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Las medidas antiinmigrantes y el asalto contra los puestos y niveles de vida de los trabajadores: dos lados de la misma política de clase

Julie Hyland, secretaria nacional adjunta del Partido Socialista por la Igualdad (Reino Unido), la sección británica del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, pronunció el siguiente discurso en el Mitin Internacional en línea del Día Internacional del Trabajador del CICI. Ha sido una miembro líder del CICI por más de 30 años.

Este mitin en línea del Primero de Mayo, celebrado en el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, extiende su solidaridad a los 65,6 millones de personas desplazadas de sus hogares debido a la guerra, el hambre, la pobreza y la persecución: aproximadamente una de cada 100 personas en el planeta el número más grande jamás registrado.

Discurso de Julie Hyland en el Mitin Internacional en línea del Día Internacional del Trabajador del 2018

Marx habría entendido, demasiado bien, su difícil situación. Él mismo era un refugiado político, expulsado de Alemania, Francia y Bélgica por sus escritos revolucionarios. Apátrida a los 27 años, vivió en pobreza en Inglaterra durante la mayor parte restante de su vida.

La sombría realidad de las relaciones de clase, expuesta tan implacablemente por Marx, explica por qué, hoy en día, prácticamente no hay un refugio seguro en ninguna parte del mundo.

Un refugiado político en Inglaterra ahora puede esperar el tipo de tratamiento aplicado al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, obligado a refugiarse en la embajada ecuatoriana durante casi seis años, y privado de toda la comunicación por exponer la criminalidad imperialista.

El Gobierno británico admitió recientemente haber impuesto un "ambiente hostil" contra los inmigrantes atrapados, incluso a miembros de la llamada "generación Windrush". Los trabajadores del Caribe que han vivido, trabajado y criado a sus familias en la supuesta "metrópoli” por décadas están siendo amenazados con la deportación, y les han negado viviendas, tratamiento médico, trabajos y pensiones.

No hay nada accidental o peculiar acerca de tales acciones. Un ambiente hostil para migrantes y refugiados es exactamente lo que ha sido creado por las élites gobernantes en todo el mundo, como una política deliberada.

En Estados Unidos, el derecho de asilo está bajo un ataque histórico. A la sombra de la Estatua de la Libertad, los inmigrantes son perseguidos en incursiones similares a la Gestapo, encadenados y deportados, mientras que casi 200 migrantes escapando de la violencia, la guerra y la pobreza en América Central, fueron abandonados en la frontera durante días cuando los funcionarios migratorios deliberadamente retrasaron sus aplicaciones.

En la isla Manus, Papúa Nueva Guinea, se ha llevado a cabo una represión sádica contra los refugiados que protestan por su traslado forzoso a otro centro de detención en el extranjero. El Gobierno australiano insiste en que no se les debe permitir poner un pie en el continente a cualquier precio. Para obligarlos a doblegarse, cortaron el suministro de agua y electricidad a la instalación y han interrumpido el envío de suministros médicos a cientos de personas, incluidos niños, algunos de los cuales han intentado suicidarse debido a sus condiciones.

En Israel, otra nación de inmigrantes, cientos de refugiados africanos están siendo detenidos indefinidamente en una prisión del desierto del Néguev. Mientras tanto, los palestinos que protestan por su exilio forzado de su propia tierra son abatidos por soldados israelíes.

La imagen no es mejor en Europa.

En Alemania, bajo el Gobierno más derechista desde los nazis, los políticos hablan abiertamente de una "solución final al problema de los refugiados", mientras que la canciller Merkel adopta el lenguaje de la AfD para culpar a los refugiados por causar discordia en el país.

En Francia, el mes pasado el Gobierno aprobó un proyecto de ley draconiano que restringía aún más el derecho de asilo. El presidente Macron ha declarado pomposamente: "No podemos absorber toda la miseria del mundo".

Su declaración resume la despiadada indiferencia de la élite gobernante. Si bien deben tener la libertad de causar miseria y caos en todo el mundo, sus víctimas no pueden esperar ningún santuario ni protección.

Esta es la realidad de la democracia burguesa en la época de su desintegración.

Lo que se describe como "el problema de los refugiados" es realmente el problema del imperialismo. Las potencias occidentales bombardean Siria, aumentan sus intervenciones militares en Oriente Próximo y África y amenazan a Irán, Rusia y China.

Estas acciones imprudentes explican el gran aumento en el número de refugiados, la mayoría de los cuales están atrapados en circunstancias extremas en países que están amenazados por intrigas occidentales como Líbano, Pakistán, Etiopía, Uganda e Irán.

