Ha comenzado finalmente la colocación de tuberías para el gasoducto Nord Stream 2 de 11.500 millones de dólares que está en el centro de una amarga disputa entre Washington y Berlín.
La instalación de la tubería inició a fines de julio cerca de Greifswald, en la costa báltica de Alemania. Se prevé que se completen los 1.200 kilómetros para finales de 2019, y estarán listos para transportar gas ruso a partir de 2020.
La ruta sigue en gran parte a la línea Nord Stream 1, que ha estado operando desde 2011. La nueva línea duplicará la capacidad para el transporte de gas natural desde Rusia por debajo del mar Báltico a Alemania, desde donde se distribuirá hacia toda Europa en dos tuberías terrestres.
La construcción de la línea Nord Stream 2 ha sido objeto de un feroz desacuerdo desde que se propuso originalmente en 2012. El Gobierno alemán, cuyo excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder es presidente de la empresa operativa Nord Stream AG, considera que la expansión es vital para asegurar que Alemania se beneficie como un eje central para la distribución de gas en gran parte de Europa, así como para apuntalar sus propios suministros de energía.
La oposición a la construcción de Nord Stream 2 ha formado parte de una política exterior estadounidense cada vez más belicosa y del cerco militar contra Rusia, primero bajo Barack Obama y ahora bajo Donald Trump. También está relacionada con la confrontación del Gobierno de Trump con Alemania a fin de dividir y debilitar a la Unión Europea (UE), a la cual considera inequívocamente como una competidora y no como aliado.
A instancias de los intereses estratégicos del imperialismo estadounidense, varios miembros de la UE trataron de evitar que el nuevo proyecto siguiera adelante.
Una carta de 2016 firmada por los primeros ministros de la República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Polonia, Eslovaquia y Rumania y el presidente de Lituania advierte que el Nord Stream 2 podría provocar "posibles consecuencias geopolíticas desestabilizadoras". Cuatro de los signatarios: Polonia y Hungría, Eslovaquia y la República Checa, forman parte del llamado Grupo Visegrado que coopera estrechamente con Washington y Ucrania.
En junio de 2017, el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Sigmar Gabriel (Partido Socialdemócrata), hablando en conjunto con el entonces canciller socialdemócrata de Austria, Christian Kern, respondió a la aprobación de un nuevo proyecto de ley contra Rusia por el Senado estadounidense que amenaza a las empresas que operan "en mercados estadounidenses con castigos” si participan o financian proyectos como el oleoducto Nord Stream 2 con Rusia. Dijeron que esto introduciría "una cualidad completamente nueva y extremadamente negativa para las relaciones entre EUA y Europa".
Para Rusia, Nord Stream 1 y 2 son proyectos de infraestructura críticos que le permiten al país exportar su abundante gas natural a Europa y obtener divisas muy necesarias. Las exportaciones de gas ruso a Europa aumentaron un 8,1 por ciento el año pasado hasta alcanzar un máximo histórico de 193.900 millones de metros cúbicos, que representan alrededor del 40 por ciento del gas de Europa. Según el Financial Times, Rusia se vio obligada a bajar los precios del gas cuando algunos Estados miembros de la UE indicaron que comprarían gas natural licuado (GNL) de Estados Unidos, Qatar y otros lugares, con Polonia y Lituania construyendo terminales para recibir navíos con GNL.
Dentro de la UE, el proyecto se ha enfrentado a la oposición feroz de Polonia, que originalmente esperaba beneficiarse de un oleoducto terrestre que pasara por su territorio. Ucrania, a través de la cual corre una línea más vieja, enfrenta una caída drástica en las entregas de gas y una caída en las tarifas de tránsito lucrativas que le dejan al país $3 mil millones al año, una vez que se ponga en marcha Nord Stream 2.
En mayo, el entonces ministro de relaciones exteriores británico, Boris Johnson, se puso del lado de Washington al describir el Nord Stream 2 como "divisivo" y una amenaza que dejó a Europa dependiendo de una "Rusia maligna" para sus suministros de energía. Estos comentarios se hicieron después de que la primera ministra británica, Theresa May, acusara a Rusia –sin evidencia citada por la cobertura histérica de los medios— de intentar asesinar al doble agente ruso-estadounidense, Sergei Skripal, y su hija Yulia.
En una conferencia de prensa previa a la cumbre celebrada el 11 de julio en Bruselas, Trump acusó a Alemania de estar "totalmente controlada" por Moscú debido a los "acuerdos masivos de petróleo y gas con Rusia". Atacó públicamente al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, diciendo: "Se supone que debemos protegerlos de Rusia, pero Alemania está haciendo negocios con Rusia. Dime si eso es apropiado. Explica eso".
