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Posada Carriles, terrorista de la CIA muere a los 90

Este miércoles por la mañana, falleció Luis Posada Carriles en un hogar de ancianos para veteranos en las afueras de Miami. Un asesino entrenado por la CIA, Posada fue responsable del acto terrorista más infame del siglo veinte en toda América.

Varios documentos de la CIA previamente clasificados pero que fueron hechos públicos en noviembre pasado por la orden de desclasificación de archivos relacionados al asesinato en 1963 del presidente John F. Kennedy confirmaron las antiguas acusaciones de que Posada había sido el responsable de organizar el asesinato de 73 pasajeros civiles del vuelo de Cubana de Aviación bombardeado en 1976.

La CIA reclutó a Posada Carriles en 1965, después de que sirviera dos años en el Ejército de Estados Unidos.

Previamente, había sido entrenado por la CIA en sus campamentos secretos paramilitares en Guatemala, en preparación para la invasión abortada de Bahía Cochinos en Cuba. La agencia lo categorizó como un experto en demoliciones.

Entre 1964 y 1968, estuvo involucrado en una serie de bombardeos, intentos de asesinato y otras actividades encubiertas contra el Gobierno cubano.

En 1973, según uno de los archivos recientemente desclasificados de la CIA, la agencia lo sospechaba de estar trabajando con narcotraficantes en el envío de cocaína a EUA. “A pesar de la información mencionada indicando WKSCARLET-3 [código de la agencia para Posada Carriles] involucrado [en] este caso, vale la pena conservar al agente y deberíamos hacer un esfuerzo para que así sea”, concluye el archivo.

Posada obtuvo la ciudadanía venezolana y, con el respaldo de la CIA, fue colocado en un alto puesto en la policía secreta del país, la DISIP, a principios de los setenta, llevando a cabo tortura y asesinatos extrajudiciales de sospechosos de ser izquierdistas. Fue desde su oficina en Caracas que planeó el bombardeo del avión de pasajeros.

Otros documentos de la CIA desclasificados previamente indican que la agencia estaba bien informada acerca del plan de un importante ataque terrorista contra Cuba. Se refieren a una reunión entre Posada y su antiguo colaborador anti-Castro y colega terrorista, Orlando Bosch, en la que se originó el complot, al igual que a una fuente confidencial que reporta que días antes del bombardeo, Posada declaró, “Vamos a darle a un avión de pasajeros cubano”.

Los dos hombres arrestados por plantar los explosivos en el avión eran ambos empleados de una agencia privada de detectives que Posada dirigía en Venezuela. El mismo Posada fue subsecuentemente arrestado y pasó ocho años en prisiones venezolanas antes de escapar en 1985, con la ayuda de grupos de exiliados cubanos en Estados Unidos con estrechos lazos con el Gobierno estadounidense.

Desde Venezuela, fue enviado a El Salvador, donde trabajó en la base aérea estadounidense en Ilopango, El Salvador, donde organizaba los envíos de armas y dinero al ejército contra que estaba atacando a Nicaragua como parte de una operación secreta e ilegal presidida desde la Casa Blanca por el coronel Oliver North. Hay una gran evidencia de que esos mismos aviones que traían armas para las contras, se llevaban drogas de vuelta a EUA para recaudar fondos para los terroristas respaldados por la CIA. Posada también encontró trabajo como un oficial de seguridad en la dictadura militar guatemalteca, cuando estaba librando una campaña genocida de contrainsurgencia con el respaldo estadounidense.

En 1997, Posada organizó una campaña de bombardeos terroristas en La Habana, Cuba, matando a un turista italiano e hiriendo a una docena de personas. En el 2000, fue arrestado en Panamá cuando transportaba 90 kg de explosivos durante una visita al país del líder cubano, Fidel Castro.

El Gobierno venezolano exigió repetidamente que Washington respetara los tratados internacionales y extraditara a Posada Carriles para enjuiciarlo en Venezuela por el bombardeo de 1973. Cuba también pidió su extradición por el mismo crimen.

El Gobierno estadounidense se rehusó bajo el pretexto de que sufriría tortura. Aparte del hecho de que el mismo Posada estuviera implicado en torturas durante un previo régimen venezolano, en ese entonces, la CIA, incluyendo a su nueva directora Gina Haspel, estaba ejecutando un programa de tortura en la base naval de la bahía de Guantánamo y en cárceles clandestinas alrededor del mundo.

Nicaragua también solicitó su extradición para que enfrentara cargos relacionados a sus actividades de apoyo a los mercenarios de las contras apoyadas por la CIA. Washington también denegó dicha solicitud.

Posada Carriles sí termino yendo a juicio, pero por cargos de inmigración tras reingresar ilegalmente en Estados Unidos en el 2005. Un juez federal anuló sus cargos, incluyendo falso testimonio, obstrucción a la justicia y fraude migratorio por mentirles a las autoridades estadounidenses sobre cómo había entrado en el país y sobre haber estado involucrado en los bombardeos de 1997 en La Habana. No fue acusado por los bombardeos ni los otros actos sanguinarios en su larga carrera como agente y “activo” de la CIA, sino solo por dar falso testimonio a los oficiales migratorios.

Durante su juicio, el Gobierno presentó una moción para prohibir que Posada y sus abogados hablaran sobre la larga relación del terrorista con la CIA, alegando que era irrelevante para el caso.

Los abogados de Posada insistieron en que los lazos de su cliente con la CIA perduraron al menos 25 años, lo que significa que siguió siendo un agente o activo de la agencia espía estadounidense por al menos otra década después de bombardear el avión de pasajeros cubano.

El juicio de 13 semanas, caracterizado por repetidas mociones para atrasarlo y ganado finalmente por Posada y sus abogados, contrastó marcadamente con los juicios usualmente realizados al compás del tambor para los otros inmigrantes indocumentados, en los que marchan en masa y son súbitamente despachados y enviados al otro lado de la frontera.

El coorganizador de la explosión del avión de pasajeros, Orlando Bosch, disfrutó una protección similar del Gobierno estadounidense. En 1990, recibió un indulto del entonces presidente estadounidense, George H. W. Bush, cuando cumplía una sentencia por un ataque con bazuca contra un buque de carga polaco en Miami. La explosión del avión cubano sucedió cuando Bush padre era director de la CIA.

Las carreras de Posada Carriles y Bosch —y la protección que recibieron del aparato de inteligencia estadounidense— representan un testimonio condenatorio de los métodos criminales empleados por el imperialismo estadounidense en sus prolongadas campañas para suprimir las luchas sociales y los desafíos revolucionarios en toda América Latina.

Asimismo, exponen el fraude de la llamada guerra contra el terrorismo que Washington ha utilizado como una manta para encubrir sus repetidas guerras de agresión en el extranjero, al igual que sus ataques contra los derechos democráticos dentro de EUA. El Gobierno estadounidense ha empleado el terrorismo estatal regularmente para perseguir sus intereses imperialistas globales, al mismo tiempo en que protege intransigentemente a los responsables de estos sangrientos crímenes.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de mayo de 2018)

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