crecimiento de la oposición de la clase obreras. Ha habido huelgas, protestas y rebeliones docentes contra los sindicatos corporativistas en West Virginia, Oklahoma, Kentucky, Arizona y otros estados. El hecho de que la mayoría de estas huelgas estén tomando lugar en los estados que votaron mayoritariamente por Trump es visto como una señal de un fuerte deterioro en la capacidad de Trump para desorientar a la clase trabajadora con su demagogia social.

No son los golpes palaciegos ni las intrigas dentro de la élite gobernante, sino la lucha de clases la que forma los cimientos para una solución progresista y democrática —es decir, revolucionaria— a la crisis del capitalismo estadounidense. Si se le permite hacerlo, la burguesía rendirá cuentas con Trump empujando todo el sistema político más a la derecha, con o sin el presidente actual. Si fuera destituido Trump por medio de un juicio político o presiones para que renuncie, lo reemplazaría el vicepresidente Mike Pence, un enemigo de la clase obrera más pulido, pero igual o más reaccionario.

Las mismas fuerzas, incluyendo prácticamente todo el Partido Demócrata, que están defendiendo tanto a Mueller como la redada del FBI están también exigiendo que Trump lleva a cabo un importante ataque militar contra Siria, algo que supere por mucho el ataque con misiles que ordenó en abril del año pasado, y que la confrontación contra Rusia sea llevada al punto de un conflicto militar.

La edición del martes del New York Times lleva un editorial que exige a Trump tal escalada masiva en la intervención militar estadounidense en Siria. Esa tarde, publicó otro editorial defendiendo el allanamiento del FBI y atacando a Trump por buscar distraer del supuesto ataque con gas en Siria denunciando el operativo contra su abogado.

El periódico declara: “Entre las cosas grotescas que fueron sepultadas al fondo del carnaval de desgobierno por parte del Sr. Trump en las últimas 24 horas, está la reunión [sobre seguridad nacional] del lunes para discutir una materia de significado global: un ataque reportado con armas químicas y contra civiles sirios. En cambio, el Sr. Trump se enfocó en sí mismo…”.

Es impactante la total inhabilidad del Partido Demócrata —el cual ayudó a pasar los recortes de impuestos para los ricos, aprobó su presupuesto récord para el Pentágono y abandonó cualquier defensa de los inmigrantes bajo el programa DACA que enfrentan la amenaza de ser deportados— para hacer un llamado auténtico a la población en general. En este conflicto con Trump, los demócratas dependen completamente en el FBI y la CIA.

En junio del año pasado, el World Socialist Web Site publicó una columna de perspectiva intitulada “Un golpe palaciego o la lucha de clases: la crisis política en Washington y la estrategia de la clase obrera”, el cual dice en parte:

Para la clase obrera, Trump y su gobierno representan un enemigo sanguinario dedicado a la destrucción de sus derechos democráticos y sus niveles de vida. Es un gobierno cuya agenda internacional se basa en el chauvinismo de “EE.UU. ante todo”. La clase obrera debe oponerse a este gobierno y buscar su eliminación. Pero esta tarea no se le puede encomendar a facciones opuestas dentro la misma burguesía. La clase obrera no puede seguir siendo una espectadora más ante la disputa entre Trump y los demócratas. Al contrario, debe desarrollar su lucha contra Trump bajo su propia bandera y con su propio programa. …

Tanto en EE.UU. como internacionalmente, la interacción entre las condiciones objetivas de la crisis y la radicalización de la conciencia social de las masas está encontrando una expresión en la erupción de la lucha de clases. Las décadas en las que la lucha de clases ha sido reprimida por la burocracia sindical, el Partido Demócrata y los patrocinadores pudientes de diversas políticas de identidad están llegando a su fin. …

Se avecinan luchas de masas en EE.UU. Las protestas, las huelgas y las manifestaciones comenzarán a adquirir un carácter más amplio a nivel nacional. La conclusión política que fluye de este análisis es que la lucha de la clase obrera contra Trump y todo lo que él representa volverá cada vez más urgente la construcción de un movimiento político de masas, independiente de y hostil hacia los republicanos y los demócratas, contra el sistema capitalista y su Estado.

Este análisis se está viendo confirmado por la intensificación de la crisis política, a la que se suma ahora una ola expansiva de oposición social en la clase obrera. La reafirmación de nuestro análisis hace aún más urgente que los trabajadores y los jóvenes asuman la lucha por la perspectiva revolucionaria y socialista del Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 abril de 2018)

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