Stoltenberg buscó descartar el tema, diciendo que el oleoducto no estaba bajo el mandato de la alianza militar y era un tema "nacional".
En las semanas siguientes, la Administración de Trump intensificó la presión sobre Alemania. El 25 de julio, el secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Recursos Energéticos, Frank Fannon, visitó Ucrania, donde expresó “la firme oposición de Washington al Nord Stream 2 y a los intentos rusos más amplios de usar energía para dañar a Ucrania y socavar la seguridad europea".
En alianza con EUA, Reino Unido intensificó su oposición a Nord Stream por medio de declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, Alan Duncan, diciendo que el oleoducto "representa un riesgo para la seguridad energética europea y para Ucrania".
El Guardian, el principal medio antirruso de la clase dominante británica, informó a finales de julio: "Una de las universidades más prestigiosas británicas enfrenta acusaciones de que está proporcionando una plataforma para cabildear en nombre del controversial proyecto del oleoducto Nord Stream 2 entre Alemania y Rusia Nord".
Citó a una organización alemana, Lobbycontrol, que dijo que Friedbert Pflüger, exviceministro de Defensa y candidato a la alcaldía de Berlín, "figura en el sitio web de la Universidad de Londres, King's College, como director del Centro Europeo de Energía y Seguridad de Recursos de la universidad (EUCERS)".
El Guardian se quejó de que King’s College no "declara explícitamente que Pflüger es también un empresario cuya compañía Pflüger International, con sede en Berlín, asesora y cabildea a los políticos en nombre de una serie de empresas energéticas internacionales. Bajo la dirección de Pflüger, EUCERS ha publicado un documento de estrategia sobre Nord Stream 2, estampado con el logotipo de King's College, patrocinado por Shell, OMV, Wintershall, Uniper y Engie, las cinco compañías energéticas que han invertido en el proyecto previsto".
Una organización citada en el informe de Guardian como cliente anterior de Pflüger es Central Energy Partners (CEEP). El CEEP se describe a sí mismo como representante de "13 empresas y organizaciones intensivas en energía de cuatro países de Europa Central... con ingresos anuales totales de más de 20.000 millones de euros" y el "primer organismo importante para representar a las empresas del sector energético de la región en la UE". El CEEP anunció el 26 de julio que el Nord Stream 2 que ya no tenía relaciones con Pflüger y que se había opuesto persistentemente al proyecto por ser económicamente perjudicial para los países de Europa Central y Oriental y socavar los logros de la UE en la seguridad del suministro de gas".
La oposición de Washington a Nord Stream 2 también está motivada por el deseo de aumentar las ventas de GNL estadounidense en Europa. En declaraciones a Fox Business el día que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, visitaba a Trump en la Casa Blanca, el secretario de Energía estadounidense, Rick Perry, afirmó que el Nord Stream 2 no era "comercialmente viable" y se diseñó para garantizar que Rusia fuera “el único proveedor de energía para la Unión Europea".
Perry promocionó a EUA como el "proveedor de GNL que ellos quieren tener" y agregó que "Estados Unidos y nuestro GNL van a desempeñar un papel importante en eso".
El GNL estadounidense, el cual debe primero licuarse y ser transportado cruzando el océano y almacenado en instalaciones especiales, es más costoso que el gas ruso transportado por oleoducto a Alemania. Según oilprice.com, el costo de procesar y transportar GNL estadounidense a Europa resulta en un precio de $6 por cada millón de unidades térmicas británicas (MMBtu), mientras que el gas ruso se vende por aproximadamente $5 por MMBtu, un precio que podría caer a medida que Rusia abra nuevas campos de gas.
A pesar de su precio más alto, tras su reunión con Trump, Juncker acordó que la UE construiría más terminales para facilitar la importación de GNL estadounidense con la esperanza de que esto ayude a evitar la imposición de aranceles punitivos a la importación de automóviles europeos a Estados Unidos.
Pese a que la construcción del Nord Stream 2 ha comenzado, aún podría entrar en conflicto con las políticas de guerra comercial de Trump. En su intervención en Berlín en mayo, Sandra Oudkirk, vicesecretaria adjunta de la Oficina de Recursos Energéticos, amenazó con emplear las sanciones legisladas por el Congreso estadounidense tras la anexión de Crimea por parte de Rusia, que según ella le dio autoridad al Gobierno para actuar en contra cualquier proyecto energético de Rusia, incluido Nord Stream 2.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de agosto de 2018)