Lo más cerca a Europa que muchos llegarán es Turquía, que ahora alberga a 3,5 millones de sirios. La Unión Europea habitualmente denuncia a Turquía como autoritaria, pero está feliz de poder pagarle para que sea su guardia fronteriza.

Los trabajadores no pueden equivocarse. Las políticas empleadas contra los refugiados serán utilizadas contra ellos.

Y este es el caso, independientemente del partido en el poder, sean nominalmente izquierdistas, derechistas, progresistas o conservadores.

No es solo que los demócratas guardan silencio frente a las medidas de tinte fascista de Donald Trump: confabulan su Gobierno, como lo demuestra la decisión del gobernador demócrata de California, Jerry Brown, de desplegar 400 soldados en la frontera a petición de Trump.

O podemos tomar el ejemplo del Gobierno de Syriza, la llamada Coalición de la Izquierda Radical en Grecia, que funciona como otro importante guardia fronterizo para la UE. Más de un millón de refugiados han pasado por islas griegas como Lesbos en los últimos tres años. Miles de personas siguen siendo detenidas por la fuerza en condiciones inhumanas, escaseando incluso sin los miserables recursos y servicios disponibles y dejándolas vulnerables a ataques violentos de grupos de extrema derecha.

Este no es el desafortunado resultado de órdenes que Syriza ha cumplido contra su voluntad. Es el resultado de la decisión política calculada tomada por Alexis Tsipras y sus aliados pseudoizquierdistas, cuando traicionaron un mandato masivo para luchar contra la austeridad y unieron fuerzas con la UE para imponer su asalto a los trabajadores.

Las medidas contra refugiados y migrantes y el ataque a los empleos y niveles de vida de los trabajadores son dos caras de la misma política de clase.

La pobreza y el desempleo ahora rivalizan con la guerra como las principales causas de la migración. Cerca de 250 millones de personas están clasificados como inmigrantes internacionales, obligados a abandonar sus hogares y familias en busca de trabajo.

La causa es clara. Si bien, especialmente desde el 2008, los trabajadores en todo el mundo han experimentado reducciones significativas en sus niveles de vida, la riqueza del 1 por ciento más rico del mundo ha estado creciendo a un promedio del 6 por ciento anual. Solo 42 personas poseen la misma cantidad de riqueza que el 50 por ciento más pobre del mundo.

Se buscaría en vano una sola política significativa para corregir esta flagrante desigualdad social en el programa de Bernie Sanders, Jeremy Corbyn, Jean-Luc Mélenchon y sus semejantes internacionalmente. Sin embargo, ellos, al igual que los sindicatos y los partidos pseudoizquierdistas, apoyan las restricciones a la libertad de movimiento, especialmente contra aquellos que se consideran "inmigrantes económicos", justificándolo con el fraude de que esto es lo mejor para la clase trabajadora. ¡Algunos incluso afirman que están siguiendo la política de Karl Marx!

Tal distorsión monstruosa no se puede tolerar. Estas organizaciones no tienen nada en común con el fundador del socialismo científico. Su llamado a controles fronterizos es el resultado de su perspectiva de regulación económica nacional bajo el capitalismo.

No solo esto es diametralmente opuesto a la perspectiva del internacionalismo socialista revolucionario elaborado por Marx. Su defensa del aparato estatal lleva inexorablemente a apoyar medidas propias de un Estado policial dentro de cada país y la guerra imperialista en el exterior.

Marx fue muy claro en estas cuestiones, y su conclusión del discurso inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores (la Primera Internacional) en 1864 es de inmensa relevancia contemporánea.

"La experiencia pasada", dijo, "ha demostrado que el desconocimiento de ese vínculo de hermandad que debería existir entre los obreros de diferentes países, y los incita a mantenerse firmes unos con otros en todas sus luchas por la emancipación, será castigado por el común desconcierto de sus esfuerzos incoherentes".

Era el deber de las clases trabajadoras "dominar ellas mismas los misterios de la política internacional; observar los actos diplomáticos de sus respectivos Gobiernos para contrarrestarlos, si es necesario, por todos los medios en su poder" y, "cuando no se puede evitar, combinar sus denuncias simultáneas y reivindicar las leyes o morales simples y la justicia que deben regir las relaciones de los particulares...

"La lucha por esa política exterior forma parte de la lucha general por la emancipación de las clases trabajadoras.

"¡Proletarios de todos los países, uníos!". Esta es la perspectiva que hoy llevan adelante el CICI y el World Socialist Web Site.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de mayo de 2018)

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