Tan solo unas cuantas semanas después de que la coalición derechista que gobierna Alemania anunciara su intención de aumentar masivamente el gasto militar, uno de los principales periódicos del país demandó la creación de un arsenal nuclear. En su última edición, publicada este fin de semana, el Welt am Sonntag colocó en su primera plana la imagen de una bomba nuclear pintada con los colores de la bandera alemana, bajo el titular “¿Necesitamos una bomba? [Brauchen wir die Bombe?] La respuesta es inequívoca y escalofriante: “¡Sí!”.
El autor del artículo es Christian Hacke, un renombrado académico cercano a figuras en el Gobierno, el ejército y la élite de política exterior. Su carrera política se remonta a los años sesenta, cuando cobró fama como líder de la derechista Asociación de Estudiantes Cristianos-Demócratas (RCDS, por sus siglas en alemán). Ha impartido clases en la universidad militar en Hamburgo y es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores alemán, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, el Comité de Estudios Atlánticos y el World Security Network. Claramente, Hacke no solo está expresando su propia opinión.
Argumentando que Alemania no puede dejar la defensa de sus intereses estratégicos en manos de Estados Unidos y otros miembros de la OTAN, el artículo de Hacke llama a “revisar los fundamentos contractuales de la política de defensa alemana”. Alemania, indica, no puede quedarse sin “armas de exterminación masiva” (Massenvernichtungswaffen).
El ensayo de Hacke rememora el periodo más oscuro en la historia alemana. Vernichtung es la palabra alemana para exterminación. Los nazis utilizaban la palabra Vernichtungskrieg (guerra de exterminación) para describir la guerra del Tercer Reich contra la Unión Soviética entre 1941 y 1945. El hecho de que Hacke, sin dar señal de reparo alguno, exija la creación de Massenvernichtungswaffen ofrece un vistazo escalofriante a la perspectiva política que prevalece en los niveles más altos del Estado alemán. El lenguaje que los líderes políticos alemanes no se atrevían a emplear por más de siete décadas tras la Segunda Guerra Mundial es ahora pan de cada día.
El tiempo ha llegado, insiste Hacke, para que Alemania se quite de encima las ataduras impuestas por su derrota en 1945. Ya no debería dudar en reafirmar sus intereses. El tiempo para la aprensión mora y las disculpas por los crímenes del pasado se acabó. Hacke escribe que ya no es permisible que “la corrección política, la falta de valentía civil y las consideraciones militares-estratégicas inadecuadas” se utilicen apara “reprimir el componente nuclear de nuestra seguridad”.
En vez de “criticar a Trump desde un pedestal de arrogancia moral”, Alemania debería “armarse mejor en términos militares, en toda dirección y por cualquier medio”.
Alemania “solo puede depender en sí misma”. Hacke advierte que la defensa nacional debe “basarse en sus propias capacidades de disuasión nuclear y debe tener prioridad en cara a las incertidumbres transatlánticas y las posibles confrontaciones”.
Tras llamar a reintroducir la conscripción obligatoria y el desarrollo de una “cultura de seguridad sofisticada”, Hacke insiste en que “Berlín debe desarrollar la voluntad y la capacidad para pensar o actuar en categorías estratégicas militares. Las consideraciones geopolíticas, como proteger sus intereses comerciales, son urgentes en cara a los nuevos desafíos”. Sin embargo, la “cuestión central es: ¿bajo cuáles condiciones a qué costo podría la potencia central europea convertirse en una potencia nuclear nuevamente?”.
El comentario en Welt am Sonntag arroja una luz reveladora sobre los acontecimientos peligrosos en Alemania. El Gobierno de la gran coalición —que agrupa a la Unión Cristiana Demócrata, la Unión Social Cristiana y al Partido Socialdemócrata (SPD, siglas en alemán)— está implementando una agenda ultraderechista con tintes inequívocamente fascistas. Pese a que el partido de extrema derecha y racista, Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), obtuvo solo 12,5 por ciento de los votos en las últimas elecciones, la coalición oficialista encabezada nominalmente por la canciller Angela Merkel se ha subordinado a su agenda política.
El resurgimiento de las influencias neonazis en los niveles más altos del Estado alemán se ha beneficiado de la cubierta provista por la participación del SPD en la gran coalición y por el apoyo directo que ha recibido del partido La Izquierda (Die Linke) y el Partido Verde. Otro factor que ha contribuido al fortalecimiento de la ultraderecha ha sido la cobardía de los académicos alemanes, quienes se han rehusado a criticar el acercamiento entre el Gobierno y la AfD.
En tal entorno político, la extrema derecha se ha envalentonado para perseguir su agenda neonazi. En la edición del fin de semana del Financial Times, se toma nota de la cada vez mayor desfachatez de las fuerzas neonazis. Reporta sobre ataques físicos y amenazas de muerte contra artistas izquierdistas.
El AfD, advierte el Financial Times, “quiere cambiar la forma en que los alemanes ven el pasado. Sus ideólogos han afirmado por mucho tiempo que Alemania está demasiado enfocada en el Tercer Reich y en los crímenes y las atrocidades del régimen de Hitler. El año pasado, uno de sus líderes, Björn Höcke, demandó una ‘revolución de 180 grados’ en la cultura de rememoración y atacó el memorial realizado para los judíos asesinados en Europa en el centro de Berlín. ‘Los alemanes son el único pueblo en el mundo que ha plantado un monumento de vergüenza en el corazón de su capital’, manifestó”.
Prácticamente no hay ninguna demanda o declaración políticas del AfD que no haya encontrado su eco en algún representante de los partidos tradicionales.
Cabe recalcar que la influencia que ejerce la AfD en los círculos gobernantes contrasta fuertemente con los sentimientos de la gran mayoría de la población.
Según una encuesta reciente del semanario alemán Der Spiegel, el 67 por ciento de la población alemana se opone al “giro hacia la derecha en marcha en la política alemana”. Una amplia mayoría también se opone al desarrollo de armas nucleares. Un 71 por ciento está a favor de que Alemania se adscriba al Tratado para la Prohibición de Armas de las Naciones Unidas, según otra encuesta reciente de YouGov a instancias de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares.
Sin embargo, La Izquierda, el Partido Socialdemócrata, el Partido Verde y los sindicatos están bloqueando que esta enorme oposición pueda tomar acciones efectivas. El único partido que ha advertido acerca de los ominosos acontecimientos en Alemania y que ha montado una lucha contra esta ofensiva derechista es el Sozialistische Gleichheitspartei (SGP; Partido Socialista por la Igualdad) y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS). De hecho, la campaña persistente que han librado el SGP y JEIIS contra la creciente influencia de la extrema derecha los ha convertido en blancos de la prensa capitalista y el Estado.
Esto no detendrá la intensificación de su lucha para movilizar a la clase obrera y a la juventud detrás de un programa socialista, lo cual representa la única forma para detener y derrotar el resurgimiento de la extrema derecha.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 abril de 2018)